La Omega del Rey Inmortal

La Omega del Rey InmortalES

Hombre-lobo
D. Meiler  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Sinopsis

Youth

En un país donde las jerarquías juegan un papel importante en la sociedad, nacer siendo omega podría considerarse una maldición. Lieve es una preciosa omega, nacida en lo más bajo de la sociedad. Obligada a sobrevivir de las migajas y habitar en la zona marginada de la ciudad, piensa que su vida está destinada a la miseria. Kyros es un poderoso alfa, rey de todo el Imperio y una criatura tan antigua como triste. Lleva años en busca de una persona, la única que podrá sanar su fraccionada alma y salvarlo de su eterna maldición. Cuando el destino haga de las suyas, Lieve solo tendrá dos opciones para salir de la miseria: Vender su cuerpo a cambio de dinero, o seguir el consejo de su amiga y volverse una "marcada". Una joven dispuesta a casi todo por una mejor vida, y un rey solitario. Una pasión abrasadora. Un futuro inesperado. Y un amor inmarcesible.

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1: Su nombre es Lieve
Nota de Autora: Hola, un saludo. Antes de comenzar a leer me gustaría dejar esclarecidos algunos aspectos fundamentales de la trama que deberán conocer para comprender en su totalidad la historia. 1. Las jerarquías que conocemos dentro del género de hombres lobos, serán manejadas de manera diferente en esta historia. Ser Alfa, Beta u Omega, no solo serán rangos sino que serán características de nacimiento que le otorgarán a cada individuo un lugar en la sociedad. 2. Los alfas son la jerarquía menos común, así como los más poderosos, por ende son venerados, respetados y colocados en la casta más alta de la sociedad. Los betas son la jerarquía más común, la mayoría son personas comunes, ciudadanos promedios, uno que otro noble, y servidumbre de palacio. Los omegas son la jerarquía menos apreciada, usualmente nacer siendo uno se podría considerar una maldición, han sido discriminados, alejados de la sociedad y tratados como inferiores. 3. Aunque normalmente este género se maneja con
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2: El Rey Solitario
Ya era tarde esa misma noche, el cielo que hasta hacía unas horas lucía despejado, salpicado en estrellas, ahora se veía nublado por una infinidad de nubarrones negros, anunciando la llegada de una fuerte tormenta. El invierno había llegado, traía consigo un aire frío del norte que le brindaba a las noches una frescura ya casi intolerable. A pesar del furioso y helado aire que batía las ramas de los árboles y los arbustos de aquel jardín, el rey se encontraba allí de pie, afuera, frente a los veinticinco arbustos de camelias perfectamente podados y cuidados. Observando las bellísimas flores blancas que cuidaba como si fueran el más preciado tesoro. Su mente sin embargo estaba enfrascada en otra época, una antigua, tan antigua como él, aquella época en la que podía contemplar de cerca la sonrisa más hermosa que algunos ojos tuvieran la dicha de disfrutar. Pero eso había sido mucho tiempo atrás, pues el destino no fue bondadoso consigo y su amada. Una lágrima rebelde rodó por su meji
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3: La decisión de la omega
La mañana ya había llegado, después de lavar su rostro, Lieve salió de su pequeño cuartucho, justo a la salida del Distrito 0. Quizás esa era la única parte buena de su vida, estar en aquella zona le permitía poder divisar a la perfección en dirección a la gran ciudad capital y el castillo. Y desde las lejanías envidiar la vida que siempre le hubiese gustado tener. A pesar de la pobreza en la que había nacido, las ropas viejas y sucias, todo eso no era suficiente para tapar el porte de la joven omega. Su andar, su apariencia, su mirada, todo eso desprendía un aura refinada que era imposible que pasara desapercibida para los demás. Elegante, sutil, delicada, hermosa, como un cisne, así lucía Lieve Rosewind a los ojos de los demás, como si hubiese nacido en el seno de la más importante familia, como si fuese la mismísima reina de Rhevnar. Claro está, eso era imposible. Si bien en toda la historia de Rhevnar como país, como imperio, no constaba jamás el nombre de ninguno de sus monarca
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4: La selección de los marcados
El día había llegado, aquel momento esperado por muchos. La selección de los marcados significaba una esperanza para muchos omegas, principalmente aquellos que provenían de lo más bajo de la sociedad, aquellos como Lieve. Las mañanas en el palacio solían ser muy tranquilas, sin embargo aquel día el bullicio que provenía de la entrada retumbaba por cada corredor y salón dentro del colosal amurallado. Incluso llegaba a oídos del monarca, que como cada día a esa hora, se hallaba en el ala este, firmando algunos decretos reales y revisando todas las asignaciones que le eran llevadas. A pesar de jamás abandonar el palacio y de por sí nunca salir del ala este, donde permanecía prácticamente prisionero, Kyros no se libraba de todos los quehaceres que le eran otorgados, después de todo era el rey del gigantesco Imperio de Rhevnar. Había gobernado por tantos años que después de los primeros cien perdió la cuenta, el tiempo se volvió para él como cadenas dolorosas que se ataban a su cuello, a
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5: El amor del rey
Lieve no supo qué pasó luego de aquellas palabras, pues perdió la conciencia poco después. Así que solamente los presentes en la entrada del castillo presenciaron todo el suceso, quedándose completamente anonados al ver al gran y prestigioso general Davian Hendrix, ordenar a uno de los guardias cargar en brazos a la joven para llevarla al interior del palacio. Después de aquel hecho inesperado por todos, el orden fue nuevamente recobrado y se continuó con la selección sin mayores inconvenientes.En el interior, el rey aguardaba impaciente por noticias, caminaba de un lado a otro, siendo incapaz de centrarse en nada y sintiendo los desbocados latidos de su corazón, el cual parecía que en cualquier momento saltaría de su pecho para ir tras su amada. —¿Dónde está? —preguntó cuando notó al general venir en su dirección. —No sé qué hiciste pero perdió la conciencia. Mandé a llevarla a una de las habitaciones del ala este. —Perfecto. —Kyros echó a andar pero un agarre en su brazo lo det
