La asistente de Logan apenas logró levantarse de su asiento.—Señorita, disculpe, necesita anunciarse...—No —respondió April, sin detenerse.Sus pasos golpeaban el mármol con furia. Llevaba el celular en una mano, el rostro encendido y las lágrimas al borde del abismo. No tocó la puerta. No esperó permiso. Simplemente empujó.Logan estaba en su escritorio, revisando documentos, ajeno al huracán que se le venía encima.Levantó la mirada. Se congeló.—April...Ella no dijo nada. No lo dejó hablar. Cruzó la distancia en dos zancadas y le estampó una bofetada que resonó como un disparo en la habitación.Él se tambaleó un poco, más por sorpresa que por el golpe. La miró, confundido.—¿Qué demonios…?—¡¿Fuiste tú?! —gritó ella, con los ojos brillantes de rabia—. ¡¿Fuiste tú quién filtró esta foto?!Le lanzó el celular. Él lo atrapó a medias. Miró la pantalla. El beso. Ese beso.—¿Qué es esto?—¡No te hagas el inocente! ¡No te atrevas! ¡No soportas verme feliz, ¿cierto?! ¡No soportas que me
—¿Está seguro?—Completamente —respondió el laboratorista, sin dudar—. Si quiere el informe técnico completo, puedo imprimirlo. Logan se quedó inmóvil. Sintió cómo le bajaba la sangre del rostro. Como si una puerta se hubiera abierto… o como si acabara de caer por un precipicio.No dijo nada. Solo tomó el informe con cuidado. Lo guardó en el bolsillo de su saco, se giró y salió del laboratorio con paso firme.Ya en el auto, marcó el número de Axel.—¿Sí?—Ya tengo los resultados —dijo, sin rodeos—. Megan no está enferma. Las pastillas son vitaminas.Del otro lado hubo un breve silencio.—¿Estás seguro?—Tengo el informe en mis manos. Axel, necesito que hagas algo.—Dime.—Quiero que consigas una cita con el cardiólogo de Megan. El que la ha atendido todos estos años. Se llama Doctor Luis Palencia. Que sea hoy. Que te reciba como sea. Y cuando estés dentro, quédate ahí. No salgas. No hables. No digas nada. Yo voy para allá.—¿Pero qué vas a hacer?—No preguntes. Solo quédate en esa cl
Logan se giró, salió del consultorio y de la clínica sin detenerse. Subió al auto, encendió el motor con violencia y puso rumbo al norte de la ciudad.A la casa de George Crawford.No tocó el timbre. No pidió permiso. Empujó la puerta con la misma rabia que traía en el pecho.George estaba en el salón, leyendo el periódico, como si el mundo fuera un lugar ordenado y predecible.—George Crawford —dijo Logan, alzando la voz mientras se acercaba—. Voy a divorciarme de tu hija.El hombre bajó el diario, confundido.—¿Qué estás diciendo?—Y si tú o ella intentan detenerme —continuó Logan—, te juro que los voy a demandar. A los dos.George se puso de pie. Su voz subió de tono de inmediato.—No sabes con quién estás hablando. Tengo el poder para destruirte.—¿Ah, sí? —Logan sacó el móvil del bolsillo y pulsó el botón de reproducción—. Escucha esto.La voz del doctor Palencia llenó la sala. Clara. Innegable.“Hace años llegaron a mi consultorio la señora Margaret Montgomery y Megan Crawford.
