El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.
Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.
—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse.
"Sobreviviste. Eso es lo único que importa."
—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?
Ah, cierto, cuando su padre la traicionó, su prometido la vendió y su madrastra resultó ser una serpiente en forma de loba. ¡Maravilloso!
Suspiró y se apoyó contra un árbol, cerrando los ojos un momento. Quizás solo necesitaba un descanso y justo cuando pensó que podía relajarse un poco… algo la golpeó en la cabeza.
—¡AH! —Un sonido seco, seguido de un dolor punzante en el cráneo. Ulva abrió los ojos de golpe y miró al suelo. Una manzana rodó hasta detenerse frente a sus pies. Frunció el ceño.
Su lobo reaccionó de inmediato. Su piel se erizó y sus garras se deslizaron sutilmente desde sus dedos. Giró la cabeza con los ojos encendidos de furia.
—¿Quién demonios…? —Sus palabras se quedaron en su garganta cuando vio a un hombre colgado de una rama, masticando otra manzana con absoluta tranquilidad.
Y lo peor… Le sonreía con picardía.
—Oh, lo siento. No te vi ahí. —dijo con descaro, dándole otro mordisco a la fruta.
Ulva reaccionó de inmediato. Sin dudarlo, tomó una piedra del suelo y la lanzó directo a su cabeza. Fenrir inclinó la cabeza con rapidez, esquivándola con facilidad.
—¡¿Quién eres y qué haces aquí?! —rugió, flexionando las piernas lista para atacar.
—Vaya, vaya… qué agresiva. —Fenrir levantó las manos con una sonrisa burlona, sin dejar de balancearse en la rama.
—¡No juegues conmigo! —espetó Ulva, mostrando sus colmillos—. Si eres un cazador, te arrancaré la garganta.
Fenrir dejó caer la manzana y saltó del árbol, aterrizando con la gracia de un depredador. Sus ojos verdes brillaban con diversión, pero también con una chispa de advertencia.
—Tranquila, luna salvaje. No estoy aquí para matarte. —dijo en tono relajado, pero su postura era firme.
Ulva gruñó, analizando cada movimiento. Su respiración se volvió más pesada, su instinto gritaba que lo atacara, que no confiara en nadie. Se lanzó sin pensarlo, pero en un abrir y cerrar de ojos, Fenrir se movió más rápido de lo que esperaba, esquivándola con facilidad.
Ella rodó sobre el suelo y se giró de inmediato, dispuesta a continuar la pelea, pero él alzó las manos de nuevo.
—No vine a pelear contigo. —murmuró, pero sus músculos estaban tensos, listos para responder si ella insistía.
—No me importa. —respondió Ulva con voz fría, volviendo a lanzarse contra él.
Fenrir bloqueó su ataque, atrapando su muñeca con una rapidez impresionante. Un gruñido de advertencia brotó de su garganta, pero Ulva no se dejó intimidar. Giró sobre sí misma y logró liberarse, lanzando una patada hacia su torso. Él la esquivó, pero tuvo que retroceder un par de pasos.
—Tienes talento. —comentó con una sonrisa torcida.
—Y aún no has visto nada. —Ulva gruñó y corrió hacia él de nuevo.
Esta vez, Fenrir se movió diferente. En lugar de esquivar, interceptó su ataque, girándola en el aire con un movimiento calculado. Antes de que pudiera reaccionar, la sujetó por la espalda y la empujó contra un árbol, inmovilizándola.
Ulva sintió su aliento contra su oído y un escalofrío recorrió su columna. Su lobo interior gruñó, pero no de rabia… sino de algo más primitivo.
—No estoy aquí para hacerte daño. —susurró Fenrir—. Pero si sigues atacándome, tendré que responder.
Ulva respiraba con dificultad, su piel ardía por el contacto. Algo en él la hacía sentir furiosa, desconfiada… y peligrosamente consciente de su presencia. Se estremeció, luchando contra la sensación, y con un movimiento ágil, se liberó de su agarre, retrocediendo de inmediato.
Fenrir se quedó quieto, observándola con atención.
—¿Lista para escucharme ahora? —preguntó con calma.
Ulva no respondió de inmediato. Su cuerpo aún vibraba con la adrenalina del enfrentamiento, pero la lógica le decía que si este hombre quisiera matarla, ya lo habría hecho. Apretó los puños y respiró hondo.
—Habla. —dijo con la voz aún tensa.
Fenrir inclinó la cabeza, satisfecho.
—Eres la chica de la que todo el bosque está hablando, ¿no? —Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué estás diciendo? —Fenrir metió las manos en los bolsillos y se apoyó contra el tronco del árbol.
—Verás, llevo viajando mucho tiempo, y hace unos días escuché rumores interesantes. —Ulva cruzó los brazos, su instinto alerta.
