No espero una respuesta sincera de su parte, aunque Zah anhela eso... Ambos deseamos que ella confíe en nosotros, pero sé que confiar no es algo por lo que destaquemos los pícaros.Ella se aleja un poco. Tal vez mi olor la haya intimidado en lugar de atraerla. Observo su postura: espalda encorvada por miedo e instinto. Todo en ella le indica que debe someterse. Un macho grande y de un rango superior al de ella... Todo le grita que huya, pero el vínculo de compañeros debería ser suficiente para mitigar eso. Sé que tiene traumas, pero al menos mi olor debería hacerla dudar.—Estoy esperando tu respuesta. —Ella tiembla, y coloco mis manos en mis rodillas, frotándolas.No es un buen sentimiento ver cómo me teme. Tenso la mandíbula tan fuerte que estoy a nada de romper alguna de mis muelas. Veo cómo se coloca en posición fetal, con las rodillas pegadas al pecho. Sigue sentada, pero ahora cubre su cabeza con las manos, escondiendo su cara entre las rodillas.—No, no quiero darte una oportun
Miro la habitación. Las paredes verde oscuro me parecen asfixiantes y solo me recuerdan que, en vez de estar en el bosque, me encuentro técnicamente secuestrada. No soy tan amante del bosque como otros de mi especie, pero prefiero mil veces el bosque a estar aquí.Mis dedos intentan limpiar la baba seca de mi rostro en vano. No sé en qué momento me dormí, pero, de todas formas, no fue mucho. Hay un pequeño reloj en la única mesita de noche y recuerdo que la última hora que vi eran las tres de la madrugada; ahora apenas son las 5:17 a. m. Sin embargo, nada de eso importa porque me tenso al ver una sombra en el poco espacio entre la puerta y el suelo. Como temía, la puerta se abre y dejo de tocar mi rostro. El gran hombre entra.—Estás despierta —me sonríe—. Lo siento, sé que es temprano, pero ayer no pudiste comer mucho.Camina hacia la cama donde estoy sentada y, de inmediato, me muevo hacia atrás. Mi espalda choca contra la pared, ya que esta cama no tiene un respaldar.—Ay —murmuro,
«¿Por qué le prometí un conejo entero?»Ni siquiera tengo tiempo de ir al pueblo vecino a traer otro. No importa cuántos tutoriales haya visto, me quedo seco. Ni siquiera entiendo cómo no se quemó y, para completar mi miseria, creo que no está bien cocido en las partes cercanas a los huesos.—Ya pasaron más de cinco horas y no ha salido —dice Zah, caminando en mi mente de un lado a otro—. Ve a verla, no me gusta esto.Meto el desastre de comida en el horno y cierro la puerta, pero suspiro al escuchar cómo se rompe el cristal.—Bien hecho, ahora tenemos que comprar otro —me regaña.Igual que yo, no quiere que nadie se entere de ella. Aún no controlo esta posesividad. No entiendo cómo hicieron Kurt y sus hermanos para no ir detrás de sus humanas desde el primer día que las conocieron.Camino hasta quedar frente a la puerta de mi dormitorio. Toco un par de veces solo para avisar mi llegada y espero unos segundos, ya que desde afuera no se escucha nada. Como no me deja entrar, abro la pue
Al contrario de lo que pensé, tener contacto piel a piel con este hombre enorme no es aterrador ni me provoca ganas de vomitar.Apenas llegó a la habitación, los recuerdos se fueron. Creo que cada vez que está cerca de mí, no puedo evitar que todos mis sentidos se concentren en él, algo extraño que nunca me había pasado.Aunque se sienta diferente, no me confío de mis instintos en estos casos. La última vez que me sentí segura con un hombre, resultó ser el mismo que me sometió de una manera horrible, al punto en que pensé que me merecía todo lo que él me hacía. Solo hui de él porque me dolía todo el cuerpo, porque dolía mucho, no porque pensara que no merecía ese dolor o que lo que me hacía no era justo. Que nadie merece eso.Como siempre, su simple presencia no me deja adentrarme por completo en los recuerdos. Un simple cambio minúsculo en la presión con la que mantiene nuestras manos unidas es suficiente para que mi atención esté en el presente.Él no dijo nada cuando hablé sobre el
