Ulva permaneció de rodillas sobre la tierra húmeda, su respiración aún entrecortada por el peso de la visión que acababa de experimentar. Su mente estaba atrapada entre el presente y el pasado, entre lo que creía saber y la verdad que acababa de revelarse.
No era solo la hija del Alfa Darian. No solo era la futura líder de la manada Silvermoon. NO! Era nada más y nada menos que la heredera de un linaje antiguo, uno que todos creían extinto.
El anciano guardián la observaba en silencio, con la paciencia de quien ha esperado mucho tiempo por este momento. Sus ojos brillaban como si en su interior escondieran la luz misma de la luna.
—Tu madre lo sabía, Ulva. —dijo con voz pausada—. Sabía que su hija no era una simple licántropa. —Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Por qué nunca me dijo nada? ─El anciano dejó escapar un suspiro y comenzó a caminar alrededor del santuario. Su silueta se fundía con la bruma, como si formara parte de ella.
—Porque no tuvo tiempo. ─Las palabras fueron un golpe seco en su pecho. Ella recordaba muy poco sobre su madre. Había muerto cuando Ulva era apenas una niña, y su padre… nunca hablaba de ella.
Ahora entendía por qué.
—¿Por qué murio? ─ El anciano se detuvo y la miró con gravedad.
—No lo entenderias. ─Un nudo se formó en la garganta de Ulva. No era una sorpresa, pero oírlo en voz alta hacía que la herida se sintiera más profunda.
—Si no me lo dices mucho menos entendere. ─ El anciano bajó la mirada por un momento, como si dudara en responder. Pero finalmente, sus ojos se clavaron en los de ella.
—Murio por ti, Ulva, murio para protegerte y proteger el linaje de sus ancestros. —concluye el hombre con dolor, sabiendo que todo era un sacrificio. Selene sabía que la madre de Ulva era más que una alfa, pero no sabía hasta donde llegaba su poder y mucho menos podia conocer que Ulva era la última heredera de la sangre de la luna.
Un nuevo escalofrío recorrió su espalda. De pronto, su mente se vio arrastrada nuevamente a los recuerdos que había reprimido durante años. Fragmentos de su infancia se deslizaron en su mente como un río indomable para dar paso nuevamente a la vision más clara.
<<El eco de una risa suave. El aroma a jazmines en la brisa nocturna. Un par de brazos cálidos rodeándola con ternura y luego, el terror.
El grito de su madre perforó su memoria como un puñal. La vio caer al suelo, su túnica blanca manchada de rojo. Vio las sombras danzar alrededor de ella, y en medio de todo, unos ojos fríos observándola con indiferencia.
Selene.
El corazón de Ulva retumbó contra su pecho.
Su madre no solo había sido asesinada. Selene la había asesinado>>.
Ya no era una suposicion o tal vez un delirio de su cansancio, todo fue real. Las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. El destierro de Ulva no había sido un error. Habían planeado cada movimiento con mucha astusia—. Selene. —susurró su nombre con veneno en la voz. El anciano asintió lentamente.
—Tu madrastra no siempre fue parte de la manada. Llegó después de la muerte de tu madre… y poco a poco, se aseguró de ocupar su lugar. ─Ulva sintió la rabia burbujear en su interior. Siempre había sentido que algo estaba mal con Selene, pero su padre…
—¿Mi padre estaba involucrado? —preguntó con voz ronca. El anciano negó con la cabeza.
—Darian fue manipulado. Su dolor por la muerte de tu madre lo cegó. ─Ulva cerró los puños. No sabía qué dolía más, la verdad sobre Selene o la debilidad de su propio padre. Había permitido que su esposa fuera asesinada. Había permitido que su hija fuera traicionada y ahora… Ulva estaba completamente sola o tal vez no.
—Si mi madre tenía este linaje… ¿Qué significa eso para mí? —preguntó, su voz ahora más firme. El anciano sonrió levemente.
—Significa que llevas la sangre de la luna en tus venas. ─Ulva no era solo una licántropa. Era algo más y eso lo cambiaba todo.
El guardián extendió su bastón y señaló el altar de piedra.
—Si quieres descubrir quién eres realmente, debes despertar ese poder. ─Ulva dio un paso atrás instintivamente. Ya había experimentado cambios en su cuerpo desde que fue desterrada.
Sus sentidos eran más agudos. Su fuerza se sentía diferente. Su herida cicatrizaba desde adentro, la luna la llamaba con una intensidad que nunca antes había sentido. Observó el cielo y entendió que estaba próxima a ser luna llena y lo que eso conlleva.
