Ulva Aldebarán lo tenía todo: poder, honor y un destino escrito en la luna. Pero en la noche en que debía ascender como Alfa, fue traicionada por aquellos en quienes más confiaba. Desterrada y marcada como traidora, jura volver para reclamar lo que le arrebataron. En su camino, descubrirá oscuros secretos sobre su linaje, despertará un poder que podría destruirla y deberá decidir si su venganza vale más que su propia alma.
Leer másLa partida se realizó con el primer rayo de sol. El campamento, aunque reducido, se movía con orden: los exploradores al frente, los niños y ancianos protegidos en el centro, los guerreros cerrando la marcha. El camino hacia el claro de los siete robles fue silencioso, tenso, vigilante, pero cuando llegaron, algo ocurrió.El cielo, despejado hasta ese momento, se cubrió de nubes plateadas. Un haz de luz lunar, imposible a esa hora, cayó justo sobre Ulva. Todos se detuvieron. Los más cercanos cayeron de rodillas. Los lobos aullaron sin razón aparente. Ulva cerró los ojos. La marca en su cuello ardía. La luna no estaba llamándola: la estaba convocando.—Es hora... —susurró. Kaelion la sostuvo por la cintura, con respeto y orgullo.—¿Lo sabes? —Ulva asintio un poco asustada por nosaber que esperar.—Lo siento, es hora de enfrentarla, de terminar esto. —Cael, quien había marchado en silencio desde el amanecer, se acercó. Tenía el rostro pálido, pero determinado.—Yo conozco el camino al C
La primera luz del alba se filtraba entre las rocas de la cueva, pero no traía paz. Ulva despertó envuelta en el calor del cuerpo de Kaelion, su rostro contra su pecho, su mano enredada en la suya. Durante horas habían sido solo uno, protegiéndose del mundo. Pero ahora... algo había cambiado. Su marca palpitaba. No como antes, sin dolor, sino con una extraña claridad. Como si dentro de ella resonara un eco antiguo, un susurro que cruzaba generaciones. Cerró los ojos y escuchó: voces femeninas, suaves, cantando una melodía que no comprendía, pero que la estremecía.—La luna canta cuando el eclipse se entrega... —dijeron, casi al unísono.—Ulva… —La voz de Kaelion la sacó del trance. Él ya estaba despierto, mirándola como si su mundo comenzara y terminara en sus ojos.—Estás... diferente. —Ella asintió, apoyando su frente contra la de él.—Lo siento, dentro de mí es como si la luna me estuviera hablando. Como si... ¡Kaelion, esto es real!—Lo es. —Su voz era grave, firme, pero cargada d
La oscuridad en la torre de hojas se estremecía con el sonido de una carcajada. Selene, con sus labios manchados de veneno y poder, había dejado de fingir. Las hadas le habían susurrado lo que nunca quiso oír, pero también lo que no estaba dispuesta a permitir.—Se marcaron. —La palabra salió como un escupitajo. Su risa murió al instante, sustituida por un rugido de furia. De un zarpazo, destrozó el espejo encantado que flotaba frente a ella. Los fragmentos quedaron suspendidos en el aire, girando como cuchillas bajo un conjuro que no necesitaba ser pronunciado.—La luna y el eclipse... no pueden ser uno. No lo permitiré. —Con una mezcla de sangre de lobo, polvo de huesos y un mechón del cabello plateado que una vez robó de Ulva, Selene comenzó el ritual. Trazó un círculo con fuego negro, y sus labios recitaron una lengua antigua, prohibida incluso entre los suyos.—Romperé su cordón de destino. Desde adentro. Desde donde es más vulnerable: su alma.En el centro del círculo, una image
La grieta en el techo del templo dejaba entrar una luz tenue, pero viva. El murmullo de la oración de Ulva resonaba como un eco antiguo, reverberando en cada piedra, como si el templo mismo sintiera el poder que despertaba en ella. De pronto, el suelo vibró. Cael se puso de pie, con la daga en alto. Selene se tensó, los ojos entrecerrados. Las tres hechiceras interrumpieron su canto, como si algo fuera de su control se hubiera activado. La marca de Ulva brilló con un destello cegador. Un vínculo se activó más allá del plano terrenal.—Algo viene —susurró Cael, retrocediendo.Del centro del altar, las piedras comenzaron a separarse como si un corazón latiera bajo ellas. Un resplandor azulado surgió de la grieta, y un viento cálido, inesperado, recorrió la sala. No era una amenaza. Era una presencia. Ulva se puso de pie, el cuerpo tenso, la respiración entrecortada. Sentía el juramento vibrar, pero también algo más, un llamado familiar.Un susurro cruzó el aire:—Faeine… —La voz la heló
