En un país donde las jerarquías juegan un papel importante en la sociedad, nacer siendo omega podría considerarse una maldición. Lieve es una preciosa omega, nacida en lo más bajo de la sociedad. Obligada a sobrevivir de las migajas y habitar en la zona marginada de la ciudad, piensa que su vida está destinada a la miseria. Kyros es un poderoso alfa, rey de todo el Imperio y una criatura tan antigua como triste. Lleva años en busca de una persona, la única que podrá sanar su fraccionada alma y salvarlo de su eterna maldición. Cuando el destino haga de las suyas, Lieve solo tendrá dos opciones para salir de la miseria: Vender su cuerpo a cambio de dinero, o seguir el consejo de su amiga y volverse una "marcada". Una joven dispuesta a casi todo por una mejor vida, y un rey solitario. Una pasión abrasadora. Un futuro inesperado. Y un amor inmarcesible.
Leer másEsa mañana, Lieve despertó con el cuerpo pesado y la mente aún atrapada en el letargo. No había logrado dormir bien la noche anterior, y apenas los primeros rayos del sol se asomaron, Diana irrumpió en la habitación, descorriendo las cortinas con un movimiento decidido que inundó el espacio de luz y perturbó su sueño. —Buenos días, señorita —la saludó con suavidad. —Buenos días —respondió Lieve, incorporándose con lentitud y frotándose los ojos adormilada. Diana avanzó hasta ella, sosteniendo una taza de porcelana de la que se desprendía un aroma relajante. —Le he traído un té aromático de hierbas. Lieve aceptó la taza con una leve inclinación de cabeza. —Muchas gracias. El calor del líquido humeante le despejó los sentidos poco a poco. Mientras lo bebía, el silencio de la habitación le permitió acomodar sus pensamientos. Al levantar la vista hacia Diana, su curiosidad la llevó a preguntar: —¿Hoy tengo algo que hacer? —Sí, señorita. Tomará el desayuno con las demás omegas en
Las omegas intercambiaron miradas cargadas de complicidad, alimentando la intriga de Lieve. Los rumores sobre ella parecían envolver las paredes del palacio, y ahora su curiosidad era más fuerte que nunca. —¿Y bien? —preguntó con los brazos cruzados, dejando claro que su paciencia estaba al límite. —Se dice que el general es el responsable de tu estadía, que él te elegirá y por eso estás aquí, a pesar de no haber pasado la selección. —¿El general? —La sorpresa en su voz era genuina. Había imaginado muchas teorías, pero esa superaba cualquiera de sus expectativas—. ¿De dónde sacan esas tonterías? —Oh, por favor. No intentes negarlo —insistió una de las chicas—. Todas estuvimos ahí el primer día de la selección. Él salió específicamente por ti. Y cuando te desmayaste, fue él quien te llevó en brazos al interior del palacio. No sabemos cómo, pero hay algo entre tú y el general Davian. —¡Por supuesto que no! —El tono exaltado de Lieve dejó a las demás sorprendidas. Había sido más veh
Después de aceptar la sugerencia de Diana, Lieve se propuso recordarlo siempre, estar atenta a cada uno de sus movimientos a partir de ese momento. Aunque no sabía hasta qué punto se vería arrastrada a situaciones contradictorias, decidió mantenerse al margen durante el tiempo que estuviera en el palacio. La discreción sería su mejor aliada, al menos mientras las aguas se calmaran.Recogió su cabello en una alta coleta, el cabello blanco cayendo en mechones ordenados, y, siguiendo a Diana, ambas salieron del vestidor en dirección a la zona de los baños. Al llegar, Lieve no pudo evitar mirar, no solo con curiosidad, sino con una profunda admiración por la estructura majestuosa del lugar.El baño era una maravilla de opulencia, desbordante en su esplendor. Cientos de velas iluminaban suavemente las paredes de piedra, su luz titilante creando una atmósfera cálida y envolvente. En el centro, una monumental bañera de mármol, diseñada para albergar a varias damas, rebosaba con aguas cálidas
Lieve no habló mucho; no necesitaba hacer preguntas. Diana, su dama de compañía, era muy parlanchina y tomó la delantera, explicándole todo sobre la vida en el área de las seleccionadas. Desde que había tocado su puerta, casi veinte minutos atrás, Lieve no había podido pronunciar una sola palabra. Diana le contó que a cada seleccionada se le asignaba una dama de compañía durante su estadía. También le explicó que las lecciones eran impartidas por especialistas en etiqueta y modales, a menudo hijos de nobles que se encargaban de entrenar a las jóvenes omegas. Todo esto debía completarse en un plazo de dos semanas, ya que después se llevaría a cabo la tercera fase de la selección, un gran baile donde las omegas serían presentadas. Durante la noche, bailarían e interactuarían con los alfas que también buscaban pareja. Al final de la velada, cada alfa elegiría a una joven, aunque no lo haría directamente, sino a través de la jefa de las institutrices. A Lieve no le sorprendió esta infor
