El silencio que se extendió entre ambos fue un vacío casi tangible, cargado de tensión y pensamientos no compartidos. Lieve seguía procesando las palabras de Kyros, aquellas que, aunque impregnadas de un romanticismo desconcertante, no dejaban de parecerle extrañas. Él, el rey, un alfa por derecho y linaje, hablándole con una calidez que parecía reservada para alguien cercano, alguien amado. Pero ella no era nada de eso. Ni siquiera se conocían más allá de esos encuentros fugaces que siempre dejaban más preguntas que respuestas. El comportamiento de Kyros rompía con todo lo que sabía sobre los alfas. Siempre distantes, altivos y revestidos por la arrogancia de su casta superior, los alfas trataban a los omegas como si fueran poco más que herramientas, prescindibles y desechables. En un mundo dividido por líneas sociales inquebrantables, Lieve, una omega y además una plebeya del Distrito 0, no era más que el polvo bajo los zapatos del imperio. Para cualquiera, ella sería invisible, pe
Lieve debía empezar a temer más por su propia seguridad que por cualquier otra cosa. Verenice ya no sería su única enemiga dentro del palacio; su camino pronto estaría plagado de rivales peligrosas y, posiblemente, de múltiples intentos de asesinato apenas disimulados. Las miradas de las otras omegas no dejaban lugar a dudas. Algunas tal vez no llegarían tan lejos, pero otras llevaban la audacia y la amenaza grabadas en los ojos. La tensión que se había apoderado de la sala era casi asfixiante, y solo se rompió cuando la profesora entró, imponiendo silencio con su sola presencia. La lección comenzó, obligando a las jóvenes a enfocar su atención en algo más que sus propios resentimientos y estrategias. Durante más de dos horas, la instructora se encargó de moldearlas en lo que se esperaba de ellas. Les enseñó la etiqueta en la mesa, la manera correcta de sostener los cubiertos, de elegir el adecuado para cada plato. Incluso ordenó que les sirvieran el desayuno para demostrarles cómo
Después del descanso, las lecciones presenciales terminaron, pero a las jóvenes les fueron entregados varios libros de un considerable grosor, que tendrían solo un par de días para dominar a la perfección. La mayoría trataban sobre la historia del reino, una forma de enriquecer la cultura general de las omegas a través del estudio. Todo habría sido un desafío manejable si no fuera por un detalle que golpeó a Lieve con la fuerza de un balde de agua fría: no sabía leer. Hasta entonces, su analfabetismo no había representado un problema. Diana se encargaba de indicarle sus horarios, permitiéndole ignorar las instrucciones escritas que le asignaban. Pero ahora, con esos tomos pesados en sus manos, la realidad la aplastaba. No podía pedirle a Diana que le leyera cada página, y mucho menos admitir su incapacidad ante los demás. Con tantas miradas sobre ella, buscando defectos y debilidades, no se permitiría el lujo de mostrarse vulnerable. Con el rostro impasible, aceptó los libros en
Lieve avanzó con cautela hacia el interior de la habitación, alejándose instintivamente de Kyros. No podía explicarlo con certeza, pero su sola presencia la envolvía de una manera que le resultaba imposible ignorar. El aroma del alfa, profundo y dominante, se infiltraba en sus sentidos, desatando un torbellino de emociones que no estaba lista para enfrentar. Por más que intentara convencerse de lo contrario, una sospecha comenzaba a instalarse en su mente: ¿podría él ser su pareja predestinada?No. No quería ni pensar en esa posibilidad.Ignoraba cada señal, cada indicio que el destino colocaba frente a ella, pero Kyros no tenía intención de permitirle seguir fingiendo. Él la observaba con la certeza de alguien que conocía una verdad irrefutable: el lazo que los unía era ancestral, irrompible. Ni siquiera la muerte los había separado en el pasado.—¿Va a elegirme? —su pregunta fue directa, sus ojos fijos en los de él, desafiantes—. Cuando llegue el momento, ¿seré yo la elegida o exist