Ulva no pudo quedarse quieta. Apenas se recuperó de la visión impuesta por Selene, salió de la cueva de piedra con la manta de piel aún sobre los hombros. El aire seguía cargado de tensión, pero había claridad en su corazón. Cada paso que daba hacia el bosque era una declaración de guerra. La luna, aunque oculta, palpitaba en su pecho. Su juramento estaba intacto. La marca en su cuello brillaba con destellos dorados cada vez que su pensamiento se cruzaba con Kaelion, sentía su fuerza, su sacrificio, su amor y eso la mantenía de pie.Ulva se detuvo frente al claro donde habían celebrado antiguamente los rituales lunares. El lugar estaba contaminado por un aura oscura. El suelo agrietado, los árboles doblados hacia atrás como si una fuerza invisible los hubiese empujado y en medio del desastre: Cael.—Llegaste rápido —dijo Ulva, sin sorpresa. Cael sonrió, aunque su mirada estaba cargada de una culpa que no sabía ocultar.—Sabía que vendrías. Selene ya no puede controlar lo que siento po
Ulva despertó con el pecho encogido y la garganta seca, como si el aire de la cueva hubiese sido drenado durante la noche. El calor del cuerpo de Kaelion aún la envolvía, pero la luna… ya no estaba o al menos no como antes. Se sentó lentamente, con la marca en su cuello palpitando como un tambor ancestral. La cueva, antes cálida, tenía ahora una energía distinta, silenciosa, amenazante.La bruma que cubría la entrada se movía sola, como si tuviera vida. Ulva se acercó envuelta en la manta de piel, con los pies descalzos sobre la piedra húmeda. Cerró los ojos, buscando la conexión con la luna, pero en lugar de claridad… encontró ruido.—¿Qué es esto…? —murmuró, llevándose una mano al pecho. Un dolor leve, punzante, comenzó a irradiar desde la marca. No era físico, era mágico. El juramento ardía.—Ulva —la voz de Kaelion llegó desde atrás, ronca pero alerta. Ella se giró. Lo vio ya vestido, con los ojos dorados brillando en la penumbra. Sabía, lo sentía también.—Nos está atacando —dijo
La torre de hojas temblaba con un susurro apenas perceptible, como si los árboles que la escondían intentaran advertir del caos que se avecinaba. Selene se estiró entre los pliegues de su lecho cubierto de pieles, su respiración aún agitada, el cuerpo cálido de Fenrir tendido a su lado como una ofrenda caída del cielo. Él dormía, envuelto en una falsa paz, los ojos cerrados, los labios apenas entreabiertos. Su pecho subía y bajaba con lentitud, marcado por la tinta oscura del conjuro que aún se desvanecía sobre su piel. Lo había tenido toda la noche. No como enemigo, ni como prisionero, sino como suyo y eso la llenaba de poder.—Mi bestia perfecta… —murmuró Selene, acariciando el tatuaje que había nacido junto a la marca. Una serpiente negra, retorcida sobre su omóplato, que brillaba cada vez que ella lo tocaba.La marca que él le había hecho la quemaba dulcemente. Ella sonrió, lo tenía por fin. Ya no se resistía. Bebía del veneno sin que se lo ofreciera, buscaba su cuerpo como si fue
El murmullo del agua descendía por las paredes de piedra como un susurro antiguo, recordándole a Ulva que ese lugar había sido testigo de más de una historia. La cueva de piedra, silenciosa y majestuosa, resguardaba su rincón más sagrado al fondo: una sala circular donde la luz lunar se colaba desde una grieta alta, cayendo sobre el centro como una bendición ancestral.Ulva caminaba delante de Kaelion, guiada por el instinto, por una memoria que no quería despertar. Sus dedos rozaron la pared, la sintieron respirar como un ser vivo. Allí había amado, había entregado más que su cuerpo: su alma. Fenrir la había besado contra ese mismo muro. Y ahora, la vida la traía de regreso… de la mano de otro.Se detuvo, la garganta le ardía como si algo la apretara desde dentro. Sus ojos se cerraron, y el recuerdo se volvió carne. Recordó las manos de Fenrir, su aliento feroz y tierno, el crujido de su voz llamándola “mi luna” mientras todo a su alrededor se convertía en fuego, pero esa llama… se h
Se alzaron ante los presentes como la pareja imparable, ya no habia temor, solo anhelo, deseo, un celo interminable. El sacerdote ya los habia advertido, debían estar una semana en la cueva, recargando energia y consumando su ahora apareamiento. Sin aviso aprtieron hacia su lugar sagrado, ese que les brindaria el espacio para pasar un celo feroz, los lobos uno negro como la noche y la otra gris claro como las nubes del cielo corrieron por medio del bosque guiados por la luna. La cueva los esperó con las puertas abiertas y una vez entraron esta se cerró. —Te necesito —susurró Keolion sobre sus labios, tomandola de los muslos para subir su piernas, Ulva arqueó la espalda al sentirlo volver entrar lentamente en su interior. Sus piernas rodearon su cintura con suavidad, su aliento se entrecortaba. No era solo placer… Era reconocimiento. Era hogar.—Ulva… —susurró su nombre como un mantra al sentirse completamente en su interior, como si temiera romperse si no la nombraba. Sus cuerpos s