El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro, pero sus llamas menguaban, dejando solo brasas incandescentes que resplandecían en la oscuridad. El aire fresco de la madrugada se colaba entre los árboles, pero Ulva sentía que su cuerpo ardía por dentro. La luna brillaba con fuerza sobre sus cabezas, implacable, recordándole que su ciclo estaba cerca.
Fenrir seguía recostado contra el tronco del árbol, su mirada fija en ella. Había notado su cambio desde hacía horas. Su aroma se había vuelto más intenso, más embriagador. Su energía vibraba en el aire, acariciando su piel como si quisiera arrastrarlo con ella. No era la primera vez que Fenrir se encontraba con una loba en celo, pero esta vez… había algo distinto. Algo que lo hacía mantenerse alerta.
Ulva cruzó los brazos sobre su pecho, como si eso bastara para contener la inquietud que la invadía. Su piel hormigueaba, el pulso le latía con más fuerza en la garganta. Sentía que su cuerpo no le pertenecía por completo. No ahora. No bajo esa luna.
—Vas a hacer algo estúpido, ¿verdad? —Fenrir rompió el silencio, con un tono que delataba más su propio nerviosismo que la burla. Necesitaba alejarse de ese aroma, de esa energía, pero Ulva no se lo hacía fácil.
Ella alzó la mirada, su ceño fruncido.
—¿Tú qué crees? —murmuró con sequedad. Su voz sonó más ronca de lo usual, y Fenrir lo notó.
—Déjame adivinar. Vas a infiltrarte en el territorio de tu antigua manada para descubrir qué están tramando. —Fenrir ladeó la cabeza con una sonrisa ladina.
—Tal vez. —se encogió de hombros, desviando la mirada.
—Ajá. Y cuando te capturen, ¿qué? ¿Les explicarás amablemente que solo estabas de visita? —Ulva apretó los dientes.
—No me van a capturar. —sentenció.
Fenrir soltó una risa baja, pero no había diversión en ella. Se incorporó, avanzando lentamente hasta quedar justo frente a Ulva. Ella sintió su calor incluso antes de que estuviera tan cerca. Su piel se erizó de inmediato.
—Eres una mujer con un resplandor plateado en la piel. ¿Exactamente cómo planeas pasar desapercibida? —preguntó en un susurro. Su voz fue como una caricia involuntaria en sus sentidos. Ulva tragó saliva y bajó la mirada a sus manos. Seguían brillando tenuemente, como si la luna las reclamara. Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, pero tampoco podía ignorar lo que su cuerpo comenzaba a sentir.
La tensión se volvió sofocante. Fenrir la observó, y por primera vez en mucho tiempo, ella no supo cómo reaccionar. Su respiración se volvió más errática, su lobo interior rugía, exigiendo algo que ni siquiera ella quería nombrar.
—Necesito pruebas. —murmuró, aferrándose a su propósito. Pero su voz ya no tenía la misma firmeza. Fenrir entrecerró los ojos.
—¿Pruebas de qué? —inclinó la cabeza, su tono más grave.
Ulva intentó responder, pero en ese momento una ráfaga de viento los envolvió, trayendo consigo la esencia más intensa de su deseo contenido. Fenrir sintió un golpe de calor recorrerle la espalda. Su mandíbula se tensó.
—Por la luna… —susurró, maldiciendo en su mente.
La luna llena. Su luz era más fuerte esa noche. El aire vibraba con una energía que los envolvía a ambos en un hilo invisible de atracción y necesidad.
Ulva parpadeó, intentando procesarlo, pero cuando volvió a levantar la mirada, Fenrir ya estaba demasiado cerca. Demasiado.
El calor entre sus cuerpos era palpable. La respiración de Ulva se entrecortó. Fenrir no se movió ni un centímetro más, pero la forma en la que sus ojos verdes la devoraban hizo que su pulso se disparara. No era solo él quien se contenía. Ella también lo hacía.
