Él es beta de una pequeña manada de Cambia Formas felinos, mano derecha del Alfa. Anhela encontrar a su compañera para que su soledad termine. Ella es una pícara, un ser sin manada ni clan al cual pertenecer. Este es el tercer libro de la saga Pumas defectuosos, se recomienda leer los dos anteriores para evitar spoiler, pero no es necesario para entender este libro.
Leer más— El doctor ya viene.Esta vez es la voz de Zah, sus ojos vuelven a ser verdes o al menos lo suficiente para que no parezcan negros. Me preocupa que aun sigo viendo borroso, pero sigo intentando mirarlo.— Lo…mmm… si…Mi mandíbula no se mueve, no soporto, no logro mantener la calma y las lágrimas comienzan a caer, la poca vision que tenía desaparece ya que no dejo de llorar, apenas distingo manchas de colores. —Shhh— él acaricia mi rostro— no te muevas, ya viene el doctor.«¿Por qué son tan buenos conmigo?»No lo merezco. Intenté huir, me peleé con otra mujer o mejor dicho la asuste e hice que me golpeara. No es un secreto que los pícaros no son bienvenidos en las manadas. Seguro tendrá problemas por mi culpa.— ¡No! — gruñe —No tienes permitido dormirte, debes esperar al doctor…Escucho un ruido a lo lejos, él deja de tocar mi cara, siento un olor extraño, de un hombre. Alguien agarra mi cabeza y me coloca algo en el cuello que me impide mover mi cabeza. Escucho que les preguntan cos
Esta es la noche más larga de mi vida. Por cuarta vez paso por la cabaña y no sé si es que me estoy volviendo paranoico o ya se dieron cuenta de que no estoy enfocado, aunque los muchachos estén en sus posiciones y no se muevan al menos que les toque hacerlo puedo sentir que algunos lo saben. Las manos me sudan, no me he querido transformar, no sé si cuando la atrape sea la mejor que este en cuatro patas, si ya me tiene miedo en mi forma humana podría asustarla más y hacer que grite si la persigo.— ¿Crees que ya es momento de hablar con Kurt?—Desde que llegó debimos hacerlo, pero no sé si ella esté lista, se ve tan frágil, no sabemos nada de ella y ella no quiere hablar... — él camina de un lado a otro en mi mente.—Dilo.—La Líder la interrogará, ya sabes que no desea aceptar más pícaros desde que esa hembra atacó a otra.Hace menos de medio año llegó una hembra suplicando alojo, una pícara, como teníamos por costumbre le dimos alojo sin hacer muchas preguntas, siempre vigilando, pe
Veo cómo la chica empaca la quinta bolsa de ropa. Cuando voy hacia la caja para que él me siga y deje de comprar, me doy cuenta de que se aleja de mí. Espero paciente, hasta que me doy cuenta de que solo está agarrando más ropa. Me acerco, pero retrocedo al ver el tipo de ropa que es. Cuando él voltea su rostro hacia mí, la vista se me empieza a nublar.«No quiero hacer esto, no estoy lista.»—No es lo que piensas —él agarra mi muñeca en un descuido—. Necesitas este tipo de ropa, la utilizas todos los días y no hemos comprado ninguna.—Yo... yo las elijo —murmuro sin mirarlo.Él me suelta y se va al frente del mostrador. Yo comienzo a agarrar la más barata, pero al menos una cantidad considerable para que no venga él a escoger más. Cuando toca la parte de arriba, dudo. Utilizo telas para sostenerlas, son grandes y odio eso. Nada me queda bien, todo me hace ver vulgar.—¿Necesita ayuda? — la chica está parada a mi lado.—No sé qué talla... la que compré en esta tienda no me quedó.—Si
—No hablas mucho, ¿cierto?«No me dejaban hablar.»Quiero decirlo, quiero contarle, pero también quiero irme. Si soy su compañera, solo le hago daño con cada segundo que paso cerca. Si estoy a su lado, más fuerte es el vínculo y más doloroso será separarnos. Aunque solo hayan pasado dos días, ya me acostumbré a su amabilidad, a cómo baja la voz cuando me habla, a cómo intenta agacharse para que no tema, a cómo me cura a pesar de que todas mis heridas hayan sido mi culpa.Él mira su camisa, la que llevo puesta. Eso es otro factor. Aunque no identifico a qué huele él, sí puedo notar que me agrada. No es un olor fuerte, no es dulce, no sé qué es, pero me gusta más que el olor de cualquier persona que haya conocido.—Hoy vamos a ir al pueblo. Sé que no te sientes tan bien, pero necesitas ropa y muchas cosas que yo no utilizo —suspira—. Soy patético en esto, lo sé. Ni siquiera tienes los productos básicos que toda hembra usa, ni siquiera tienes ropa —se levanta—. Lo siento.—No eres patétic
