En un país donde las jerarquías juegan un papel importante en la sociedad, nacer siendo omega podría considerarse una maldición. Lieve es una preciosa omega, nacida en lo más bajo de la sociedad. Obligada a sobrevivir de las migajas y habitar en la zona marginada de la ciudad, piensa que su vida está destinada a la miseria. Kyros es un poderoso alfa, rey de todo el Imperio y una criatura tan antigua como triste. Lleva años en busca de una persona, la única que podrá sanar su fraccionada alma y salvarlo de su eterna maldición. Cuando el destino haga de las suyas, Lieve solo tendrá dos opciones para salir de la miseria: Vender su cuerpo a cambio de dinero, o seguir el consejo de su amiga y volverse una "marcada". Una joven dispuesta a casi todo por una mejor vida, y un rey solitario. Una pasión abrasadora. Un futuro inesperado. Y un amor inmarcesible.
Leer másLieve avanzó con cautela hacia el interior de la habitación, alejándose instintivamente de Kyros. No podía explicarlo con certeza, pero su sola presencia la envolvía de una manera que le resultaba imposible ignorar. El aroma del alfa, profundo y dominante, se infiltraba en sus sentidos, desatando un torbellino de emociones que no estaba lista para enfrentar. Por más que intentara convencerse de lo contrario, una sospecha comenzaba a instalarse en su mente: ¿podría él ser su pareja predestinada?No. No quería ni pensar en esa posibilidad.Ignoraba cada señal, cada indicio que el destino colocaba frente a ella, pero Kyros no tenía intención de permitirle seguir fingiendo. Él la observaba con la certeza de alguien que conocía una verdad irrefutable: el lazo que los unía era ancestral, irrompible. Ni siquiera la muerte los había separado en el pasado.—¿Va a elegirme? —su pregunta fue directa, sus ojos fijos en los de él, desafiantes—. Cuando llegue el momento, ¿seré yo la elegida o exist
Después del descanso, las lecciones presenciales terminaron, pero a las jóvenes les fueron entregados varios libros de un considerable grosor, que tendrían solo un par de días para dominar a la perfección. La mayoría trataban sobre la historia del reino, una forma de enriquecer la cultura general de las omegas a través del estudio. Todo habría sido un desafío manejable si no fuera por un detalle que golpeó a Lieve con la fuerza de un balde de agua fría: no sabía leer. Hasta entonces, su analfabetismo no había representado un problema. Diana se encargaba de indicarle sus horarios, permitiéndole ignorar las instrucciones escritas que le asignaban. Pero ahora, con esos tomos pesados en sus manos, la realidad la aplastaba. No podía pedirle a Diana que le leyera cada página, y mucho menos admitir su incapacidad ante los demás. Con tantas miradas sobre ella, buscando defectos y debilidades, no se permitiría el lujo de mostrarse vulnerable. Con el rostro impasible, aceptó los libros en
Lieve debía empezar a temer más por su propia seguridad que por cualquier otra cosa. Verenice ya no sería su única enemiga dentro del palacio; su camino pronto estaría plagado de rivales peligrosas y, posiblemente, de múltiples intentos de asesinato apenas disimulados. Las miradas de las otras omegas no dejaban lugar a dudas. Algunas tal vez no llegarían tan lejos, pero otras llevaban la audacia y la amenaza grabadas en los ojos. La tensión que se había apoderado de la sala era casi asfixiante, y solo se rompió cuando la profesora entró, imponiendo silencio con su sola presencia. La lección comenzó, obligando a las jóvenes a enfocar su atención en algo más que sus propios resentimientos y estrategias. Durante más de dos horas, la instructora se encargó de moldearlas en lo que se esperaba de ellas. Les enseñó la etiqueta en la mesa, la manera correcta de sostener los cubiertos, de elegir el adecuado para cada plato. Incluso ordenó que les sirvieran el desayuno para demostrarles cómo
El silencio que se extendió entre ambos fue un vacío casi tangible, cargado de tensión y pensamientos no compartidos. Lieve seguía procesando las palabras de Kyros, aquellas que, aunque impregnadas de un romanticismo desconcertante, no dejaban de parecerle extrañas. Él, el rey, un alfa por derecho y linaje, hablándole con una calidez que parecía reservada para alguien cercano, alguien amado. Pero ella no era nada de eso. Ni siquiera se conocían más allá de esos encuentros fugaces que siempre dejaban más preguntas que respuestas. El comportamiento de Kyros rompía con todo lo que sabía sobre los alfas. Siempre distantes, altivos y revestidos por la arrogancia de su casta superior, los alfas trataban a los omegas como si fueran poco más que herramientas, prescindibles y desechables. En un mundo dividido por líneas sociales inquebrantables, Lieve, una omega y además una plebeya del Distrito 0, no era más que el polvo bajo los zapatos del imperio. Para cualquiera, ella sería invisible, pe