—¿Ulva…? —La voz de Fenrir sonó más ronca de lo habitual. Un llamado de advertencia. O quizás de rendición.
La loba dentro de ella tembló. Se inclinó apenas hacia él, sin darse cuenta. O tal vez sí.
Y entonces sucedió.
Fenrir no supo quién se movió primero, pero sus labios se encontraron en un roce indeciso, en una prueba silenciosa de algo que ambos estaban sintiendo. No fue un beso dulce. Fue un choque de electricidad, de necesidad contenida, de peligro y deseo en la misma medida. Las manos de Ulva se cerraron en su camisa sin pensarlo, y Fenrir gruñó contra su boca.
Pero antes de que se descontrolaran, fue ella quien se apartó, jadeante. Sus ojos brillaban dorados, su pecho subía y bajaba con violencia.
—Esto… no es buena idea. —susurró, con un hilo de voz.
Fenrir pasó una mano por su rostro, intentando recuperar la compostura. No, no lo era.
—No lo es. —confirmó, pero su mirada seguía atrapada en la de ella. La luna brillaba sobre ambos, implacable.
El aire a su alrededor estaba cargado de algo que ninguno de los dos podía ignorar. Pero aún no. No ahora.
—Vamos. —murmuró Ulva, apartándose completamente. Necesitaba moverse, alejarse de esa sensación antes de que la luna la dominara por completo. Fenrir asintió, sin decir más.
Ambos retomaron el camino, pero la tensión entre ellos no desapareció. Ahora, cada roce accidental, cada mirada sostenida demasiado tiempo, se sentía como una provocación peligrosa.
El celo lunar estaba cerca.
Y ambos lo sabían.
💖💖💖
El territorio de Silvermoon era extenso, rodeado de bosques densos y con caminos ocultos entre los árboles. Ulva conocía cada sendero, cada atajo o al menos, solía conocerlos. Fenrir y ella se movían en silencio, avanzando por la espesura como sombras.
Cada vez que Fenrir pasaba cerca de ella, su piel se erizaba. Cada movimiento parecía una excusa para que sus cuerpos se rozaran, aunque ninguno decía nada al respecto. El aire estaba cargado de algo más peligroso que cualquier enemigo: tensión no resuelta.
—¿Hay algún punto débil en la seguridad? —susurró Fenrir, su aliento rozándole la oreja al acercarse más de lo necesario. Ulva inhaló con fuerza, controlando su impulso de apartarse, o quizás, de acercarse aún más.
—La vieja cabaña de cazadores. No la patrullan con frecuencia. —murmuró, desviando la mirada.
—Entonces por ahí entraremos. —Pero cuando llegaron… La cabaña estaba custodiada. Dos guardias patrullaban la entrada, sus ojos brillaban en la oscuridad. Lobos en su forma humana, armados y atentos. Ulva apretó los dientes.
—Antes esto no estaba tan vigilado. —Fenrir inclinó la cabeza.
—Bueno, probablemente porque tu madrastra sabe que no estás muerta. —Ulva sintió un escalofrío. Tenía razón.
El ambiente se volvió más denso. Fenrir se acercó para susurrarle un plan, y su aliento caliente le rozó la piel. Ulva sintió un estremecimiento recorrerle la espalda.
—Vamos a divertirnos un poco. —murmuró Fenrir con una sonrisa torcida antes de lanzar la piedra.
Ulva no sabía si odiarlo o besarlo otra vez.
