Anthony es un hombre acostumbrado a obtener lo que quiere, especialmente cuando se trata de mujeres, pero necesita cuidar su posición en la sociedad como esposo y padre. Todo se descontrola cuando una de sus amantes desata sus ambiciones, provocando el fin de su matrimonio. Cuando su ex esposa intenta rehacer su vida, Anthony hace de todo para tenerla de regreso, aún en contra de sus deseos, desatando en ella un deseo de venganza.
Leer másIntentando calmarme, me concentré en la siguiente reunión. El zumbido constante en mi mente no me dejaba en paz, pero me obligué a respirar profundamente y enfocarme. Había olvidado que tenía un almuerzo con dos de los representantes coreanos hasta que Grace ingresó a mi oficina con su habitual elegancia. —Disculpa, Anthony, ya queda poco para la reunión con los coreanos y no me informaron dónde sería —dijo con una leve inclinación de cabeza, que parecía una mezcla perfecta de cortesía y profesionalismo. —Grace, lo siento. De hecho, yo tampoco lo sé. Déjame consultar con Silvy, quien hizo toda la programación. —Está bien, estaré lista en recepción —respondió, siempre discreta. —Mejor vayamos saliendo. Quizá el chofer ya nos está esperando. Era la primera vez que me encontraba a solas con Grace, y no pude evitar fijarme en detalles que antes habían pasado desapercibidos. Su piel lucía impecable, como si irradiara suavidad, y su perfume ligero parecía fundirse con el aire, dej
En el camino, me había percatado que Katherine me llamaba con insistencia. Le escribí pidiéndole que me escribiera por mensaje si se trataba de algo urgente, porque no podía atender llamadas, pero no respondió. Llegamos al club y, cuando estábamos por registrarnos, veo la respuesta de Katherine. Era Gabrielle, se encontraba en el hospital por una infección respiratoria. Pero eso no era todo, resultaba que ella también se encontraba fuera de la ciudad. Al parecer, se habían ido a hacer una visita a mis padres, y las horas de viaje más el clima frío le había sentado mal. Ahora tendría que viajar toda la noche para ver a mi hija. Resignado, veía cómo se me escapaba de las manos una nueva oportunidad de reconectarme con Firenze. Realmente me sentía frustrado por no haber podido compensar lo de su cumpleaños, por perder terreno frente a esta decisión de vida que se le presentaba, pero no podía descuidar a Gabrielle. —Lo siento, Fire. Realmente tenía otras expectativas para este fin d
Llegó el viernes y, hasta ese momento, no había pensado en nada para justificar la reunión que inventé. Durante la semana, Firenze me estuvo pidiendo información y logré esquivar sus preguntas, justificándome en la falta de tiempo. Así que no pude esconder una sonrisa de satisfacción al verla acomodarse en el asiento del copiloto, aunque su rostro denotaba cierta incomodidad. La mentira del viaje de negocios había funcionado, pero ahora me tocaba el reto más difícil: convencerla de quedarse el fin de semana conmigo, en algún lugar no planeado. —¿Todo bien? —pregunté, rompiendo el silencio mientras tomaba la carretera. —Sí —respondió ella, sin mirarme—. Solo espero que la reunión realmente valga la pena. No es común que me pidan salir de la ciudad un viernes. Continué, sin saber exactamente cómo manejar la tensión. Mientras manejaba, recordé un bonito lugar rodeado de naturaleza, perfecto para desconectar de la ciudad. Me concentré en el camino, buscando un momento para cambiar el t
Decidí no cuestionar a Firenze sobre el arreglo de flores que recibió. Esperaba que fuera ella quien tuviera la iniciativa de contármelo. Esa tarde, ambos teníamos reuniones fuera, lo que hizo imposible cruzarnos. Al día siguiente, no quedaba rastro del gesto romántico que había causado revuelo en la oficina, aunque los comentarios aún resonaban en los pasillos. —Oye, Tony, ¿supiste que tu flaquita tiene un vejete de galán? —dijo Brandon, entrando a mi oficina sin previo aviso. —Brandon, ya hablamos de ese tema. —Lo siento, hermano, pero no tienes oportunidad con ella. Lamento haberte alentado a que la conquistes. —Claro, porque yo necesito tus indicaciones para vivir mi vida. A ver, señor Brandon, ¿ya es hora de trabajar o todavía toca perder el tiempo en chácharas? —¡Ja! Veo que no estás de buen humor. Bueno, aquí tienes los informes de producción de la marca coreana. Aunque la situación me incomodaba, empecé a verla como una buena excusa para desviar cualquier sospecha sobre
