Ella levanta su cabeza para poder mirarme. De inmediato me pongo nervioso; sé que mi rostro no es mi fuerte. No sé qué haré si ella me rechaza.
Pero de algo estoy seguro: yo no aceptaré su rechazo y mucho menos mi puma. Si con solo su olor es suficiente para desquiciar a mi puma y a mí, no me imagino dejándola libre, aceptando que no esté a mi lado. Lucharé si es necesario. Le mostraré que soy un macho digno de ella a pesar de mi mala apariencia. Haré lo que pueda para seducirla.
Salgo de mi pequeño delirio mental cuando noto sus ojos brillosos, el olor agrio de su temor, el dolor ligero en mi pecho, pero tan devastador como ningún otro que haya experimentado antes.
«Mi compañera me teme».
—Beta, ¿los dejo solos? Tengo órdenes de la Líder de...—. La voz del delta me hace voltear el rostro.
—Vete. Ni una palabra de esto a nadie.— Él asiente y se retira. Toda la conversación fue por nuestro enlace mental, por eso mi compañero no puede escuchar lo que decimos.
Pero, por el descuido, ella me logra empujar. Aunque solo me mueve unos centímetros, es suficiente espacio para que salga disparada a una buena velocidad. Hubiera tenido oportunidad de huir si no fuera porque la supero en rango. Es tan rápida como una gamma.
—Me encanta este juego—, dice Zah, moviendo la cola en lo oscuro de mi mente.
Dejo que tome control parcial de mi cuerpo. Zah no debe pedirlo; a pesar de algunas actitudes que a veces tiene, se controla muy bien. Y ahora que su pequeño ataque de euforia y desespero por encontrar a nuestra compañera ha disminuido, es seguro dejarlo tener el primer contacto con ella.
Corremos tras ella, pero no para atraparla. Zah es juguetón; el juego terminaría demasiado rápido si hace eso. Nos aseguramos de estar cerca de ella para desviarla, impedir que intente salir fuera de la manada. Ella, por su desespero, no entiende que solo se está metiendo más a fondo en nuestro territorio. Mi pobre compañera empieza a cansarse. No pasan ni dos minutos cuando su cuerpo comienza a pasarle factura. Ella no posee ningún entrenamiento y, por ende, su resistencia es nula, a pesar de lo veloz que es. No queremos que se desmaye o que sus piernas flaqueen y caiga, por eso le hacemos creer que logró perdernos mientras corría en forma de "Z". Baja la velocidad y eventualmente termina escondiéndose dentro de un arbusto. No parece molestarle la suciedad ni que todas sus extremidades se estén mojando con el barro. Llovío hace unos días y el cielo se mantiene nublado la mayor parte del tiempo, lo que provoca que la tierra no logre secarse.
Me acerco lento. Ella no me nota. Obviamente oculté mi olor desde que empezó la persecución. Aunque Zah es quien tiene más control ahora, yo puedo arrebatárselo. Sin embargo, confío en él.
Cuando estamos a menos de dos metros, escuchamos a la perfección su respiración, la manera torpe en que inhala y exhala. Me tenso al ver los temblores de su frágil cuerpo. No es una hembra muy grande, al menos no en altura. Me atrevo a suponer que pasa del metro sesenta por unos míseros centímetros. No posee mucho músculo; su cuerpo es más suave, pero no llega a ser obeso. Tengo que tragar el ronroneo de Zah. Simplemente verla lo vuelve loco. Pero cuando intenta acostarse en medio de todo el barro, sin importarle que las ramas e incluso las hojas del arbusto dañen su piel, es suficiente para que ambos decidamos acabar el juego. Nuestra compañera no va a acostarse ahí en el suelo como un animal desprotegido.
En un solo movimiento que toma menos de un segundo, ya está en nuestros brazos. Ella tarda en reaccionar, pero cuando lo hace, intenta zafarse de nuestro agarre. Es difícil para ambos, mi puma y yo, centrarnos en mantenerla retenida cuando estamos teniendo contacto piel a piel por primera vez. El hormigueo en cada centímetro de nuestras pieles es tan fascinante y satisfactorio como abrumador. Sé que ella puede sentirlo por la manera en que intenta evitar que las partes de su cuerpo que no están cubiertas por ropa se alejen de mí.
—No te haremos daño, compañera—, le asegura Zah, pero utilizando mi boca. Me extraña que no use el enlace mental.
Ella deja de forcejear y nos mira por primera vez desde que está en nuestros brazos. Vuelvo a quedar pasmado, esta vez por sus ojos. Ese color creo que nunca lo he visto en mi vida. Es un celeste tan claro, pero a la vez tan brillante, casi irreal, como si de una película de ficción se tratase.
—Déjenme ir, prometo no volver. No quería causar problemas—. Su hermosa voz sale rota. Está a nada de perder la batalla por no llorar. Pero no pasa desapercibido el acento. Aunque no estoy seguro, no sé si es de otra parte de Alemania, lejos de aquí, o si es extranjera, ya que maneja bien el idioma.
