Ulva jadeaba, con las manos temblorosas y la piel cubierta de un sudor frío. El poder que había brotado de su interior seguía vibrando en sus venas, ardiente como la luz de la luna. Frente a ella, los restos de las criaturas de la oscuridad se desvanecían en el viento. Había ganado, pero no se sentía victoriosa. Su cuerpo temblaba. Sus piernas estaban al borde de ceder. Su mente aún no comprendía qué había pasado.
¿Qué era esa energía que había surgido de ella? ¿Desde cuándo podía hacer eso? Miró sus manos con horror. Ya no eran solo las de una licántropa. Algo más dormía en su interior, algo que nunca antes había sentido. El anciano guardián la observaba con atención, pero no dijo nada. Esperaba que ella hablara primero, pero Ulva no tenía palabras.
<< Solo preguntas.>>
La luna brillaba sobre su cabeza, más intensa que nunca. Era como si estuviera observándola, evaluándola. Un nudo se formó en su pecho. No podía seguir ignorándolo. Algo dentro de ella estaba despertando y no sabía si debía temerle.
Entonces, la luna susurró en su mente.
—Eres más fuerte de lo que crees, Ulva. La traidora pagará… pero solo si eres tú quien la castiga.
Su corazón latió con fuerza. Era un eco lejano, una voz antigua, poderosa, pero no era un enemigo. Era la luna misma, la que siempre había velado por su destino.
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Ulva se alejó del santuario y se dejó caer sobre una roca cubierta de musgo. Su respiración aún no se normalizaba, su corazón latía con fuerza en su pecho.
—No es normal. —murmuró, sin levantar la mirada. El anciano se apoyó en su bastón y se acercó lentamente.
—No, no lo es. ─Su voz era firme, pero sin juicio. Ulva apretó los puños. No quería esto. No quería ser especial. Quería su vida de vuelta, pero esa vida ya no existía.
—¿Qué soy? —susurró finalmente. El anciano suspiró, como si hubiera esperado esa pregunta.
—Eres la heredera del linaje de la luna. Tu sangre es distinta a la del resto de los licántropos. ─Ulva cerró los ojos. Había escuchado esas palabras antes, pero ahora las sentía como un peso sobre su pecho.
—¿Y eso qué significa? —su voz sonaba más amarga de lo que quería.
El anciano inclinó la cabeza—. Significa que tu destino nunca fue el de una Alfa ordinaria. ─Ulva soltó una risa sin humor.
—¿Destino? Mi destino era liderar mi manada. Ahora estoy sola. ─Sus propias palabras le dolieron más de lo que esperaba. <<Siempre había tenido a su padre, a su manada, incluso a Cael. Ahora no tenía a nadie.>>
El anciano se arrodilló frente a ella. Sus ojos dorados la observaron con intensidad.
—Tienes algo más grande que una manada, Ulva. ─Ella lo miró con frustración.
—¿Y de qué me sirve? ¿De qué sirve un linaje si no tengo un hogar? ─El anciano sonrió con calma.
—Quizás debas construir uno. ─Las palabras golpearon su pecho como un trueno. Construir.
Ulva nunca había considerado esa posibilidad. Siempre había pensado en recuperar lo que le habían quitado, pero, ¿y si su destino no era regresar? ¿Qué pasaría si… tenía que crear algo nuevo─? Tu eres la luna y con tu poder aumentó en todos tus sentidos. Todo en ti será más intenso, debes aprender a controlarlo.
Solo el pensamiento le dio miedo, pero también una chispa de esperanza.
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Esa era la primera enseñanza, debía aprender a controlar sus poderes, necesitaba aprender a sobrevivir y empezar de cero. El anciano se levantó y extendió una mano hacia ella.
—Ven. Aún no has terminado. ─Ulva lo miró con recelo.
—¿Qué más quieres de mí? —preguntó confundida.
—Quiero que entiendas lo que eres. Lo que implica que lleves la sangre de la luna. ─Ella vaciló, pero finalmente tomó su mano y se puso de pie. El anciano la llevó al centro del santuario. El aire estaba más pesado allí, más denso.
—Cierra los ojos. —pide el anciano en un susurro.
—¿Por qué? —cuestiona Ulva no muy convencida. El anciano suspiró rendido.
—Porque necesitas escuchar. ─Ulva bufó, pero obedeció. El viento sopló a su alrededor. El sonido de las hojas agitadas llenó el espacio.
—Escucha más allá. ─susurra el anciano y Ulva frunció el ceño. Al principio, no oyó nada, pero entonces, algo cambió. El murmullo de los árboles se volvió un susurro. La luna pulsó sobre su piel y escuchó una voz.
No era del anciano. No era suya. Era algo más antiguo. Algo en lo más profundo de su ser.