Nota de Autora: Hola, un saludo. Antes de comenzar a leer me gustaría dejar esclarecidos algunos aspectos fundamentales de la trama que deberán conocer para comprender en su totalidad la historia. 1. Las jerarquías que conocemos dentro del género de hombres lobos, serán manejadas de manera diferente en esta historia. Ser Alfa, Beta u Omega, no solo serán rangos sino que serán características de nacimiento que le otorgarán a cada individuo un lugar en la sociedad. 2. Los alfas son la jerarquía menos común, así como los más poderosos, por ende son venerados, respetados y colocados en la casta más alta de la sociedad. Los betas son la jerarquía más común, la mayoría son personas comunes, ciudadanos promedios, uno que otro noble, y servidumbre de palacio. Los omegas son la jerarquía menos apreciada, usualmente nacer siendo uno se podría considerar una maldición, han sido discriminados, alejados de la sociedad y tratados como inferiores. 3. Aunque normalmente este género se maneja con
Ya era tarde esa misma noche, el cielo que hasta hacía unas horas lucía despejado, salpicado en estrellas, ahora se veía nublado por una infinidad de nubarrones negros, anunciando la llegada de una fuerte tormenta. El invierno había llegado, traía consigo un aire frío del norte que le brindaba a las noches una frescura ya casi intolerable. A pesar del furioso y helado aire que batía las ramas de los árboles y los arbustos de aquel jardín, el rey se encontraba allí de pie, afuera, frente a los veinticinco arbustos de camelias perfectamente podados y cuidados. Observando las bellísimas flores blancas que cuidaba como si fueran el más preciado tesoro. Su mente sin embargo estaba enfrascada en otra época, una antigua, tan antigua como él, aquella época en la que podía contemplar de cerca la sonrisa más hermosa que algunos ojos tuvieran la dicha de disfrutar. Pero eso había sido mucho tiempo atrás, pues el destino no fue bondadoso consigo y su amada. Una lágrima rebelde rodó por su meji
La mañana ya había llegado, después de lavar su rostro, Lieve salió de su pequeño cuartucho, justo a la salida del Distrito 0. Quizás esa era la única parte buena de su vida, estar en aquella zona le permitía poder divisar a la perfección en dirección a la gran ciudad capital y el castillo. Y desde las lejanías envidiar la vida que siempre le hubiese gustado tener. A pesar de la pobreza en la que había nacido, las ropas viejas y sucias, todo eso no era suficiente para tapar el porte de la joven omega. Su andar, su apariencia, su mirada, todo eso desprendía un aura refinada que era imposible que pasara desapercibida para los demás. Elegante, sutil, delicada, hermosa, como un cisne, así lucía Lieve Rosewind a los ojos de los demás, como si hubiese nacido en el seno de la más importante familia, como si fuese la mismísima reina de Rhevnar. Claro está, eso era imposible. Si bien en toda la historia de Rhevnar como país, como imperio, no constaba jamás el nombre de ninguno de sus monarca
El día había llegado, aquel momento esperado por muchos. La selección de los marcados significaba una esperanza para muchos omegas, principalmente aquellos que provenían de lo más bajo de la sociedad, aquellos como Lieve. Las mañanas en el palacio solían ser muy tranquilas, sin embargo aquel día el bullicio que provenía de la entrada retumbaba por cada corredor y salón dentro del colosal amurallado. Incluso llegaba a oídos del monarca, que como cada día a esa hora, se hallaba en el ala este, firmando algunos decretos reales y revisando todas las asignaciones que le eran llevadas. A pesar de jamás abandonar el palacio y de por sí nunca salir del ala este, donde permanecía prácticamente prisionero, Kyros no se libraba de todos los quehaceres que le eran otorgados, después de todo era el rey del gigantesco Imperio de Rhevnar. Había gobernado por tantos años que después de los primeros cien perdió la cuenta, el tiempo se volvió para él como cadenas dolorosas que se ataban a su cuello, a