¡Ayúdame!

Andrea

Se volvió una rutina pasar a recoger a Nel cada mañana. Poco después de iniciada la amistad, Andrea la invitó a su casa y obviamente la rubia conquistó a sus padres. La chica era muy simpática y los señores Wilson quedaron encantados con ella. Les contó que sus padres eran mayores y de momento no tenían auto, por lo que el padre de Andrea se ofreció a pasar por ella, siempre y cuando su hija estuviera lista a tiempo y Nel también. Su casa quedaba de camino al colegio y a solo dos cuadras de donde ellos vivían, así que no suponía mucho problema, solo llegaban y Robert tocaba el claxon y la rubia salía de inmediato.

A Andrea le llamaba la atención que a pesar de que era temprano, Nel siempre lucía muy pulcra en su vestir y en su peinado. Su padre decía que eso era señal de que la chica era una persona disciplinada.

—¡Buenos días señor Robert! ¡Hola Andie! –Nel abrió la puerta del coche y saludó amablemente al subir. El señor solo le correspondió con un alegre “hola”. Su amiga volteó a verla con tal felicidad, que una sonrisa iluminó su cara. Empezaron a jugar como tenían costumbre de hacerlo, a lo cual ella se había acoplado fácilmente.

Entre risas y bromas, el tiempo para llegar al colegio no se sentía. Cuando llegaron, Robert sólo esperó a que bajaran para despedirse arrancando el auto de inmediato. Cuando están en la entrada del colegio, de inmediato son rodeadas por los admiradores de Nel.

—¡Nel! Te traje los chocolates que te gustan.

—¡Nel! Te compré galletas.

Y otra infinidad de regalos. Su nueva amiga solo sonreía levemente disfrutando de la atención recibida.

—¡Gracias chicos! No deben molestarse. —La chica se ruboriza y ese color en sus mejillas la hace lucir más adorable, y solo se escucha un ¡oh! de parte de sus admiradores.

Pero en todo esto, hay dos caras en la moneda. Mientras Nel es adorada por los chicos, es odiaba por las chicas.

—Llegaron ZorriNel y su mascota. —Si, a partir de la evidente amistad entre ellas, también Andrea se ha ganado el desprecio de algunas compañeras.

—Jajajaja. Te equivocas amiga. Yo no soy una zorra, pues no he salido con nadie de ellos. —Señala con su dedo hacia donde está su grupo de admiradores. —Creo que ese es tu puesto. ¿Verdad?

Pone a la chica que habla en su sitio, pues es verdad ya que esa niña si ha salido con varios de los que ahora babean por Nel.

Camina como una reina rumbo a su salón y Andrea la sigue. Tal vez en eso tienen razón y se ha convertido en su mascota, piensa con sarcasmo.

A primera hora tienen clase de matemáticas. El profesor a cargo es un tipo de mediana edad, aproximadamente treinta y tantos años, quien también babea por la dulce y linda Nel. Durante toda la hora, su atención es casi exclusiva para ella, lo cual aumenta el desagrado de las compañeras del grupo, pero por supuesto, por parte de los chicos, es justificado esa muestra de admiración.

Cuando suena el timbre de cambio de hora, los alumnos guardan sus cosas para hacer cambio de salón.

—¿Sabes que Andie? Adelántate por favor, necesito preguntarle algo al profe. No te apures, no me voy a tardar mucho. —Andrea se sorprende por lo que su amiga le pide, pero acepta sin cuestionarla. Cuando termina de guardar todo, voltea a mirarla y le da una tierna sonrisa.

—De acuerdo, entonces te espero allá y te separo un lugar. —Ella solo sonríe tímidamente. Mientras Andrea va caminando, sin saber porqué, se gira para verla antes de desaparecer de su vista, y siente que su imaginación le juega una mala pasada, porque le pareció ver una sonrisa burlona en su rostro. Se talla los ojos, pero al abrirlos y volver a mirarla, ella ya no estaba.