—Sangre de la luna… ─Ulva sintió su corazón detenerse—. Despierta. ─Un escalofrío la recorrió.
—No eres solo una licántropa. Eres un arma. La luz y la sombra te temen. Solo tú puedes restaurar el equilibrio.
No estaba soñando. La voz venía desde dentro de ella. Abrió los ojos bruscamente y miró al anciano. Él no parecía sorprendido.
—¿Ahora entiendes? ─Ulva tragó saliva. Algo dentro de ella había estado dormido y ahora se estaba despertando.
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Antes de que pudiera preguntar más, el suelo bajo sus pies vibró. Ulva miró a su alrededor. La energía del santuario se intensificó. El anciano se apartó.
—Es hora de probar tu control. —aclara el anciano con una calma abrumadora.
—¿Control? —cuestiona Ulva sin entender.
—De tu poder. —concluye el anciano. Antes de que pudiera protestar, la luna brilló con intensidad. Un torbellino de energía la envolvió y vio que se encontraba en un claro del bosque, pero ya no era la misma. Sus manos brillaban con un resplandor plateado. Su piel ardía con una fuerza desconocida.
Frente a ella, una figura emergió, un lobo, pero no uno cualquiera. Era su padre, pero no como lo recordaba. Sus ojos no reflejaban amor. Reflejaban rabia.
—Eres una traidora, Ulva. ─La voz de Darian retumbó en el aire. Ulva sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
—Padre… ─Pero él no la escuchaba. Su silueta comenzó a desvanecerse en sombras.
—Eres una aberración. ─El pecho de Ulva se comprimió.
—No… ─Las sombras se abalanzaron sobre ella y su mundo explotó en luz.
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Cuando volvió en sí, estaba en el suelo, jadeando. El anciano estaba a su lado. La miraba con aprobación.
—Sobreviviste. ─Ulva se sentó, aún aturdida.
—¿Qué fue eso? —preguntó tratando de comprender lo que allí había pasado.
—Tu primera prueba. ─Ella lo miró con incredulidad.
—¿Y qué significa que haya sobrevivido? ─El anciano sonrió.
—Que ahora eres más fuerte. ─La luna brilló sobre ella, y por primera vez… Ulva creyó en esas palabras.
Y esto apenas comenzaba.
El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse."Sobreviviste. Eso es lo único que importa."—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?Ah, cierto, cuando
EEl fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro. La noche había caído, y el aire estaba fresco, con la luna brillando con intensidad sobre sus cabezas. Ulva estaba sentada en una roca, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor de sus rodillas, observando las llamas con el ceño fruncido. No lograba entender lo que le estaba pasando.Desde que había despertado su poder, su cuerpo ya no se sentía el mismo. Sus sentidos eran demasiado agudos, incluso para una licántropa normal. El viento le traía olores que antes no distinguía. Podía escuchar el susurro de un ratón moviéndose entre las hojas secas a varios metros de distancia. Y su piel… su piel ardía en ciertos puntos, como si algo intentara manifestarse en ella. Suspiró y apretó las manos contra su rostro.Era frustrante sentir y no saber cómo usar ese poder y lo peor era que sabía que estaba cerca su celo y no sabía cómo podría controlarlo o si este también sería más fuerte.Desde que cumplió sus dieciocho años, su
El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro, pero sus llamas menguaban, dejando solo brasas incandescentes que resplandecían en la oscuridad. El aire fresco de la madrugada se colaba entre los árboles, pero Ulva sentía que su cuerpo ardía por dentro. La luna brillaba con fuerza sobre sus cabezas, implacable, recordándole que su ciclo estaba cerca.Fenrir seguía recostado contra el tronco del árbol, su mirada fija en ella. Había notado su cambio desde hacía horas. Su aroma se había vuelto más intenso, más embriagador. Su energía vibraba en el aire, acariciando su piel como si quisiera arrastrarlo con ella. No era la primera vez que Fenrir se encontraba con una loba en celo, pero esta vez… había algo distinto. Algo que lo hacía mantenerse alerta.Ulva cruzó los brazos sobre su pecho, como si eso bastara para contener la inquietud que la invadía. Su piel hormigueaba, el pulso le latía con más fuerza en la garganta. Sentía que su cuerpo no le pertenecía por completo. No a
