—Ella no está bien— murmura Zah, más que preocupado.
No deja de dar vueltas en lo más profundo de mi mente mientras suelta pequeños gruñidos. La miro de reojo: sus manos, zapatos e incluso rodillas están llenos de barro seco. Aunque llevo caminando un buen rato, porque esa frontera está lejos de mi casa y no puedo acortar la distancia ya que pasaríamos por en medio de todas las cabañas, ella sigue inmóvil, perdida en su mente. Su cabeza está en dirección a mi pecho, pero sé que no me mira. Sus ojos se ven vacíos. Hace poco que dejó de llorar. Su cara no refleja emoción alguna. Es imposible saber lo que siente, ya que ni siquiera huele a algo. Que el olor agrio se haya ido no significa que ya no sienta miedo de mí, solo me indica que ya no piensa en lo que la rodea.
—¿Piensas que debemos dejarla ir? —me duele que ella no sea feliz, me duele que todas las emociones que sienta por nuestro encuentro sean negativas.
Mi puma no responde. Sé que no sabe qué responder. Ambos sentimos lo mismo, solo que en diferentes medidas. Queremos protegerla, ese es el sentimiento dominante. El segundo es querer acapararla: que nadie la mire, que nadie se acerque. Pero el primer sentimiento también implica protegerla de nosotros mismos, si llegamos a lastimarla, y siento que eso es lo que estamos haciendo al obligarla a quedarse a nuestro lado.
He escuchado muchos audiolibros y leído unos pocos. En su mayoría trataban de relaciones entre Cambia Formas y sus compañeros. Sé de las diferentes reacciones que se pueden tener y, al contrario de lo que todo el mundo piensa y dice, no todos reaccionan de una manera eufórica y muy receptiva con su compañero, al menos no la nueva generación. Así se les llama a los que han nacido desde hace más de doscientos años hasta ahora. Somos la generación más mezclada, porque ya no es ilegal tener una relación íntima de pareja con una raza diferente a la tuya. Antes, ni siquiera era bien visto tener un compañero de un subtipo de raza diferente entre los Cambia Formas. Pensar en eso se me hace raro e increíble. Si no fuera por los libros que relatan ese tiempo y los muchos Cambia Formas sabios que hay en otras manadas, no podría creer que eso haya pasado. Imaginarlo es incluso raro e incómodo.
Cuando llegamos a mi casa, no tengo problemas en abrir la puerta trasera. Para mí, ella no pesa nada, pero lo que me pone ansioso es que su mirada perdida se desvanece apenas escucha que abro la puerta. De inmediato comienza a mirar hacia todos lados. Los latidos de su corazón se aceleran. Cierro la puerta con seguro, y eso altera su respiración. Sus labios comienzan a temblar; ya lo había visto cuando estaba llorando.
Me apresuro a acercarme al único mueble que tengo en la sala. Con mucho cuidado la dejo sentada. Ella, de inmediato, retrocede hasta que su espalda choca con el respaldar del mueble. Me separo un poco de ella y me mantengo agachado para no parecer tan intimidante. Pero hace algo tan tierno que quiero abrazarla y susurrarle al oído, una y otra vez, que no deseo lastimarla, que solo quiero protegerla y darle todo lo bueno que se merece simplemente por respirar. Ella agarra uno de los dos cojines del mueble para cubrirse. Solo puedo ver parte de su rostro.
Ambos sabemos que este cojín, el cual nunca había pensado que era grande hasta ahora que lo comparo con el torso de su cuerpo, no podrá protegerla. Pero sé que no ver la amenaza puede darte una falsa sensación de seguridad o que simplemente cubrir las partes de tu cuerpo, así sea solo con una tela fina y algo de relleno, te haga sentir mejor que estando con la piel al descubierto.
—Ya te lo dijo mi puma, Zah— sus hermosos ojos me escanean. Aún estoy sorprendido por el color. He visto muchos ojos azules, pero ninguno como esos— no vamos a lastimarte. Sé que es difícil creerlo, pero ya no estás en el bosque. Estás en la Manada Umbral...— dejo de hablar apenas veo que sus labios se mueven. Quiere decir algo. Hay un silencio tortuoso, pero parece dispuesta a hablar.
—¿Umbral?
—Sí, así los líderes la nombraron. —Veo cómo su ceño se frunce— ¿Viniste a la manada incorrecta? —Ella niega. Aunque sus ojos a veces se conectan con los míos, no logra mantener el contacto visual.
—No sabía que ya tenía nombre.
—No hacemos mucha promoción. Ni siquiera nuestro alfa va a reuniones. Aunque ya somos una manada, el Concejo no quiere, o no le conviene, que crezcamos. Aceptamos todo lo que ellos rechazan. Estamos rompiendo sus anticuadas creencias y los estereotipos que los consejeros originales impusieron.
A ella no parece importarle lo que hablo. Creo que algo mantiene el interés en su mente, y muero por saber qué es.
—¿Ahora puedo irme? —Ella se oculta por completo detrás del cojín.
