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Capítulo 6, Un Nuevo Aliado

El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.

Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.

—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse.

"Sobreviviste. Eso es lo único que importa."

—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?

Ah, cierto, cuando su padre la traicionó, su prometido la vendió y su madrastra resultó ser una serpiente en forma de loba. ¡Maravilloso!

Suspiró y se apoyó contra un árbol, cerrando los ojos un momento. Quizás solo necesitaba un descanso y justo cuando pensó que podía relajarse un poco… algo la golpeó en la cabeza.

—¡AH! —Un sonido seco, seguido de un dolor punzante en el cráneo. Ulva abrió los ojos de golpe y miró al suelo. Una manzana rodó hasta detenerse frente a sus pies. Frunció el ceño.

Su lobo reaccionó de inmediato. Su piel se erizó y sus garras se deslizaron sutilmente desde sus dedos. Giró la cabeza con los ojos encendidos de furia.

—¿Quién demonios…? —Sus palabras se quedaron en su garganta cuando vio a un hombre colgado de una rama, masticando otra manzana con absoluta tranquilidad.

Y lo peor… Le sonreía con picardía.

—Oh, lo siento. No te vi ahí. —dijo con descaro, dándole otro mordisco a la fruta.

Ulva reaccionó de inmediato. Sin dudarlo, tomó una piedra del suelo y la lanzó directo a su cabeza. Fenrir inclinó la cabeza con rapidez, esquivándola con facilidad.

—¡¿Quién eres y qué haces aquí?! —rugió, flexionando las piernas lista para atacar.

—Vaya, vaya… qué agresiva. —Fenrir levantó las manos con una sonrisa burlona, sin dejar de balancearse en la rama.

—¡No juegues conmigo! —espetó Ulva, mostrando sus colmillos—. Si eres un cazador, te arrancaré la garganta.

Fenrir dejó caer la manzana y saltó del árbol, aterrizando con la gracia de un depredador. Sus ojos verdes brillaban con diversión, pero también con una chispa de advertencia.

—Tranquila, luna salvaje. No estoy aquí para matarte. —dijo en tono relajado, pero su postura era firme.

Ulva gruñó, analizando cada movimiento. Su respiración se volvió más pesada, su instinto gritaba que lo atacara, que no confiara en nadie. Se lanzó sin pensarlo, pero en un abrir y cerrar de ojos, Fenrir se movió más rápido de lo que esperaba, esquivándola con facilidad.

Ella rodó sobre el suelo y se giró de inmediato, dispuesta a continuar la pelea, pero él alzó las manos de nuevo.

—No vine a pelear contigo. —murmuró, pero sus músculos estaban tensos, listos para responder si ella insistía.

—No me importa. —respondió Ulva con voz fría, volviendo a lanzarse contra él.

Fenrir bloqueó su ataque, atrapando su muñeca con una rapidez impresionante. Un gruñido de advertencia brotó de su garganta, pero Ulva no se dejó intimidar. Giró sobre sí misma y logró liberarse, lanzando una patada hacia su torso. Él la esquivó, pero tuvo que retroceder un par de pasos.

—Tienes talento. —comentó con una sonrisa torcida.

—Y aún no has visto nada. —Ulva gruñó y corrió hacia él de nuevo.

Esta vez, Fenrir se movió diferente. En lugar de esquivar, interceptó su ataque, girándola en el aire con un movimiento calculado. Antes de que pudiera reaccionar, la sujetó por la espalda y la empujó contra un árbol, inmovilizándola.

Ulva sintió su aliento contra su oído y un escalofrío recorrió su columna. Su lobo interior gruñó, pero no de rabia… sino de algo más primitivo.

—No estoy aquí para hacerte daño. —susurró Fenrir—. Pero si sigues atacándome, tendré que responder.

Ulva respiraba con dificultad, su piel ardía por el contacto. Algo en él la hacía sentir furiosa, desconfiada… y peligrosamente consciente de su presencia. Se estremeció, luchando contra la sensación, y con un movimiento ágil, se liberó de su agarre, retrocediendo de inmediato.

Fenrir se quedó quieto, observándola con atención.

—¿Lista para escucharme ahora? —preguntó con calma.

Ulva no respondió de inmediato. Su cuerpo aún vibraba con la adrenalina del enfrentamiento, pero la lógica le decía que si este hombre quisiera matarla, ya lo habría hecho. Apretó los puños y respiró hondo.

—Habla. —dijo con la voz aún tensa.

Fenrir inclinó la cabeza, satisfecho.

—Eres la chica de la que todo el bosque está hablando, ¿no? —Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué estás diciendo? —Fenrir metió las manos en los bolsillos y se apoyó contra el tronco del árbol.

—Verás, llevo viajando mucho tiempo, y hace unos días escuché rumores interesantes. —Ulva cruzó los brazos, su instinto alerta.

—¿Qué rumores? —Fenrir sonrió con burla.

—Que la hija del gran Alfa Darian fue desterrada. Que su manada la traicionó. Que su madrastra está tomando el control… —Su mirada se oscureció un poco—. Y que está buscando terminar el trabajo. —Ulva sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.

—¿Qué quieres decir con "terminar el trabajo"? —Fenrir exhaló con pesar.

—Que Selene no quiere solo el trono de Silvermoon. —sus ojos se fijaron en los de Ulva—. Quiere asegurarse de que tú nunca vuelvas.

<< Silencio.>>

El bosque pareció contener la respiración. Ulva sintió su garganta cerrarse. No era suficiente haberla desterrado. Selene quería matarla.

Sus manos temblaron, pero no de miedo, de rabia.

Fenrir la observó con curiosidad.

—Entonces, dime, Ulva Aldebarán… ¿vas a dejar que gane? —Ulva apretó los dientes.

—No. —No podía permitirlo. Había perdido demasiado, pero ahora tenía algo más importante que recuperar el trono. Su propia vida.

Levantó la mirada y vio cómo Fenrir la observaba con una sonrisa ladina.

—Supongo que necesitas ayuda. —Ulva bufó.

—¿De un tipo que desayuna colgado de un árbol? —Fenrir rió a carcajadas.

—Te sorprenderías. —Ella suspiró. Quizás no tenía muchas opciones.

Fenrir extendió nuevamente una mano hacia ella.

—¿Qué dices? ¿Te unes al club de los exiliados? —Ulva lo miró por un momento y luego, con una media sonrisa… le estrechó la mano.

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