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Cap. 5: ¿Hasta dónde caería? ¿Qué debería responder?

April parpadeó confundida.

—¿Qué…?

—Los bebés vienen demasiado pronto y uno de ellos está en una mala posición. Si no los sacamos ahora, corremos el riesgo de que sufran daño.

Su respiración se agitó.

—No… yo… —sollozó, sintiendo el terror trepar por su espalda—. Tengo miedo.

La doctora la miró con compasión.

—Entiendo que esto es difícil, pero sus hijos la necesitan fuerte.

April cerró los ojos con fuerza, sintiendo que su mundo se desmoronaba.

No podía fallarles.

Ellos eran lo único que tenía.

Apretó las sábanas de la camilla con desesperación.

Y entonces, con un susurro tembloroso, dijo lo único que podía decir.

—Háganlo… pero por favor, salven a mis bebés.

El frío de la sala de operaciones la envolvió como una niebla helada.

Las luces blancas le lastimaban los ojos. Su cuerpo temblaba de miedo.

—Le pondremos anestesia raquídea. No se preocupe, no sentirá dolor.

April apenas asintió, incapaz de hablar.

Su respiración era irregular. El miedo la sofocaba.

Pero tenía que ser fuerte. Por ellos.

El equipo médico comenzó la cirugía.

April sintió presión en su abdomen. No dolor, pero sí la sensación de que su cuerpo estaba siendo manipulado.

Su mente se nubló. Pensó en Logan.

«Si él supiera que sus hijos estaban naciendo en ese momento… ¿Le importaría? ¿O seguiría disfrutando de su vida de lujos, sin siquiera imaginar que ella estaba luchando sola por traer a sus hijos al mundo?»

Un sollozo quedó atrapado en su garganta.

No podía pensar en él.

No más.

—El primer bebé está fuera. ¡Es un niño!

La voz del médico la sacó de sus pensamientos.

Un llanto débil resonó en la sala.

April sintió que su alma abandonaba su cuerpo.

Era su hijo.

—El segundo bebé… aquí viene.

Otro llanto.

—Es una niña —escuchó April. El tercero… ya casi…

Y finalmente, otro pequeño sollozo invadió la sala. Era otro varón.

April sintió las lágrimas correr por sus mejillas.

Había valido la pena.

Lo había logrado.

—Son pequeños, pero son fuertes —dijo el médico con voz alentadora—. Los llevaremos a la incubadora.

April intentó verlos.

Intentó moverse, levantar la cabeza… pero el agotamiento la venció.

Su vista se oscureció.

Sus bebés estaban vivos… pero su lucha apenas comenzaba.

****

Al día siguiente. El hospital olía a desinfectante y tristeza.

April permanecía sentada en una silla incómoda, al otro lado del cristal de la unidad de neonatos, contemplando a sus bebés en las incubadoras. Eran tan pequeños, tan frágiles.

Sus manitas apenas parecían del tamaño de su pulgar, sus pechos diminutos subían y bajaban con esfuerzo al respirar. Eran una prueba de lucha y resistencia.

Pero ella no sabía cuánto más podría resistir.

El hospital ya le había advertido: debía cancelar el costo de mantener a sus bebés en las incubadoras.

No tenía dinero.

Y si no pagaba pronto, tendría que buscar otro hospital,  y sus bebés podrían no recibir los cuidados adecuados.

April sintió las lágrimas ardiendo en su garganta, pero se obligó a tragarlas. No podía permitirse el lujo de llorar.

—Siguen luchando… —susurró para sí misma, apoyando una mano temblorosa en el vidrio—. Y yo tengo que hacerlo también.

Pero ¿cómo?

¿Cómo seguir luchando cuando el mundo entero parecía empeñado en verla caer?

****

Nathan Callahan caminaba con paso firme por el pasillo del hospital, acompañado por el director de la institución.

—El donativo que ha hecho ayudará a cubrir los tratamientos de muchos niños prematuros, señor Callahan —dijo el director con respeto—. No sabe cuántas vidas cambiará con su generosidad.

Nathan asintió sin responder. No hacía donaciones por gratitud.

El dinero nunca le devolvió lo que había perdido.

Ni todo el oro del mundo pudo salvar a su hermana menor.

Sus pasos lo llevaron hasta la unidad de neonatos.

Se detuvo un momento, observando el área a través del cristal. Los bebés en incubadoras parecían diminutos, frágiles, aferrándose a la vida.

Fue entonces cuando la vio.

Una mujer de espalda delgada, con el cabello recogido en un moño descuidado. Se veía agotada, casi consumida.

Pero lo que más lo impactó fue su expresión.

Dolor. Desesperanza.

Por un instante, sintió un golpe en el pecho.

Esa mirada… no le era ajena.

Había visto la misma sombra en los ojos de su hermana en sus últimos días.

Nathan entrecerró los ojos y exhaló lentamente.

Todo en su cabeza le decía que no tenía por qué involucrarse. No era su problema.