Sus palabras resonaban en mi mente, especialmente aquella mención a su iniciación. La idea de que ese tipo hubiera tenido el privilegio de ser el primero me carcomía. ¿Por qué la vida no nos cruzó antes? De repente, noté cómo sus emociones escalaban. Firenze escondió el rostro entre las manos, intentando contener lo que sentía. Me acerqué, tomándolas con cuidado para descubrir su expresión. —Fire, mírame —dije suavemente—. Dame el placer de perderme en cada matiz de tus ojos… en el lunar de tu córnea izquierda que hace juego con el que tienes debajo de la boca. Mis dedos rozaron su mentón, obligándola a levantar la mirada. Firenze respiró hondo, recuperando el aliento. —Nadie había notado mi lunar. El de mi ojo. —Tal vez nadie te ha sabido mirar como yo. Entonces la atraje hacia mí, y ella no resistió. La besé, confirmando lo que ya sabía: Firenze era mía. Lo que teníamos podía superar cualquier historia, por confusa que fuera. La cena transcurrió entre pequeñas conversacione
Llegando a la oficina, revisé mi celular buscando, en vano, una respuesta de Firenze. El vacío de su nombre en la pantalla me inquietaba. Hice el recorrido por la empresa junto a Joseph, pero en medio de nuestra caminata, noté la ausencia de Firenze en su escritorio. —¿Siempre tan activa? —comentó Joseph, mirando el espacio vacío. —Supongo —respondí con desinterés, aunque por dentro intentaba justificar aquella ausencia. En la sala de reuniones, me encontré con Adam y le comenté la posibilidad de incluir a Joseph en el equipo. Aunque su asentimiento fue inmediato, la ligera mueca en su rostro delataba una reserva que no expresó. Pero, al final del día, yo era el dueño de la empresa. Adam era un gerente eficiente, pero las decisiones importantes seguían siendo mías. De regreso en mi oficina, llamé a Silvy: —Silvy, recuérdame la agenda de hoy. —Tienes reuniones fuera toda la tarde, Anthony. —Luego, al notar la presencia de Joseph, agregó—: ¿Es él nuestro nuevo apoyo? —Sí, Si
La carga de trabajo acumulada me llevó a acordar una reunión con Joseph Muñiz, el investigador del accidente, a la hora del desayuno para no afectar mi agenda laboral. Camino al encuentro, miré el celular una vez más: aún no había respuesta de Firenze.Al llegar, una voz familiar me sacó de mis pensamientos.—¡Anthony Walker! El mismísimo Anthony Walker. Me parece increíble esta coincidencia.Me giré hacia él y, entre el barullo del restaurante y el amanecer de la ciudad, el rostro de Joseph encajó en mi memoria. En el accidente, la confusión y la preocupación por Firenze no me habían permitido reconocerlo. Sin embargo, ahí estaba, una inesperada coincidencia.—¿Joseph? ¿Eres Joseph Morgan? —dije, sorprendido—. Claro, Muñiz es el apellido de tu mamá.—¡Amigo! Después de tantos años.Nos dimos un efusivo abrazo. Joseph había sido uno de mis mejores amigos de la infancia. Recordé que su madre, la señora Mary, era famosa en nuestro pueblo natal por ser la mejor repostera. Su talento la l
Nos alistábamos para el vuelo de regreso cuando noté un cambio en el semblante de Firenze. Estaba distante, ensimismada, y el brillo que había iluminado sus ojos los últimos días parecía apagado. Quizá había revisado su celular. Tal vez George le había dejado algún mensaje. La idea hizo que un nudo incómodo se instalara en mi estómago. Me recordaba que, a pesar de la intensidad de lo que estábamos viviendo, Firenze seguía siendo joven e ingenua en ciertos aspectos, sobre todo si tenía cerca de un tipo como él. Un viejo lobo que había sabido entrar en su vida cuando ella era vulnerable. Intenté concentrar su atención en mí, pero algo dentro de ella se resistía. —¿Estás triste por regresar? —le pregunté, fingiendo un tono ligero—. Podríamos quedarnos el fin de semana, disfrutar un poco más. —No, debo volver a casa. —¿Pasa algo? ¿Hice algo que te molestara? —No, Tony, no es eso —respondió, conteniendo un suspiro—. Solo que... tengo que resolver algunas cosas. Estos días han sido
Llegamos al hotel para hacer nuestro registro. Era importante que cada uno tuviera su propia habitación, al menos en el papel, aunque mi intención desde el principio era compartir las noches con Firenze. Subimos juntos al ascensor con la indicación de encontrarnos a las diez de la mañana en el lobby para dirigirnos a la convención. Había planeado que cada uno estuviera en un piso diferente, así que Jonathan fue el primero en bajarse. Firenze y yo continuamos dos pisos más hasta llegar a mi habitación. La tensión entre nosotros era palpable, y yo estaba decidido a culminar lo que habíamos empezado en el avión. Cuando el ascensor se detuvo en su piso, opté por acompañarla hasta su habitación. —Anthony, acabamos de llegar… necesito darme una ducha —dijo, intentando sonar firme. No le dejé terminar. Tomé su cintura y la besé con la pasión contenida de meses. La manera en que sus labios me correspondían, la calidez de su piel bajo mis manos, todo en ella me invitaba a seguir. Bajamos de