En un mundo dividido por portales dimensionales, los hombres lobo, criaturas ancestrales con una inteligencia superior y una sed insaciable de poder, han descubierto una manera de cruzar a mundos paralelos. Liderados por un consejo oscuro conocido como "La Manada Eterna", buscan conquistar cada dimensión para establecer su dominio absoluto sobre la humanidad. Sin embargo, los humanos no están dispuestos a someterse. Un grupo de rebeldes, conocidos como "Los Guardianes del Velo", ha descubierto el secreto de los portales y lucha en las sombras para proteger su mundo y preservar la libertad. Entre ellos, Lía, una joven con un misterioso linaje que podría ser la clave para equilibrar el poder entre ambas especies, y Einar, un lobo que cuestiona las órdenes de su manada y podría convertirse en el inesperado aliado de los humanos. A medida que las fronteras entre los mundos se desmoronan, las alianzas se vuelven frágiles, y la línea entre el bien y el mal se difumina. ¿Podrán Lía y Einar encontrar una forma de coexistencia, o el destino de todos los mundos será decidido por la guerra?
Leer másLa noche había caído, y con ella, una neblina pesada se había asentado sobre la ciudad. Las sombras, antes inofensivas, ahora parecían moverse por su cuenta, al compás de una fuerza desconocida. En las calles vacías, solo se oían los pasos de quienes no sabían que el mundo tal como lo conocían comenzaba a desmoronarse a su alrededor. En el interior de la vieja mansión, los ecos de las últimas decisiones resonaban como una condena silenciosa.Kael había depositado a Lía sobre una cama en una de las habitaciones más apartadas de la mansión. Freya había dicho que necesitaba descansar, que debía recuperar fuerzas, pero el miedo que la bruja compartía no era fácil de disimular. Lía estaba sumida en un silencio profundo, su respiración irregular, su cuerpo aparentemente inerte. Sin embargo, Kael sabía que ella aún estaba consciente, atrapada en una realidad que no podía entender completamente.—Ella está cambiando, Kael —dijo Freya en un susurro mientras observaba a Lía desde la puerta, sus
El aire estaba espeso, cargado de una energía residual que no lograba disiparse. La sala, que antes había sido el escenario de una feroz batalla, ahora se encontraba en silencio. La luz que había estallado de Lía había dejado su huella en el lugar, pero también había dejado algo más: una sensación de vacío, como si la oscuridad misma hubiera absorbido todo lo que la rodeaba.Lía se encontraba de rodillas, exhausta, con los ojos cerrados. La luz que había estallado de su ser se había disipado, pero la energía que había liberado no desapareció por completo. Algo había cambiado dentro de ella, algo que ni ella misma podía comprender por completo.Kael fue el primero en acercarse, con cautela, como si temiera que el más mínimo movimiento pudiera quebrar la frágil paz que se había instaurado tras el sacrificio de Lía. Su rostro estaba marcado por la preocupación, y sus ojos no dejaban de examinarla en busca de señales de que estaba bien. Había sido testigo de todo lo que había ocurrido, de
El aire estaba denso, como si la misma esencia de la vida estuviera siendo succionada por la sombra del Traidor. Lía miraba al monstruo, su figura distorsionada y borrosa, como una pesadilla hecha carne. Cada movimiento de la criatura era un recordatorio de lo que estaba en juego. La habitación se había convertido en una prisión, el Traidor cerrando todo escape posible con su presencia oscura y palpable. El portal ya no era una opción; la grieta entre mundos se había cerrado, pero la puerta hacia algo mucho peor seguía abierta ante ellos. Algo mucho más siniestro.La voz de Freya, que había sido calmada y controlada hasta ahora, estaba cargada de urgencia. Sus manos temblaban mientras lanzaba runas y encantamientos al aire, pero la oscuridad las absorbía, deshaciéndolas en un parpadeo. El Traidor, ahora completamente tangible, parecía alimentarse de su desesperación, como un animal que detecta el miedo en su presa. Kael estaba listo, sus puños cerrados, preparado para luchar, pero Lía
La sala estaba en silencio, pero la tensión en el aire era palpable. Lía observó cómo el vórtice se cerraba lentamente, como si resistiera la fuerza que lo estaba expulsando. Cada segundo que pasaba parecía eterno, pero finalmente, la grieta en el tejido de la realidad se cerró, dejando tras de sí solo un eco lejano y el crujir de la energía desvaneciéndose. El resplandor dorado que había rodeado a Lía comenzaba a apagarse, y la calma, aunque bienvenida, solo aumentaba su incertidumbre. La batalla que acababa de librarse no había sido definitiva, ni mucho menos.Kael, parado junto a ella, observaba con cautela el último vestigio de la energía. Su rostro estaba tenso, como si la victoria no fuera completa. Había algo en el aire, algo que no podía identificar, pero que le decía que el peligro no había desaparecido por completo.—Lo logramos… —dijo Lía en un susurro, como si aún estuviera procesando lo que había sucedido. Sus manos, ahora vacías de la energía que las había envuelto momen