—¿Qué rumores? —Fenrir sonrió con burla.
—Que la hija del gran Alfa Darian fue desterrada. Que su manada la traicionó. Que su madrastra está tomando el control… —Su mirada se oscureció un poco—. Y que está buscando terminar el trabajo. —Ulva sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.
—¿Qué quieres decir con "terminar el trabajo"? —Fenrir exhaló con pesar.
—Que Selene no quiere solo el trono de Silvermoon. —sus ojos se fijaron en los de Ulva—. Quiere asegurarse de que tú nunca vuelvas.
<< Silencio.>>
El bosque pareció contener la respiración. Ulva sintió su garganta cerrarse. No era suficiente haberla desterrado. Selene quería matarla.
Sus manos temblaron, pero no de miedo, de rabia.
Fenrir la observó con curiosidad.
—Entonces, dime, Ulva Aldebarán… ¿vas a dejar que gane? —Ulva apretó los dientes.
—No. —No podía permitirlo. Había perdido demasiado, pero ahora tenía algo más importante que recuperar el trono. Su propia vida.
Levantó la mirada y vio cómo Fenrir la observaba con una sonrisa ladina.
—Supongo que necesitas ayuda. —Ulva bufó.
—¿De un tipo que desayuna colgado de un árbol? —Fenrir rió a carcajadas.
—Te sorprenderías. —Ella suspiró. Quizás no tenía muchas opciones.
Fenrir extendió nuevamente una mano hacia ella.
—¿Qué dices? ¿Te unes al club de los exiliados? —Ulva lo miró por un momento y luego, con una media sonrisa… le estrechó la mano.
EEl fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro. La noche había caído, y el aire estaba fresco, con la luna brillando con intensidad sobre sus cabezas. Ulva estaba sentada en una roca, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor de sus rodillas, observando las llamas con el ceño fruncido. No lograba entender lo que le estaba pasando.Desde que había despertado su poder, su cuerpo ya no se sentía el mismo. Sus sentidos eran demasiado agudos, incluso para una licántropa normal. El viento le traía olores que antes no distinguía. Podía escuchar el susurro de un ratón moviéndose entre las hojas secas a varios metros de distancia. Y su piel… su piel ardía en ciertos puntos, como si algo intentara manifestarse en ella. Suspiró y apretó las manos contra su rostro.Era frustrante sentir y no saber cómo usar ese poder y lo peor era que sabía que estaba cerca su celo y no sabía cómo podría controlarlo o si este también sería más fuerte.Desde que cumplió sus dieciocho años, su
El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro, pero sus llamas menguaban, dejando solo brasas incandescentes que resplandecían en la oscuridad. El aire fresco de la madrugada se colaba entre los árboles, pero Ulva sentía que su cuerpo ardía por dentro. La luna brillaba con fuerza sobre sus cabezas, implacable, recordándole que su ciclo estaba cerca.Fenrir seguía recostado contra el tronco del árbol, su mirada fija en ella. Había notado su cambio desde hacía horas. Su aroma se había vuelto más intenso, más embriagador. Su energía vibraba en el aire, acariciando su piel como si quisiera arrastrarlo con ella. No era la primera vez que Fenrir se encontraba con una loba en celo, pero esta vez… había algo distinto. Algo que lo hacía mantenerse alerta.Ulva cruzó los brazos sobre su pecho, como si eso bastara para contener la inquietud que la invadía. Su piel hormigueaba, el pulso le latía con más fuerza en la garganta. Sentía que su cuerpo no le pertenecía por completo. No a
La cabaña de cazadores se alzaba frente a ellos, vieja y desgastada por el tiempo, pero su estructura aún se mantenía firme. Ulva podía oler la madera húmeda mezclada con el hierro oxidado de las trampas antiguas que los cazadores solían usar en la zona. Todo estaba en calma, pero la energía que vibraba en el aire no lo estaba. No para ellos.Tras escabullirse en el interior, sus pasos eran ligeros, apenas audibles sobre la vieja madera del suelo. La luz de la luna se filtraba por los resquicios de las ventanas, iluminando el polvo en el aire. La tensión entre ellos era densa, tangible, como un hilo invisible que se estiraba con cada segundo que pasaba.Ulva avanzó hasta una mesa en el centro de la habitación y sus ojos se clavaron en los documentos dispersos. Mapas, registros de prisioneros y, en el centro, una lista de nombres. Su aliento se detuvo cuando vio el primero: **Ulva Aldebarán.**Su sangre se heló, pero lo que hizo que el suelo también pareciera abrirse bajo sus pies fue