La cabaña de cazadores se alzaba frente a ellos, vieja y desgastada por el tiempo, pero su estructura aún se mantenía firme. Ulva podía oler la madera húmeda mezclada con el hierro oxidado de las trampas antiguas que los cazadores solían usar en la zona. Todo estaba en calma, pero la energía que vibraba en el aire no lo estaba. No para ellos.Tras escabullirse en el interior, sus pasos eran ligeros, apenas audibles sobre la vieja madera del suelo. La luz de la luna se filtraba por los resquicios de las ventanas, iluminando el polvo en el aire. La tensión entre ellos era densa, tangible, como un hilo invisible que se estiraba con cada segundo que pasaba.Ulva avanzó hasta una mesa en el centro de la habitación y sus ojos se clavaron en los documentos dispersos. Mapas, registros de prisioneros y, en el centro, una lista de nombres. Su aliento se detuvo cuando vio el primero: **Ulva Aldebarán.**Su sangre se heló, pero lo que hizo que el suelo también pareciera abrirse bajo sus pies fue
El alba aún no había tocado el cielo cuando Ulva sintió el peso de un brazo fuerte sobre su cintura. Su cuerpo se tensó por un instante, pero no porque quisiera apartarse. Sino porque aún sentía el calor de la noche anterior recorriéndole la piel. La respiración de Fenrir era lenta y profunda. Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo, pegado a su espalda.Demasiado cerca, demasiado cálido. Ulva cerró los ojos un momento. Sabía que no debía moverse, sí se giraba…Sí se permitía mirar sus ojos…No saldrían de esa cabaña, pero entonces, Fenrir despertó.Ella lo sintió antes de que él siquiera se moviera. Su cuerpo cambió, su respiración se volvió más profunda, sus dedos se tensaron sutilmente contra su piel y entonces su aliento caliente le rozó el cuello. Un escalofrío la recorrió.No fue miedo, no fue frío, fue deseo.La boca de Fenrir rozó su hombro desnudo. Un roce apenas perceptible, como si estuviera probando si podía acercarse más. Ulva sintió cómo su corazón martilleaba co
Ulva se lanzó sobre él con una fiereza que no nacía del pensamiento, sino de algo más profundo. Fenrir apenas tuvo tiempo de abrir los brazos antes de que ella lo empujara contra la roca, sus labios colisionando con los suyos, sus manos aferrándose a su cuello como si lo necesitara para respirar. Él respondió al beso con la misma intensidad. Sus bocas se buscaron, se devoraron. No había dulzura en ese gesto. Era hambre. Hambre de piel, de conexión, de lo que habían negado durante demasiado tiempo. Fenrir deslizó sus manos por su espalda, empapada y tensa, hasta tomarla por la cintura y alzarla con facilidad. Ulva rodeó su cuerpo con las piernas, sin dejar de besarlo. Sus pechos apretados contra su torso desnudo lo hacían perder el control. Cada gemido que escapaba de su garganta era un golpe directo a su voluntad. Ella mordió su labio inferior, lo arrastró con los dientes antes de soltarlo. —No pienses —susurró—. Solo… Siénteme. Fenrir gruñó, como un lobo al borde de la transfo
El silencio que siguió a la desaparición del anciano fue espeso, pesado como el aire antes de una tormenta. Ulva se quedó de pie frente a la inscripción aún brillante en el altar, sin moverse. Sentía el corazón golpearle el pecho con una fuerza desmedida, pero no era solo por el susto.Era por algo más.Algo que comenzaba a cambiar dentro de ella. Fenrir dio un paso hacia el altar, observando con desconfianza los restos de luz que chispeaban sobre la piedra. La frase seguía ahí, grabada como si hubiese sido tallada con fuego:“Cuando la luna caiga… el lobo decidirá su destino.”—No me gusta esto. —dijo en voz baja—. Esto es antiguo. Más antiguo que Selene, más antiguo que nosotros.Ulva apenas podía escucharlo. El zumbido en sus oídos iba en aumento, como un eco interno que latía con cada pulso. Se llevó una mano al pecho. Su respiración se volvió más corta, más profunda. No era dolor… era energía. Una que no reconocía.—Ulva… —Fenrir se giró hacia ella. Ella levantó la mirada, y en s
La noche cayó como un manto pesado sobre el claro. Ulva cerró los ojos apenas unos minutos después de que Fenrir se recostara a su lado, ambos con el oído atento a cualquier sonido extraño. Pero no hubo más que el murmullo del viento rozando los árboles. Sin embargo, cuando el sueño la alcanzó, no fue descanso lo que encontró.Fue otra cosa.Un bosque, el mismo, pero no el mismo. En el sueño, Ulva caminaba descalza sobre hojas secas que no crujían. El aire olía a humo y a tierra mojada. La luna no estaba en el cielo, pero una luz blanca, lechosa, lo iluminaba todo. No había estrellas. No había sombra. Solo un silencio sepulcral y una energía vibrando en el aire como una canción olvidada.
