El resplandor en el horizonte parecía aumentar con cada paso que daban, como si el Santuario del Alba estuviera llamándolos. Sin embargo, el aire se volvía más denso, y el suelo bajo sus pies se sentía cada vez más frágil, como si la tierra misma estuviera cediendo ante una fuerza desconocida.—Estamos cerca —dijo Koryan, rompiendo el silencio tenso.Lía observó a su alrededor, notando cómo las sombras parecían hacerse más largas y amenazantes. Había algo en el ambiente que no solo la inquietaba, sino que también resonaba con una extraña familiaridad. Una sensación de déjà vu la envolvía, aunque no podía precisar por qué.—No puedo evitar sentir que algo nos está esperando ahí —murmuró.Kael, caminando a su lado, asintió con la cabeza.—No estás equivocada. Este lugar... parece vivo.Ceyar, con su acostumbrado aire despreocupado, levantó una ceja y se detuvo un momento.—Por supuesto que está vivo. Las Tierras Perdidas son un ecosistema de magia antigua. Cada roca, cada sombra, tiene
El aire dentro del Santuario del Alba era denso y cargado de una energía que parecía vibrar con vida propia. El grupo avanzaba en silencio, con los pasos resonando sobre el suelo de piedra pulida, reflejando tenues destellos de luz dorada. La arquitectura era imponente, con arcos altos y grabados intrincados que narraban historias de tiempos antiguos. Sin embargo, lo que captaba la atención de todos era la enorme puerta al final del pasillo, una estructura que parecía latir al compás de sus propios corazones.—Es aquí —murmuró Koryan, deteniéndose frente a la puerta.Lía sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en esa puerta que la llamaba, una conexión inexplicable que la hacía sentir que esto era más que un simple destino. Era un punto de convergencia, una pieza clave en un rompecabezas que apenas comenzaban a comprender.—¿Cómo la abrimos? —preguntó Kael, con la mano descansando sobre la empuñadura de su espada.—No es cuestión de fuerza —respondió Ceyar, observando las
El aire dentro de la nueva sala era diferente, casi etéreo. Una brisa suave circulaba en un espacio que parecía no tener fin, aunque los muros estaban a la vista, marcados con runas antiguas que brillaban débilmente. En el centro de la sala, una estructura flotaba sobre el suelo: un pedestal de cristal que irradiaba una luz dorada. Sobre él descansaba un objeto que parecía pulsar con vida propia, un orbe cristalino de color ámbar con finas vetas oscuras que se movían como si fueran corrientes de agua atrapadas en su interior.El grupo se detuvo en seco. Nadie se atrevió a dar el primer paso hacia el pedestal.—Ahí está —murmuró Rilan, con un tono que oscilaba entre admiración y temor—. El Corazón del Santuario.—¿Es esto lo que buscamos? —preguntó Kael, mirando a Koryan.Koryan asintió lentamente, sus ojos fijos en el orbe.—Es más que eso. Esto no solo mantiene el equilibrio del Santuario; conecta con todas las dimensiones que conocemos y las que aún no hemos explorado.—¿Y qué hacem
El grupo descendió por el pasillo iluminado con una tenue luz azulada que parecía emanar de las mismas paredes. Cada paso resonaba en un eco profundo, como si el propio Santuario estuviera escuchándolos. Lía lideraba el camino, con Kael justo detrás, mientras Rilan y Ceyar cerraban la marcha, ambos con las manos en las empuñaduras de sus armas, siempre alerta.El descenso parecía interminable, y con cada metro que avanzaban, la presión en el aire aumentaba. Era como si algo en las profundidades les advirtiera que se retiraran. Pero ninguno de ellos estaba dispuesto a rendirse ahora.—¿Alguien siente que este lugar está vivo? —murmuró Rilan, rompiendo el silencio.Kael asintió, aunque no se giró.—Es el Santuario. Está conectado con el Corazón. Todo aquí responde a su energía.—Entonces, ¿por qué parece que nos observa? —insistió Rilan.—Tal vez porque lo hace —respondió Ceyar, con una sonrisa nerviosa.Finalmente, el pasillo terminó en una puerta imponente. Era de obsidiana pulida, co
