Austin invadió mi boca, introduciendo su lengua, causándome escalofríos. Intenté defenderme, pero entre más jugaba con mi lengua, más me costaba alejarme. Ese sabor tan culposo como placentero estaba ganando la batalla. No me dejaba descansar y tampoco quería que lo hiciera. Fue dominante, posesivo. Siempre controló el juego. Mis manos fueron a su pecho, me propuse apartarlo y no lo logré. Sus músculos se notaban apretados contra mis manos. No podía respirar, la cabeza me daba vueltas, el vientre me hormigueaba, mis emociones me traicionaban, al igual que todo mi cuerpo. ¡Estaba casada! ¡Quería recuperar mi matrimonio! ¡Debía serle fiel!¡No podía tener una aventura siendo una mujer casada!¡No podía traicionar a mi esposo! Mis pensamientos se convirtieron en humo. Mi cuerpo no obedecía. En algún punto terminamos contra la puerta del baño. Sus manos viajaron por mis piernas desnudas, para luego tocar zonas indebidas que estaban cubiertas por la ropa. No podía negarlo, mi zo
Entré a paso firme. Mi mirada fue directo al hombre sentado frente a un escritorio, con su cabeza enterrada en unos papeles. No me molesté en ver las paredes de cristal, para evitar desmayarme. ―Padre ―anuncié. ―Te estaba esperando ―dijo sin levantar la vista, pero pude notar como comenzó a escribir más rápido para prestarme atención. Nunca dejaba un papel a la mitad, debía terminarlo y luego es que hablaba. Y efectivamente, Williams le contó a mi padre. Esto era un trato de negocios, es normal que lo hiciera. Pero me molestaba, ya que lo mostraba muy decidido. Una vez que terminó, soltó el lápiz y levantó su cabellera rubia canosa. A diferencia mi persona, él si era rubio natural. Yo no. Me pintaba el cabello desde hace varios años, es que me hacía parecer más su hija de ese modo. Apenas que un mechón negro se comenzaba a notar, no tardaba en echarme tinte. Miré el rostro de mi padre, esperando divisar la molestia y la decepción en sus ojos café, pero encontré calma y tranqu
Transcurso del día siete desde que recuperamos nuestro matrimonio (antes de la tragedia): Me dormí a las una de la madrugada. Tuve un sueño espeso, tan vivido y al mismo tiempo, tan extraño. No tenía sentido, eran pequeños fragmentos de segundos. Era como si me pusieran escenas al azar, repartidas como un rompecabezas que necesitaba armar. Aunque ese no era el problema; todo lo veía borroso. Como si fuera una sección de mi cerebro que estaba bajo mantenimiento. Mi maleta estaba hecha un desastre… No había nadie ahí, pude sentir rabia y furia. Tiraba cosas dentro de la maleta. Era… ¿Era yo? ¡Eran mis manos! La escena cambiaba. Un día sombrío en la playa, una playa que desconocía, pero ahí estaba. Pude escuchar truenos, la piel se me erizó. La escena cambiaba. Oscuridad, seguida de música. Era un grupo musical, pero no sabía cuál. ¡No! Si lo conocía. Mis huesos recordaban la melodía, pero mi cerebro no. La he escuchado en algún lado, pero, ¿dónde? La escena cambiaba. El tors
Esperé, esperé y esperé, y seguí esperando. Pensé que en algún momento vendría a decirme que fue un ataque de ira, a pedirme disculpa por tal comportamiento, o siquiera vendría a dormir, pero no. Estuve hasta la madrugada gritando y pidiendo ayuda, ningún sirviente se dignó abrir la puerta. Williams se los debió de haber ordenado. Nadie vino a traerme la cena. Cuando perdí la esperanza, me dio un ataque de ira; destruí todo lo que había en la habitación. Tiré los objetos al piso, las almohadas, las sábanas, los adornos, los cuadros en la pared. Convertí la habitación en una escena del crimen. Ya para ese entonces la cabeza me martilleaba y el tic nervioso se adueñó de mi ojo. No pude dormir, aunque ni lo intenté. Estaba muy ocupada rompiendo una a una las prendas de Williams. No lo iba a negar, lloré. No por su infidelidad, sino por miedo, miedo a no saber de qué sería capaz. Ya me encerró, la pregunta era: ¿por cuánto tiempo? Necesitaba escapar. Lastimosamente, estaba en un s
