Nota de autor: Llegamos a nuestro esperado final. Pero no lloren, no todo es tristeza. Les traeré cinco capítulos extras sobre el romance que estas almas destinadas tuvieron en su juventud, relatando desde la huida de Karina hasta el trágico final de carretera. Sé que muchos tienen curiosidad sobre “como” se conocieron y se formó la relación. Y debo admitir que estos extras serán muy emocionantes, excitantes y graciosos. Espero que los disfruten. Mañana comienza nuestra aventura y les agradezco a todos por acompañarme en esta travesía. He valorado mucho sus comentarios y los regalitos que me han dejado. Nuevamente, gracias.
―No lo autorizo, no lo apruebo ―dije con rabia. ―La decisión ya está tomada. Es lo mejor para tu futuro ―Mi padre habló con firmeza―. Este matrimonio fortalecerá nuestro imperio. ―¡No soy una yegua de cambio! ―grité, arrojando un cojín al suelo. No estaba dispuesta a casarme con un desconocido, a dejar mi vida de lado, mi carrera, mi sueño. A compartir cama con un hombre que solo me veía como un intercambio de negocios. ―No te estoy preguntando, solo te informo. Mañana temprano te harás unos exámenes médicos importantes. Necesitamos confirmación de tu himen. ―¿M-mi himen? ―Se me revolvió el estómago. Me revisarían como si fuera un objeto, un juguete. Mi propio padre me estaba tratando como si fuera menos que una persona.―No me haré ningún examen. No me casaré con nadie ―proclamé como un mantra―. No le entregaré mi virginidad a alguien que no amo. Suspiró con irritación. Sus ojos me penetraron, implacables y carentes de amor. ¿Este es el mismo hombre que me arrullaba de p
••Narra Austin••―¿Me gustaría saber que pasaba por tu mente al hacer tal atrocidad? ―hablaba mi madre con severidad. Sus ojos avellanas, iguales a los míos, me perforaban con enfado e intriga. ―Solo fue un poco de gelatina, no es para tanto. Pensé que a los huéspedes les parecería divertido y una innovación para el hotel ―dije mientras jugueteando con mi reloj. Ya habían pasado más o menos veinte minutos desde que mi madre y mi padre se les ocurrió sermonearme. ―¿Por qué creíste que a los huéspedes les gustaría encontrar el jacuzzi del hotel cubierto de gelatina roja? ¡Pensaron que era sangre! ―Intervino mi padre―. Santo cielo, casi metes al hotel en un pleito policial. Deberías preocuparte más por mantener en pie nuestros negocios que en un futuro serán tuyos y de tu hermana. No me interesaba manejar la herencia Cooper ni todas las responsabilidades que conllevaba. Quería una vida pacífica, lejos del caos y el estrés de la oficina. ¿Por qué debo preocuparme por terrenos y pr
••Narra Austin•• Me metí en el pasillo por el que se perdió Karina y los guardias de seguridad. Seguí los pasos a las escaleras de servicio y vi las figuras de los guardias unos pisos más arribas. Subí escalón tras escalón. En el cuarto piso, la puerta que daba al interior de los pasillos estaba abierta. Ya no los veía, pero iba dónde el rastro me llevaba. Era como una película de acción. Disminuí el ritmo al entre en la sección de pasillos. El área estaba muy tranquila. A lo lejos, visualice un carrito de limpieza volcado, una señora de servicio aterrorizada viendo una de las puertas abiertas de las habitaciones. Sumé dos más dos y me dio cuatro. Entré y la escena activó en mi cerebro una parte cruel y despiadada que no sabía que poseía. Era una sección de mi mente que exigía ver a los guardias sufriendo y disculpándose entre sollozos por ponerle las manos encima a Karina. ―¿Qué creen que están haciendo? ―gruñí. Karina estaba en la cama, con la parte superior de su cuerp
••Narra Austin•• Después de subirle la maleta a Karina, me encontré con otros dos guardias distintos con gesto severo y una expresión que decía: de nuevo tú causando problemas. En menos de veinte minutos, mis padres estaban sermoneándome. ―¿Cómo se te ocurre pegarles a los empleados? ¿Quieres que nos enfrentemos a una demanda? ―La voz de mi madre resonaba en la oficina. ―Esos incompetentes estuvieron a nada de asesinar a una chica ―A mi Karina, para ser específicos―. La estaban asfixiando en la cama. ¿Hablaron con la señora de la limpieza? Ambos se miraron, confundidos. ―¿Qué señora de la limpieza? ―Intervino mi padre―. Sánchez y Pérez llegaron aquí acusándote de haberlos golpeado. Y la nariz sangrante de Sánchez nos impidió contradecirlo. ―Una de las chicas de servicio observó todo. Inclusive cuando fueron muy bruscos con Ka… con la muchacha ―Me corregí. ―¿Y qué pasó con la jovencita? ¿Está bien? ―preguntó mi madre, con honesta preocupación. Mi madre era sensible con l
