La cabaña, hasta hace unos minutos un refugio seguro, ahora parecía un ataúd de madera y piedra. Las paredes crujían como si algo antiguo y oscuro presionara desde fuera, intentando entrar. Lía sintió la opresión del aire, como si el mismo bosque estuviera conteniendo el aliento.
—¿Cuántos son? —preguntó Einar al hombre herido que acababa de entrar.
El extraño, jadeando, apenas podía sostenerse en pie. Fenrir lo ayudó a sentarse junto al fuego, pero la mirada en sus ojos dejaba claro que la seguridad no duraría.
—Son… demasiados. —Su voz estaba rota, como si hubiera corrido días enteros para llegar hasta allí—. Están cerca. Cazadores… y algo más. Algo que nunca antes había visto.
Fenrir se agachó a su lado, sus ojos dorados analizando cada gesto.
—¿Algo más? —preguntó con gravedad.
El hombre asintió, temblando.
—Una criatura… diferente. No es humana ni lobo. Es… sombra pura.
Lía sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Sombra pura? —susurró, temiendo la respuesta.
—Una aberración del Otro Lado —dijo Einar, su voz tensa—. Un ser que no pertenece a ningún mundo. Solo destruye.
Fenrir se levantó, sus ojos brillando con determinación.
—No podemos esperar más. Si vienen con una criatura de sombra, significa que quieren más que solo atraparnos. Quieren eliminarnos.
—Entonces, peleamos. —Einar sacó una daga curva de su cinturón, el filo reluciendo bajo la luz del fuego.
—¿Peleamos? —Lía se acercó a ellos, la incredulidad en su voz—. ¿Contra qué? ¿Contra algo que ni siquiera entendemos? ¡Estamos atrapados aquí!
—No estamos atrapados. —Fenrir señaló una puerta al fondo de la cabaña—. Hay una salida secreta que lleva al bosque profundo. Desde allí, podemos llegar al campamento principal. Pero debemos actuar rápido.
Lía respiró hondo, intentando controlar el pánico que crecía en su interior.
—¿Y qué pasa si no llegamos a tiempo?
Einar la miró, sus ojos llenos de una intensidad feroz.
—No vamos a fallar. Confía en nosotros.
Por un momento, Lía quiso creerle. Quiso aferrarse a esa seguridad que parecía emanar de él. Pero algo dentro de ella seguía gritando que había más en juego, que su conexión con el Otro Lado no era un accidente.
Fenrir comenzó a mover muebles, revelando una trampilla en el suelo de madera.
—Por aquí. No tenemos mucho tiempo.
Antes de que pudieran descender, un golpe estremecedor sacudió la cabaña. Las ventanas vibraron, y el fuego en la chimenea titiló, casi extinguiéndose.
—¡Han llegado! —gritó el hombre herido, con los ojos desorbitados.
Einar y Fenrir intercambiaron una mirada rápida.
—Lía, baja primero. —La voz de Einar era firme, pero había un dejo de urgencia en ella—. Nosotros los detendremos.
—¿Qué? No. No voy a dejarlos aquí. —Lía sacudió la cabeza, negándose a moverse.
—No es una discusión. —Einar se acercó a ella, sus manos firmes sobre sus hombros—. Si te atrapan, no tendremos ninguna oportunidad. Tú eres la clave, Lía. No sé por qué, pero lo eres. Y si te pierden de vista, ellos también perderán su conexión.
Fenrir asintió.
—Él tiene razón. Debes llegar al campamento. Allí podrán protegerte mejor que nosotros aquí.
Otro golpe sacudió la cabaña, y esta vez una de las ventanas se rompió, dejando entrar una ráfaga de aire helado que apagó las llamas.
—¡Ve! —insistió Einar.
Lía respiró hondo, sus ojos fijos en los de Einar.
—Prométeme que vendrás.
Einar no dudó.
—Vendré. Lo prometo.