Mientras está en la clase, espera por ella durante un buen rato, pero no llega. Su tardanza la hace sentir muy preocupada y aunque estaba con un docente, siente que algo no va bien, todo le está dando mala espina. Después de veinte minutos Nel aparece, y es evidente que trae un poco corrido el brillo de fresa que suele usar en los labios. No le comenta nada, pero no piensa dejarlo pasar. Durante la hora del recreo, no aguanta más así que le pregunta.

—Nel, tardaste mucho hablando con el profesor Jones, ¿algo que quieras contarme? ¿pasó algo en el salón de matemáticas? —Comienza a cuestionarla, con la confianza de ser mejores amigas. No menciona específicamente al profesor, pero al parecer la rubia entiende lo que quiere decir.

—Me da vergüenza contarte Andie, pero no había querido decirte esto. –comienza a derramar lágrimas, lo que hizo que se sintiera mal por presionarla para que le cuente. –Voy a ser sincera contigo, pero no quiero que me juzgues. El profesor Jones ha estado insinuándose conmigo desde que inició el año escolar, y me amenaza con reprobar si no accedo a algunas cosas. Hoy me tendió una trampa. Me dijo que ya no me preocupara, que mis calificaciones estarían salvadas, si solo accedía a darle un beso.

—De todos modos, yo quise prevenirme, así que he dejado grabando con mi celular, toda la conversación y el beso que nos dimos. —Andrea abre los ojos con gran asombro, no puede creer lo que está escuchando. Su confesión la ha dejado sin palabras. –Vamos, no pongas esas cara. A final de cuentas solo fue un beso, y lo grabé en caso de que quiera ponerse pesado. Eso es para que no me genere más problemas. –La escucha hablar y no puede creer todo lo que está diciendo.

Todo es muy extraño y no entiende porque siente que no es completamente sincera. Ella lo menciona con tal naturalidad que la sorprende un poco. Bueno, a decir verdad, ella, al ser mayor por casi dos años, ha vivido más cosas de las ha contado. Aún no ha querido confiarle el por qué es que su familia decidió a ir a vivir a este pueblo que no ofrece tantas cosas, después de vivir en una gran ciudad.

Pero no quiere presionarla, si algún día decide abrirse, Andrea piensa escucharla como la amiga que son, así que decide dejar el tema de lado y le pide que regresen a clases del día. A la salida del colegio, espera por ella para regresar a casa juntas como siempre.

—Andie, hoy no me iré contigo, van a venir por mí. —La chica la mira extrañada, ya que siempre regresan juntos, y el hecho de que vayan a recoger a la rubia, solo ha pasado en muy contadas ocasiones.

—Está bien, entonces supongo que hablamos mañana. —Andrea se despide y se dirige a la parada de autobuses para ir a casa, un poco sorprendida y preocupada. Durante la tarde, trata de distraer su mente de lo que está pasando con su amiga así que se pone a mirar películas por tv de paga. Decir escoger una de esas películas románticas que tanto le gustan que tanto le gustan, pero cuando está en lo más emocionante, recibe una llamada a su teléfono celular. No necesita mirar quien llama, ya que tiene personalizadas a las personas que le llaman de manera más frecuente.

—¿Hola? ¿Nelsy, eres tú? –Contesta rápidamente.

—¡Andrea!, por favor. ¿Puedes venir al parque cerca de mi casa? —Ni siquiera le contesta cuando ya está poniéndose los tenis para salir corriendo de inmediato. Al llegar al lugar donde la citaron, mira a su amiga en una banca, que al verla acercarse, le da un abrazo fuerte y respira con alivio.

—¡Por favor, Andie, ayúdame! Se me hizo tarde y aún no he llegado a casa. Por favor, acompáñame para que mis padres crean que he estado contigo todo este tiempo. ¡Por favor! –le suplica desesperada juntando sus manos. —Te prometo que mañana te contaré todo lo que está pasando, pero por favor, ¡ayúdame!

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