—No. Eres nuestra compañera. Tu lugar es aquí, a nuestro lado, y te atraparemos las veces que sean necesarias si intentas huir—. Zah ni siquiera le da tiempo de responder, ya que comienza a caminar hacia nuestra casa.
Para mi sorpresa, ella no vuelve a forcejear. Se rinde. Pero lo que nos parte el alma a ambos es escucharla llorar. No quiero ni mirarla. Si lo hago, la dejaré ir solo para que deje de llorar y sea feliz. Me siento el compañero más patético, más mezquino, por no hacer lo que ella desea, por no soltarla y dejarla libre.
Ella es una hembra adulta. A pesar de ser una pícara, no se ve desnutrida ni tiene señales de golpes o maltratos por parte de otros. Parece que, a pesar de no tener una manada o clan que le brinde seguridad, encontró la manera de sobrevivir y poder llevar una vida digna. Y yo se lo estoy arrebatando. Sé que esto no está bien, pero es la compañera que he esperado por tanto tiempo, por la que he suplicado al cielo cada noche, por la que me he preparado. Esta es mi única oportunidad de tener una familia, de ser feliz y estar completo. Aunque me duela en el alma, no voy a dejarla ir.
—Ella no está bien— murmura Zah, más que preocupado.No deja de dar vueltas en lo más profundo de mi mente mientras suelta pequeños gruñidos. La miro de reojo: sus manos, zapatos e incluso rodillas están llenos de barro seco. Aunque llevo caminando un buen rato, porque esa frontera está lejos de mi casa y no puedo acortar la distancia ya que pasaríamos por en medio de todas las cabañas, ella sigue inmóvil, perdida en su mente. Su cabeza está en dirección a mi pecho, pero sé que no me mira. Sus ojos se ven vacíos. Hace poco que dejó de llorar. Su cara no refleja emoción alguna. Es imposible saber lo que siente, ya que ni siquiera huele a algo. Que el olor agrio se haya ido no significa que ya no sienta miedo de mí, solo me indica que ya no piensa en lo que la rodea.—¿Piensas que debemos dejarla ir? —me duele que ella no sea feliz, me duele que todas las emociones que sienta por nuestro encuentro sean negativas.Mi puma no responde. Sé que no sabe qué responder. Ambos sentimos lo mismo
Acaricio la tela del cojín mientras intento no volver a llorar. Esto debe ser una pesadilla, esto no puede ser real.«¿Tanto mal le hice a otros seres?»Sé que he mentido, engañado y hecho mil cosas más, pero trato de no perjudicar a nadie cuando lo hago. Nunca he matado, ni siquiera cuando tuve muchas buenas excusas para hacerlo, y aun así, esto vuelve a pasar. No quiero, me niego a volver a pasar por esto de nuevo.Todo por fin me estaba saliendo bien. En un año podría haber reunido lo suficiente para alquilar algo y vivir totalmente como un humano normal. Pude haber tenido una vida tranquila... no, no pude. Yo puedo, y lograré volver a salir de esto.Limpio una lágrima traicionera. Si lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo. Ya no soy la niña tonta y asustadiza; aprendí mucho. Sé que puedo salir de esto. Solo no debo volver a caer en el error de cumplir trabajos en las manadas. Me limitaré a los clanes, eso es lo que haré.Observo la casa. Es enorme, aunque parece más una cabaña mo
No espero una respuesta sincera de su parte, aunque Zah anhela eso... Ambos deseamos que ella confíe en nosotros, pero sé que confiar no es algo por lo que destaquemos los pícaros.Ella se aleja un poco. Tal vez mi olor la haya intimidado en lugar de atraerla. Observo su postura: espalda encorvada por miedo e instinto. Todo en ella le indica que debe someterse. Un macho grande y de un rango superior al de ella... Todo le grita que huya, pero el vínculo de compañeros debería ser suficiente para mitigar eso. Sé que tiene traumas, pero al menos mi olor debería hacerla dudar.—Estoy esperando tu respuesta. —Ella tiembla, y coloco mis manos en mis rodillas, frotándolas.No es un buen sentimiento ver cómo me teme. Tenso la mandíbula tan fuerte que estoy a nada de romper alguna de mis muelas. Veo cómo se coloca en posición fetal, con las rodillas pegadas al pecho. Sigue sentada, pero ahora cubre su cabeza con las manos, escondiendo su cara entre las rodillas.—No, no quiero darte una oportun