Con esa promesa en sus oídos, Lía descendió por la trampilla, el corazón latiéndole con fuerza. Al tocar el suelo frío y húmedo del túnel subterráneo, se dio la vuelta, esperando ver a Einar y Fenrir seguirla. Pero en lugar de eso, vio cómo cerraban la trampilla sobre ella.
La oscuridad la envolvió.
Arriba, Einar y Fenrir se prepararon para enfrentar lo inevitable. Fenrir cerró la puerta de la cabaña con una viga de madera, mientras Einar empuñaba su daga con fuerza.
—¿Cuánto tiempo crees que podemos resistir? —preguntó Einar.
—El suficiente para que ella escape —respondió Fenrir, con una sonrisa sombría.
Un tercer golpe hizo que la puerta cediera parcialmente, y una garra negra y retorcida atravesó la madera astillada. Einar y Fenrir se prepararon, sus cuerpos tensos, listos para el combate.
La puerta explotó en una lluvia de astillas, y la criatura entró. Era más alta que cualquier humano, con un cuerpo que parecía una amalgama de sombras y carne. Sus ojos brillaban con un rojo antinatural, y su boca estaba llena de colmillos afilados.
—Bienvenidos al final —gruñó la criatura, su voz resonando como un eco distorsionado.
—Todavía no —respondió Fenrir, lanzándose hacia adelante con una velocidad sobrehumana.
Einar lo siguió, sus movimientos ágiles y precisos. La batalla fue rápida, brutal. Las garras de la criatura cortaban el aire, mientras los hermanos luchaban con una coordinación que solo los años de combate juntos podían explicar.
Pero la criatura no estaba sola. Desde las sombras, otros Cazadores comenzaron a entrar, sus ojos brillando con la misma malicia.
—No podemos con todos —gruñó Einar, esquivando un ataque y hundiendo su daga en el costado de uno de los Cazadores.
—No importa. Debemos resistir.
Fenrir derribó a otro enemigo, pero recibió un corte profundo en el brazo. A pesar del dolor, se mantuvo firme.
La criatura de sombras avanzó hacia ellos, imponente.
—¿Creen que pueden escapar de nosotros? —gruñó—. No hay refugio. No hay esperanza.
Einar apretó los dientes, su mirada fija en el monstruo.
—Siempre hay esperanza.
Con un rugido, Einar y Fenrir se lanzaron juntos contra la criatura, en un último intento por detener su avance.
Mientras tanto, en el túnel, Lía corría a ciegas, guiada solo por el instinto y la desesperación. Cada paso la alejaba de la cabaña, pero también la llenaba de dudas. ¿Estaban Einar y Fenrir a salvo? ¿Había hecho lo correcto al dejarlos atrás?
El túnel comenzó a ascender, y una luz tenue apareció al final. Lía aceleró el paso, sintiendo que el aire se volvía más fresco.
Cuando finalmente salió al bosque, se encontró sola bajo un cielo estrellado. Pero no había tiempo para descansar. Sabía que debía seguir adelante.
Un crujido en los arbustos la hizo detenerse. Su corazón se detuvo por un instante.
—¿Einar? —susurró, con la esperanza de que él la hubiera seguido.
Pero lo que emergió de las sombras no era su protector. Era un Cazador, su mirada fija en ella, con una sonrisa cruel.
—Finalmente te encuentro.
Lía retrocedió, pero tropezó con una raíz y cayó al suelo.
—No te resistas —dijo el Cazador, avanzando lentamente—. Solo hará que duela más.
Lía buscó algo, cualquier cosa para defenderse, pero sus manos encontraron solo tierra y hojas.
—No tan rápido —una voz firme resonó desde las sombras.
De repente, una figura apareció detrás del Cazador y, con un movimiento rápido, lo derribó. Lía miró, sorprendida, mientras una mujer alta, con ojos azules brillantes y una espada reluciente, se erguía ante ella.
—¿Quién eres? —preguntó Lía, sin aliento.
La mujer le tendió una mano.
—Soy Freya. Y he venido a protegerte.
