Andrea—¿Puedo entrar?Habían pasado algunos días desde el incidente. Afortunadamente, gracias a los contactos de Edward y la intervención de un amigo médico, Beatrice no fue enviada a prisión, sino puesta bajo arresto hospitalario. Las visitas eran limitadas, pero Andrea, valiéndose de su carnet de periodista y con la autorización de las autoridades y el abogado de Beatrice, logró acceder.—Sí, claro, adelante —respondió la joven con una sonrisa tímida. Su rostro mostraba señales de agotamiento. A pesar de su esfuerzo por parecer tranquila, era evidente que no lo estaba pasando bien, y las razones eran más que comprensibles.—Hola, mucho gusto. Soy Andrea Kaplan. Bueno, ese es mi apellido de casada. Aunque ya soy viuda, todavía lo conservo —dijo mientras avanzaba hacia la cama—. Pienso llevarlo hasta el día en que la mujer que causó la muerte de mi esposo pague por lo que hizo.El tono duro y decidido de Andrea sobresaltó un poco a Beatrice, que frunció el ceño, desconcertada.—Lo la
AndreaA pesar de la promesa del abogado de que pronto vería a Nolan, aquello no había sido posible, y el tiempo seguía avanzando inexorablemente. Afortunada y desafortunadamente, el embarazo de Beatrice se complicó. Ya no fue necesario fingir: el reposo absoluto era una realidad médica, no una excusa.Sin embargo, la calma sería breve. Pronto sería citada a presentarse ante el juez.Nel no apareció ni una sola vez durante ese tiempo. Todos sabían que la sola presencia de esa mujer alteraría a Beatrice, y eso pondría en riesgo al bebé.Por su parte, Wallace contaba ahora con más tiempo libre. Edward se había asociado formalmente con él y había enviado a gerentes capacitados para apoyarlo. Aunque en un principio se acordó que sería solo mientras durara el juicio, la nueva dinámica estaba funcionando tan bien que el joven podía dedicar más tiempo a su familia sin descuidar los negocios.La estabilidad trajo consigo buenas noticias: la demanda de Nel solicitando la custodia de Lucy no pr
AndreaDesde que Andrea aceptó la propuesta de Edward, el mundo, para ellos, se transformó en un enorme pastel lleno de tajadas de placer, mensajes cargados de buenos deseos y regalos extravagantes enviados por personas famosas.Andrea dudó al principio en anunciar su compromiso públicamente. No por vergüenza, sino por respeto a su historia con Félix. Sin embargo, después de una emotiva conversación con los padres de su difunto esposo —quienes se mostraron profundamente conmovidos al verla rehacer su vida—, supo que no tenía razones para seguir ocultándolo. Además, también era parte del plan de Edward.Esa tarde, en la oficina de su prometido, Andrea sentía una dicha serena habitando su pecho. A través de la gran ventana, ambos contemplaban cómo una avioneta surcaba el cielo, arrastrando un cartel que proclamaba con letras gigantes un mensaje de felicidad para los futuros esposos.Edward no quiso esperar más. Habían pasado más de dos años desde que Andrea quedó viuda, y aunque a veces
NelLas luces del escenario caían suavemente sobre la figura de la mujer, iluminándola con un resplandor casi celestial que otorgaba a su discurso un aire profundamente emotivo.Las invitadas, mujeres que alguna vez habían sentido que todo estaba perdido, unían sus manos en un gesto de gratitud. Habían encontrado en aquel lugar—en aquella mujer—una segunda oportunidad cuando ya no creían posible volver a levantarse.—Me siento profundamente feliz —dijo Nel, con una sonrisa serena—. Como muchas de ustedes saben, he sido nombrada, por tercer año consecutivo, “La Mujer del Año”. Pero este año, además, he recibido el reconocimiento como Empresaria del Año por la revista Fortuna y, como si eso no fuera suficiente, he sido nominada al Premio Nobel de la Paz.Hubo un murmullo de asombro entre el público, seguido de una ovación entusiasta.—Sí —continuó, con voz emocionada—, la vida ha sido generosa conmigo. Y por eso hoy es un gran día. Me alegra saber que lo poco que hago ha significado tan