La cabaña de cazadores se alzaba frente a ellos, vieja y desgastada por el tiempo, pero su estructura aún se mantenía firme. Ulva podía oler la madera húmeda mezclada con el hierro oxidado de las trampas antiguas que los cazadores solían usar en la zona. Todo estaba en calma, pero la energía que vibraba en el aire no lo estaba. No para ellos.Tras escabullirse en el interior, sus pasos eran ligeros, apenas audibles sobre la vieja madera del suelo. La luz de la luna se filtraba por los resquicios de las ventanas, iluminando el polvo en el aire. La tensión entre ellos era densa, tangible, como un hilo invisible que se estiraba con cada segundo que pasaba.Ulva avanzó hasta una mesa en el centro de la habitación y sus ojos se clavaron en los documentos dispersos. Mapas, registros de prisioneros y, en el centro, una lista de nombres. Su aliento se detuvo cuando vio el primero: **Ulva Aldebarán.**Su sangre se heló, pero lo que hizo que el suelo también pareciera abrirse bajo sus pies fue
El alba aún no había tocado el cielo cuando Ulva sintió el peso de un brazo fuerte sobre su cintura. Su cuerpo se tensó por un instante, pero no porque quisiera apartarse. Sino porque aún sentía el calor de la noche anterior recorriéndole la piel. La respiración de Fenrir era lenta y profunda. Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo, pegado a su espalda.Demasiado cerca, demasiado cálido. Ulva cerró los ojos un momento. Sabía que no debía moverse, sí se giraba…Sí se permitía mirar sus ojos…No saldrían de esa cabaña, pero entonces, Fenrir despertó.Ella lo sintió antes de que él siquiera se moviera. Su cuerpo cambió, su respiración se volvió más profunda, sus dedos se tensaron sutilmente contra su piel y entonces su aliento caliente le rozó el cuello. Un escalofrío la recorrió.No fue miedo, no fue frío, fue deseo.La boca de Fenrir rozó su hombro desnudo. Un roce apenas perceptible, como si estuviera probando si podía acercarse más. Ulva sintió cómo su corazón martilleaba co
Ulva se lanzó sobre él con una fiereza que no nacía del pensamiento, sino de algo más profundo. Fenrir apenas tuvo tiempo de abrir los brazos antes de que ella lo empujara contra la roca, sus labios colisionando con los suyos, sus manos aferrándose a su cuello como si lo necesitara para respirar.Él respondió al beso con la misma intensidad. Sus bocas se buscaron, se devoraron. No había dulzura en ese gesto. Era hambre. Hambre de piel, de conexión, de lo que habían negado durante demasiado tiempo.Fenrir deslizó sus manos por su espalda, empapada y tensa, hasta tomarla por la cintura y alzarla con facilidad. Ulva rodeó su cuerpo con las piernas, sin dejar de besarlo. Sus pechos apretados contra su torso desnudo lo hacían perder el control. Cada gemido que escapaba de su garganta era un golpe directo a su voluntad. Ella mordió su labio inferior, lo arrastró con los dientes antes de soltarlo.—No pienses —susurró—. Solo… Siénteme.Fenrir gruñó, como un lobo al borde de la transformación
El silencio que siguió a la desaparición del anciano fue espeso, pesado como el aire antes de una tormenta. Ulva se quedó de pie frente a la inscripción aún brillante en el altar, sin moverse. Sentía el corazón golpearle el pecho con una fuerza desmedida, pero no era solo por el susto.Era por algo más.Algo que comenzaba a cambiar dentro de ella. Fenrir dio un paso hacia el altar, observando con desconfianza los restos de luz que chispeaban sobre la piedra. La frase seguía ahí, grabada como si hubiese sido tallada con fuego:“Cuando la luna caiga… el lobo decidirá su destino.”—No me gusta esto. —dijo en voz baja—. Esto es antiguo. Más antiguo que Selene, más antiguo que nosotros.Ulva apenas podía escucharlo. El zumbido en sus oídos iba en aumento, como un eco interno que latía con cada pulso. Se llevó una mano al pecho. Su respiración se volvió más corta, más profunda. No era dolor… era energía. Una que no reconocía.—Ulva… —Fenrir se giró hacia ella. Ella levantó la mirada, y en s
El viento aullaba con una intensidad inusual aquella noche, como si la misma luna llorara por lo que estaba a punto de suceder. En lo profundo del bosque, la Gran Manada de Silvermoon se reunía en un círculo solemne, sus miradas cargadas de tensión y expectativa. Al frente, de rodillas sobre la fría tierra, estaba Ulva Aldebarán, la legítima heredera del trono de los licántropos. Su vestido de ceremonia, ahora rasgado y cubierto de barro, contrastaba con la majestuosidad de su presencia.Los ojos dorados de Ulva brillaban con rabia y desconcierto. Jamás habría imaginado que la noche en la que ascendería como Alfa sería también la noche de su sentencia de muerte.Alrededor de ella, la manada la observaba en un silencio sepulcral. Rostros conocidos y desconocidos, algunos con temor, otros con desprecio. Un escalofrío recorrió su espalda cuando sus ojos se cruzaron con los de Darian, su padre, el Alfa Supremo. Su expresión era impasible, pero en su mirada había algo peor que la furia: de