Yo me trago el gruñido que Zah desea soltar. Es frustrante que no entienda que no queremos lastimarla, pero no puedo culparla.
«Paciencia, querías una compañera, y ahora la tienes. No lo arruines.»
—No, eres mi compañera. Mía. Tu lugar es y siempre ha sido a nuestro lado— me tenso al ver que tiembla— sé que puede sonar aterrador, pero te prometo que mis únicas intenciones son cuidarte y...— nunca pensé que podría decir esto— amarte.
Me empiezo a impacientar al ver que esas palabras parecen no ayudar. Sigue temblando, el olor agrio vuelve y me empiezo a asustar. Yo no quiero una compañera que me tema.
—No te vamos a encadenar ni a encerrar. No queremos volverte una prisionera. Nuestra casa es tuya, y aunque no tenga el cargo más alto en esta manada, te prometo que este territorio también te pertenece. Nadie se atreverá a lastimarte. Te daré una vida cómoda y tranquila— sé que ella anhela la última palabra— puedes intentar huir. No estaré encima de ti a cada segundo, pero sí te prometo algo: siempre te atraparé. Y cada vez que lo haga perderás mi confianza, me harás daño y, a cambio, te quitaré algún beneficio hasta que entiendas por qué lo hago.
Me levanto al no ver alguna señal que indique que ella quiera hablar de nuevo conmigo. Quisiera haber sido más sutil, pero intenté ser brutalmente honesto. Es uno de los pilares fundamentales para que una relación funcione.
Acaricio la tela del cojín mientras intento no volver a llorar. Esto debe ser una pesadilla, esto no puede ser real.«¿Tanto mal le hice a otros seres?»Sé que he mentido, engañado y hecho mil cosas más, pero trato de no perjudicar a nadie cuando lo hago. Nunca he matado, ni siquiera cuando tuve muchas buenas excusas para hacerlo, y aun así, esto vuelve a pasar. No quiero, me niego a volver a pasar por esto de nuevo.Todo por fin me estaba saliendo bien. En un año podría haber reunido lo suficiente para alquilar algo y vivir totalmente como un humano normal. Pude haber tenido una vida tranquila... no, no pude. Yo puedo, y lograré volver a salir de esto.Limpio una lágrima traicionera. Si lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo. Ya no soy la niña tonta y asustadiza; aprendí mucho. Sé que puedo salir de esto. Solo no debo volver a caer en el error de cumplir trabajos en las manadas. Me limitaré a los clanes, eso es lo que haré.Observo la casa. Es enorme, aunque parece más una cabaña mo
No espero una respuesta sincera de su parte, aunque Zah anhela eso... Ambos deseamos que ella confíe en nosotros, pero sé que confiar no es algo por lo que destaquemos los pícaros.Ella se aleja un poco. Tal vez mi olor la haya intimidado en lugar de atraerla. Observo su postura: espalda encorvada por miedo e instinto. Todo en ella le indica que debe someterse. Un macho grande y de un rango superior al de ella... Todo le grita que huya, pero el vínculo de compañeros debería ser suficiente para mitigar eso. Sé que tiene traumas, pero al menos mi olor debería hacerla dudar.—Estoy esperando tu respuesta. —Ella tiembla, y coloco mis manos en mis rodillas, frotándolas.No es un buen sentimiento ver cómo me teme. Tenso la mandíbula tan fuerte que estoy a nada de romper alguna de mis muelas. Veo cómo se coloca en posición fetal, con las rodillas pegadas al pecho. Sigue sentada, pero ahora cubre su cabeza con las manos, escondiendo su cara entre las rodillas.—No, no quiero darte una oportun
Miro la habitación. Las paredes verde oscuro me parecen asfixiantes y solo me recuerdan que, en vez de estar en el bosque, me encuentro técnicamente secuestrada. No soy tan amante del bosque como otros de mi especie, pero prefiero mil veces el bosque a estar aquí.Mis dedos intentan limpiar la baba seca de mi rostro en vano. No sé en qué momento me dormí, pero, de todas formas, no fue mucho. Hay un pequeño reloj en la única mesita de noche y recuerdo que la última hora que vi eran las tres de la madrugada; ahora apenas son las 5:17 a. m. Sin embargo, nada de eso importa porque me tenso al ver una sombra en el poco espacio entre la puerta y el suelo. Como temía, la puerta se abre y dejo de tocar mi rostro. El gran hombre entra.—Estás despierta —me sonríe—. Lo siento, sé que es temprano, pero ayer no pudiste comer mucho.Camina hacia la cama donde estoy sentada y, de inmediato, me muevo hacia atrás. Mi espalda choca contra la pared, ya que esta cama no tiene un respaldar.—Ay —murmuro,
