Nota de Autora:
Hola, un saludo. Antes de comenzar a leer me gustaría dejar esclarecidos algunos aspectos fundamentales de la trama que deberán conocer para comprender en su totalidad la historia. 1. Las jerarquías que conocemos dentro del género de hombres lobos, serán manejadas de manera diferente en esta historia. Ser Alfa, Beta u Omega, no solo serán rangos sino que serán características de nacimiento que le otorgarán a cada individuo un lugar en la sociedad. 2. Los alfas son la jerarquía menos común, así como los más poderosos, por ende son venerados, respetados y colocados en la casta más alta de la sociedad. Los betas son la jerarquía más común, la mayoría son personas comunes, ciudadanos promedios, uno que otro noble, y servidumbre de palacio. Los omegas son la jerarquía menos apreciada, usualmente nacer siendo uno se podría considerar una maldición, han sido discriminados, alejados de la sociedad y tratados como inferiores. 3. Aunque normalmente este género se maneja contando historias a través de las manadas, aquí no funcionará así. Sino que en su lugar la historia se centrará en todo un Imperio y la realeza que lo maneja. 4. Cuando los personajes hacen referencia a su "lobo interno", se refieren a su parte lobo, esa que permanece en su interior mientras están en forma humana. Los lobos interiores suelen tener una personalidad a parte de la de su dueño, así como nombre diferente, ideas y actitudes. Es decir que son criaturas que habitan en el interior de cada persona, a veces influyen en los pensamientos de sus dueños. 5. El Imperio se maneja con los sistemas de monarquía comunes, es decir: Rey, reina, duques, condes, etc. Aunque solo los que nacen siendo alfas pueden ser parte de la realeza. 6. La marca, que se menciona varias veces dentro de la historia, es un vínculo que hacen los alfas con los omegas. Cuando un alfa posee a un omega, lo muerde, poniendo en sí su marca. Aunque la herida sana, queda impregnado el omega del aroma del alfa, dándole a saber a los demás que ya tienen una pareja. ---------------------- Capítulo 1: En Rhevnar, un Imperio poderoso y basto, las jerarquías se habían vuelto el principal eslabón que sostenía a la sociedad. Así que el rango social que ocuparías estaría siempre basado en la jerarquía que tuvieras al nacer. Cincuenta años atrás comenzó el reordenamiento de la sociedad, cuando el número de alfas comenzó a decaer considerablemente, y en su lugar el número de omegas aumentó casi inmediatamente, creando un desnivel en la sociedad clasista. Así que cuando la superpoblación de omegas azotó la ciudad, la mayoría fueron desterrados al llamado Distrito 0, o Zona Muerta. Durante los años siguientes debido a la mala vida, las enfermedades y las condiciones de pobreza extrema, la población de omegas comenzó a decaer, pero aún así los descendientes de los desterrados continuaron naciendo y creciendo en aquella zona pobre. A día actual el Distrito 0 era el área casi olvidada de la ciudad, nadie respondía por ellos, ni los dirigentes ni el mismísimo rey, aquel a quien nadie jamás había visto ni por asomo. Lieve nació y creció allí, vio a sus padres morir de miseria y tuvo que valerse por sí misma desde muy temprana edad. Sobrevivía como podía y acumulaba en el interior de su alma el creciente odio hacia los alfas y los dirigentes del Imperio, principalmente aquel rey cruel que no se preocupaba por los suyos. Cada día miraba desde su ventana el paisaje que le brindaba la ciudad fuera de la Zona Muerta. Las luces, las casas y allá, a la lejanía, pareciendo casi intocable, los altos muros del palacio, majestuoso y descomunal. Aquellos que habitaban en su interior vivían una vida llena de caudal sin preocuparse o siquiera imaginarse la cantidad de personas que morían en el área olvidada, a la que ellos mismos los habían condenado. Quizás después del reordenamiento no todos los omegas tuvieron que pasar por la misma desgracia, los que habían tenido la suerte de no ser desterrados forjaron familias en otras ciudades del Imperio, pero esos fueron solo los suertudos, porque los desgraciados como los antecesores de Lieve, habían sufrido de maneras inimaginables. Lieve miró desde su ventana el cielo nocturno, antes de emitir un suspiro de añoranza que la dejó sorprendida incluso a ella misma. Era otro de esos días en que sentía un enorme vacío en su interior. Aunque desde su nacimiento experimentaba aquella sensación de vacío y tristeza, habían días en los que era peor. No comprendía el porqué de aquella emoción. No sabía porqué se sentía como un