••Narra Karina•• Mis laditos aumentaban entre la expectación crecía. Sus ojos avellanas me penetraban sin contemplación. Me veía como una presa de primera calidad que no estaba dispuesto a dejar escapar. ―No podemos casarnos, no te conozco. Quiero casarme por amor no por venganza. ―Podemos conocernos. Tenemos mucho tiempo para conocernos ―insistió. No podía negar que desde que lo vi quedé anonadada por su atractivo y que me ayudara, cuidara y preocupara por mí solo aumentó mi interés. Sus dedos tocaron la línea de mi clavícula. ―Te sientes atraída por mí ―declaró y no lo pude negar. Le permití indagar en mi boca, repasar mi cuerpo, desnudarme. Y si me lo hubiera pedido, hubiera dejado que me hiciera suya si lo pedía.―Tú también. ―Pero no soy yo quien se resiste.―Que raro, porque fuiste tú el que se apartó mientras nos… ―repliqué. ―¿Lo has hecho alguna vez? Mis mejillas se sonrojaron. ―No. ―¿Y si te lastimo? ―susurró―. Y si hago algo que no te gusta y eso provoca que te
―Marta, la mesa de postre irá en aquella esquina, junto a la mesa de aperitivos ―informé a la sirvienta, paseé mi vista por la pulcra y espaciosa habitación. Mi atención sé dirigió al centro del salón, decorado con una fuente escultural de cristal; dos hombres vestidos de traje y estrechando sus manos como si se tratara de un trato de negocios. Justo del tema que se trataba la reunión de mañana. En el piso rodeando la escultura, se encontraba plasmado un sol pintado en tonos dorados. ―Siento que le falta algo… ―Señora Karina, necesito que escoja las flores que usaremos mañana. Una sirvienta me entregó dos ramos distintos de flores. ―Lirios ―respondí al instante. No tenía que pensarlo dos veces, era mi flor favorita. Todo debía quedar perfecto. Mañana, mi esposo, Williams, buscaría nuevos inversionista para un proyecto. Vendrán muchos amigos de negocios de mi esposo… y otros no tanto. Williams no se llevaba bien con algunos de los inversionista. Pero son negocios, no se ten
Me tragué las palabras ante el rostro inexpresivo de Austin. Sus cejas pobladas estaban fruncidas. ―¿Por qué no miras por dónde vas? ―Me gritó con su mandíbula apretada. Sus ojos bajaron por mi cuerpo, no de forma lujuriosa. Terminó viendo mis pies descalzo cubiertos de tierra. ―¿Por qué te encuentras en ese estado? ¿Y tus zapatos?― ¡No es de tu incumbencia! ―dije, exaltada―. Una disculpa por meterme en tu camino. Me retiré con el mentón elevado, pasando frente al coche. Ya me disculpé, no tenía razones para quedarme a sociabilizar. Y si ya no iba a ser la esposa de Williams White no tenia que fingir ser amable con sus colegas de profesión. ―¡Oye! ―Me gritó y lo ignoré. Crucé la calle, siguiendo mi camino, aunque no sé a qué camino me dirigía. Necesitaba idear un plan para conseguir un lugar donde dormir. ―¿No me escuchas? Mi primer movimiento: vender las joyas que traía encima. Salí sin mi bolso, mi billetera, mis tarjetas, ni siquiera traía mi celular. Y ni habla
―¿Ese no es tu nombre? ―preguntó, pasándose las manos por el cabello. ―Mi nombre es Karina, no Kari ―Me señalé a mi misma. ―Pero es un diminutivo de tu nombre. Tus amigos deben llamarte…―No. Nadie nunca me ha llamado así ―Lo interrumpí. No sé por qué, pero me inquietó escucharlo llamarme así. Me provocó un hormigueo en mi espina dorsal. No. Se sintió diferente, como si ya hubiera vivido esto. ¿Es acaso lo que las personas llaman deja vu? La boca de Austin Cooper se abrió y volvió a cerrarse. Un hombre mayor salió de una puerta detrás del mostrador y se aproximó a nosotros. Mi acompañante se relajó ante la interrupción.―¿Qué quieren? ―El frágil y demacrado anciano se dirigió a nosotros de mala gana. Me impresionó tal trato a sus cliente. Carraspeó y escupió en una cubeta. O al menos espero que haya sido en una cubeta y no en el suelo, de nuestro lado del mostrador no se puede apreciar nada que esté en la parte inferior, gracias a Dios. ―¿Y entonces? ―gritó el viejo cascarr