Gruño al escuchar pisadas. Aunque no quiera, salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí. Me quito la ropa, impregnada de su olor, y la tiro al suelo. Me pongo algo que encuentro en la lavandería, solo un pantalón. Antes de que toquen la puerta, yo les abro.—Hey. ¿Quieres ir a tomar unas cervezas?—No, gracias. Tengo que ponerme al día con el trabajo, no hice nada en estos días libres —imito a mi humano.—Vamos, no te hagas rogar —insiste e intenta entrar, pero me coloco frente a él. Ambos nos quedamos mirando, él confundido y yo serio.—Ya déjalo... Si no quiere, está bien, pero sabes que le diremos a Kurt lo raro que estás —aunque suene como una amenaza, sé que no lo es. Solo intenta que vaya con ellos. Eso siempre les funciona con Marcus, a los tres nos gusta beber en el pueblo.—Di lo que quieras, Anton —apenas lo digo, me arrepiento. No sonó nada parecido a mi humano. Lástima que ahora está durmiendo y me dejó el control a mí.—Mejor nos vamos. Seguro ya va a entrar e
No tiene pecas, su piel es perfecta. Tiene un poco de barba, tal vez menos de un centímetro, pero creo que no se la deja crecer. Me atrevo a detallar su cicatriz, aunque no entiendo cómo lograron dañar a un hombre tan grande y fuerte. Por alguna razón, eso me molesta; me provoca atacar al que le hizo daño, aun cuando nunca lo he hecho ni siquiera para defenderme a mí misma.Él dice que somos compañeros, su puma también lo dijo. Zah, a pesar de que es más intimidante que Marcus, sigue siendo amable, bueno... pero eso da miedo. Vi cómo un macho trataba a su compañera. Para resumir, no la dejaba estar cerca de nadie, pero él sí, él sí podía y la hacía retorcerse de dolor cada noche por lo que hacía con... otras mujeres y, a veces, conmigo, cuando al que servía me compartía. Como siempre, la simple presencia de este hombre me hace olvidar eso. Me gustaría creer que es bueno, al menos sé que hay una gran posibilidad. Su puma me trató bien, me cuidó y sanó mis heridas. Esta noche, él no me
—No hablas mucho, ¿cierto?«No me dejaban hablar.»Quiero decirlo, quiero contarle, pero también quiero irme. Si soy su compañera, solo le hago daño con cada segundo que paso cerca. Si estoy a su lado, más fuerte es el vínculo y más doloroso será separarnos. Aunque solo hayan pasado dos días, ya me acostumbré a su amabilidad, a cómo baja la voz cuando me habla, a cómo intenta agacharse para que no tema, a cómo me cura a pesar de que todas mis heridas hayan sido mi culpa.Él mira su camisa, la que llevo puesta. Eso es otro factor. Aunque no identifico a qué huele él, sí puedo notar que me agrada. No es un olor fuerte, no es dulce, no sé qué es, pero me gusta más que el olor de cualquier persona que haya conocido.—Hoy vamos a ir al pueblo. Sé que no te sientes tan bien, pero necesitas ropa y muchas cosas que yo no utilizo —suspira—. Soy patético en esto, lo sé. Ni siquiera tienes los productos básicos que toda hembra usa, ni siquiera tienes ropa —se levanta—. Lo siento.—No eres patétic
Veo cómo la chica empaca la quinta bolsa de ropa. Cuando voy hacia la caja para que él me siga y deje de comprar, me doy cuenta de que se aleja de mí. Espero paciente, hasta que me doy cuenta de que solo está agarrando más ropa. Me acerco, pero retrocedo al ver el tipo de ropa que es. Cuando él voltea su rostro hacia mí, la vista se me empieza a nublar.«No quiero hacer esto, no estoy lista.»—No es lo que piensas —él agarra mi muñeca en un descuido—. Necesitas este tipo de ropa, la utilizas todos los días y no hemos comprado ninguna.—Yo... yo las elijo —murmuro sin mirarlo.Él me suelta y se va al frente del mostrador. Yo comienzo a agarrar la más barata, pero al menos una cantidad considerable para que no venga él a escoger más. Cuando toca la parte de arriba, dudo. Utilizo telas para sostenerlas, son grandes y odio eso. Nada me queda bien, todo me hace ver vulgar.—¿Necesita ayuda? — la chica está parada a mi lado.—No sé qué talla... la que compré en esta tienda no me quedó.—Si