Caí sobre mis talones, perdí el equilibrio y mi culo terminó en el suelo. El sonido fue leve debido al césped, pero no me arriesgué a tomarme el tiempo de calmarme. Corrí. La adrenalina tomó el control y no sentí dolor alguno, ni cansancio. Mis pies no se detenían. Escuché los gritos de uno de los guardias que de seguro me vio huir, pero eso no me detuvo. Al contrario, aceleré el paso. Iba por la calle, me crucé con personas y carros, mas no me detuve. Pude pedirles ayuda a alguien pero no estaba razonando. La energía que recorría mi cuerpo estaba a mil, era como si el oxígeno no llegara a mi cerebro. Me metí en un centro comercial, esquivé a las personas. Por suerte, estaba lleno. Logré despistarlos. Llegué al tercer piso del centro comercial y al saber que ya no estaba en peligro, mis piernas me comenzaron a pesar. Sentí los tobillos flojos y los muslos me palpitaban. Me senté en las escaleras, o me dejé caer, mejor dicho. Separé mis piernas y puse mis antebrazos en mis rodillas
•••Narra Austin••• La entrevista salió tal y como yo quería, me veía como el príncipe encantador y coqueto que las personas creían que era por mi apariencia. No era una amenaza, no me veían como tal. Muchos me odiaban, pero en mi defensa, era un pobre chico que perdió a sus padres a una temprana edad y se negaba alterar y vender los terrenos para que prevaleciera su memoria un poco más de tiempo. Expliqué la razón de mi decisión, por mis padres, el dolor. Creían que la única razón por la que no he vendido ni puesto en funcionamiento las propiedades del país era porque no estaba preparado para ello. No iba a negar que tenían un significado emocional para mí, pero eso era secundario. Quería venganza. No permitiré que este país se movilice, avance, no hasta que esté seguro que los culpables de la muerte de mis padres no saquen ningún beneficio de ello. Con las manos en los bolsillos, me dispuse a salir del edificio a paso veloz. Pude escuchar el resonar de unos tacones detrás de m
Luego de un largo minuto que sentí como horas, la solté. Me sentía como el joven de hace cinco años. ―¿Sabe qué le pasó? ―preguntó uno de ellos mientras la subían a una camilla.―Se desmayó. Simplemente cayó. Se golpeó la cabeza al caer ―respondí con rapidez. La revisaron de pies a cabeza, vieron sus signos, le tomaron la tensión.―¿La paciente está embarazada? ―¡No! ―¿La paciente está en etapa de lactancia?―¡No! ―¿La paciente a consumido alcohol o droga, cualquier sustancia psicotrópica?―¡Por Dios, no! A Karina ni siquiera le gusta el alcohol, mucho menos se drogaría. ―¿Conoce el historial de la paciente? ―Tantas preguntas me mareaban, pero le agarré el hilo―. ¿Sufre algún trastorno, condición genética, ha pasado por alguna cirugía?―Hace cinco años tuvo un accidente automovilístico; sufrió una lesión cerebral que le causó amnesia. Hasta el día de hoy a sufrido de dolores de cabeza debido al estrés constante en su vida. Su familia no le permite medicarse y ni siquiera la d
―En los exámenes de sangre los Leucocitos están bajos, lo que significa que sus defensas también. Está expuesta a contraer enfermedades con más facilidad que los demás. Necesitamos subir eso. ―Entiendo. Procesé sus palabras con rapidez. ―Pero, los exámenes de sangre no son el problema, el ultrasonido tampoco. Está en orden. Levanté una ceja. ―¿Entonces? ―Por fin tuve una excusa para poder ver el historial detallado de Karina. Antes estaba clausurado, pero al traerla por urgencia, logré conseguirlo. Sacó una hoja larga. ―Tú me habías dicho que sufría de amnesia disociativa, por el trauma del accidente automovilístico, pero no es así. Le diagnosticaron amnesia retrograda por lesión cerebral. Lo miré, confundido. Por alguna razón estaba emocionado por su hallazgo. ―¿Cuál es la diferencia?―Austin ―Me habló con calma―. Todo estos años creías que no te recordaba porque sufría amnesia disociativa y tú formabas parte de esos traumas. Por eso te olvidó. Pero no es así.―Pero, a el