Pero algo dentro de él le dijo que no debía ignorarla.

Así que, sin pensarlo más, se acercó.

—No es bueno llorar en silencio, señorita. La tristeza pesa menos cuando se comparte.

April se sobresaltó al escuchar aquella voz profunda y elegante.

Giró lentamente, sintiendo su corazón latir con fuerza.

Cuando sus ojos se posaron en él, su respiración se detuvo.

Lo reconoció de inmediato.

“Nathan Callahan. CEO de Callahan Corporation. El mayor enemigo de Montgomery Enterprises”

—Usted… —susurró, sintiendo un escalofrío.

Nathan la miró con ligera curiosidad.

—¿Nos conocemos?

April asintió.

—Bueno, usted no me conoce a mí, pero yo a usted sí, se quién es, además nunca pude agradecerle lo que hizo por mí, meses atrás cuando me llevó al hospital y pagó la cuenta.

Nathan levantó una ceja y dejó escapar una sonrisa de lado.

—¿Eres tú la muchacha que me pidió ayuda?

April bajó la mirada, incómoda.

Él no la recordaba, ella estaba muy desmejorada, y él no tenía por qué hacerlo.

Para un hombre como él, ella aparentemente era una completa desconocida.

—Sí, esa mujer soy yo, y algún día le pagaré.

Nathan dirigió la vista al otro lado del cristal.

Fue entonces cuando vio las tres incubadoras alineadas.

Trillizos.

—¿Son tuyos? —murmuró más para sí mismo que para ella.

April se tensó.

—Sí.

Nathan asintió en silencio.

No dijo nada durante unos segundos. Su mente se nubló con recuerdos que prefería no revivir.

Entonces, finalmente habló.

—Permíteme ayudarte.

April sintió un escalofrío.

No. No más promesas falsas. No más mentiras.

—No necesito ayuda —mintió, cruzándose de brazos como si eso la protegiera de la realidad.

Nathan esbozó una sonrisa irónica.

—Eres una pésima mentirosa.

April sintió que su garganta se cerraba.

—No confío en la gente —confesó con amargura.

Nathan asintió con comprensión.

—Tienes razones para no hacerlo.

El silencio se hizo pesado entre ellos.

Y entonces, con voz más baja, Nathan soltó una verdad que nunca antes había dicho en voz alta.

—Hace años tuve una hermana.

April sintió un nudo en el estómago.

—Era hermosa… —susurró él, observando a los bebés con una mirada perdida en el pasado—. Pero ni todo mi dinero sirvió para salvarla.

April contuvo el aliento.

Por primera vez, vio más allá del millonario poderoso.

Nathan Callahan no era solo un hombre de negocios.

Era un hombre que había perdido a alguien que amaba.

Nathan volvió a mirarla.

—Me recuerdas a ella —murmuró con voz firme—. Permíteme ayudarte.

April sintió las lágrimas queriendo salir.

Pero no podía permitirse caer en la trampa de las buenas intenciones.

—¿Por qué? —susurró—. No creo que solo sea por eso.

Nathan sonrió de lado.

—Tienes razón.

Se metió las manos en los bolsillos y la miró fijamente.

—Hace un momento dijiste que me conocías.

April se tensó.

Pero antes de que pudiera responder, Nathan la miró con atención y respondió por ella.

—Ahora te recuerdo… sé que trabajabas para Montgomery Enterprises. Eras la asistente de Logan, su mano derecha, dicen las malas lenguas que eras la mente maestra detrás de las negociaciones,  lo que nunca supe es ¿por qué siendo tan importante para él, se deshizo de ti?

El aire se volvió más denso. April sintió un estremecimiento en el corazón.

«Porque se cansó de mí, se aburrió de jugar al matrimonio feliz» pensó.

Nathan se inclinó levemente hacia ella, bajando la voz.

—Tengo asuntos pendiente con Ralph Montgomery.

Los ojos de April se abrieron con sorpresa.

—¿El padre de Logan?

Nathan asintió.

—Sí. Y quiero que me ayudes a destruirlo.

April sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

«¿Destruir a los Montgomery? ¿Era posible?»

Nathan no apartó la mirada de ella.

—Piensa en ello —susurró con voz tranquila pero peligrosa—. Yo tengo el poder. Tú tienes los secretos empresariales.

April se quedó en silencio.

Por primera vez, alguien le daba una oportunidad de pelear.

De vengarse. De hacer que los Montgomery pagaran.

Se giró lentamente hacia el cristal, viendo a sus tres bebés luchando por vivir.

Si aceptaba, sus hijos nunca tendrían que sufrir como ella.

Pero si no lo hacía…

¿Hasta dónde caería? ¿Qué debería responder?

Angellyna Merida

No olviden dejar sus reseñas. Recuerden reseña es una opinión del capítulo, no contar lo que pasa en el libro, eso es spoiler, tengan cuidado de hacerlos. Gracias.

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