Andrea
Tres años atrás —Aquí están las cenizas. —El hombre frente a ella le entrega una pequeña cajita. No puede creer que en algo tan pequeño pueda caber lo que queda del cuerpo del hombre que tanto amaba. «No puedo más. No puedo más. No-puedo-maaaas.» Y se derrumbó de rodillas en el suelo, con su preciado valor entre las manos. —¡Nooo! ¡Por favor! Díganme que estoy soñando, que esto es una pesadilla. ¡Por favor! ¡Felix, amor, despiértame! —Su voz desgarrada por el llanto, rompe el silencio del lugar en el que estaban. Solo se escucha de manera suave, el llanto de las mujeres que la acompañan: Su madre, su suegra y su tía. —¡Por favor cariño! Tienes que ser fuerte. —La joven las escuchaba, y a la vez no las quería escuchar. «¿Cómo me piden que sea fuerte, cuando lo que queda de mi esposo cabe en esta minúscula caja.» —Tiene que firmar esta hoja y sería todo. El sacerdote llegará en media hora, tal vez quieran esperarlo y que diga unas palabras antes que se retiren. —El hombre las observa con algo de lástima, pues está acostumbrado a este tipo de escenarios. —Creo que no voy a poder soportarlo. No puedo, siento que me ahogo. —Andrea comienza a hiperventilar. «Ojalá en este momento me diera un infarto y pudiera acompañar a mi amado esposo en el más allá. Hasta que la muerte nos separe. ¿Por qué tuvo que llegar ese momento tan pronto?» —¡Por favor hija! A Félix no le gustaría verte así. —La madre de su esposo habla con voz entrecortada y la chica se da cuenta de que ambas son quienes perdieron más. Ella a su esposo y su suegra a su hijo. Bien dicen que esto es antinatural. Ningún padre debe enterrar a sus hijos, pero no fue la única que perdió uno. Ella también perdió al suyo. Al único vestigio que quedaba de su amor. Las palabras de la mujer la vuelven a la realidad. No, no puede dejarse vencer, porque su misión apenas comienza. Mientras mantiene abrazada la caja con los restos de su marido, se hace una promesa, mientras se limpia las lágrimas. —Tienen razón, Felix no quisiera verme así, pero aquí, con lo que queda de él entre mis brazos, le prometo que solo voy a guardarle luto por unos días, pero luego, voy a levantarme, porque hay alguien que debe pagar por esto. Las mujeres se quedan en silencio, mirando con horror como la cara de la dulce Andy se transforma en una máscara de odio. —¿Qué piensas hacer? —Su madre la saca de sus pensamientos. Pensamientos de venganza. —Ella me ha quitado todo lo que más he amado en la vida, cuando solo quise ser buena y la mejor amiga. La perdoné una vez, pero ya no más. Ya no más. El regreso a casa fue en completo silencio. Su madre la lleva hasta su departamento e intenta quedarse esa noche. —No mamá, no es necesario. Quiero pasar estas horas sola. Quiero recordar nuestros lindos momentos y despedirme de él. Estaré bien, lo prometo. La señora Wilson se retira no muy convencida, pero su hija le da una ligera sonrisa. Pero cuando cierra la puerta tras de sí, se derrumba y todos los eventos de hace diez días se reproducen en su mente. ***** Estaba en casa, esperando a que su esposo la recogiera para llevarla a cenar al gran hotel Ritz donde se celebraría la llegada del año nuevo. Él había quedado de pasar por su mejor amiga, Nelsy, quien estaba en la ciudad y había aceptado disfrutar con ellos esa velada. Sería la gran noche del reencuentro de las amigas y del reinicio de esa amistad, la cual quedó trunca hace muchos años por otro hombre. Él. No negaba que a veces aún lo recordaba, pero inmediatamente borraba su imagen de sus recuerdos. No lo merecía. Y mucho menos después de escuchar por la boca de Nell, la manera tan burda como se refería a ella. La feita, la chica sin gracia. Ja. Y ella que lo adoraba. En ese momento su teléfono comenzó a sonar. Un estremecimiento la recorrió y por un momento no quiso responder. —¿Hola? —La voz detrás del teléfono tardó un poco en responder, pero al final, después de un suspiro, las palabras más horribles del mundo llegaron a ella. —Señora Kaplan. Soy el doctor Morrison del Hospital General. Lamento ser yo quien le dé estas noticias pero su esposo tuvo un accidente. La policía recuperó su teléfono y de ahí tomamos su datos. Sintió que se quedaba paralizada. Esto debería ser una broma y de muy mal gusto por parte de Felix. —Dígale a mi esposo que no me gustan esos juegos. —Ella comenzó a reír, pero el silencio que siguió le dijo que no era una broma. —La esperamos lo más pronto posible. Lo siento. —El teléfono resbaló de sus manos y comenzó a estremecerse, como si el frío traspasara hasta sus huesos.