Lía respiraba entrecortadamente mientras observaba a Freya, la mujer que había emergido de las sombras para salvarla. Había algo inquietante en ella: sus ojos azules resplandecían con una intensidad casi sobrenatural, y su presencia emanaba una fuerza que Lía no podía comprender del todo. La luna, alta en el cielo, iluminaba el filo de la espada que Freya sostenía con firmeza.—¿Protección? —Lía se incorporó lentamente, sin apartar la mirada de la recién llegada—. ¿Por qué? ¿Quién eres en realidad?Freya le tendió una mano, ayudándola a levantarse del suelo cubierto de hojas.—Soy más de lo que parezco, pero eso ahora no importa. Lo que importa es que tú estás en peligro, y ese peligro no se detendrá hasta que te encuentren. Debemos seguir adelante antes de que lleguen más Cazadores.Lía dudó por un momento, pero la urgencia en los ojos de Freya la empujó a moverse. Se apartaron del claro, internándose en el bosque. A cada paso, Lía sentía cómo el aire se volvía más denso, como si el
El altar en el centro del claro vibraba con una energía antigua. Las runas brillaban con más fuerza mientras Lía se acercaba, como si reconocieran su presencia. La brisa nocturna se tornó densa, cargada de una tensión que se filtraba en el aire. Freya y Kael permanecían a su lado, uno con la mirada alerta y la otra con una expresión de cautela.—¿Qué debo hacer exactamente? —preguntó Lía, sintiendo el peso de su decisión como una losa sobre sus hombros.Kael, con los ojos dorados fijos en las runas, respondió con voz grave:—El Umbral es una puerta entre ambos mundos, pero no es un paso sencillo. Debes ofrecer algo a cambio… un sacrificio.Lía frunció el ceño, su corazón acelerándose.—¿Sacrificio? No mencionaste eso antes.Freya dio un paso adelante, colocando una mano firme sobre el brazo de Lía.—Cuidado. No confíes completamente en lo que dice. —Sus ojos se clavaron en Kael con una advertencia velada—. Él tiene secretos que aún no ha revelado.Kael mantuvo la calma, aunque una som
El aire en el Otro Lado era denso y vibrante, como si estuviera cargado de una energía antigua que susurraba secretos olvidados. Lía sentía cada uno de esos susurros recorrer su piel, una sensación extraña que le erizaba la nuca mientras seguía a Kael por un sendero estrecho, flanqueado por árboles cuyas ramas parecían extenderse hacia ellos como si tuvieran vida propia.—¿Adónde vamos? —preguntó Lía, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente inquietud que la invadía.Kael caminaba delante de ella, sus pasos firmes y seguros, como si conociera cada centímetro de ese mundo. Sin volverse, respondió con voz serena: —Al Bastión. Es el único lugar seguro en este territorio. Allí comenzaremos tu entrenamiento.—¿Bastión? —repitió Lía, frunciendo el ceño—. ¿Qué es exactamente?Kael hizo una pausa, girándose para mirarla. Sus ojos dorados reflejaban la luz pálida de las estrellas, dándole una apariencia casi irreal. —Un refugio construido por aquellos que resistieron la primera
La sala del Bastión estaba sumida en una quietud inquietante. Las antiguas piedras de sus muros parecían murmurar con el paso del tiempo, y cada rincón de ese refugio milenario contenía secretos que Lía aún no comprendía por completo. Después de su despertar en el Círculo, todo había cambiado en ella, pero había algo que seguía resonando en su mente: esa mujer, la figura que había visto en sus visiones. La mujer que se parecía a ella, una versión más fuerte, más segura.Lía sabía que esa visión no había sido una simple imagen del pasado; era un presagio. El futuro la llamaba, y ella tenía que desentrañar su papel en ese enigma.Kael había sido su guía hasta el momento, pero cada vez más, sentía que él ocultaba algo. Esa tensión que había sentido en su mirada cuando hablaba del sacrificio necesario para cruzar al Otro Lado, las sombras en sus ojos cuando mencionaba el poder que ella poseía... Lía sabía que no todo era lo que parecía. Y ahora, con el entrenamiento comenzando, algo más s
