•••Narra Austin••• La entrevista salió tal y como yo quería, me veía como el príncipe encantador y coqueto que las personas creían que era por mi apariencia. No era una amenaza, no me veían como tal. Muchos me odiaban, pero en mi defensa, era un pobre chico que perdió a sus padres a una temprana edad y se negaba alterar y vender los terrenos para que prevaleciera su memoria un poco más de tiempo. Expliqué la razón de mi decisión, por mis padres, el dolor. Creían que la única razón por la que no he vendido ni puesto en funcionamiento las propiedades del país era porque no estaba preparado para ello. No iba a negar que tenían un significado emocional para mí, pero eso era secundario. Quería venganza. No permitiré que este país se movilice, avance, no hasta que esté seguro que los culpables de la muerte de mis padres no saquen ningún beneficio de ello. Con las manos en los bolsillos, me dispuse a salir del edificio a paso veloz. Pude escuchar el resonar de unos tacones detrás de m
Luego de un largo minuto que sentí como horas, la solté. Me sentía como el joven de hace cinco años. ―¿Sabe qué le pasó? ―preguntó uno de ellos mientras la subían a una camilla.―Se desmayó. Simplemente cayó. Se golpeó la cabeza al caer ―respondí con rapidez. La revisaron de pies a cabeza, vieron sus signos, le tomaron la tensión.―¿La paciente está embarazada? ―¡No! ―¿La paciente está en etapa de lactancia?―¡No! ―¿La paciente a consumido alcohol o droga, cualquier sustancia psicotrópica?―¡Por Dios, no! A Karina ni siquiera le gusta el alcohol, mucho menos se drogaría. ―¿Conoce el historial de la paciente? ―Tantas preguntas me mareaban, pero le agarré el hilo―. ¿Sufre algún trastorno, condición genética, ha pasado por alguna cirugía?―Hace cinco años tuvo un accidente automovilístico; sufrió una lesión cerebral que le causó amnesia. Hasta el día de hoy a sufrido de dolores de cabeza debido al estrés constante en su vida. Su familia no le permite medicarse y ni siquiera la d
―En los exámenes de sangre los Leucocitos están bajos, lo que significa que sus defensas también. Está expuesta a contraer enfermedades con más facilidad que los demás. Necesitamos subir eso. ―Entiendo. Procesé sus palabras con rapidez. ―Pero, los exámenes de sangre no son el problema, el ultrasonido tampoco. Está en orden. Levanté una ceja. ―¿Entonces? ―Por fin tuve una excusa para poder ver el historial detallado de Karina. Antes estaba clausurado, pero al traerla por urgencia, logré conseguirlo. Sacó una hoja larga. ―Tú me habías dicho que sufría de amnesia disociativa, por el trauma del accidente automovilístico, pero no es así. Le diagnosticaron amnesia retrograda por lesión cerebral. Lo miré, confundido. Por alguna razón estaba emocionado por su hallazgo. ―¿Cuál es la diferencia?―Austin ―Me habló con calma―. Todo estos años creías que no te recordaba porque sufría amnesia disociativa y tú formabas parte de esos traumas. Por eso te olvidó. Pero no es así.―Pero, a el
•••Narra Karina••• Los ojos me pesaban, mas necesitaba abrirlos. Sentía los labios resecos al igual que la garganta. Mi cuerpo parecía rellenado con plomo. Abrí los ojos, deslumbrándome con una luz blanca. Me desmayé. Sí, lo recuerdo, caí en medio de la calle. La cabeza me dolía, pero no era el dolor habitual en el interior, este era causado por un golpe. Pasé la mano por mi cabeza, palpando delicadamente el chichón debajo de los mechones de cabello. Me sobresalté al distinguir unos ojos avellanas frente a mí. No sé de dónde saqué la fuerza, pero me senté de golpe. ―No te muevas de esa forma ―habló con seriedad. Sus manos fueron a mis hombros, sosteniéndolos con firmeza. Me obligó recostarme, me sorprendió la delicadeza con lo que lo hizo pese a su agarre. Aún me sentía desorientada, así que no discutí. Un hombre estaba detrás de él, calculaba que estaba entre sus treinta. Se mantuvo distante. No decía nada. No tardé en darme cuenta que era un hospital. ―¿Cómo te sient