Andrea—Yo, Edward Expósito, te acepto a ti, Andrea Wilson, como mi esposa…Su voz resuena clara desde la pantalla, cálida, emocionada. —Hace doce años, las circunstancias nos separaron, y aunque el tiempo siguió su curso, mi corazón se quedó quieto, esperándote. Pasaron los años, las estaciones, los silencios… y sin embargo, cada pensamiento mío volvía a ti, como las olas regresan al mar. Hoy, frente a ti, no prometo borrar lo que nos dolió, porque esas cicatrices también nos trajeron hasta aquí. Pero sí prometo que el amor que siento por ti ahora es más fuerte, más consciente, más profundo que nunca. Prometo abrazar cada día contigo como un regalo inesperado. Prometo ser tu compañero en la risa y tu refugio en la tormenta. Prometo no dejar que el tiempo vuelva a separarnos. Volviste, Andrea… y esta vez, no te dejaré ir. En esta vida, y en las siguientes, te amo y te amaré por siempre.*****Un sollozo escapa de los labios de Andrea. No puede evitarlo.Está sentada en el sofá,
Andrea Tres años atrás —Aquí están las cenizas. —El hombre frente a ella le entrega una pequeña cajita. No puede creer que en algo tan pequeño pueda caber lo que queda del cuerpo del hombre que tanto amaba. «No puedo más. No puedo más. No-puedo-maaaas.» Y se derrumbó de rodillas en el suelo, con su preciado valor entre las manos. —¡Nooo! ¡Por favor! Díganme que estoy soñando, que esto es una pesadilla. ¡Por favor! ¡Felix, amor, despiértame! —Su voz desgarrada por el llanto, rompe el silencio del lugar en el que estaban. Solo se escucha de manera suave, el llanto de las mujeres que la acompañan: Su madre, su suegra y su tía. —¡Por favor cariño! Tienes que ser fuerte. —La joven las escuchaba, y a la vez no las quería escuchar. «¿Cómo me piden que sea fuerte, cuando lo que queda de mi esposo cabe en esta minúscula caja.» —Tiene que firmar esta hoja y sería todo. El sacerdote llegará en media hora, tal vez quieran esperarlo y que diga unas palabras antes que se retir
(Continuación) Andrea no tardó mucho en llegar al hospital. No quiso avisar a nadie, para no preocuparlos, además, todos se encontraban en el gran salón donde se llevaría a cabo la fiesta de año nuevo. Todos las personas que le veían pasar se sorprendían de ver a una mujer tan hermosa y elegantemente vestida en ese lugar y a esa hora. —Buenas noches, soy la señora Kaplan. —La enfermera le dio las indicaciones para presentarse en el siguiente piso, donde estaban los quirófanos. Al estar ahí, una mujer mandó llamar al médico tratante. —Señora Kaplan, soy el doctor Morrison, hablé con usted. —Comenzó a explicarle miles de datos que ella no entendía. —Doctor, por favor, sólo dígame que mi esposo está bien. ¿Cuál es el pronóstico?—El hombre negó. —No le voy a mentir. El golpe que recibió su esposo fue muy grave y perdió mucha sangre y al ser del tipo rh-negativo, fue difícil conseguir las unidades necesarias. Por ahora, pasará a terapia intensiva, donde va a evaluarse y espe
Andrea Tiempo actual Se dice que la venganza es un plato que se come frío y Andrea no puede evitar sonreír al pensar en esas palabras ya que se ajusta perfectamente a lo que está viviendo. —Apaga eso y ven a la cama. Yo también puedo ayudarte a festejar tu próximo triunfo. –El tono de la voz de su amante le dice que esta noche será igual de intensa que las demás. —Ahora voy. Estoy terminando de editar el podcast, no tardaré. Lo prometo. –Sonríe al escuchar la sarta de quejas que suelta el hombre, pero sabe que solo está bromeando. «Es increíble como en nuestra intimidad se convierte en un persona totalmente diferente al CEO frío, despiadado e indescifrable que se muestra al mundo. ¡Por fin! Está completo.» Se pone de pie y se estira un poco, adoptando una posición de yoga. Se quita las gafas y corre a la habitación, mientras va dejando sus prendas haciendo un camino de ropa. —Señor Klein, aquí me tiene. ¿Me puede contar cómo vamos a festejar? –Hace un mohín que inten