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Capítulo 7, Marcas del Destino

E

El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro. La noche había caído, y el aire estaba fresco, con la luna brillando con intensidad sobre sus cabezas. Ulva estaba sentada en una roca, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor de sus rodillas, observando las llamas con el ceño fruncido. No lograba entender lo que le estaba pasando.

Desde que había despertado su poder, su cuerpo ya no se sentía el mismo. Sus sentidos eran demasiado agudos, incluso para una licántropa normal. El viento le traía olores que antes no distinguía. Podía escuchar el susurro de un ratón moviéndose entre las hojas secas a varios metros de distancia. Y su piel… su piel ardía en ciertos puntos, como si algo intentara manifestarse en ella. Suspiró y apretó las manos contra su rostro.

Era frustrante sentir y no saber cómo usar ese poder y lo peor era que sabía que estaba cerca su celo y no sabía cómo podría controlarlo o si este también sería más fuerte.

Desde que cumplió sus dieciocho años, su celo se había intensificado. Descubrió el placer de la mano de su prometido y cómo cuidarse para no tener hijos antes del matrimonio, pero ahora todo era un problema. Tenía miedo de no poder controlar su poder y que este terminará haciéndole más daño que bien. Cómo y con quién pasaría su celo no era su prioridad, pero también la perturbaba, pues en su interior había una loba y ella sí iba a desear calmar su deseo.

El viento cambió, trayéndole el olor de Fenrir. Involuntariamente, sus sentidos se afilaron. Su aroma era terroso, con un matiz de madera y algo más… algo salvaje. Se obligó a apartar ese pensamiento de inmediato.

—Bueno, al menos ya no pareces lista para desplomarte. —comentó Fenrir sacándola de sus cavilaciones. Ulva alzó la vista y vio a Fenrir recostado contra el tronco de un árbol, con las manos detrás de la cabeza. Su tono desenfadado le arrancó un tic en el ojo.

—¿Y qué se supone que significa eso? —preguntó con tono seco. Fenrir abrió un ojo y sonrió con aire burlón.

—Que la última vez que te vi, parecía que ibas a desmayarte a cada paso. —Ulva entrecerró los ojos. Desde que lo conoció, Fenrir no había dejado de burlarse de ella de alguna manera. Y lo peor… es que su tono nunca era completamente ofensivo. Era el tipo de sarcasmo que invitaba a una pelea verbal y Ulva nunca había sido buena ignorando una provocación.

—Bueno, perdona si estar desterrada y descubrir que toda mi vida fue una mentira me dejó un poco desorientada. —Fenrir chasqueó la lengua.

—Excusas, excusas. —¡Oh, qué ganas de arrojarle una piedra! Respiró hondo y apartó la mirada. No iba a caer en su juego. El hombre la irritaba más de lo que quería reconocer.

El silencio entre ellos se extendió por unos segundos, y fue entonces cuando Ulva sintió la incomodidad. Su piel reaccionaba de manera extraña a su cercanía. Su respiración se volvió más consciente, su temperatura corporal aumentó ligeramente. Un escalofrío recorrió su espalda cuando Fenrir se movió, con la agilidad de un depredador.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —cuestionó Fenrir de repente. Ulva le lanzó una mirada de advertencia.

—Depende. —Fenrir se encogió de hombros.

—¿Qué sientes ahora? —Su pregunta la tomó desprevenida.

—¿Cómo qué siento? ¿Además de querer matarte? —Ulva frunció el ceño al escuchar la famosa pregunta. Fenrir negó divertido.

—Digo, después de todo lo que pasó. La visión, el despertar de tu poder… algo debe haber cambiado en ti. —Ulva exhaló, dejando que sus hombros se relajaran un poco.

—Todo. —Fenrir levantó una ceja, como animándola a continuar.

—Es como si mi cuerpo estuviera… diferente. —movió los dedos con inquietud—. Siento cada fibra de mi piel, cada músculo, cada sonido. Todo es más nítido, más fuerte… pero también confuso.

Fenrir la observó con atención. Su mirada intensa la hizo estremecerse, y una tensión extraña comenzó a formarse en el ambiente. Se sentía vulnerable bajo sus ojos, como si él pudiera ver más allá de su piel, hasta sus propios temores.

—Muéstrame tus manos. —Ulva frunció nuevamente el ceño, pero obedeció. Extendió sus palmas hacia él, y justo cuando la luz del fuego iluminó su piel, notó algo extraño. Un leve resplandor plateado cubría el dorso de sus manos. No era un reflejo. Era algo que provenía de su propia piel. Fenrir dejó escapar un leve silbido.

—Eso es nuevo. —Ulva tragó saliva.

—Dime que esto no es permanente. —Fenrir ladeó la cabeza.

—¿Y si lo es? —Ella le lanzó una mirada fulminante.

—Entonces me haré una ermitaña. —Fenrir soltó una carcajada.

—No creo que funcione. Destacas demasiado. —Ulva bufó y bajó las manos, sintiendo el leve hormigueo en su piel. Las sensaciones se intensificaban.

La conversación se tornó más seria cuando Fenrir mencionó a Selene. Ulva sintió cómo la rabia se encendía en su pecho. Pero su lobo interior también reaccionó cuando él se acercó un poco más. El calor entre ambos era tangible. Sus respiraciones estaban demasiado sincronizadas, como si algo más primitivo tirara de ellos.

—Cael está con ella. —dijo Fenrir en un tono más bajo. Ulva sintió que su corazón se detenía por un instante.

—No. —Susurró con incredulidad.

—Sí. Y no solo eso. Parece que no está completamente convencido de que esto sea lo correcto. —Fenrir ladeó la cabeza con una sonrisa torcida.

Ulva apretó los puños, sintiendo la traición quemarle la garganta. Pero también sintió algo más… algo nuevo. Su piel ardió, y su lobo rugió en su interior. La cercanía de Fenrir no ayudaba. Su aroma la envolvía, y su postura relajada pero atenta la desconcertaba.

—¿Y por qué me importa lo que él sienta? —preguntó con la voz más ronca de lo normal. Fenrir la observó con intensidad.

—No lo sé. Pero los hombres que se arrepienten de sus errores suelen ser un problema. —Ulva bufó.

El fuego crepitó entre ellos, iluminando sus rostros. El silencio se extendió, pero no era incómodo. Era denso. Pesado. Cargado de algo que Ulva no quería nombrar. Fenrir bajó la mirada a su cuello, y ella sintió su piel erizarse.

—Selene quiere eliminarte. Pero si fallan, Cael es su plan de respaldo. —dijo finalmente, rompiendo la atmósfera entre ellos.

Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero no solo por sus palabras, sino por la sensación de que algo más se avecinaba. Algo más fuerte. Algo inevitable. Y aunque no quería admitirlo… su lobo comenzaba a sentirlo también.

—¿No entiendo como Cael va a servirle de respaldo, intentara matarme otra vez? —cuestiona pero Fenrir niega. 

—Segun escuche, si te capturan viva, como unico te perdonarian la vida es que él te lleve lejos de la manada y te mantega lejos de todos. —Ulva bufa. 

—Están dementes si creen que me voy a dejar coger y mucho menos voy a dejar que Cael haga conmigo lo que desee, ya no soy la Ulva que ellos expulsaron, ahora soy Ulva, la heredera de la sangre de la luna, y haré que se cumpla la leyenda. —Fenrir sonríe travieso. 

—Me gusta escuchar eso. —le guiña un ojo. 

Las palabras de Fenrir le sirvieron de aliciente y por primera vez en dias siente que no está sola.

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