(Continuación) Andrea no tardó mucho en llegar al hospital. No quiso avisar a nadie, para no preocuparlos, además, todos se encontraban en el gran salón donde se llevaría a cabo la fiesta de año nuevo. Todos las personas que le veían pasar se sorprendían de ver a una mujer tan hermosa y elegantemente vestida en ese lugar y a esa hora. —Buenas noches, soy la señora Kaplan. —La enfermera le dio las indicaciones para presentarse en el siguiente piso, donde estaban los quirófanos. Al estar ahí, una mujer mandó llamar al médico tratante. —Señora Kaplan, soy el doctor Morrison, hablé con usted. —Comenzó a explicarle miles de datos que ella no entendía. —Doctor, por favor, sólo dígame que mi esposo está bien. ¿Cuál es el pronóstico?—El hombre negó. —No le voy a mentir. El golpe que recibió su esposo fue muy grave y perdió mucha sangre y al ser del tipo rh-negativo, fue difícil conseguir las unidades necesarias. Por ahora, pasará a terapia intensiva, donde va a evaluarse y espe
Andrea Tiempo actual Se dice que la venganza es un plato que se come frío y Andrea no puede evitar sonreír al pensar en esas palabras ya que se ajusta perfectamente a lo que está viviendo. —Apaga eso y ven a la cama. Yo también puedo ayudarte a festejar tu próximo triunfo. –El tono de la voz de su amante le dice que esta noche será igual de intensa que las demás. —Ahora voy. Estoy terminando de editar el podcast, no tardaré. Lo prometo. –Sonríe al escuchar la sarta de quejas que suelta el hombre, pero sabe que solo está bromeando. «Es increíble como en nuestra intimidad se convierte en un persona totalmente diferente al CEO frío, despiadado e indescifrable que se muestra al mundo. ¡Por fin! Está completo.» Se pone de pie y se estira un poco, adoptando una posición de yoga. Se quita las gafas y corre a la habitación, mientras va dejando sus prendas haciendo un camino de ropa. —Señor Klein, aquí me tiene. ¿Me puede contar cómo vamos a festejar? –Hace un mohín que inten
Andrea Agosto 2004 «Existe una leyenda asiática conocida como el hilo rojo del destino o el hilo rojo del amor, que dice que los dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo o del dedo meñique de las personas que han de conocerse. Según la historia, este hilo te atará a la persona que más vas a llegar a querer y se dice que todos tenemos uno. En otros lugares, se conoce a este mito como el de las “Almas gemelas” . Este hilo puede estirarse o enredarse, pero nunca romperse, simbolizando el vínculo eterno y predestinado entre dos personas.» ***** —¡¡Andrea!! Despierta niña que a tu padre se le hará tarde y tendrás que ir a la escuela en autobús. –La persona que toca su puerta y grita sin obtener respuesta es la madre de la chica, Molly Wilson. Aunque trae los audífonos puestos, el tono de su alarma le indica que ya debe ponerse en pie para ir a la escuela y al retirarlos de sus oídos, esos gritos suenan demasiado estridentes. ¡No quiero ir a la escuela! Después de mucho
Andrea Se volvió una rutina pasar a recoger a Nel cada mañana. Poco después de iniciada la amistad, Andrea la invitó a su casa y obviamente la rubia conquistó a sus padres. La chica era muy simpática y los señores Wilson quedaron encantados con ella. Les contó que sus padres eran mayores y de momento no tenían auto, por lo que el padre de Andrea se ofreció a pasar por ella, siempre y cuando su hija estuviera lista a tiempo y Nel también. Su casa quedaba de camino al colegio y a solo dos cuadras de donde ellos vivían, así que no suponía mucho problema, solo llegaban y Robert tocaba el claxon y la rubia salía de inmediato. A Andrea le llamaba la atención que a pesar de que era temprano, Nel siempre lucía muy pulcra en su vestir y en su peinado. Su padre decía que eso era señal de que la chica era una persona disciplinada. —¡Buenos días señor Robert! ¡Hola Andie! –Nel abrió la puerta del coche y saludó amablemente al subir. El señor solo le correspondió con un alegre “