La puerta del Bastión se cerró con un estrépito, y la figura de Freya permaneció allí, bajo la luz titilante de las antorchas, con los ojos fijos en Kael y Lía. Aunque su rostro se mantenía impasible, había algo en su postura que indicaba una tensión contenida, como si sus palabras pudieran desatar una tormenta.Lía observó a la mujer que había entrado, intentando leerla. Su presencia era imponente, y la expresión que se reflejaba en sus ojos era una mezcla de preocupación y determinación. Pero no había tiempo para preguntar, no cuando Kael ya se había acercado a ella con una mirada de desconfianza.—¿Qué haces aquí, Freya? —su voz era baja, casi un gruñido.Freya no se inmutó ante el tono, pero su mirada se endureció. —Ya no puedo quedarme en las sombras, Kael. La situación ha cambiado. He seguido tus órdenes todo este tiempo, pero ahora es diferente. Lo que está ocurriendo no es solo cuestión de lobos o humanos… hay algo más. Algo que va mucho más allá de nuestra guerra.Lía dio un
La oscuridad había descendido sobre el Bastión, envolviendo el enorme refugio en un manto de silencio. Lía, junto a Kael y Freya, caminaban por los pasillos laberintos del lugar, con el peso de la decisión sobre sus hombros. No era solo el futuro de los mundos lo que se encontraba en juego, sino también la verdad sobre su propia existencia. Los Sellos, los Cazadores, la conexión entre los mundos… todo parecía entrelazarse de una manera que aún no comprendía.El sonido de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos, amplificado por las paredes de piedra que parecían absorver la luz, como si los propios muros del Bastión guardaran secretos que ni siquiera los habitantes más antiguos del lugar se atrevían a desvelar.—Tenemos que movernos rápido —dijo Kael, su voz grave y decidida, como si las sombras que los rodeaban pudieran cobrar vida en cualquier momento. Su mirada estaba fija al frente, pero Lía notó que su mente parecía estar en otro lugar, calculando, planificando.Freya, al lado d
La voz, familiar pero distante, llenó el aire frío que rodeaba el salón de los Ancianos. Lía se tensó, su mano moviéndose instintivamente hacia la empuñadura de la daga. La figura que emergió de las sombras era un hombre, su rostro parcialmente cubierto por una capa oscura, pero su mirada… esa mirada había sido suficiente para que el corazón de Lía diera un vuelco en su pecho.—No tan rápido, Lía —repitió la voz, ahora más clara. Su tono estaba cargado de una mezcla de autoridad y amenaza, como si nada pudiera detener lo que iba a suceder.Kael se adelantó inmediatamente, poniéndose entre Lía y el desconocido, sus ojos brillando con una intensidad dorada que Lía había aprendido a reconocer. Era un brillo peligroso, el de un lobo en su terreno.—¿Qué estás haciendo aquí? —demandó Kael, con una furia contenida en su voz. Sabía exactamente quién era esta figura, y no estaba dispuesto a dejar que se interpusiera en sus planes.El hombre se rió suavemente, un sonido bajo y grave que reverb
La puerta se cerró detrás de ellos con un retumbante sonido metálico, y el aire en el salón se tornó denso, cargado con una energía palpable. Lía apenas podía respirar. A medida que la oscuridad dentro del salón parecía envolverlos, su mente luchaba por procesar lo que acababa de suceder. La figura de Éric seguía grabada en su mente, como una sombra que la perseguiría por siempre. ¿Era realmente el mismo Éric que había conocido Kael, el mismo hombre que había caído en una batalla años atrás? ¿O había algo mucho más profundo y aterrador detrás de su reaparición?Kael avanzó con paso decidido, y Lía lo siguió de cerca, sin atreverse a mirar atrás. La tensión entre ellos era palpable, y ni uno ni otro parecía dispuesto a hablar. Ambos sabían que había algo más en juego, algo que ni siquiera los Sellos ni los Cazadores podían detener. Los recuerdos de Éric, las palabras oscuras que había dicho… todo se entrelazaba de una manera que aún no comprendían.A lo lejos, la figura de Freya se rec