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Capítulo 5: El Asedio de las Sombras

La cabaña, hasta hace unos minutos un refugio seguro, ahora parecía un ataúd de madera y piedra. Las paredes crujían como si algo antiguo y oscuro presionara desde fuera, intentando entrar. Lía sintió la opresión del aire, como si el mismo bosque estuviera conteniendo el aliento.

—¿Cuántos son? —preguntó Einar al hombre herido que acababa de entrar.

El extraño, jadeando, apenas podía sostenerse en pie. Fenrir lo ayudó a sentarse junto al fuego, pero la mirada en sus ojos dejaba claro que la seguridad no duraría.

—Son… demasiados. —Su voz estaba rota, como si hubiera corrido días enteros para llegar hasta allí—. Están cerca. Cazadores… y algo más. Algo que nunca antes había visto.

Fenrir se agachó a su lado, sus ojos dorados analizando cada gesto.

—¿Algo más? —preguntó con gravedad.

El hombre asintió, temblando.

—Una criatura… diferente. No es humana ni lobo. Es… sombra pura.

Lía sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Sombra pura? —susurró, temiendo la respuesta.

—Una aberración del Otro Lado —dijo Einar, su voz tensa—. Un ser que no pertenece a ningún mundo. Solo destruye.

Fenrir se levantó, sus ojos brillando con determinación.

—No podemos esperar más. Si vienen con una criatura de sombra, significa que quieren más que solo atraparnos. Quieren eliminarnos.

—Entonces, peleamos. —Einar sacó una daga curva de su cinturón, el filo reluciendo bajo la luz del fuego.

—¿Peleamos? —Lía se acercó a ellos, la incredulidad en su voz—. ¿Contra qué? ¿Contra algo que ni siquiera entendemos? ¡Estamos atrapados aquí!

—No estamos atrapados. —Fenrir señaló una puerta al fondo de la cabaña—. Hay una salida secreta que lleva al bosque profundo. Desde allí, podemos llegar al campamento principal. Pero debemos actuar rápido.

Lía respiró hondo, intentando controlar el pánico que crecía en su interior.

—¿Y qué pasa si no llegamos a tiempo?

Einar la miró, sus ojos llenos de una intensidad feroz.

—No vamos a fallar. Confía en nosotros.

Por un momento, Lía quiso creerle. Quiso aferrarse a esa seguridad que parecía emanar de él. Pero algo dentro de ella seguía gritando que había más en juego, que su conexión con el Otro Lado no era un accidente.

Fenrir comenzó a mover muebles, revelando una trampilla en el suelo de madera.

—Por aquí. No tenemos mucho tiempo.

Antes de que pudieran descender, un golpe estremecedor sacudió la cabaña. Las ventanas vibraron, y el fuego en la chimenea titiló, casi extinguiéndose.

—¡Han llegado! —gritó el hombre herido, con los ojos desorbitados.

Einar y Fenrir intercambiaron una mirada rápida.

—Lía, baja primero. —La voz de Einar era firme, pero había un dejo de urgencia en ella—. Nosotros los detendremos.

—¿Qué? No. No voy a dejarlos aquí. —Lía sacudió la cabeza, negándose a moverse.

—No es una discusión. —Einar se acercó a ella, sus manos firmes sobre sus hombros—. Si te atrapan, no tendremos ninguna oportunidad. Tú eres la clave, Lía. No sé por qué, pero lo eres. Y si te pierden de vista, ellos también perderán su conexión.

Fenrir asintió.

—Él tiene razón. Debes llegar al campamento. Allí podrán protegerte mejor que nosotros aquí.

Otro golpe sacudió la cabaña, y esta vez una de las ventanas se rompió, dejando entrar una ráfaga de aire helado que apagó las llamas.

—¡Ve! —insistió Einar.

Lía respiró hondo, sus ojos fijos en los de Einar.

—Prométeme que vendrás.

Einar no dudó.

—Vendré. Lo prometo.