Andrea«¿Qué está pasando?» La chica no entiende nada, pero aún así, no hace más preguntas y acompaña a su amiga a su casa. Apenas llega y la madre de Nel sale a recibirlas. No puede evitar extrañarse de que la hija sea una belleza tan imponente, mientras que los padres sean unas personas tan comunes, rondando los cincuenta años. Es completamente incomprensible.Guarda silencio mientras que la señora luce preocupada.—¡Por Dios Nel! ¿Por qué vienes tan tarde? Estábamos muy preocupados.La chica se acerca mimosa hacia su progenitora tratando de calmarla. Es evidente que la mujer adora a su hija.—¡Perdón mamita, pero estuvimos viendo películas y de pronto nos quedamos un rato dormida después de comer muchas chucherías! Apenas nos despertamos y salimos corriendo hacia acá.Andrea se queda sorprendida de la sangre fría de su amiga al mentir, pero no dice nada. La señora las invita a pasar a la casa, pero ella se despide rápidamente.—No puedo quedarme, ya es muy tarde, muchas gracias. Ne
AndreaComo ya no pudo conciliar el sueño, decidió levantarse. Pensó que tal vez un vaso de leche podría ayudarla así que bajó a la cocina. Mientras estaba sentada en la barra desayunadora tomando su bebida, volvió a leer el mensaje, pero decidió no contestarle nada. Soltó un suspiro, pues conociendo a Nel, mañana recibiría todo tipo de detalles sobre lo que pasó. Aún no se acostumbraba al modo desenfadado de su amiga.Decidió obligarse a dormir o de lo contrario, al día siguiente se levantaría tarde y sin ganas de ir a la escuela. Pero tal como predijo, cuando la alarma sonó, decidió apagarla y para cuando su madre fue a llamarla, ya estaba justa de tiempo.—¿Te sientes mal? —Su madre la mira preocupada, pero la joven niega.—No, solo que anoche no pude dormir, pero no me siento mal, en serio.Su madre no queda muy convencida, pero la chica no le da oportunidad de que la lleve al médico, por lo que se alista para la escuela y se fuerza a tomar todo el desayuno.Durante el trayecto, p
Andrea —¿Quieres hacer algo esta noche? —Andrea voltea a mirar a su amiga, quien la mira con algo de apatía. —¿Esta noche? Pensé que tenías una cita con el doctor. —Su amiga hace una mueca y niega. —No, el estúpido me canceló porque va a un evento con su “esposa”, así que no tengo planes y pensé que podríamos hacer algo juntas, como antes. Andrea se queda pensando que no sabe a partir de cuando ese “antes” se convirtió en un “nunca”. —Bueno, aún tengo que estudiar para un examen, así que tengo que ir a la biblioteca por unos libros. Si me desocupo temprano, te busco para confirmarte. Su amiga luce el fastidio en su cara. Cuando las cosas no salen como quiere, suele mostrar molestia y algunas veces, quien tiene que escuchar sus quejas es ella. Pero ahora se ha acostumbrado y ha aprendido a decirle “no”. —Bueno, estaré al pendiente y si cambio de planes te aviso. —Le da un beso en la mejilla y se aleja con su acostumbrado meneo de caderas. Andrea la mira
AndreaMientras estaba en la cama pensando en lo rápido que pasaba el tiempo, la chica deseaba poder detener su paso, ya que sentía que cuando terminaran las clases, llegaría el tiempo de separarse de Eddy y cada uno seguiría su camino sin la presencia del otro. Cada vez que ese pensamiento llegaba, también lo hacía la tristeza.Suelta un suspiro y mira la hora. Aún falta algo de tiempo para que se levante, pero decide hacerlo de una vez. Es una de esos días en que la atacaba la melancolía.Durante el tiempo que han compartido, se ha dado cuenta que cada día crecía más el amor que sentía por él y le dolía mucho la idea de una separación. Tampoco sentía avance en su relación, ya que a pesar de que no se lo decía con palabras, por medio de sus acciones le demostraba cuán importante había llegado a ser ella en su vida, sin embargo, eso no le bastaba.No podía negar que era tierno, dulce y detallista. Le regalaba flores que robaba a los vecinos por las calles que pasaba antes de llegar a