ser incompleto, en busca de una mitad perdida. —¿En qué tanto piensas? —preguntó la joven asomándose a la ventana en la que se encontraba recostada Lieve. —Jen —dijo para bajar la vista a ella —, me sorprendiste. —Estás más distraía de la cuenta últimamente. —Tienes razón, incluso yo lo estoy notando —mordió su labio inferior con frustración —. Es un sentimiento inexplicable pero cada día siento un hueco crecer aquí —colocó una mano sobre su pecho —, y duele. —¿Te sientes enferma? —preguntó ella arrugando la frente —. Espero que no, porque ya sabes lo difícil que la tenemos. —No es un dolor físico, es algo más... —¿Un dolor emocional? —Sí. —Pues te comprendo créeme —emitió ella un gruñido de frustración —, es decir mira este lugar —señaló los alrededores de aquel barrio pobre —. Nadie en su sano juicio estaría bien aquí. —No es a eso a lo que me refiero, pero tienes razón. —Pues sabes qué, vengo a hacerte una sugerencia que puede cambiar tu vida. —¿Qué clase de sugerencia? —Bueno, está de más sabido que últimamente la tienes difícil, en realidad la vida aquí se torna cada día más difícil para nosotros, pero tú puede que tengas una oportunidad de salir de esta porquería. —Si vienes con la misma propuesta que aquel proxeneta mi respuesta es no —sanjó arrugando las labios, ofendida. —¡No! —chilló ella rápidamente —. Yo jamás te propondría algo como la prostitución, ¿por quién me tomas? —Lo siento —se pasó una mano por el cabello —, estoy algo paranoica, pero es que no dejo de recibir esa clase de propuestas. —Era de esperarse, esos tipos de la ciudad vienen al Distrito buscando omegas hermosas para llevarse a sus negocios sucios. —Es lamentable que muchas caigan. —No podemos juzgarlas, nadie quiere morir de hambre ni ver a su familia hacerlo, así que esa es la solución desesperada de muchos. —Si te soy sincera han habido momentos en los que me lo he planteado, pero... —se abrazó a sí misma mientras negaba —, no podría hacer algo así. —Te entiendo, yo tampoco. —¿Entonces cuál es esa propuesta que venías a contarme? —preguntó Lieve. —Ha comenzado de nuevo —pronunció con seriedad y ella arrugó lo frente confusa. Le tomó segundos entender a lo que se refería. —¿Estás hablando de...? —Sí eso mismo que piensas, la selección de los marcados comenzó. —No —se apresuró en negar —, no voy a ser una candidata para algo así, nunca. —¿Por qué? —cuestionó algo enojada —. Es tu oportunidad de salir de esta miseria y ascender. —No pienso volverme una marcada, además ni siquiera sabemos si sea elegida. —Lieve, estamos hablando de ti. Eres por mucho la omega más hermosa que he visto nunca, podrás vivir en la pobreza pero tienes un porte único, figura delicada, eres fértil; tienes todo para ser elegida. —No Jen —gruñó exasperada —. Odio a esos bastardos que dirigen el país con todas mis fuerzas. Si crees que entraré a una ridícula selección para ser elegida por alguno, estás mal. —Quien está mal eres tú. Te la pasas en este cuartucho que está a punto de caerse, mirando hacia el castillo e imaginando sabe Dios qué cosas, pero ahora tienes la oportunidad de vivir allí dentro —señaló en dirección al palacio —, de tener la vida que desearía cualquier otra persona en este sucio Distrito, y ni siquiera piensas antes de decir que no. —Jen —susurró viendo a su amiga, la cual lucía realmente enojada —. Entiende lo que me sugieres. Ser seleccionada significa permitir que un bastardo que no conozco, me use como un juguete y me embarace en busca de un hijo alfa, si le doy un hijo omega seré desechada y en la nueva selección otra persona tomará mi lugar. Es un destino horrible. —Quizás pero es una mejora, puede que sea verdad y si fallas seas sustituida, mas no regresarás aquí nunca más, te dejarán vivir dentro de palacio a pesar de todo. —No quiero ser solo un vientre fértil. —Es peor ser una escoria. —Jen, tú nunca me habías insistido tanto por nada. ¿Hay algo que no me digas? Lieve escrutó el rostro de su amiga, la joven bajó la mirada cuando sus ojos al toparse se llenaron de lágrimas. Ella quería esconderlo por cuanto tiempo le fuera posible, pero no sería por mucho, así que deseaba que Lieve se fuera de allí lo antes posible, antes de verla sucumbir. —Estoy muriendo Lieve —susurró ella llorosa. —¿Qué? —abrió los ojos y la boca a la par, estupefacta. —Estoy enferma, mi salud declina cada día más, me siento débil y siento que no viviré mucho más. Quizás allá en la ciudad haya alguna medicina para ayudarme pero aquí sabes que no la hay, moriré como tantos de los nuestros. —No puede ser —sollozó. Los ojos