El alba aún no había tocado el cielo cuando Ulva sintió el peso de un brazo fuerte sobre su cintura. Su cuerpo se tensó por un instante, pero no porque quisiera apartarse. Sino porque aún sentía el calor de la noche anterior recorriéndole la piel. La respiración de Fenrir era lenta y profunda. Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo, pegado a su espalda.Demasiado cerca, demasiado cálido. Ulva cerró los ojos un momento. Sabía que no debía moverse, sí se giraba…Sí se permitía mirar sus ojos…No saldrían de esa cabaña, pero entonces, Fenrir despertó.Ella lo sintió antes de que él siquiera se moviera. Su cuerpo cambió, su respiración se volvió más profunda, sus dedos se tensaron sutilmente contra su piel y entonces su aliento caliente le rozó el cuello. Un escalofrío la recorrió.No fue miedo, no fue frío, fue deseo.La boca de Fenrir rozó su hombro desnudo. Un roce apenas perceptible, como si estuviera probando si podía acercarse más. Ulva sintió cómo su corazón martilleaba co
Ulva se lanzó sobre él con una fiereza que no nacía del pensamiento, sino de algo más profundo. Fenrir apenas tuvo tiempo de abrir los brazos antes de que ella lo empujara contra la roca, sus labios colisionando con los suyos, sus manos aferrándose a su cuello como si lo necesitara para respirar. Él respondió al beso con la misma intensidad. Sus bocas se buscaron, se devoraron. No había dulzura en ese gesto. Era hambre. Hambre de piel, de conexión, de lo que habían negado durante demasiado tiempo. Fenrir deslizó sus manos por su espalda, empapada y tensa, hasta tomarla por la cintura y alzarla con facilidad. Ulva rodeó su cuerpo con las piernas, sin dejar de besarlo. Sus pechos apretados contra su torso desnudo lo hacían perder el control. Cada gemido que escapaba de su garganta era un golpe directo a su voluntad. Ella mordió su labio inferior, lo arrastró con los dientes antes de soltarlo. —No pienses —susurró—. Solo… Siénteme. Fenrir gruñó, como un lobo al borde de la transfo
El silencio que siguió a la desaparición del anciano fue espeso, pesado como el aire antes de una tormenta. Ulva se quedó de pie frente a la inscripción aún brillante en el altar, sin moverse. Sentía el corazón golpearle el pecho con una fuerza desmedida, pero no era solo por el susto.Era por algo más.Algo que comenzaba a cambiar dentro de ella. Fenrir dio un paso hacia el altar, observando con desconfianza los restos de luz que chispeaban sobre la piedra. La frase seguía ahí, grabada como si hubiese sido tallada con fuego:“Cuando la luna caiga… el lobo decidirá su destino.”—No me gusta esto. —dijo en voz baja—. Esto es antiguo. Más antiguo que Selene, más antiguo que nosotros.Ulva apenas podía escucharlo. El zumbido en sus oídos iba en aumento, como un eco interno que latía con cada pulso. Se llevó una mano al pecho. Su respiración se volvió más corta, más profunda. No era dolor… era energía. Una que no reconocía.—Ulva… —Fenrir se giró hacia ella. Ella levantó la mirada, y en s
La noche cayó como un manto pesado sobre el claro. Ulva cerró los ojos apenas unos minutos después de que Fenrir se recostara a su lado, ambos con el oído atento a cualquier sonido extraño. Pero no hubo más que el murmullo del viento rozando los árboles. Sin embargo, cuando el sueño la alcanzó, no fue descanso lo que encontró.Fue otra cosa.Un bosque, el mismo, pero no el mismo. En el sueño, Ulva caminaba descalza sobre hojas secas que no crujían. El aire olía a humo y a tierra mojada. La luna no estaba en el cielo, pero una luz blanca, lechosa, lo iluminaba todo. No había estrellas. No había sombra. Solo un silencio sepulcral y una energía vibrando en el aire como una canción olvidada.
Ulva se acomodó sobre el lecho improvisado de hojas y mantas, y Fenrir se recostó a su lado, con el cuerpo aún tenso, como si el solo contacto con ella fuera una prueba de resistencia. La noche los cubría como un manto oscuro, y el calor entre sus cuerpos era el único fuego encendido. Ella lo miró en silencio. Su perfil se recortaba contra la luna roja, feroz y hermoso. Esa bestia que rugía por dentro, que peleaba por protegerla, por no cruzar la línea. Pero Ulva ya no quería líneas.Quería a Fenrir, no habia quedado completamente satisfecha, su luna exigia mas y mas de su acompanante. Se giró lentamente, rozando su muslo con el de él, apenas un movimiento, pero bastó para encender el aire. Fenrir giró el rostro hacia ella, y sus ojos se encontraron en medio de la penumbra. La respiración de ambos se volvió más densa.—¿Sientes lo mismo…? —susurró él, con voz ronca— no me habia pasado nunca, pero no creo que pueda controlarlo.—Entonces tócame como sin reservas, tomame como te lo pide