El auto avanzaba por una ruta discreta, lejos del centro. Megan, recostada en el asiento del copiloto, sonreía con los labios pintados de rojo suave. Logan conducía en silencio, con una mano en el volante y la mirada fija al frente.—Tengo un último detalle —dijo, sin mirarla.—¿Ah, sí? —preguntó ella, divertida.Él metió la mano en la guantera y sacó un pañuelo. —Quiero que te pongas esto.Megan parpadeó.—¿Qué estás planeando, Logan Montgomery?—Una sorpresa —respondió él, con voz baja—. Te va a encantar.Ella río.—Vaya... no sabía que ahora eras un romántico misterioso.—Solo confía en mí.Megan tomó la venda entre los dedos, aun riendo, y la deslizó sobre sus ojos sin hacer más preguntas. Se acomodó en el asiento como una reina que está por recibir su corona.—Listo —dijo—. Ciega, indefensa… y completamente tuya.Logan no respondió.Solo apretó un poco más el volante, mientras la carretera continuaba estirándose frente a ellos. Y en su mente, no había ni una gota de romanticism
April llegó a casa más tarde de lo habitual.El ascensor subió lento. El día había sido largo, pero la cabeza no le dolía por las reuniones… sino por todo lo que no podía dejar de pensar.Cuando abrió la puerta, el aroma a galletas le dio la bienvenida.—¡Mami! —gritó Sienna, corriendo desde el sofá—. ¡Mami, mami!—Hola, mi amor —dijo April, agachándose para abrazarla.Ethan apareció detrás, con las manos en los bolsillos del pantalón y esa sonrisa de “yo no hice nada”… que siempre significaba lo contrario.Dylan la observaba desde la mesa, con una hoja doblada en las manos.Algo… no estaba del todo bien.—¿Qué pasó? —preguntó April, mirando al trío—. ¿Se portaron bien?—Súper bien —dijo Sienna, demasiado rápido.—No hicimos nada malo —agregó Dylan, como si eso resolviera la sospecha.April arqueó una ceja.Ethan se acercó. Se subió a uno de los cojines del sofá y, con la naturalidad de un niño que todavía no sabe guardar secretos, preguntó:—Mami… ¿por qué tienes una foto con el seño
La noche había caído como un telón de sombra sobre la ciudad. En el piso alto del edificio donde vivía Axel, las luces de los departamentos eran pocas. Discretas. Silenciosas.Logan tocó la puerta con dos golpes secos.Axel abrió al instante. No preguntó. No sonrió. Solo se hizo a un lado para dejarlo pasar.—¿Enfrentaste a la bruja? —preguntó, cerrando tras él.Logan asintió. Se quitó el abrigo con movimientos lentos, como si cada prenda pesara más que la anterior.—Margaret… —murmuró, sin terminar la frase—. La escuché mentir. Con esa calma suya. Como si todavía creyera que tenía razón.Axel no se movió. Solo lo observaba.—¿Y?—Le mostré las grabaciones. La de Megan. La del médico.—¿Y qué hizo?Logan rio. Una risa seca. Cínica.—Negó. Después justificó. Dijo que fue por mi bien. Por proteger el apellido. Por mantener las apariencias.—La de siempre —sentenció Axel, caminando hasta el minibar—. ¿Whisky?Logan asintió.Axel sirvió dos vasos. Le extendió uno.—¿Y ahora? —preguntó.Lo
Nathan asintió. Se sentó junto a su novia y abrió su carpeta de notas. April ocupó su lugar, justo frente a Axel.Durante varios minutos, hablaron de presupuestos, logística, fases de construcción. Axel explicó avances, entregas parciales, y los cambios que se habían hecho desde la última junta. Nathan intervenía con precisión, haciendo preguntas puntuales. April escuchaba, asentía, tomaba apuntes… pero no estaba del todo ahí.«Anulación»La palabra seguía rebotando en su mente.Axel había dicho que Logan iba a anular su matrimonio.«¿Y si era cierto? ¿Y si Megan ya no formaba parte del juego? ¿Y si…?»Cerró el bolígrafo con fuerza.No. No iba a dejarse arrastrar por eso.No ahora. No en mitad de una reunión.Se enfocó en los planos. Respondió con claridad cuando le tocó hablar. Fue precisa. Clara. Ejecutiva.Hasta que se abrió la puerta.Emir Al-Fayed entró con su andar elegante y pausado, acompañado por un par de asistentes que lo siguieron en silencio. Sus ojos, afilados como cuchi
Logan se bajó del auto con pasos firmes. Su traje oscuro contrastaba con el cielo nublado, pero ni el frío ni el clima le importaban.Tenía un motivo, ansiaba ver a sus hijos. La escuela lo recibió con las puertas abiertas. Él y su familia eran benefactores desde hace años. Nadie dudaría de su visita.Entró con la seguridad de siempre.La recepcionista lo saludó apenas lo vio.—Buenos días, señor Montgomery, ¿qué lo trae por aquí?—Quisiera hablar con la directora. Es una visita rápida, por temas de seguimiento.—Claro. Un momento.Esperó sin mostrar impaciencia, aunque por dentro no era el mismo de siempre. Su mente no soltaba esos nombres: Sienna. Ethan.Cuando la puerta se abrió, entró sin perder la compostura.—Señora Olmedo —saludó—. Gracias por recibirme sin cita previa.—Un placer tenerlo de nuevo por aquí. ¿A qué debemos su visita?Logan se acomodó en la silla frente al escritorio.—Revisamos las instituciones que apoyamos. Me interesa saber cómo van algunos alumnos en particu