Esa mañana, Lieve despertó con el cuerpo pesado y la mente aún atrapada en el letargo. No había logrado dormir bien la noche anterior, y apenas los primeros rayos del sol se asomaron, Diana irrumpió en la habitación, descorriendo las cortinas con un movimiento decidido que inundó el espacio de luz y perturbó su sueño. —Buenos días, señorita —la saludó con suavidad. —Buenos días —respondió Lieve, incorporándose con lentitud y frotándose los ojos adormilada. Diana avanzó hasta ella, sosteniendo una taza de porcelana de la que se desprendía un aroma relajante. —Le he traído un té aromático de hierbas. Lieve aceptó la taza con una leve inclinación de cabeza. —Muchas gracias. El calor del líquido humeante le despejó los sentidos poco a poco. Mientras lo bebía, el silencio de la habitación le permitió acomodar sus pensamientos. Al levantar la vista hacia Diana, su curiosidad la llevó a preguntar: —¿Hoy tengo algo que hacer? —Sí, señorita. Tomará el desayuno con las demás om
Las omegas intercambiaron miradas cargadas de complicidad, alimentando la intriga de Lieve. Los rumores sobre ella parecían envolver las paredes del palacio, y ahora su curiosidad era más fuerte que nunca. —¿Y bien? —preguntó con los brazos cruzados, dejando claro que su paciencia estaba al límite. —Se dice que el general es el responsable de tu estadía, que él te elegirá y por eso estás aquí, a pesar de no haber pasado la selección. —¿El general? —La sorpresa en su voz era genuina. Había imaginado muchas teorías, pero esa superaba cualquiera de sus expectativas—. ¿De dónde sacan esas tonterías? —Oh, por favor. No intentes negarlo —insistió una de las chicas—. Todas estuvimos ahí el primer día de la selección. Él salió específicamente por ti. Y cuando te desmayaste, fue él quien te llevó en brazos al interior del palacio. No sabemos cómo, pero hay algo entre tú y el general Davian. —¡Por supuesto que no! —El tono exaltado de Lieve dejó a las demás sorprendidas. Había sido más
Después de aceptar la sugerencia de Diana, Lieve se propuso recordarlo siempre, estar atenta a cada uno de sus movimientos a partir de ese momento. Aunque no sabía hasta qué punto se vería arrastrada a situaciones contradictorias, decidió mantenerse al margen durante el tiempo que estuviera en el palacio. La discreción sería su mejor aliada, al menos mientras las aguas se calmaran.Recogió su cabello en una alta coleta, el cabello blanco cayendo en mechones ordenados, y, siguiendo a Diana, ambas salieron del vestidor en dirección a la zona de los baños. Al llegar, Lieve no pudo evitar mirar, no solo con curiosidad, sino con una profunda admiración por la estructura majestuosa del lugar.El baño era una maravilla de opulencia, desbordante en su esplendor. Cientos de velas iluminaban suavemente las paredes de piedra, su luz titilante creando una atmósfera cálida y envolvente. En el centro, una monumental bañera de mármol, diseñada para albergar a varias damas, rebosaba con aguas cálidas
Lieve no habló mucho; no necesitaba hacer preguntas. Diana, su dama de compañía, era muy parlanchina y tomó la delantera, explicándole todo sobre la vida en el área de las seleccionadas. Desde que había tocado su puerta, casi veinte minutos atrás, Lieve no había podido pronunciar una sola palabra. Diana le contó que a cada seleccionada se le asignaba una dama de compañía durante su estadía. También le explicó que las lecciones eran impartidas por especialistas en etiqueta y modales, a menudo hijos de nobles que se encargaban de entrenar a las jóvenes omegas. Todo esto debía completarse en un plazo de dos semanas, ya que después se llevaría a cabo la tercera fase de la selección, un gran baile donde las omegas serían presentadas. Durante la noche, bailarían e interactuarían con los alfas que también buscaban pareja. Al final de la velada, cada alfa elegiría a una joven, aunque no lo haría directamente, sino a través de la jefa de las institutrices. A Lieve no le sorprendió esta infor
Uno de los miembros de la servidumbre condujo a Lieve hacia el área norte, donde la dejó en manos de una de las encargadas de cuidar y custodiar a las jóvenes omegas seleccionadas. Le explicó que el general había solicitado su acogida allí, y la mujer siguió la orden al pie de la letra.Al cruzar el umbral, Lieve confirmó que los rumores sobre la vida lujosa de las seleccionadas eran completamente ciertos, y quizás incluso se quedaban cortos. Aquella ala del palacio era diferente a cualquier otra que hubiera visto antes, incluso más hermosa que la que ocupaba el rey. La decoración, sin duda, estaba diseñada para realzar la feminidad y el encanto de sus residentes.Las paredes estaban adornadas con tonos suaves de rosa, lavanda y marfil, creando una atmósfera acogedora y serena. A lo largo de los corredores, enmarcados por molduras doradas, se alineaban las habitaciones de las jóvenes omegas, cada una decorada con flores frescas que desprendían fragancias embriagadoras. Rosales, lirios