Su declaración provocó que me relamiera los labios. Se acercó a mí a paso lento. ―Y yo no conozco nada de ti ―declaré. ―Eso se puede resolver. Pasó su mano sobre mi bata, por mi columna vertebral, causándome escalofrío. Entendí sus palabras, capté lo que quiso decir, su insinuación. Pensé en lo que había hecho Williams, como me engañó a pesar de volver a restaurar nuestro matrimonio. No fue durante nuestro intento de divorcio, fue en medio de nuestra desabrida reconciliación. Si él puede tener una amante, yo también. Miré sus labios carnosos. Sé que intuyó mi mirada, porque su mano viajó de mi columna a mi cintura y me tomó con firmeza, acercándome a él. Antes de que pudiera hacer algo de lo que me podría arrepentir o disfrutar demasiado, la puerta se abrió. El hombre treintón y chismoso entró como una tormenta categoría cinco. Austin giro su cabeza, enfadado. Lo vi apretar los dientes. Antes de que el susodicho lo despidiera, el hombre dijo:―El señor Williams White es
Me acosté en el sillón de la sala. No podía negar que se me hacía fácil sentirme cómoda en aquel lugar, pero no era mi casa. Austin se sentó frente a mí, dejando una bandeja con dos jugos de naranja.―Le pedí a la cocinera que preparara algo ligero para desayunar. Tomó su jugo. Esperé que tocara el tema, mas no lo hizo, así que yo tampoco lo saqué. Ya tomé una decisión y no necesito consultársela a nadie, y mucho menos esperar su aprobación. Hace unos días quería recuperar mi matrimonio; hoy solo quiero destruirlo. ―No he visto a ningún empleado hasta los momento, ¿cómo lo haces?―Se quedan en la casa de al lado. Son dos propiedades en una. Su tarea es mantener limpia la casa mientras no estoy, luego pueden irse a la otra casa hacer lo que quieran. Claro, cuando yo estoy aquí, se encargan de la comida. ―¿Mantienes así todas tus propiedades? ¿No estás perdiendo dinero por tener que pagarle a las personas por mantener tantos lugares que no te dan ninguna remuneración económica?
Como si hubiera despertado a un león hambriento, me tomó por la parte posterior de los muslos y me levantó. Caminó conmigo en sus brazos. Sus labios rozaron los míos, mas no me besó. Pero esa simple caricia hizo que se me erizara todo el bello del cuerpo. Me lanzó sobre la cama, dejándome justo en el centro. Lo miré desde mi posición, se veía poderoso, deseoso, dominante. Yo lo quería, pero no sabía cuanto tiempo pensaba torturarme. Presioné mis rodillas, para calmar aquel insaciable deseo. Jaló uno de mis tobillos.―Deberías tener cuidado con lo que pides. No me culpes si no eres capaz de aguantar ―Me desafió. Tiró de mis piernas hasta que estas sobresalían de los bordes de la cama. Sin dudarlo, bajó mi ropa interior, quitándomela. Ahora solo tenía la falda blanca. Se metió entre mis muslos, logrando sonrojarme. Podía sentir su cálido aliento sobre mi clítoris. Me avergonzaba el hecho de estar desnuda frente a otro hombre, en especial en esta situación tan íntima. No porque sin
Se quedó quieto, no movió su cuerpo ni un centímetro. Me di cuenta que estaba esperando que respondiera.―Sí, ve despacio ―dije en un hilo de voz. Y por fin mi cerebro pudo procesar la información: Iba a tener sexo con Austin. Iba a sentir dentro de mí a otro hombre, y por desgracia de Williams; admito que por primera vez iba a estar con un hombre que me excitaba. Lo pude sentir en la entrada de mi vulva. Despacio, fue introduciéndose en mi interior. El vientre me hormigueaba con cada centímetro que invadía mi canal. Me permití tomarme el tiempo para degustara su grosor, su tamaño, su contextura, las parte de mi cavidad que lograba tocar. ―Tu vagina está muy caliente ―exhaló. Sus uñas se enterraron en mis caderas, mas solo pude gemir―. ¡Maldita sea, Karina! Me estás succionando por completo. Sus palabras hicieron que mi interior se contrajera. Tiró de mis caderas y se introdujo por completo, hasta que sentí su cuerpo conectado con el mío. A este punto mis jugos chorreaban por mis