No tiene pecas, su piel es perfecta. Tiene un poco de barba, tal vez menos de un centímetro, pero creo que no se la deja crecer. Me atrevo a detallar su cicatriz, aunque no entiendo cómo lograron dañar a un hombre tan grande y fuerte. Por alguna razón, eso me molesta; me provoca atacar al que le hizo daño, aun cuando nunca lo he hecho ni siquiera para defenderme a mí misma.Él dice que somos compañeros, su puma también lo dijo. Zah, a pesar de que es más intimidante que Marcus, sigue siendo amable, bueno... pero eso da miedo. Vi cómo un macho trataba a su compañera. Para resumir, no la dejaba estar cerca de nadie, pero él sí, él sí podía y la hacía retorcerse de dolor cada noche por lo que hacía con... otras mujeres y, a veces, conmigo, cuando al que servía me compartía. Como siempre, la simple presencia de este hombre me hace olvidar eso. Me gustaría creer que es bueno, al menos sé que hay una gran posibilidad. Su puma me trató bien, me cuidó y sanó mis heridas. Esta noche, él no me
Gruño al escuchar pisadas. Aunque no quiera, salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí. Me quito la ropa, impregnada de su olor, y la tiro al suelo. Me pongo algo que encuentro en la lavandería, solo un pantalón. Antes de que toquen la puerta, yo les abro.—Hey. ¿Quieres ir a tomar unas cervezas?—No, gracias. Tengo que ponerme al día con el trabajo, no hice nada en estos días libres —imito a mi humano.—Vamos, no te hagas rogar —insiste e intenta entrar, pero me coloco frente a él. Ambos nos quedamos mirando, él confundido y yo serio.—Ya déjalo... Si no quiere, está bien, pero sabes que le diremos a Kurt lo raro que estás —aunque suene como una amenaza, sé que no lo es. Solo intenta que vaya con ellos. Eso siempre les funciona con Marcus, a los tres nos gusta beber en el pueblo.—Di lo que quieras, Anton —apenas lo digo, me arrepiento. No sonó nada parecido a mi humano. Lástima que ahora está durmiendo y me dejó el control a mí.—Mejor nos vamos. Seguro ya va a entrar e
Al contrario de lo que pensé, tener contacto piel a piel con este hombre enorme no es aterrador ni me provoca ganas de vomitar.Apenas llegó a la habitación, los recuerdos se fueron. Creo que cada vez que está cerca de mí, no puedo evitar que todos mis sentidos se concentren en él, algo extraño que nunca me había pasado.Aunque se sienta diferente, no me confío de mis instintos en estos casos. La última vez que me sentí segura con un hombre, resultó ser el mismo que me sometió de una manera horrible, al punto en que pensé que me merecía todo lo que él me hacía. Solo hui de él porque me dolía todo el cuerpo, porque dolía mucho, no porque pensara que no merecía ese dolor o que lo que me hacía no era justo. Que nadie merece eso.Como siempre, su simple presencia no me deja adentrarme por completo en los recuerdos. Un simple cambio minúsculo en la presión con la que mantiene nuestras manos unidas es suficiente para que mi atención esté en el presente.Él no dijo nada cuando hablé sobre el
«¿Por qué le prometí un conejo entero?»Ni siquiera tengo tiempo de ir al pueblo vecino a traer otro. No importa cuántos tutoriales haya visto, me quedo seco. Ni siquiera entiendo cómo no se quemó y, para completar mi miseria, creo que no está bien cocido en las partes cercanas a los huesos.—Ya pasaron más de cinco horas y no ha salido —dice Zah, caminando en mi mente de un lado a otro—. Ve a verla, no me gusta esto.Meto el desastre de comida en el horno y cierro la puerta, pero suspiro al escuchar cómo se rompe el cristal.—Bien hecho, ahora tenemos que comprar otro —me regaña.Igual que yo, no quiere que nadie se entere de ella. Aún no controlo esta posesividad. No entiendo cómo hicieron Kurt y sus hermanos para no ir detrás de sus humanas desde el primer día que las conocieron.Camino hasta quedar frente a la puerta de mi dormitorio. Toco un par de veces solo para avisar mi llegada y espero unos segundos, ya que desde afuera no se escucha nada. Como no me deja entrar, abro la pue
Miro la habitación. Las paredes verde oscuro me parecen asfixiantes y solo me recuerdan que, en vez de estar en el bosque, me encuentro técnicamente secuestrada. No soy tan amante del bosque como otros de mi especie, pero prefiero mil veces el bosque a estar aquí.Mis dedos intentan limpiar la baba seca de mi rostro en vano. No sé en qué momento me dormí, pero, de todas formas, no fue mucho. Hay un pequeño reloj en la única mesita de noche y recuerdo que la última hora que vi eran las tres de la madrugada; ahora apenas son las 5:17 a. m. Sin embargo, nada de eso importa porque me tenso al ver una sombra en el poco espacio entre la puerta y el suelo. Como temía, la puerta se abre y dejo de tocar mi rostro. El gran hombre entra.—Estás despierta —me sonríe—. Lo siento, sé que es temprano, pero ayer no pudiste comer mucho.Camina hacia la cama donde estoy sentada y, de inmediato, me muevo hacia atrás. Mi espalda choca contra la pared, ya que esta cama no tiene un respaldar.—Ay —murmuro,