Uno de los miembros de la servidumbre condujo a Lieve hacia el área norte, donde la dejó en manos de una de las encargadas de cuidar y custodiar a las jóvenes omegas seleccionadas. Le explicó que el general había solicitado su acogida allí, y la mujer siguió la orden al pie de la letra.Al cruzar el umbral, Lieve confirmó que los rumores sobre la vida lujosa de las seleccionadas eran completamente ciertos, y quizás incluso se quedaban cortos. Aquella ala del palacio era diferente a cualquier otra que hubiera visto antes, incluso más hermosa que la que ocupaba el rey. La decoración, sin duda, estaba diseñada para realzar la feminidad y el encanto de sus residentes.Las paredes estaban adornadas con tonos suaves de rosa, lavanda y marfil, creando una atmósfera acogedora y serena. A lo largo de los corredores, enmarcados por molduras doradas, se alineaban las habitaciones de las jóvenes omegas, cada una decorada con flores frescas que desprendían fragancias embriagadoras. Rosales, lirios
Lieve estaba más que sorprendida; se sentía pasmada. Sus ojos no podían creer lo que estaban presenciando: Kyros no solo le rogaba que se quedara, sino que se había arrodillado ante ella, tomando sus manos en una súplica ferviente. La intensidad de su mirada dejaba claro el deseo que sentía por su respuesta. —Esto es inaudito —dijo el general Davian, colocando una mano firme en el hombro de Kyros—. Eres el rey, ¿cómo te atreves a arrodillarte ante nadie, y menos ante una plebeya? —Apretó su mano con fuerza, intentando obligarlo a levantarse—. ¡Ponte de pie! Tus soldados te están mirando. ¿Quieres que pierdan todo respeto por ti? A pesar de la severidad del general, Kyros no se inmutó ni apartó la mirada de Lieve. En ese momento, su reputación carecía de importancia; solo deseaba una respuesta de ella. —Ponte de pie —le pidió Lieve, sintiéndose avergonzada, mientras los guardias la miraban con recelo. Sabía que la odiarían por la humillación que estaba causando al rey—. Por favor, n
Lieve miró una ves más el palacio que quedaba atrás con cada paso. Aquellos guardias que las escoltaban no dejaban mucho tiempo a las jóvenes para siquiera procesar el momento que estaban viviendo. Se sentía particularmente nostálgica y decepcionada. Ella nunca fue con la seguridad de ser aceptada, pero iba con esperanzas, por muy tonto que eso sonara. Creía que quizás por primera vez en su vida el destino tendría piedad de ella y le concedería ese deseo, el de poder salvar a su amiga. Ella jamás pidió mucho a la vida, nunca tuvo grandes ambiciones, ni anhelos secretos. Aunque no estaba conforme con su vida, tampoco se la pasaba quejándose de ella. Guardaba ese dolor para sí misma, y sabía que si Jen no hubiera caído enferma, ella aún estaría en el Distrito, sin que por su cabeza hubiese pasado nunca, participar en la selección. Si hace un mes atrás le dijeran que a día actual estaría decepcionada por no ser una de las elegidas, se reiría a carcajadas incrédula. Era increíble como
Kyros estaba todavía en el jardín, no podía dejar de contemplar las flores blancas que con tanto amor y ahínco cuidó por años. Ahora, un nuevo arbusto había sido plantado, el número veintiséis, y saber que podía compartir ese momento con Lieve, le llenaba el corazón de paz. Quizás aún le tomaría un largo tiempo ganarse el cariño de la chica, su respeto, su confianza; pero tenía mucho tiempo para ello y no tenía nada de prisa, no ahora que por fin la había reencontrado. Estaba dispuesto a hacer lo necesario y esperar pacientemente a que ella pudiera ver cuánto la amaba, pero todo sería al debido tiempo, pues ella aún reaccionaba mal a sus intentos de acercamiento. Aunque esa mañana se comportó arisca, él sabía que había tocado su corazón cuando confesó que plantaba y cuidaba de las camelias solo por ella, por mantenerlas vivas como el amor que alguna vez sintieron el uno por el otro. Había ya mucho frío ese día, el invierno estaba llegando a su etapa más cruda, pronto la nieve cae
La antelación paralizó el cuerpo de Lieve, la joven estaba aterrada, temía que no solo la echaran sino que también pudieran castigarla de alguna manera por mentir al participar. Además el rey posiblemente estaba enojado con ella por su actitud y sus palabras, así que supuso que no iba a interceder por ayudarla. —De las veinte aquí presentes solo nueve pasarán la selección —dijo con voz severa la institutriz Tatiana —. Las otras once han sido descalificadas por variados motivos. Algunas no cumplían el perfil de salud, otras no eran físicamente ideales, unas no eran vírgenes y una incluso está embarazada. —La anciana se acomodó los lentes y volvió a hablar —. No daré detalles respecto a cada una, tampoco habrán repercusiones, aquellas que no sean mencionadas deberán marcharse. Cuando terminó de hablar Lieve supo que hasta allí había llegado su camino dentro de palacio. Por una parte se sintió muy mal, pero por la otra tuvo el consuelo de saber que lo había intentado, además desde u