El grupo cruzó la puerta dorada con una mezcla de determinación y aprehensión. Tan pronto como dieron el primer paso, una luz cegadora los envolvió, obligándolos a cubrirse los ojos. Sentían que el suelo bajo sus pies desaparecía, como si estuvieran flotando en el vacío.Cuando finalmente la luz comenzó a desvanecerse, se encontraron en un lugar completamente diferente: un vasto campo cubierto de niebla plateada que parecía extenderse hasta el infinito. El aire estaba cargado de energía, y cada paso que daban resonaba como si estuvieran caminando sobre cristal.—¿Dónde estamos? —preguntó Rilan, mirando a su alrededor con una mezcla de asombro y desconfianza.—Es el Umbral —respondió Kael, con un tono grave—. El lugar entre lo que es y lo que podría ser. Aquí, todo es posible... y nada es seguro.Lía frunció el ceño mientras examinaba el entorno. Algo en el aire le resultaba familiar, como si este lugar estuviera conectado de alguna manera con su propia esencia.—Debemos seguir adelant
El aire dentro de la sala era espeso, casi palpable. La figura que los había recibido irradiaba un poder opresivo que parecía llenar cada rincón de la habitación. Su forma, aunque vagamente humana, era etérea y oscura, como si estuviera hecha de sombras líquidas. Sus ojos, pozos profundos de luz blanca, miraban directamente a cada uno de ellos, desnudando sus almas.—¿Quién eres? —preguntó Lía con una voz firme, aunque sentía cómo su corazón latía con fuerza.—Soy el Guardián del Abismo —respondió la figura, su tono resonando como un eco infinito—. Mi propósito es simple: proteger la línea que separa los mundos y decidir quién puede cruzar.Kael avanzó un paso, su mano rozando la empuñadura de su espada.—No necesitamos tu permiso. Llegamos aquí para restaurar el equilibrio, y nada nos detendrá.La figura esbozó una sonrisa que era más amenaza que bienvenida.—¿Restaurar el equilibrio? Qué frase tan ingenua. No tienen idea de lo que están intentando lograr.La sala comenzó a cambiar.
El viento cortaba con fuerza a través del bosque sombrío, llevando consigo un eco lejano que parecía un aullido. Lía ajustó la capucha de su abrigo y miró hacia el cielo encapotado. La luna, apenas visible entre las nubes grises, iluminaba con un débil resplandor el camino que serpenteaba entre los árboles. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que ellos aparecieran.—Lía, apúrate —susurró una voz a sus espaldas.Ella se giró, encontrándose con los ojos oscuros y alertas de Samuel, su mejor amigo y compañero en esta peligrosa misión. Vestido con ropas de combate gastadas, Samuel sostenía un viejo mapa que temblaba ligeramente en sus manos.—Estamos cerca, ¿verdad? —preguntó ella, más para confirmar lo que ya sabía.Samuel asintió.—El portal debería estar a unos doscientos metros al norte. Si las coordenadas son correctas... —Hizo una pausa y apretó los labios—. Pero no somos los únicos que lo buscan.Lía apretó el mango de la daga oculta en su cinturón. Había sentido la presencia
El primer paso fue como caer al vacío. Lía sintió que su cuerpo era arrastrado por una corriente invisible, un torbellino de luces y sombras que la envolvía mientras cruzaba el umbral del portal. Einar sujetaba su mano con fuerza, sus dedos firmes alrededor de los de ella, como si supiera que un solo instante de debilidad podría separarlos para siempre.El aire a su alrededor cambió, y el zumbido ensordecedor del portal dio paso a un silencio profundo y extraño. Lía sintió que sus pies tocaban el suelo, pero este no era el suelo del bosque que había dejado atrás.—¿Dónde… estamos? —preguntó, su voz apenas un susurro.Einar soltó su mano con lentitud y miró a su alrededor, sus ojos dorados ahora serios, analizando cada detalle del nuevo entorno. Estaban en una vasta llanura oscura, con un cielo que parecía más cercano de lo normal, teñido de un tono púrpura profundo. La tierra bajo sus pies era fría y dura, como si estuviera hecha de piedra negra. No había árboles, ni montañas, ni rast