#Amor prohibido #De odio al amor #Romance oscuro #Venganza #Millonario Karina White es una esposa complaciente, criada bajo reglas arcaicas y machistas. Su mundo giraba en torno a su esposo, Williams. Pero todo cambia cuando este le entrega los papeles de divorcio tras problemas de fertilidad por parte de ella. Williams planea quedarse con la herencia que le corresponde a Karina y la empresa de su padre. Ella sabe que no puede ganar esta guerra sola porque no posee conocimientos del mundo empresarial, ya que las mujeres no son aptas para manejar negocios (según los hombres de su vida) Karina quiere recuperar su matrimonio, mas no por amor. Piensa que no tiene salida y que su único propósito es servir a su marido. Hasta que conoce al infame empresario Austin Cooper. Odiado por muchos, amado por nadie. Es el enemigo mortal de Williams, cuyas razones de enemistad desconoce Karina. Al descubrir la traición de Williams, decide vengarse de la mejor manera; seduciendo al rival de su esposo, metiéndose en su cama y entre sus sábanas. Austin hará lo posible por robarse aquella mujer para que permanezca a su lado. Pero, ¿por qué está tan interesado en ella? ¿La quiero por venganza, placer, amor?
Leer más••Narra Karina•• Mis laditos aumentaban entre la expectación crecía. Sus ojos avellanas me penetraban sin contemplación. Me veía como una presa de primera calidad que no estaba dispuesto a dejar escapar. ―No podemos casarnos, no te conozco. Quiero casarme por amor no por venganza. ―Podemos conocernos. Tenemos mucho tiempo para conocernos ―insistió. No podía negar que desde que lo vi quedé anonadada por su atractivo y que me ayudara, cuidara y preocupara por mí solo aumentó mi interés. Sus dedos tocaron la línea de mi clavícula. ―Te sientes atraída por mí ―declaró y no lo pude negar. Le permití indagar en mi boca, repasar mi cuerpo, desnudarme. Y si me lo hubiera pedido, hubiera dejado que me hiciera suya si lo pedía.―Tú también. ―Pero no soy yo quien se resiste.―Que raro, porque fuiste tú el que se apartó mientras nos… ―repliqué. ―¿Lo has hecho alguna vez? Mis mejillas se sonrojaron. ―No. ―¿Y si te lastimo? ―susurró―. Y si hago algo que no te gusta y eso provoca que te
••Narra Austin•• Después de subirle la maleta a Karina, me encontré con otros dos guardias distintos con gesto severo y una expresión que decía: de nuevo tú causando problemas. En menos de veinte minutos, mis padres estaban sermoneándome. ―¿Cómo se te ocurre pegarles a los empleados? ¿Quieres que nos enfrentemos a una demanda? ―La voz de mi madre resonaba en la oficina. ―Esos incompetentes estuvieron a nada de asesinar a una chica ―A mi Karina, para ser específicos―. La estaban asfixiando en la cama. ¿Hablaron con la señora de la limpieza? Ambos se miraron, confundidos. ―¿Qué señora de la limpieza? ―Intervino mi padre―. Sánchez y Pérez llegaron aquí acusándote de haberlos golpeado. Y la nariz sangrante de Sánchez nos impidió contradecirlo. ―Una de las chicas de servicio observó todo. Inclusive cuando fueron muy bruscos con Ka… con la muchacha ―Me corregí. ―¿Y qué pasó con la jovencita? ¿Está bien? ―preguntó mi madre, con honesta preocupación. Mi madre era sensible con l
••Narra Austin•• Me metí en el pasillo por el que se perdió Karina y los guardias de seguridad. Seguí los pasos a las escaleras de servicio y vi las figuras de los guardias unos pisos más arribas. Subí escalón tras escalón. En el cuarto piso, la puerta que daba al interior de los pasillos estaba abierta. Ya no los veía, pero iba dónde el rastro me llevaba. Era como una película de acción. Disminuí el ritmo al entre en la sección de pasillos. El área estaba muy tranquila. A lo lejos, visualice un carrito de limpieza volcado, una señora de servicio aterrorizada viendo una de las puertas abiertas de las habitaciones. Sumé dos más dos y me dio cuatro. Entré y la escena activó en mi cerebro una parte cruel y despiadada que no sabía que poseía. Era una sección de mi mente que exigía ver a los guardias sufriendo y disculpándose entre sollozos por ponerle las manos encima a Karina. ―¿Qué creen que están haciendo? ―gruñí. Karina estaba en la cama, con la parte superior de su cuerp
••Narra Austin••―¿Me gustaría saber que pasaba por tu mente al hacer tal atrocidad? ―hablaba mi madre con severidad. Sus ojos avellanas, iguales a los míos, me perforaban con enfado e intriga. ―Solo fue un poco de gelatina, no es para tanto. Pensé que a los huéspedes les parecería divertido y una innovación para el hotel ―dije mientras jugueteando con mi reloj. Ya habían pasado más o menos veinte minutos desde que mi madre y mi padre se les ocurrió sermonearme. ―¿Por qué creíste que a los huéspedes les gustaría encontrar el jacuzzi del hotel cubierto de gelatina roja? ¡Pensaron que era sangre! ―Intervino mi padre―. Santo cielo, casi metes al hotel en un pleito policial. Deberías preocuparte más por mantener en pie nuestros negocios que en un futuro serán tuyos y de tu hermana. No me interesaba manejar la herencia Cooper ni todas las responsabilidades que conllevaba. Quería una vida pacífica, lejos del caos y el estrés de la oficina. ¿Por qué debo preocuparme por terrenos y pr