El portal seguía expandiéndose, abriéndose ante Lía como una boca oscura que devoraba todo a su paso. El aire se había vuelto pesado, denso, y cada respiración parecía ser un esfuerzo hercúleo. La sala vibraba con una intensidad que no podía ignorarse. En su interior, un vórtice negro giraba, succión, como si la realidad misma se estuviera rompiendo, retorciéndose. Todo lo que Lía había conocido, todo lo que había amado, estaba al borde de ser engullido por esa oscuridad infinita.Kael estaba a su lado, su rostro marcado por el miedo y la angustia. No sabía cómo detener el portal ni qué sucedería si continuaban en esta dirección. Pero lo que sí sabía era que algo mucho más terrible estaba a punto de manifestarse. Aquella figura que había emergido de las sombras del portal no era un lobo, no era algo que pudieran controlar. Era la manifestación de lo que nunca debió haber sido desatado.—¡Lía, cierra eso ahora! —gritó Kael, su voz desesperada mientras tomaba su brazo con firmeza.Lía l
La luz dorada que había comenzado a brillar frente a Lía se intensificó, envolviendo la sala en un resplandor cegador. Por un instante, todo parecía suspendido en el aire, como si el tiempo mismo hubiera sido detenido. El sonido de los Cazadores que se acercaban se desvaneció, y lo único que Lía podía oír era el latido acelerado de su corazón, el murmullo de las voces en su cabeza, y la presión de la energía que corría a través de su cuerpo.Kael estaba a su lado, su mano aún sujeta a la suya, apretándola con fuerza, como si no pudiera dejarla ir. Sus ojos brillaban con preocupación, pero también con un fuego inquebrantable que desbordaba su mirada. Lía sentía su presencia como una ancla, algo que la mantenía anclada a la realidad mientras las sombras de la incertidumbre se cernían sobre ella.—Lía… ¿estás bien? —preguntó Kael en voz baja, su tono grave y tenso. Su mirada se mantenía fija en la luz que la rodeaba, pero no se apartaba de ella. La angustia en su voz era palpable.Lía re
La sala se sumió en una penumbra densa, cargada de la inminente amenaza. Lía podía escuchar los ecos de sus propios latidos en su pecho, fuertes y erráticos, mientras la presión de la situación la envolvía. El sonido de los pasos de los Cazadores resonaba cada vez más cerca, como el zumbido de una tormenta que se avecinaba. Su mirada se desplazó rápidamente de Kael a Freya, buscando respuestas que no llegaban. ¿Qué estaban diciendo? ¿Cómo era posible que el destino de todo dependiera de ella? ¿Por qué, después de todo, la elección recaía en sus manos?—Lía, tenemos que salir de aquí —dijo Kael en voz baja, sus ojos oscilando entre la puerta cerrada y el mapa sobre la mesa. Su expresión era dura, pero había una preocupación latente que no se le escapaba a Lía. Él sabía algo más, algo que él no estaba dispuesto a compartir aún.Freya, que hasta entonces había estado observando con calma la escena, dio un paso al frente. Su rostro, inquebrantable, dejó ver una determinación que Lía no ha
La puerta se cerró detrás de ellos con un retumbante sonido metálico, y el aire en el salón se tornó denso, cargado con una energía palpable. Lía apenas podía respirar. A medida que la oscuridad dentro del salón parecía envolverlos, su mente luchaba por procesar lo que acababa de suceder. La figura de Éric seguía grabada en su mente, como una sombra que la perseguiría por siempre. ¿Era realmente el mismo Éric que había conocido Kael, el mismo hombre que había caído en una batalla años atrás? ¿O había algo mucho más profundo y aterrador detrás de su reaparición?Kael avanzó con paso decidido, y Lía lo siguió de cerca, sin atreverse a mirar atrás. La tensión entre ellos era palpable, y ni uno ni otro parecía dispuesto a hablar. Ambos sabían que había algo más en juego, algo que ni siquiera los Sellos ni los Cazadores podían detener. Los recuerdos de Éric, las palabras oscuras que había dicho… todo se entrelazaba de una manera que aún no comprendían.A lo lejos, la figura de Freya se rec
La voz, familiar pero distante, llenó el aire frío que rodeaba el salón de los Ancianos. Lía se tensó, su mano moviéndose instintivamente hacia la empuñadura de la daga. La figura que emergió de las sombras era un hombre, su rostro parcialmente cubierto por una capa oscura, pero su mirada… esa mirada había sido suficiente para que el corazón de Lía diera un vuelco en su pecho.—No tan rápido, Lía —repitió la voz, ahora más clara. Su tono estaba cargado de una mezcla de autoridad y amenaza, como si nada pudiera detener lo que iba a suceder.Kael se adelantó inmediatamente, poniéndose entre Lía y el desconocido, sus ojos brillando con una intensidad dorada que Lía había aprendido a reconocer. Era un brillo peligroso, el de un lobo en su terreno.—¿Qué estás haciendo aquí? —demandó Kael, con una furia contenida en su voz. Sabía exactamente quién era esta figura, y no estaba dispuesto a dejar que se interpusiera en sus planes.El hombre se rió suavemente, un sonido bajo y grave que reverb