La noche cayó como un manto pesado sobre el claro. Ulva cerró los ojos apenas unos minutos después de que Fenrir se recostara a su lado, ambos con el oído atento a cualquier sonido extraño. Pero no hubo más que el murmullo del viento rozando los árboles. Sin embargo, cuando el sueño la alcanzó, no fue descanso lo que encontró.Fue otra cosa.Un bosque, el mismo, pero no el mismo. En el sueño, Ulva caminaba descalza sobre hojas secas que no crujían. El aire olía a humo y a tierra mojada. La luna no estaba en el cielo, pero una luz blanca, lechosa, lo iluminaba todo. No había estrellas. No había sombra. Solo un silencio sepulcral y una energía vibrando en el aire como una canción olvidada. Ulva se acomodó sobre el lecho improvisado de hojas y mantas, y Fenrir se recostó a su lado, con el cuerpo aún tenso, como si el solo contacto con ella fuera una prueba de resistencia. La noche los cubría como un manto oscuro, y el calor entre sus cuerpos era el único fuego encendido. Ella lo miró en silencio. Su perfil se recortaba contra la luna roja, feroz y hermoso. Esa bestia que rugía por dentro, que peleaba por protegerla, por no cruzar la línea. Pero Ulva ya no quería líneas.Quería a Fenrir, no habia quedado completamente satisfecha, su luna exigia mas y mas de su acompanante. Se giró lentamente, rozando su muslo con el de él, apenas un movimiento, pero bastó para encender el aire. Fenrir giró el rostro hacia ella, y sus ojos se encontraron en medio de la penumbra. La respiración de ambos se volvió más densa.—¿Sientes lo mismo…? —susurró él, con voz ronca— no me habia pasado nunca, pero no creo que pueda controlarlo.—Entonces tócame como sin reservas, tomame como te lo pideCapitulo 14, La luna no ha caido aun.
El viento aullaba con una intensidad inusual aquella noche, como si la misma luna llorara por lo que estaba a punto de suceder. En lo profundo del bosque, la Gran Manada de Silvermoon se reunía en un círculo solemne, sus miradas cargadas de tensión y expectativa. Al frente, de rodillas sobre la fría tierra, estaba Ulva Aldebarán, la legítima heredera del trono de los licántropos. Su vestido de ceremonia, ahora rasgado y cubierto de barro, contrastaba con la majestuosidad de su presencia.Los ojos dorados de Ulva brillaban con rabia y desconcierto. Jamás habría imaginado que la noche en la que ascendería como Alfa sería también la noche de su sentencia de muerte.Alrededor de ella, la manada la observaba en un silencio sepulcral. Rostros conocidos y desconocidos, algunos con temor, otros con desprecio. Un escalofrío recorrió su espalda cuando sus ojos se cruzaron con los de Darian, su padre, el Alfa Supremo. Su expresión era impasible, pero en su mirada había algo peor que la furia: de
La oscuridad la envolvía como un manto helado. El sonido del agua corriendo fue lo primero que percibió antes de sentir el frío abrasador en su piel. Ulva abrió los ojos de golpe, su cuerpo sacudido por un espasmo de dolor. Su garganta ardía, su cabeza latía con fuerza y cada fibra de su ser gritaba por el daño recibido.Estaba en un río.El agua helada la rodeaba, arrastrándola suavemente entre las rocas. Se obligó a moverse, a luchar contra la corriente, pero su cuerpo no respondía de inmediato. Sus extremidades se sentían pesadas, entumecidas. La sangre se mezclaba con el agua, tiñendo la corriente de un rojo oscuro.Entonces, los recuerdos la golpearon como una embestida feroz.Cael. Selene. La traición.Un dolor punzante en su abdomen la hizo jadear. Intentó moverse, y la agonía la envolvió. Su costado estaba desgarrado, su piel ardía con una herida profunda. La verdad se reveló en su mente con brutal claridad: Cael la había herido gravemente y la habían lanzado al río, esperando
El viento helado cortaba su piel como cuchillas invisibles, pero Ulva apenas lo sentía. El dolor de su cuerpo y el de su herida, era nada comparado con el vacío en su pecho. Lo había perdido todo. El honor, su hogar, su padre y lo peor, había perdido el derecho a ser quien era, todo por la ambicion de los inescrupulosos y traidores de Selene y Cael.Cada paso que daba era un eco en la oscuridad. Estaba sola. La idea la golpeó como un puñetazo en el estómago. La soledad era más cruel que el destierro. ¿Cómo se sobrevive sin identidad? La marca ardiente de su destierro en su piel latía con cada latido de su corazón, el recordatorio de su deshonra, la herida que poco a poco comenzaba a cicatrizar era la prueba de la traicion. La luna brillaba sobre ella, inmensa y radiante. Ulva alzó la vista, con el pecho ardiendo de rabia.—¿Por qué? —su voz fue apenas un susurro, pero la luna no respondió. Solo la observó, inmutable, como lo había hecho su padre. Un sollozo le subió por la garganta. N
Ulva permaneció de rodillas sobre la tierra húmeda, su respiración aún entrecortada por el peso de la visión que acababa de experimentar. Su mente estaba atrapada entre el presente y el pasado, entre lo que creía saber y la verdad que acababa de revelarse.No era solo la hija del Alfa Darian. No solo era la futura líder de la manada Silvermoon. NO! Era nada más y nada menos que la heredera de un linaje antiguo, uno que todos creían extinto.El anciano guardián la observaba en silencio, con la paciencia de quien ha esperado mucho tiempo por este momento. Sus ojos brillaban como si en su interior escondieran la luz misma de la luna.—Tu madre lo sabía, Ulva. —dijo con voz pausada—. Sabía que su hija no era una simple licántropa. —Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Por qué nunca me dijo nada? ─El anciano dejó escapar un suspiro y comenzó a caminar alrededor del santuario. Su silueta se fundía con la bruma, como si formara parte de ella.—Porque no tuvo tiempo. ─Las palabr
Ulva jadeaba, con las manos temblorosas y la piel cubierta de un sudor frío. El poder que había brotado de su interior seguía vibrando en sus venas, ardiente como la luz de la luna. Frente a ella, los restos de las criaturas de la oscuridad se desvanecían en el viento. Había ganado, pero no se sentía victoriosa. Su cuerpo temblaba. Sus piernas estaban al borde de ceder. Su mente aún no comprendía qué había pasado.¿Qué era esa energía que había surgido de ella? ¿Desde cuándo podía hacer eso? Miró sus manos con horror. Ya no eran solo las de una licántropa. Algo más dormía en su interior, algo que nunca antes había sentido. El anciano guardián la observaba con atención, pero no dijo nada. Esperaba que ella hablara primero, pero Ulva no tenía palabras.>La luna brillaba sobre su cabeza, más intensa que nunca. Era como si estuviera observándola, evaluándola. Un nudo se formó en su pecho. No podía seguir ignorándolo. Algo dentro de ella estaba despertando y no sabía si
El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse."Sobreviviste. Eso es lo único que importa."—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?Ah, cierto, cuando