Logan se giró, salió del consultorio y de la clínica sin detenerse. Subió al auto, encendió el motor con violencia y puso rumbo al norte de la ciudad.A la casa de George Crawford.No tocó el timbre. No pidió permiso. Empujó la puerta con la misma rabia que traía en el pecho.George estaba en el salón, leyendo el periódico, como si el mundo fuera un lugar ordenado y predecible.—George Crawford —dijo Logan, alzando la voz mientras se acercaba—. Voy a divorciarme de tu hija.El hombre bajó el diario, confundido.—¿Qué estás diciendo?—Y si tú o ella intentan detenerme —continuó Logan—, te juro que los voy a demandar. A los dos.George se puso de pie. Su voz subió de tono de inmediato.—No sabes con quién estás hablando. Tengo el poder para destruirte.—¿Ah, sí? —Logan sacó el móvil del bolsillo y pulsó el botón de reproducción—. Escucha esto.La voz del doctor Palencia llenó la sala. Clara. Innegable.“Hace años llegaron a mi consultorio la señora Margaret Montgomery y Megan Crawford.
El auto avanzaba por una ruta discreta, lejos del centro. Megan, recostada en el asiento del copiloto, sonreía con los labios pintados de rojo suave. Logan conducía en silencio, con una mano en el volante y la mirada fija al frente.—Tengo un último detalle —dijo, sin mirarla.—¿Ah, sí? —preguntó ella, divertida.Él metió la mano en la guantera y sacó un pañuelo. —Quiero que te pongas esto.Megan parpadeó.—¿Qué estás planeando, Logan Montgomery?—Una sorpresa —respondió él, con voz baja—. Te va a encantar.Ella río.—Vaya... no sabía que ahora eras un romántico misterioso.—Solo confía en mí.Megan tomó la venda entre los dedos, aun riendo, y la deslizó sobre sus ojos sin hacer más preguntas. Se acomodó en el asiento como una reina que está por recibir su corona.—Listo —dijo—. Ciega, indefensa… y completamente tuya.Logan no respondió.Solo apretó un poco más el volante, mientras la carretera continuaba estirándose frente a ellos. Y en su mente, no había ni una gota de romanticism
April llegó a casa más tarde de lo habitual.El ascensor subió lento. El día había sido largo, pero la cabeza no le dolía por las reuniones… sino por todo lo que no podía dejar de pensar.Cuando abrió la puerta, el aroma a galletas le dio la bienvenida.—¡Mami! —gritó Sienna, corriendo desde el sofá—. ¡Mami, mami!—Hola, mi amor —dijo April, agachándose para abrazarla.Ethan apareció detrás, con las manos en los bolsillos del pantalón y esa sonrisa de “yo no hice nada”… que siempre significaba lo contrario.Dylan la observaba desde la mesa, con una hoja doblada en las manos.Algo… no estaba del todo bien.—¿Qué pasó? —preguntó April, mirando al trío—. ¿Se portaron bien?—Súper bien —dijo Sienna, demasiado rápido.—No hicimos nada malo —agregó Dylan, como si eso resolviera la sospecha.April arqueó una ceja.Ethan se acercó. Se subió a uno de los cojines del sofá y, con la naturalidad de un niño que todavía no sabe guardar secretos, preguntó:—Mami… ¿por qué tienes una foto con el seño
La noche había caído como un telón de sombra sobre la ciudad. En el piso alto del edificio donde vivía Axel, las luces de los departamentos eran pocas. Discretas. Silenciosas.Logan tocó la puerta con dos golpes secos.Axel abrió al instante. No preguntó. No sonrió. Solo se hizo a un lado para dejarlo pasar.—¿Enfrentaste a la bruja? —preguntó, cerrando tras él.Logan asintió. Se quitó el abrigo con movimientos lentos, como si cada prenda pesara más que la anterior.—Margaret… —murmuró, sin terminar la frase—. La escuché mentir. Con esa calma suya. Como si todavía creyera que tenía razón.Axel no se movió. Solo lo observaba.—¿Y?—Le mostré las grabaciones. La de Megan. La del médico.—¿Y qué hizo?Logan rio. Una risa seca. Cínica.—Negó. Después justificó. Dijo que fue por mi bien. Por proteger el apellido. Por mantener las apariencias.—La de siempre —sentenció Axel, caminando hasta el minibar—. ¿Whisky?Logan asintió.Axel sirvió dos vasos. Le extendió uno.—¿Y ahora? —preguntó.Lo