«¿Por qué le prometí un conejo entero?»Ni siquiera tengo tiempo de ir al pueblo vecino a traer otro. No importa cuántos tutoriales haya visto, me quedo seco. Ni siquiera entiendo cómo no se quemó y, para completar mi miseria, creo que no está bien cocido en las partes cercanas a los huesos.—Ya pasaron más de cinco horas y no ha salido —dice Zah, caminando en mi mente de un lado a otro—. Ve a verla, no me gusta esto.Meto el desastre de comida en el horno y cierro la puerta, pero suspiro al escuchar cómo se rompe el cristal.—Bien hecho, ahora tenemos que comprar otro —me regaña.Igual que yo, no quiere que nadie se entere de ella. Aún no controlo esta posesividad. No entiendo cómo hicieron Kurt y sus hermanos para no ir detrás de sus humanas desde el primer día que las conocieron.Camino hasta quedar frente a la puerta de mi dormitorio. Toco un par de veces solo para avisar mi llegada y espero unos segundos, ya que desde afuera no se escucha nada. Como no me deja entrar, abro la pue
Al contrario de lo que pensé, tener contacto piel a piel con este hombre enorme no es aterrador ni me provoca ganas de vomitar.Apenas llegó a la habitación, los recuerdos se fueron. Creo que cada vez que está cerca de mí, no puedo evitar que todos mis sentidos se concentren en él, algo extraño que nunca me había pasado.Aunque se sienta diferente, no me confío de mis instintos en estos casos. La última vez que me sentí segura con un hombre, resultó ser el mismo que me sometió de una manera horrible, al punto en que pensé que me merecía todo lo que él me hacía. Solo hui de él porque me dolía todo el cuerpo, porque dolía mucho, no porque pensara que no merecía ese dolor o que lo que me hacía no era justo. Que nadie merece eso.Como siempre, su simple presencia no me deja adentrarme por completo en los recuerdos. Un simple cambio minúsculo en la presión con la que mantiene nuestras manos unidas es suficiente para que mi atención esté en el presente.Él no dijo nada cuando hablé sobre el
Gruño al escuchar pisadas. Aunque no quiera, salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí. Me quito la ropa, impregnada de su olor, y la tiro al suelo. Me pongo algo que encuentro en la lavandería, solo un pantalón. Antes de que toquen la puerta, yo les abro.—Hey. ¿Quieres ir a tomar unas cervezas?—No, gracias. Tengo que ponerme al día con el trabajo, no hice nada en estos días libres —imito a mi humano.—Vamos, no te hagas rogar —insiste e intenta entrar, pero me coloco frente a él. Ambos nos quedamos mirando, él confundido y yo serio.—Ya déjalo... Si no quiere, está bien, pero sabes que le diremos a Kurt lo raro que estás —aunque suene como una amenaza, sé que no lo es. Solo intenta que vaya con ellos. Eso siempre les funciona con Marcus, a los tres nos gusta beber en el pueblo.—Di lo que quieras, Anton —apenas lo digo, me arrepiento. No sonó nada parecido a mi humano. Lástima que ahora está durmiendo y me dejó el control a mí.—Mejor nos vamos. Seguro ya va a entrar e
No tiene pecas, su piel es perfecta. Tiene un poco de barba, tal vez menos de un centímetro, pero creo que no se la deja crecer. Me atrevo a detallar su cicatriz, aunque no entiendo cómo lograron dañar a un hombre tan grande y fuerte. Por alguna razón, eso me molesta; me provoca atacar al que le hizo daño, aun cuando nunca lo he hecho ni siquiera para defenderme a mí misma.Él dice que somos compañeros, su puma también lo dijo. Zah, a pesar de que es más intimidante que Marcus, sigue siendo amable, bueno... pero eso da miedo. Vi cómo un macho trataba a su compañera. Para resumir, no la dejaba estar cerca de nadie, pero él sí, él sí podía y la hacía retorcerse de dolor cada noche por lo que hacía con... otras mujeres y, a veces, conmigo, cuando al que servía me compartía. Como siempre, la simple presencia de este hombre me hace olvidar eso. Me gustaría creer que es bueno, al menos sé que hay una gran posibilidad. Su puma me trató bien, me cuidó y sanó mis heridas. Esta noche, él no me
Un beta desdichado, sin que nadie lo sepa, envidia a todo aquel que posee lo que a él tanto le falta. Anhela ese amor que solo un compañero puede dar. Ya ha olvidado la cálida sensación de ser querido, de ser amado o simplemente apreciado por una pareja.No tiene a nadie más que a su Alfa y la familia de este. No posee una gran fortuna ni proviene de un linaje de líderes, lo que significa que sus antepasados no le heredaron ningún cargo. Si no fuera por su Alfa, seguiría siendo ese macho roger o pícaro —como deseen llamarlo— que merodeaba de bosque en bosque, entrando esporádicamente a los pueblos y saqueando para saciar sus necesidades.Para él, ese tiempo parece tan lejano, aunque la verdad es que ocurrió hace menos de una década. Se acostumbró con facilidad a la vida de un macho con un grupo al cual pertenecer.Cada noche, cuando está solo, la tristeza lo embarga. Trata de luchar contra la depresión que todos aseguran es normal, que desaparecerá cuando llegue ella, su compañera. Pe