―No lo autorizo, no lo apruebo ―dije con rabia. ―La decisión ya está tomada. Es lo mejor para tu futuro ―Mi padre habló con firmeza―. Este matrimonio fortalecerá nuestro imperio. ―¡No soy una yegua de cambio! ―grité, arrojando un cojín al suelo. No estaba dispuesta a casarme con un desconocido, a dejar mi vida de lado, mi carrera, mi sueño. A compartir cama con un hombre que solo me veía como un intercambio de negocios. ―No te estoy preguntando, solo te informo. Mañana temprano te harás unos exámenes médicos importantes. Necesitamos confirmación de tu himen. ―¿M-mi himen? ―Se me revolvió el estómago. Me revisarían como si fuera un objeto, un juguete. Mi propio padre me estaba tratando como si fuera menos que una persona.―No me haré ningún examen. No me casaré con nadie ―proclamé como un mantra―. No le entregaré mi virginidad a alguien que no amo. Suspiró con irritación. Sus ojos me penetraron, implacables y carentes de amor. ¿Este es el mismo hombre que me arrullaba de p
Tomamos un avión y volvimos a la ciudad dónde nuestro amor prosperó en tan poco tiempo. ―¿Vamos a vivir aquí? Negó con la cabeza. ―No. Viviremos en nuestro país natal, ahí tendremos a nuestro bebé y lo criaremos en la casa era de mis padres. Así es como siempre debió ser. Me hubiera gustado vivir cada año de mi vida ahí, pero las circunstancias me obligaron abandonar mi hogar temporalmente. Pensaba que Austin no tenía ningún sentimiento albergado por su país de origen, que simplemente no le interesaba más que para vengarse y producir dinero en el futuro. Que equivocada estaba. Austin amaba su país, lo extrañaba y fue obligado alejarse por su propio bien. Las pocas veces que visitaba el país era un caos dónde su vida peligraba. ―Pero este país siempre será nuestro lugar. Siempre lo será. Los momentos más preciados de nuestra juventud ocurrieron en este país. El destino decidió que nos uniéramos aquí; en este país compartiste tus vulnerabilidades, me expresarte tus preocupaciones
Ese día no lo visité. Austin no respondió; no se negó pero tampoco aceptó. Ese día fuimos al hospital ya que me encontraba un poco mejor para salir de casa. Mi bebé y yo estábamos bien, solo necesitábamos descansar, mantenernos calentitos y evitar los alimentos fríos. Austin estuvo a mi lado, Maya estuvo a mí lado; vino a quedarse con nosotros por unos días. Me ha ayudado mucho, cuando no me está vigilando Austin, lo hace ella. Algo en sus ojos le da un brillo maternal. Me mira con dulzura.―Te dije que tu bebé es fuerte. Mira por todo lo que pasó y sigue contigo. No sabía que decir a eso, porque era verdad. Mi bebé era fuerte. Tuve infinidad de ocasiones para sufrir un aborto y gracias al cielo no pasó.―Tú eres fuerte ―añadió. Miré la barriga de Maya,
••Narra Karina••Escuchaba voces. O mejor dicho, escuchaba una voz. Era mi esposo, hablaba con la calidez y el miedo fundiendo su voz. Me recordaba lo mucho que lo amaba, me suplicaba que no lo abandonara, me exigía que luchara por él y nuestro bebé. Me relataba historias de nuestra juventud, las canas verdes que le sacamos a sus padres por nuestras ocurrencias. Las conversaciones eran intermitentes. Supongo que me dormía, porque hablaba de un tema y cuando volvía a mis sentidos estábamos en medio de otro tema. Quería responderle, aplacar su sufrimiento, consolar su corazón herido, mas mis ojos se negaban abrirse y mi boca a moverse. Podía sentirlo todo. Sus manos sobre las mías, sus suaves caricias en mis mejillas, sus dedos jugueteando con mi cabello. Sus labios contra los míos. Su mano sobre mi vientre. Sus lágrimas mojando mi rost
••Narra Austin••Estas escaleras no fueron hechas para transportar a una persona inconsciente. La cambié de posición y me la eché en el hombro con sumo cuidado.―Tranquila, pequeña ―Jadee mientras subía la escalera de mano―, unos escalones más y habremos salido de los túneles. Todo estará bien. No me importaba que no respondiera, yo sabía que podía escucharme. Aparté la idea de que estuviera… Ignoré por completo sus labios morados, su piel tan blanca como el papel y su pecho que subía y bajaba con una lentitud preocupante. Salimos y la deposité en el suelo. Su rostro no se movía ni un centímetro. Mis temores más grandes me atacaron. Pegué mi oreja en su pecho. No escuché nada. Sentía que mi corazón estaba siendo torturado lenta y dol