En una noche oscura, una bruja llamada Esmeralda corría por el bosque con lágrimas corriendo por su rostro. Su esposo planeaba matarla, y ella huía desesperadamente con su hija recién nacida en brazos. Querían darle muerte porque ella, esposa de un brujo, había dado a luz a una híbrida, mitad bruja y mitad loba. Meses atrás, Esmeralda había sido atacada por un lobo y quedó embarazada, pero mantuvo el secreto. Cuando su esposo regresó de una misión, se sorprendió al encontrarla encinta. Aunque dudó, permitió que el embarazo siguiera su curso. Al nacer la niña, su esposo decidió matarlas a ambas. Esmeralda, con su hija en brazos, llegó a un claro en el bosque y, entre sollozos, clamó a la diosa Luna por la vida de su hija. En ese momento, su esposo la alcanzó y la mató con un hechizo. Sin embargo, cuando intentó atacar a la bebé, esta desapareció misteriosamente.
Leer másArthur no había dicho nada desde que cruzó la puerta, pero sus ojos lo decían todo. Me miraba con esa intensidad que siempre me hacía sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, me hacía querer estar más cerca de él.Nuestros cuerpos seguían pegados, nuestras respiraciones seguían entrecortadas después del beso desesperado que nos habíamos dado. No había ninguna barrera entre nosotros en ese momento; estábamos completamente entregados el uno al otro, como si el mundo entero hubiera dejado de existir más allá de las paredes de mi habitación.Arthur me miraba fijamente, sus ojos verdes reflejaban algo más que deseo. Había un tipo de cariño que rara vez mostraba, algo que normalmente ocultaba detrás de su arrogancia y su actitud controladora. Esta vez, sin embargo, no había rastros de la frialdad que solía mostrar. Parecía haber una suavidad en su mirada, una calidez que me hacía sentir segura y querida.—Emily... —susurró, apenas audible en la quietud de la habitación.—Arthur —respondí, t
★ EmilyEl sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de un anaranjado suave, señal de que el día estaba llegando a su fin. Mis piernas temblaban ligeramente mientras me apoyaba en la pared de piedra del granero, respirando con dificultad. La última serie de golpes que Viktor me había pedido realizar había sido particularmente difícil. Aunque disfrutaba entrenar con él, mi cuerpo ya no podía más.—Viktor —dije, interrumpiendo sus instrucciones—, ¿podemos tomar un descanso? Estoy agotada.Él me miró por un momento, evaluando mi estado. No era la primera vez que me quejaba, pero esta vez parecía notar lo cansada que realmente estaba. Asintió lentamente.—Claro, Emily. Descansa hoy y mañana continuamos con el entrenamiento.Le sonreí con alivio. Viktor había sido comprensivo, aunque a veces demasiado exigente. Lo vi alejarse hacia el otro lado del campo de entrenamiento y me dejé caer en el suelo, disfrutando de la frescura del césped bajo mis manos. El silencio a mi alrededor era calma
★ ArthurMe alejé de la escena con pasos pesados, incapaz de soportarlo más. Emily y Viktor seguían con su entrenamiento, y ver cómo él se acercaba a ella encendía algo oscuro en mi interior.¿Por qué ella insistía en estar cerca de él? Lo odiaba. Mis manos se cerraron en puños, forzándome a dar media vuelta para no destrozar a ese imbécil en el acto.Me interné en el bosque, dejando que el silencio envolviera mis pensamientos mientras trataba de calmar la furia que ardía en mi pecho. Emily era distinta; no se sometía a mi voluntad como los demás. Ese desafío suyo era, al mismo tiempo, un imán y una tortura. Mi mente exigía posesión, pero ella parecía inmune a esa idea. Y eso me volvía loco.Mis pies, sin darme cuenta, me llevaron al despacho de Damien. Lo encontré saliendo de la casa, con la misma expresión sombría de siempre. Nuestra relación no era la mejor, pero compartíamos cierta historia. Caminamos en silencio un rato, ambos sumidos en pensamientos que preferíamos no decir en v
Todos nos dirigimos al gran salón donde Aria dió la orden de que Viktor enseñaría a Aria a manejar su lado lobuno ya que era uno de los mejores y eso me irritaba.El aire denso a mi alrededor no hacía más que exacerbar la sensación de incomodidad que recorría mi cuerpo. Todo en mí quería protegerla, mantenerla lejos de cualquier peligro, incluso aunque eso significara alejarla de los demás. El solo hecho de pensar en Víktor enseñándole cualquier cosa a Emily hacía que la sangre me hirviera. ¿Quién demonios se creía para tocar lo que es mío?Cuando todos finalmente se dispersaron del gran salón, sentí el alivio momentáneo de no tener a nadie más cerca de ella. Emily se acercó a mí, con esa sonrisa juguetona que siempre llevaba, pero había una chispa en sus ojos que delataba curiosidad.—Arthur, ¿quién es Aria para mí aparte de la diosa luna? —preguntó de repente, su tono era ligero pero firme.—En tu vida pasada... —empecé con dureza, sin mirarla directamente—, Aria era tu mejor amiga.