negros de Lieve se bañaron en lágrimas, que rápidamente rodaron por sus mejillas. —Por eso quiero que te vayas, huye de aquí antes de que te suceda lo mismo. Tienes la oportunidad de irte de este Infierno, aprovéchala. —No te dejaré así. —Sí, lo harás, si no es por ti aunque sea hazlo por mí, es lo único que te pido. —Lo siento pero no —negó. Jen la miró por última vez antes de alejarse de la ventana con una dolorosa mueca en el rostro. Sin decirle una palabra más echó a caminar lejos de aquel lugar. Lieve se quedó mirándola, contemplando la manera en que se alejaba y debatiendo entre si seguirla o no, pero al final decidió darle su tiempo y su espacio. Entendía que Jen quería lo mejor para ella, pero pedirle volverse una marcada, era mucho más de lo que podía aceptar. Quizás por su mente había pasado fugazmente la idea de vender su cuerpo, pero al final nunca lo habría hecho. Y para ella aceptar participar en la selección era casi igual a prostituirse. No se veía siendo sumisa a un alfa desconocido de esos que tanto odiaba, y menos aceptando ser solo un vientre fértil para procrear más alfas. Ella jamás aceptaría algo así. ¿O sí?Ya era tarde esa misma noche, el cielo que hasta hacía unas horas lucía despejado, salpicado en estrellas, ahora se veía nublado por una infinidad de nubarrones negros, anunciando la llegada de una fuerte tormenta. El invierno había llegado, traía consigo un aire frío del norte que le brindaba a las noches una frescura ya casi intolerable. A pesar del furioso y helado aire que batía las ramas de los árboles y los arbustos de aquel jardín, el rey se encontraba allí de pie, afuera, frente a los veinticinco arbustos de camelias perfectamente podados y cuidados. Observando las bellísimas flores blancas que cuidaba como si fueran el más preciado tesoro. Su mente sin embargo estaba enfrascada en otra época, una antigua, tan antigua como él, aquella época en la que podía contemplar de cerca la sonrisa más hermosa que algunos ojos tuvieran la dicha de disfrutar. Pero eso había sido mucho tiempo atrás, pues el destino no fue bondadoso consigo y su amada. Una lágrima rebelde rodó por su meji
La mañana ya había llegado, después de lavar su rostro, Lieve salió de su pequeño cuartucho, justo a la salida del Distrito 0. Quizás esa era la única parte buena de su vida, estar en aquella zona le permitía poder divisar a la perfección en dirección a la gran ciudad capital y el castillo. Y desde las lejanías envidiar la vida que siempre le hubiese gustado tener. A pesar de la pobreza en la que había nacido, las ropas viejas y sucias, todo eso no era suficiente para tapar el porte de la joven omega. Su andar, su apariencia, su mirada, todo eso desprendía un aura refinada que era imposible que pasara desapercibida para los demás. Elegante, sutil, delicada, hermosa, como un cisne, así lucía Lieve Rosewind a los ojos de los demás, como si hubiese nacido en el seno de la más importante familia, como si fuese la mismísima reina de Rhevnar. Claro está, eso era imposible. Si bien en toda la historia de Rhevnar como país, como imperio, no constaba jamás el nombre de ninguno de sus monarca
El día había llegado, aquel momento esperado por muchos. La selección de los marcados significaba una esperanza para muchos omegas, principalmente aquellos que provenían de lo más bajo de la sociedad, aquellos como Lieve. Las mañanas en el palacio solían ser muy tranquilas, sin embargo aquel día el bullicio que provenía de la entrada retumbaba por cada corredor y salón dentro del colosal amurallado. Incluso llegaba a oídos del monarca, que como cada día a esa hora, se hallaba en el ala este, firmando algunos decretos reales y revisando todas las asignaciones que le eran llevadas. A pesar de jamás abandonar el palacio y de por sí nunca salir del ala este, donde permanecía prácticamente prisionero, Kyros no se libraba de todos los quehaceres que le eran otorgados, después de todo era el rey del gigantesco Imperio de Rhevnar. Había gobernado por tantos años que después de los primeros cien perdió la cuenta, el tiempo se volvió para él como cadenas dolorosas que se ataban a su cuello, a
