Andrea busca vengarse de quien se proclamaba "su mejor amiga", quien ha traído a su vida solo tristezas y amarguras. La perdonó por haberle robado a su primer amor, pero cuando con sus intrigas hace que su esposo muera en accidente, decide desenmarscararla ante el mundo y hacerle pagar todo el dolor que le causó.
Leer másAndrea—Yo, Edward Expósito, te acepto a ti, Andrea Wilson, como mi esposa…Su voz resuena clara desde la pantalla, cálida, emocionada. —Hace doce años, las circunstancias nos separaron, y aunque el tiempo siguió su curso, mi corazón se quedó quieto, esperándote. Pasaron los años, las estaciones, los silencios… y sin embargo, cada pensamiento mío volvía a ti, como las olas regresan al mar. Hoy, frente a ti, no prometo borrar lo que nos dolió, porque esas cicatrices también nos trajeron hasta aquí. Pero sí prometo que el amor que siento por ti ahora es más fuerte, más consciente, más profundo que nunca. Prometo abrazar cada día contigo como un regalo inesperado. Prometo ser tu compañero en la risa y tu refugio en la tormenta. Prometo no dejar que el tiempo vuelva a separarnos. Volviste, Andrea… y esta vez, no te dejaré ir. En esta vida, y en las siguientes, te amo y te amaré por siempre.*****Un sollozo escapa de los labios de Andrea. No puede evitarlo.Está sentada en el sofá,
NelLas luces del escenario caían suavemente sobre la figura de la mujer, iluminándola con un resplandor casi celestial que otorgaba a su discurso un aire profundamente emotivo.Las invitadas, mujeres que alguna vez habían sentido que todo estaba perdido, unían sus manos en un gesto de gratitud. Habían encontrado en aquel lugar—en aquella mujer—una segunda oportunidad cuando ya no creían posible volver a levantarse.—Me siento profundamente feliz —dijo Nel, con una sonrisa serena—. Como muchas de ustedes saben, he sido nombrada, por tercer año consecutivo, “La Mujer del Año”. Pero este año, además, he recibido el reconocimiento como Empresaria del Año por la revista Fortuna y, como si eso no fuera suficiente, he sido nominada al Premio Nobel de la Paz.Hubo un murmullo de asombro entre el público, seguido de una ovación entusiasta.—Sí —continuó, con voz emocionada—, la vida ha sido generosa conmigo. Y por eso hoy es un gran día. Me alegra saber que lo poco que hago ha significado tan
AndreaDesde que Andrea aceptó la propuesta de Edward, el mundo, para ellos, se transformó en un enorme pastel lleno de tajadas de placer, mensajes cargados de buenos deseos y regalos extravagantes enviados por personas famosas.Andrea dudó al principio en anunciar su compromiso públicamente. No por vergüenza, sino por respeto a su historia con Félix. Sin embargo, después de una emotiva conversación con los padres de su difunto esposo —quienes se mostraron profundamente conmovidos al verla rehacer su vida—, supo que no tenía razones para seguir ocultándolo. Además, también era parte del plan de Edward.Esa tarde, en la oficina de su prometido, Andrea sentía una dicha serena habitando su pecho. A través de la gran ventana, ambos contemplaban cómo una avioneta surcaba el cielo, arrastrando un cartel que proclamaba con letras gigantes un mensaje de felicidad para los futuros esposos.Edward no quiso esperar más. Habían pasado más de dos años desde que Andrea quedó viuda, y aunque a veces
AndreaA pesar de la promesa del abogado de que pronto vería a Nolan, aquello no había sido posible, y el tiempo seguía avanzando inexorablemente. Afortunada y desafortunadamente, el embarazo de Beatrice se complicó. Ya no fue necesario fingir: el reposo absoluto era una realidad médica, no una excusa.Sin embargo, la calma sería breve. Pronto sería citada a presentarse ante el juez.Nel no apareció ni una sola vez durante ese tiempo. Todos sabían que la sola presencia de esa mujer alteraría a Beatrice, y eso pondría en riesgo al bebé.Por su parte, Wallace contaba ahora con más tiempo libre. Edward se había asociado formalmente con él y había enviado a gerentes capacitados para apoyarlo. Aunque en un principio se acordó que sería solo mientras durara el juicio, la nueva dinámica estaba funcionando tan bien que el joven podía dedicar más tiempo a su familia sin descuidar los negocios.La estabilidad trajo consigo buenas noticias: la demanda de Nel solicitando la custodia de Lucy no pr