Con esa promesa en sus oídos, Lía descendió por la trampilla, el corazón latiéndole con fuerza. Al tocar el suelo frío y húmedo del túnel subterráneo, se dio la vuelta, esperando ver a Einar y Fenrir seguirla. Pero en lugar de eso, vio cómo cerraban la trampilla sobre ella.

La oscuridad la envolvió.


Arriba, Einar y Fenrir se prepararon para enfrentar lo inevitable. Fenrir cerró la puerta de la cabaña con una viga de madera, mientras Einar empuñaba su daga con fuerza.

—¿Cuánto tiempo crees que podemos resistir? —preguntó Einar.

—El suficiente para que ella escape —respondió Fenrir, con una sonrisa sombría.

Un tercer golpe hizo que la puerta cediera parcialmente, y una garra negra y retorcida atravesó la madera astillada. Einar y Fenrir se prepararon, sus cuerpos tensos, listos para el combate.

La puerta explotó en una lluvia de astillas, y la criatura entró. Era más alta que cualquier humano, con un cuerpo que parecía una amalgama de sombras y carne. Sus ojos brillaban con un rojo antinatural, y su boca estaba llena de colmillos afilados.

—Bienvenidos al final —gruñó la criatura, su voz resonando como un eco distorsionado.

—Todavía no —respondió Fenrir, lanzándose hacia adelante con una velocidad sobrehumana.

Einar lo siguió, sus movimientos ágiles y precisos. La batalla fue rápida, brutal. Las garras de la criatura cortaban el aire, mientras los hermanos luchaban con una coordinación que solo los años de combate juntos podían explicar.

Pero la criatura no estaba sola. Desde las sombras, otros Cazadores comenzaron a entrar, sus ojos brillando con la misma malicia.

—No podemos con todos —gruñó Einar, esquivando un ataque y hundiendo su daga en el costado de uno de los Cazadores.

—No importa. Debemos resistir.

Fenrir derribó a otro enemigo, pero recibió un corte profundo en el brazo. A pesar del dolor, se mantuvo firme.

La criatura de sombras avanzó hacia ellos, imponente.

—¿Creen que pueden escapar de nosotros? —gruñó—. No hay refugio. No hay esperanza.

Einar apretó los dientes, su mirada fija en el monstruo.

—Siempre hay esperanza.

Con un rugido, Einar y Fenrir se lanzaron juntos contra la criatura, en un último intento por detener su avance.


Mientras tanto, en el túnel, Lía corría a ciegas, guiada solo por el instinto y la desesperación. Cada paso la alejaba de la cabaña, pero también la llenaba de dudas. ¿Estaban Einar y Fenrir a salvo? ¿Había hecho lo correcto al dejarlos atrás?

El túnel comenzó a ascender, y una luz tenue apareció al final. Lía aceleró el paso, sintiendo que el aire se volvía más fresco.

Cuando finalmente salió al bosque, se encontró sola bajo un cielo estrellado. Pero no había tiempo para descansar. Sabía que debía seguir adelante.

Un crujido en los arbustos la hizo detenerse. Su corazón se detuvo por un instante.

—¿Einar? —susurró, con la esperanza de que él la hubiera seguido.

Pero lo que emergió de las sombras no era su protector. Era un Cazador, su mirada fija en ella, con una sonrisa cruel.

—Finalmente te encuentro.

Lía retrocedió, pero tropezó con una raíz y cayó al suelo.

—No te resistas —dijo el Cazador, avanzando lentamente—. Solo hará que duela más.

Lía buscó algo, cualquier cosa para defenderse, pero sus manos encontraron solo tierra y hojas.

—No tan rápido —una voz firme resonó desde las sombras.

De repente, una figura apareció detrás del Cazador y, con un movimiento rápido, lo derribó. Lía miró, sorprendida, mientras una mujer alta, con ojos azules brillantes y una espada reluciente, se erguía ante ella.

—¿Quién eres? —preguntó Lía, sin aliento.

La mujer le tendió una mano.

—Soy Freya. Y he venido a protegerte.

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