Lieve no supo qué pasó luego de aquellas palabras, pues perdió la conciencia poco después. Así que solamente los presentes en la entrada del castillo presenciaron todo el suceso, quedándose completamente anonados al ver al gran y prestigioso general Davian Hendrix, ordenar a uno de los guardias cargar en brazos a la joven para llevarla al interior del palacio. Después de aquel hecho inesperado por todos, el orden fue nuevamente recobrado y se continuó con la selección sin mayores inconvenientes.En el interior, el rey aguardaba impaciente por noticias, caminaba de un lado a otro, siendo incapaz de centrarse en nada y sintiendo los desbocados latidos de su corazón, el cual parecía que en cualquier momento saltaría de su pecho para ir tras su amada. —¿Dónde está? —preguntó cuando notó al general venir en su dirección. —No sé qué hiciste pero perdió la conciencia. Mandé a llevarla a una de las habitaciones del ala este. —Perfecto. —Kyros echó a andar pero un agarre en su brazo lo det
La ira en los ojos de Lieve era abrumadora para Kyros. Saber que por fin la había reencontrado pero que sin conocer el motivo, era una persona poco grata para su amada, resultaba doloroso. —¿Por qué? —Fue aquello lo único que pudo cuestionar el monarca. —¿En serio preguntas el porqué? —sonrió irónica Lieve. Para la joven omega escuchar aquella pregunta había sido casi ofensivo. ¿Cómo se atrevía a ser tan hipócrita? Quería volver a golpearlo, a pesar de que sabía que se había metido en grandes problemas y, posiblemente, al finalizar la tarde su cabeza estaría colgada en una estaca fuera del palacio. Había agredido al rey, seguro estaba a punto de sufrir la más terrible de las muertes, pero aún así no se detendría hasta sacar todo lo que llevaba dentro. Cerró con fuerza su puño, lista para propinarle otro golpe, mas sus intenciones fueron detenidas por el gruñido que emanó de su interior, seguida de aquella sensación de debilidad en las piernas y el mareo. Se trataba de Yue, luchand
Después de que el rey se marchara, Lieve se dejó caer sentada sobre la suave superficie de la cama. Estaba pasmada, todo lo que había sucedido en cuestión de pocos minutos, logró dejarla más allá de confundida. ¿Quién era ese rey que parecía saber tanto de ella? ¿Por qué Yue reaccionaba a él con tanto furor? Se pasó ambas manos por el rostro en un gesto de frustración. Fue entonces, que al mirar al suelo notó la corona que aún permanecía tendida sobre el mismo. Se agachó para recogerla y tomarla en sus manos. No conocía el metal negro del que estaba hecha, era increíblemente liviana a pesar de tener encrustadas varias piedras preciosas. La observó cuidadosamente para acercarla un poco más a su rostro y aspirar el aroma que desprendía. Tenía impregnada la fragancia de aquel hombre, era reconfortante. Se preguntó cómo se sentiría llevar la corona, saber que eras dueño y señor de un Imperio tan gigantesco y vasto como Rhevnar. Más que curiosidad en su interior nació algo de codicia
Después de aquella conversación, que para Lieve fue realmente confusa, el rey colocó nuevamente la corona sobre su cabeza, para regresar a sus aposentos. Lieve permaneció en la habitación durante el resto del día, cuando la noche se asomó, unas damas pertenecientes a la servidumbre del palacio, se encargaron de llevarle de comer deliciosos manjares, entregarle hermosas ropas e indicarle el lugar donde podría tomar un baño. Cuando ya era bastante tarde se asomó a la ventana, miró entonces en dirección al Distrito, aunque desde el palacio aquella área oscura parecía casi inexistente, ella sabía que estaba allí, en las sombras donde se hallaban condenados los suyos. Se sintió extraña, una noche antes miraba desde su ventana rumbo al luminoso palacio, ahora, estaba entre las paredes que tanto añoraba y sin embargo no sentía nada de alegría por ello. Al despertar y hallarse sobre aquella suave cama, con almohadas de pluma, se sintió algo fuera de lugar, como en un sueño, pero era rea
¿Era su cumpleaños? Sí, Lieve casi lo había olvidado, y le sorprendió que un desconocido pudiera tener grabada esa fecha. Ella no conocía lo que eran los días festivos, después de todo al haber crecido en el Distrito 0, cualquier festividad era un lujo que no podía permitirse. Así que después de que murieron sus padres, ella ignoró el día de su cumpleaños, dejándolo pasar como un día más del calendario, un día irrelevante en el que su edad adquiriría otro dígito; nada más. —¿Cómo sabe usted eso? —preguntó un tanto afligida. —Solo lo sé —respondió el monarca para regalarle una sonrisa de labios. —¿Puedo irme ya? —Lieve bajó la mirada, tratando de ocultar sus ojos llorosos. Ni ella misma sabía por qué se sentía así de triste, quizás era por la sorpresa, o por lo muy sensible que estaba en esos días. O tal vez le removió el alma que hubiese alguien que cada año plantara tan bellas flores en su honor. A pesar de que las intenciones tras ese gesto fueran desconocidas para ella, se