Ulva se acomodó sobre el lecho improvisado de hojas y mantas, y Fenrir se recostó a su lado, con el cuerpo aún tenso, como si el solo contacto con ella fuera una prueba de resistencia. La noche los cubría como un manto oscuro, y el calor entre sus cuerpos era el único fuego encendido. Ella lo miró en silencio. Su perfil se recortaba contra la luna roja, feroz y hermoso. Esa bestia que rugía por dentro, que peleaba por protegerla, por no cruzar la línea. Pero Ulva ya no quería líneas.Quería a Fenrir, no habia quedado completamente satisfecha, su luna exigia mas y mas de su acompanante. Se giró lentamente, rozando su muslo con el de él, apenas un movimiento, pero bastó para encender el aire. Fenrir giró el rostro hacia ella, y sus ojos se encontraron en medio de la penumbra. La respiración de ambos se volvió más densa.—¿Sientes lo mismo…? —susurró él, con voz ronca— no me habia pasado nunca, pero no creo que pueda controlarlo.—Entonces tócame como sin reservas, tomame como te lo pide
El viento aullaba con una intensidad inusual aquella noche, como si la misma luna llorara por lo que estaba a punto de suceder. En lo profundo del bosque, la Gran Manada de Silvermoon se reunía en un círculo solemne, sus miradas cargadas de tensión y expectativa. Al frente, de rodillas sobre la fría tierra, estaba Ulva Aldebarán, la legítima heredera del trono de los licántropos. Su vestido de ceremonia, ahora rasgado y cubierto de barro, contrastaba con la majestuosidad de su presencia.Los ojos dorados de Ulva brillaban con rabia y desconcierto. Jamás habría imaginado que la noche en la que ascendería como Alfa sería también la noche de su sentencia de muerte.Alrededor de ella, la manada la observaba en un silencio sepulcral. Rostros conocidos y desconocidos, algunos con temor, otros con desprecio. Un escalofrío recorrió su espalda cuando sus ojos se cruzaron con los de Darian, su padre, el Alfa Supremo. Su expresión era impasible, pero en su mirada había algo peor que la furia: de
La oscuridad la envolvía como un manto helado. El sonido del agua corriendo fue lo primero que percibió antes de sentir el frío abrasador en su piel. Ulva abrió los ojos de golpe, su cuerpo sacudido por un espasmo de dolor. Su garganta ardía, su cabeza latía con fuerza y cada fibra de su ser gritaba por el daño recibido.Estaba en un río.El agua helada la rodeaba, arrastrándola suavemente entre las rocas. Se obligó a moverse, a luchar contra la corriente, pero su cuerpo no respondía de inmediato. Sus extremidades se sentían pesadas, entumecidas. La sangre se mezclaba con el agua, tiñendo la corriente de un rojo oscuro.Entonces, los recuerdos la golpearon como una embestida feroz.Cael. Selene. La traición.Un dolor punzante en su abdomen la hizo jadear. Intentó moverse, y la agonía la envolvió. Su costado estaba desgarrado, su piel ardía con una herida profunda. La verdad se reveló en su mente con brutal claridad: Cael la había herido gravemente y la habían lanzado al río, esperando