Miro la habitación. Las paredes verde oscuro me parecen asfixiantes y solo me recuerdan que, en vez de estar en el bosque, me encuentro técnicamente secuestrada. No soy tan amante del bosque como otros de mi especie, pero prefiero mil veces el bosque a estar aquí.Mis dedos intentan limpiar la baba seca de mi rostro en vano. No sé en qué momento me dormí, pero, de todas formas, no fue mucho. Hay un pequeño reloj en la única mesita de noche y recuerdo que la última hora que vi eran las tres de la madrugada; ahora apenas son las 5:17 a. m. Sin embargo, nada de eso importa porque me tenso al ver una sombra en el poco espacio entre la puerta y el suelo. Como temía, la puerta se abre y dejo de tocar mi rostro. El gran hombre entra.—Estás despierta —me sonríe—. Lo siento, sé que es temprano, pero ayer no pudiste comer mucho.Camina hacia la cama donde estoy sentada y, de inmediato, me muevo hacia atrás. Mi espalda choca contra la pared, ya que esta cama no tiene un respaldar.—Ay —murmuro,
«¿Por qué le prometí un conejo entero?»Ni siquiera tengo tiempo de ir al pueblo vecino a traer otro. No importa cuántos tutoriales haya visto, me quedo seco. Ni siquiera entiendo cómo no se quemó y, para completar mi miseria, creo que no está bien cocido en las partes cercanas a los huesos.—Ya pasaron más de cinco horas y no ha salido —dice Zah, caminando en mi mente de un lado a otro—. Ve a verla, no me gusta esto.Meto el desastre de comida en el horno y cierro la puerta, pero suspiro al escuchar cómo se rompe el cristal.—Bien hecho, ahora tenemos que comprar otro —me regaña.Igual que yo, no quiere que nadie se entere de ella. Aún no controlo esta posesividad. No entiendo cómo hicieron Kurt y sus hermanos para no ir detrás de sus humanas desde el primer día que las conocieron.Camino hasta quedar frente a la puerta de mi dormitorio. Toco un par de veces solo para avisar mi llegada y espero unos segundos, ya que desde afuera no se escucha nada. Como no me deja entrar, abro la pue
Al contrario de lo que pensé, tener contacto piel a piel con este hombre enorme no es aterrador ni me provoca ganas de vomitar.Apenas llegó a la habitación, los recuerdos se fueron. Creo que cada vez que está cerca de mí, no puedo evitar que todos mis sentidos se concentren en él, algo extraño que nunca me había pasado.Aunque se sienta diferente, no me confío de mis instintos en estos casos. La última vez que me sentí segura con un hombre, resultó ser el mismo que me sometió de una manera horrible, al punto en que pensé que me merecía todo lo que él me hacía. Solo hui de él porque me dolía todo el cuerpo, porque dolía mucho, no porque pensara que no merecía ese dolor o que lo que me hacía no era justo. Que nadie merece eso.Como siempre, su simple presencia no me deja adentrarme por completo en los recuerdos. Un simple cambio minúsculo en la presión con la que mantiene nuestras manos unidas es suficiente para que mi atención esté en el presente.Él no dijo nada cuando hablé sobre el
Gruño al escuchar pisadas. Aunque no quiera, salgo de la habitación y cierro la puerta detrás de mí. Me quito la ropa, impregnada de su olor, y la tiro al suelo. Me pongo algo que encuentro en la lavandería, solo un pantalón. Antes de que toquen la puerta, yo les abro.—Hey. ¿Quieres ir a tomar unas cervezas?—No, gracias. Tengo que ponerme al día con el trabajo, no hice nada en estos días libres —imito a mi humano.—Vamos, no te hagas rogar —insiste e intenta entrar, pero me coloco frente a él. Ambos nos quedamos mirando, él confundido y yo serio.—Ya déjalo... Si no quiere, está bien, pero sabes que le diremos a Kurt lo raro que estás —aunque suene como una amenaza, sé que no lo es. Solo intenta que vaya con ellos. Eso siempre les funciona con Marcus, a los tres nos gusta beber en el pueblo.—Di lo que quieras, Anton —apenas lo digo, me arrepiento. No sonó nada parecido a mi humano. Lástima que ahora está durmiendo y me dejó el control a mí.—Mejor nos vamos. Seguro ya va a entrar e
No tiene pecas, su piel es perfecta. Tiene un poco de barba, tal vez menos de un centímetro, pero creo que no se la deja crecer. Me atrevo a detallar su cicatriz, aunque no entiendo cómo lograron dañar a un hombre tan grande y fuerte. Por alguna razón, eso me molesta; me provoca atacar al que le hizo daño, aun cuando nunca lo he hecho ni siquiera para defenderme a mí misma.Él dice que somos compañeros, su puma también lo dijo. Zah, a pesar de que es más intimidante que Marcus, sigue siendo amable, bueno... pero eso da miedo. Vi cómo un macho trataba a su compañera. Para resumir, no la dejaba estar cerca de nadie, pero él sí, él sí podía y la hacía retorcerse de dolor cada noche por lo que hacía con... otras mujeres y, a veces, conmigo, cuando al que servía me compartía. Como siempre, la simple presencia de este hombre me hace olvidar eso. Me gustaría creer que es bueno, al menos sé que hay una gran posibilidad. Su puma me trató bien, me cuidó y sanó mis heridas. Esta noche, él no me