La niebla de la mañana se había disipado a lo largo de nuestro camino a la reserva, pero las sombras aún se aferraban al paisaje, como una extensión de mi poder. Acariciaban cada rincón de este maldito lugar. El aire fresco rozaba el rostro de Emily, haciendo que su cabello pelirrojo se meciera al viento, como si fuese un fuego vivo e indomable. No podía apartar la mirada de ella: su piel clara, salpicada de pecas, parecía resplandecer bajo la luz tenue, y sus ojos verdes irradiaban vida y desafío.Emily era mía.Lo sabía con cada fibra de mi ser. Esa certeza me quemaba en lo más profundo, especialmente cada vez que me desafiaba con una mirada o una palabra afilada de esos labios que había besado con tanto fervor la noche anterior.Todavía sentía el calor de su cuerpo contra el mío, el aroma de su piel flotaba en el aire, y una necesidad urgente se agitaba dentro de mí, pidiendo más. Pero sabía controlarme… excepto cuando alguien intentaba interponerse en mi camino. Entonces, mi pacie
La risa de Emily resonó en la cocina, siendo un sonido suave pero contagioso que logró atravesar la tensión del momento. Antes de que pudiera reaccionar, ella me metió una cucharada de nieve en la boca, sus ojos brillaban con picardía mientras yo la observaba, atónito. El frío intenso del helado se mezcló con el calor de sus labios aún latente en mi lengua. Era tan frustrante como cautivador.—¿De verdad? —murmuré, con la boca llena de nieve, intentando no sonreír.Emily soltó una carcajada, alejándose un paso de mí, su risa ligera llenaba el espacio. Sabía que estaba jugando conmigo, pero lo hacía de una manera que me provocaba querer jugar también.—Te ves ridículo con esa expresión —se burló, sus ojos chispeaban de diversión.No le di tiempo para escapar. Con un rápido movimiento, la tomé por la cintura y la alcé, sus ojos se abrieron de par en par en un principio, pero pronto se cerraron cuando la deposité sobre la barra de la cocina. Me incliné hacia ella, mi rostro estaba peligr
★ ArthurCon una sonrisa ladeada, observé la marcha de Emily. El sabor de sus labios aún quemaba en los míos, y mi mente seguía atrapada en el deseo que había sentido en cada beso. A pesar de su abrupta retirada, sabía que no había terminado entre nosotros. El aire entre nosotros todavía chisporroteaba con la intensidad de lo que acababa de suceder. Pero antes de que pudiera seguirla, algo llamó mi atención.El toque insistente en la puerta interrumpió mis pensamientos. Gruñí suavemente, dejando que la molestia creciera dentro de mí. No había nada que me enfureciera más que ser interrumpido, especialmente en un momento como este. Me levanté de la cama con movimientos deliberadamente lentos, dejando que mi cuerpo recuperara el control de cada músculo antes de dirigirme hacia la puerta.Cuando abrí, mis ojos se estrecharon al ver a Lucian, parado en el umbral con una expresión tensa en su rostro.—¿Qué diablos quieres, Lucian? —le espeté, mi voz goteaba impaciencia.—Señor... —Lucian v
★ Emily El aire a mi alrededor se sentía cargado de una tensión que no era solo de cansancio por la batalla. Mientras Arthur y yo permanecíamos allí, en esa pequeña habitación apenas iluminada, me di cuenta de que mi corazón latía con una mezcla de emociones que no lograba identificar del todo. Las cicatrices de la batalla todavía dolían, pero lo que sentía ahora dolía mucho más, y de una manera completamente distinta. Él me miraba de una forma que jamás había experimentado. Como si cada uno de mis movimientos le perteneciera, como si el simple hecho de que estuviera respirando en ese espacio fuera bajo su permiso. Me ponía nerviosa, claro, pero había algo más. Algo que me hizo olvidar por completo quién era él y qué significaba para mí hasta hace unas horas. No era solo el rey de los brujos. Era Arthur. Y, en algún retorcido rincón de mi mente, sentía que era mío. El silencio entre nosotros era ensordecedor, pero no incómodo. No necesitábamos palabras en ese momento. Era como si nu
Días después. El amanecer aún estaba distante cuando Lucian entró en mi despacho, sus pasos firmes resonaban en el silencio que solo la oscuridad conoce, pero mi mente estaba a años luz de allí. Todavía podía sentir el fantasma de Emily, su presencia impregnada en el aire que respiraba, su risa vagando en mis pensamientos. Esa maldita pelirroja me tenía atrapado en una red de deseo y necesidad que ni siquiera mis poderes podían deshacer. Y lo peor de todo es que, aunque lo odiaba, lo disfrutaba.—Arthur —dijo Lucian, cortante como el filo de una espada—. Tenemos un problema.Lo miré con frialdad, apartando a Emily de mi mente por un instante. No había espacio para distracciones. No ahora.—Habla —ordené, inclinándome hacia adelante en mi asiento.—Hemos recibido información sobre un grupo de esclavistas. Están trabajando con brujos renegados, sellando sus poderes para venderlos como mercancía. —Su rostro estaba tenso, con la ira burbujeando justo bajo la superficie—. Esto es más grand