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6: El odio de la plebeya
La ira en los ojos de Lieve era abrumadora para Kyros. Saber que por fin la había reencontrado pero que sin conocer el motivo, era una persona poco grata para su amada, resultaba doloroso. —¿Por qué? —Fue aquello lo único que pudo cuestionar el monarca. —¿En serio preguntas el porqué? —sonrió irónica Lieve. Para la joven omega escuchar aquella pregunta había sido casi ofensivo. ¿Cómo se atrevía a ser tan hipócrita? Quería volver a golpearlo, a pesar de que sabía que se había metido en grandes problemas y, posiblemente, al finalizar la tarde su cabeza estaría colgada en una estaca fuera del palacio. Había agredido al rey, seguro estaba a punto de sufrir la más terrible de las muertes, pero aún así no se detendría hasta sacar todo lo que llevaba dentro. Cerró con fuerza su puño, lista para propinarle otro golpe, mas sus intenciones fueron detenidas por el gruñido que emanó de su interior, seguida de aquella sensación de debilidad en las piernas y el mareo. Se trataba de Yue, luchand
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7: La flor del monarca
Después de que el rey se marchara, Lieve se dejó caer sentada sobre la suave superficie de la cama. Estaba pasmada, todo lo que había sucedido en cuestión de pocos minutos, logró dejarla más allá de confundida. ¿Quién era ese rey que parecía saber tanto de ella? ¿Por qué Yue reaccionaba a él con tanto furor? Se pasó ambas manos por el rostro en un gesto de frustración. Fue entonces, que al mirar al suelo notó la corona que aún permanecía tendida sobre el mismo. Se agachó para recogerla y tomarla en sus manos. No conocía el metal negro del que estaba hecha, era increíblemente liviana a pesar de tener encrustadas varias piedras preciosas. La observó cuidadosamente para acercarla un poco más a su rostro y aspirar el aroma que desprendía. Tenía impregnada la fragancia de aquel hombre, era reconfortante. Se preguntó cómo se sentiría llevar la corona, saber que eras dueño y señor de un Imperio tan gigantesco y vasto como Rhevnar. Más que curiosidad en su interior nació algo de codicia
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8: Las camelias blancas
Después de aquella conversación, que para Lieve fue realmente confusa, el rey colocó nuevamente la corona sobre su cabeza, para regresar a sus aposentos. Lieve permaneció en la habitación durante el resto del día, cuando la noche se asomó, unas damas pertenecientes a la servidumbre del palacio, se encargaron de llevarle de comer deliciosos manjares, entregarle hermosas ropas e indicarle el lugar donde podría tomar un baño. Cuando ya era bastante tarde se asomó a la ventana, miró entonces en dirección al Distrito, aunque desde el palacio aquella área oscura parecía casi inexistente, ella sabía que estaba allí, en las sombras donde se hallaban condenados los suyos. Se sintió extraña, una noche antes miraba desde su ventana rumbo al luminoso palacio, ahora, estaba entre las paredes que tanto añoraba y sin embargo no sentía nada de alegría por ello. Al despertar y hallarse sobre aquella suave cama, con almohadas de pluma, se sintió algo fuera de lugar, como en un sueño, pero era rea
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9: Entre Flores y Cicatrices
¿Era su cumpleaños? Sí, Lieve casi lo había olvidado, y le sorprendió que un desconocido pudiera tener grabada esa fecha. Ella no conocía lo que eran los días festivos, después de todo al haber crecido en el Distrito 0, cualquier festividad era un lujo que no podía permitirse. Así que después de que murieron sus padres, ella ignoró el día de su cumpleaños, dejándolo pasar como un día más del calendario, un día irrelevante en el que su edad adquiriría otro dígito; nada más. —¿Cómo sabe usted eso? —preguntó un tanto afligida. —Solo lo sé —respondió el monarca para regalarle una sonrisa de labios. —¿Puedo irme ya? —Lieve bajó la mirada, tratando de ocultar sus ojos llorosos. Ni ella misma sabía por qué se sentía así de triste, quizás era por la sorpresa, o por lo muy sensible que estaba en esos días. O tal vez le removió el alma que hubiese alguien que cada año plantara tan bellas flores en su honor. A pesar de que las intenciones tras ese gesto fueran desconocidas para ella, se
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10: Entre el miedo y la vergüenza
Tatiana se detuvo frente a Lieve, observó a la joven que permanecía quieta, sin obedecer la petición de descubrirse para ser revisada. —¿Qué te pasa, muchacha? —dijo la señora acomodando sus lentes con poca paciencia —. Descúbrete. —Lo siento yo... —Lieve no sabía qué decir, solo bajó la mirada. —Si eres de las que tiene vergüenza de desnudarse entonces estás en el lugar equivocado —la regañó la anciana —. Sabes la razón por la que estás aquí, políticamente hablando estás aquí para ayudar a fortalecer la sociedad, para brindar nuevas y fuertes descendencias. Pero crudamente hablando, para llegar a eso tendrás que desnudarte muchas veces. Sí sabes a lo que me refiero, ¿verdad? —preguntó mirándola por sobre sus lentes. Desnudarse no era el problema para Lieve, sino lo que mostraría al hacerlo. La iban a descalificar seguramente. Pero ya qué más daba. Ella levantó la mirada y descubrió su cuerpo. La anciana la examinó con ojos de halcón, juzgando cada detalle de su figura.
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