Nathan asintió. Se sentó junto a su novia y abrió su carpeta de notas. April ocupó su lugar, justo frente a Axel.Durante varios minutos, hablaron de presupuestos, logística, fases de construcción. Axel explicó avances, entregas parciales, y los cambios que se habían hecho desde la última junta. Nathan intervenía con precisión, haciendo preguntas puntuales. April escuchaba, asentía, tomaba apuntes… pero no estaba del todo ahí.«Anulación»La palabra seguía rebotando en su mente.Axel había dicho que Logan iba a anular su matrimonio.«¿Y si era cierto? ¿Y si Megan ya no formaba parte del juego? ¿Y si…?»Cerró el bolígrafo con fuerza.No. No iba a dejarse arrastrar por eso.No ahora. No en mitad de una reunión.Se enfocó en los planos. Respondió con claridad cuando le tocó hablar. Fue precisa. Clara. Ejecutiva.Hasta que se abrió la puerta.Emir Al-Fayed entró con su andar elegante y pausado, acompañado por un par de asistentes que lo siguieron en silencio. Sus ojos, afilados como cuchi
Logan se bajó del auto con pasos firmes. Su traje oscuro contrastaba con el cielo nublado, pero ni el frío ni el clima le importaban.Tenía un motivo, ansiaba ver a sus hijos. La escuela lo recibió con las puertas abiertas. Él y su familia eran benefactores desde hace años. Nadie dudaría de su visita.Entró con la seguridad de siempre.La recepcionista lo saludó apenas lo vio.—Buenos días, señor Montgomery, ¿qué lo trae por aquí?—Quisiera hablar con la directora. Es una visita rápida, por temas de seguimiento.—Claro. Un momento.Esperó sin mostrar impaciencia, aunque por dentro no era el mismo de siempre. Su mente no soltaba esos nombres: Sienna. Ethan.Cuando la puerta se abrió, entró sin perder la compostura.—Señora Olmedo —saludó—. Gracias por recibirme sin cita previa.—Un placer tenerlo de nuevo por aquí. ¿A qué debemos su visita?Logan se acomodó en la silla frente al escritorio.—Revisamos las instituciones que apoyamos. Me interesa saber cómo van algunos alumnos en particu
Logan llegó al edificio con el corazón desbocado. No había dormido. No había comido. Su cabeza solo repetía una cosa: los niños ya no estaban en la escuela. April los había escondido. Y él no podía soportar no saber dónde. No otra vez.No tenía autorización para entrar. El guardia le negó el paso sin mirarlo siquiera. Pero alguien salió justo en ese momento y él aprovechó. Sujetó la puerta con una mano y cruzó sin dar explicaciones. Si alguien lo detenía, ya vería qué decir. Esa parte le daba igual.Subió por el ascensor con el estómago encogido. Piso diecinueve. No recordaba haber estado tan nervioso desde que firmó el acta de divorcio. Solo que esto era peor. Más personal. Más definitivo. Tocó el timbre tres veces, una detrás de otra. Con fuerza. Como si le fuera la vida en ello.La puerta se abrió. Una joven apareció al otro lado. No era April. Llevaba un delantal y tenía el cabello recogido. Sus ojos lo estudiaron con desconfianza.—¿Sí?—Vengo a ver a los niños —dijo él, tratando
Logan levantó la mirada, con el rostro empapado de lágrimas, los labios temblorosos y la respiración agitada. No dijo nada. No podía. Tenía los brazos aún extendidos como si sus hijos siguieran allí. Como si aún pudiera retenerlos un segundo más.La imagen de Dylan mirándolo con esos ojos idénticos a los suyos se le había clavado en el pecho como un anzuelo sin salida. Había pasado años ciego… y ahora, tenía frente a él todo lo que perdió por su propia culpa.Ethan fue el primero en moverse. Se giró hacia su madre, con la mirada brillante.—¿Estás enojada con papá?Sienna lo imitó, abrazando fuerte el conejo de peluche.—Solo lo abrazamos… no hizo nada malo.Dylan no entendía todo, pero su vocecita rasgó el aire con más fuerza que cualquier reproche adulto.—¿No quieres que viva con nosotros?April cerró los ojos. Solo un segundo. Pero cuando los abrió, Logan seguía arrodillado, roto, rodeado de los tres cuerpos diminutos que le recordaban todo lo que no vivió.Ella sintió la garganta