Andrea—¿Puedo entrar?Habían pasado algunos días desde el incidente. Afortunadamente, gracias a los contactos de Edward y la intervención de un amigo médico, Beatrice no fue enviada a prisión, sino puesta bajo arresto hospitalario. Las visitas eran limitadas, pero Andrea, valiéndose de su carnet de periodista y con la autorización de las autoridades y el abogado de Beatrice, logró acceder.—Sí, claro, adelante —respondió la joven con una sonrisa tímida. Su rostro mostraba señales de agotamiento. A pesar de su esfuerzo por parecer tranquila, era evidente que no lo estaba pasando bien, y las razones eran más que comprensibles.—Hola, mucho gusto. Soy Andrea Kaplan. Bueno, ese es mi apellido de casada. Aunque ya soy viuda, todavía lo conservo —dijo mientras avanzaba hacia la cama—. Pienso llevarlo hasta el día en que la mujer que causó la muerte de mi esposo pague por lo que hizo.El tono duro y decidido de Andrea sobresaltó un poco a Beatrice, que frunció el ceño, desconcertada.—Lo la
Andrea Mientras en su mente se repetían una y otra vez los acontecimientos recientes, comprendía que todo pudo haber salido terriblemente mal. En cualquier momento, las cosas podrían haberse torcido, y ella estaría muerta, mientras Nel seguiría libre, impune, como si nada. Pero a pesar del riesgo, sabía que no podía darse el lujo de abandonar a aquellas chicas. No ahora. No después de haberlas visto con sus propios ojos. Edward se había marchado a regañadientes, dejándola con una sensación de soledad amarga, como si el peso de todo recayera únicamente sobre sus hombros. Ya habían pasado varios días y no tenía noticias de Nolan. Esa incertidumbre era un nudo constante en su pecho. Un sonido familiar la arrancó de sus pensamientos: la vibración de su teléfono. —¿Cómo estás? Siento no haber estado contigo ese día. ¿Podemos vernos de nuevo? Conozco lugares lindos en la ciudad. Suspiró aliviada. Nolan no sospechaba nada. Al menos, no todavía. Pero sabía que la línea entre el éx
Edward—Aquí estarán a salvo. Pronto vendremos a buscarlas, pero por ahora, deben permanecer escondidas.Durante el trayecto, Ed se aseguró de que su gente habilitara una casa en un suburbio de nivel medio para resguardar a las jóvenes. Sabía que pronto se desataría la cacería; no solo eran mercancía para esos traficantes, sino también testigos potenciales en un juicio.—Pero… ¿y si nos encuentran? —preguntó una de ellas con voz temblorosa.Ed negó con firmeza.—No van a encontrarlas. ¿Tienen a alguien a quien avisar?Solo dos de las jóvenes levantaron la mano. Las demás no tenían familia cercana ni a nadie en la ciudad que pudiera buscarlas. Aquel dato le resultó inquietante. Si desaparecieran, nadie preguntaría por ellas.—Bien, por favor, entreguen sus datos a mi empleado. Ahora debo salir a ver cómo está la chica que las ayudó.Pudo notar que comenzaban a calmarse, y con un leve asentimiento, se dirigió a uno de sus hombres.—Preparen dos habitaciones y denles algo de comer. Debo
AndreaAl ingresar de nuevo, Andrea se pegó a uno de los pilares, fingiendo temor mientras su mirada escudriñaba el salón con cautela. Sus manos temblaban levemente, aunque no estaba claro si por miedo real o por el papel que intentaba interpretar. Entonces, lo vio: Nolan conversaba con un hombre obeso de rostro congestionado por la furia. Sus gestos eran bruscos, su voz una amenaza en sí misma.Con pasos calculados, Andrea se acercó, procurando no hacer ruido. Necesitaba escuchar.—Esto no se va a quedar así, Nolan —bramó el hombre, su voz impregnada de ira contenida—. Si pensaste que podías verme la cara, estás muy equivocado. No eres el único mafioso de cuarta que ha intentado estafarme.Nolan permaneció impasible, pero Andrea notó cómo apretaba los puños a ambos lados del cuerpo.—Pagué por la mercancía y no me la entregaron. Ahora atente a las consecuencias.Con un ademán violento, el hombre se giró sobre sus talones y salió del lugar, seguido por varios de sus guardaespaldas. La
AndreaAndrea sostenía el teléfono contra su oído mientras escuchaba la voz preocupada de Edward al otro lado de la línea. Él intentaba, sin éxito, convencerla de que no viajara a Los Hamptons.—Tengo un mal presentimiento —dijo él con tono serio.Ella no pudo evitar reír ante su dramatismo.—No va a pasarme nada, tranquilo. Necesito ir y tratar de conseguir más información.—Prométeme que si algo ocurre, me llamarás de inmediato.—Lo prometo. Ahora debo colgar. Dale un beso a Eve de mi parte.Edward suspiró, resignado, y se despidió a regañadientes. Apenas había colgado la llamada cuando escuchó golpes en la puerta.Respiró hondo antes de abrir.Nolan la esperaba apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa confiada en el rostro.—Hola, preciosa. ¿Estás lista?Andrea le devolvió una sonrisa ensayada, intentando que pareciera natural.—Hola. Sí, estoy lista. Vamos.Tomó la pequeña maleta que tenía preparada y su bolso de mano. Cerró la puerta tras de sí y siguió a Nolan hasta su