—¿Cómo lo despierto? —preguntó con cautela. El anciano la miró con seriedad.
—Debes enfrentarte a la noche. ─dicho eso el viento se levantó con más fuerza a su alrededor, y Ulva sintió que algo en el ambiente cambiaba. La luna, alta en el cielo, comenzó a brillar con una intensidad antinatural. De repente, un gruñido bajo resonó en la oscuridad. Ulva giró rápidamente y vio cómo las sombras comenzaban a moverse entre los árboles. No eran lobos, eran algo peor. Criaturas deformes, de piel oscura y garras afiladas, emergieron de entre los troncos. Sus ojos eran como pozos sin fondo, sin vida.
—Son bestias de la oscuridad. —dijo el anciano con calma—. Criaturas que se alimentan del miedo. ─Ulva sintió un escalofrío. Sabía que no podía enfrentarlos como lo haría con un enemigo común.
—¿Qué tengo que hacer? ─El anciano la miró con expectativa.
—Escucha a la luna. ─Ulva sintió su lobo interior rugir, exigiendo libertad. Pero algo le decía que no debía transformarse todavía. Las criaturas se acercaban. Podía oler el hedor de la muerte en sus cuerpos. Podía oír sus movimientos, pero también podía sentir otra cosa. Algo dentro de ella, algo poderoso. Cerró los ojos y respiró hondo.
El poder de su madre, el poder de su sangre. La luna pulsó sobre ella. Sintió su energía recorrerle la piel, caliente, vibrante, como un fuego plateado que la cubría por completo. Las criaturas gruñeron, como si sintieran el cambio. Ulva abrió los ojos, eran dorados. No como los de su padre.
No como los de cualquier licántropo. Eran los ojos de la luna. Las criaturas se detuvieron un segundo antes de lanzarse hacia ella, pero Ulva ya no era la presa. Con un rugido, alzó una mano y sintió cómo la energía se manifestaba. Un destello plateado explotó desde su palma y una ráfaga de luz la envolvió. Las bestias chillaron. El impacto las hizo retroceder. El poder la recorrió como una corriente imparable. Su piel ardía, pero no de dolor, sino de fuerza. Se lanzó hacia adelante. La luna estaba de su lado.
Ulva jadeaba, con las manos temblorosas y la piel cubierta de un sudor frío. El poder que había brotado de su interior seguía vibrando en sus venas, ardiente como la luz de la luna. Frente a ella, los restos de las criaturas de la oscuridad se desvanecían en el viento. Había ganado, pero no se sentía victoriosa. Su cuerpo temblaba. Sus piernas estaban al borde de ceder. Su mente aún no comprendía qué había pasado.¿Qué era esa energía que había surgido de ella? ¿Desde cuándo podía hacer eso? Miró sus manos con horror. Ya no eran solo las de una licántropa. Algo más dormía en su interior, algo que nunca antes había sentido. El anciano guardián la observaba con atención, pero no dijo nada. Esperaba que ella hablara primero, pero Ulva no tenía palabras.>La luna brillaba sobre su cabeza, más intensa que nunca. Era como si estuviera observándola, evaluándola. Un nudo se formó en su pecho. No podía seguir ignorándolo. Algo dentro de ella estaba despertando y no sabía si
El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse."Sobreviviste. Eso es lo único que importa."—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?Ah, cierto, cuando
EEl fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro. La noche había caído, y el aire estaba fresco, con la luna brillando con intensidad sobre sus cabezas. Ulva estaba sentada en una roca, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor de sus rodillas, observando las llamas con el ceño fruncido. No lograba entender lo que le estaba pasando.Desde que había despertado su poder, su cuerpo ya no se sentía el mismo. Sus sentidos eran demasiado agudos, incluso para una licántropa normal. El viento le traía olores que antes no distinguía. Podía escuchar el susurro de un ratón moviéndose entre las hojas secas a varios metros de distancia. Y su piel… su piel ardía en ciertos puntos, como si algo intentara manifestarse en ella. Suspiró y apretó las manos contra su rostro.Era frustrante sentir y no saber cómo usar ese poder y lo peor era que sabía que estaba cerca su celo y no sabía cómo podría controlarlo o si este también sería más fuerte.Desde que cumplió sus dieciocho años, su
El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro, pero sus llamas menguaban, dejando solo brasas incandescentes que resplandecían en la oscuridad. El aire fresco de la madrugada se colaba entre los árboles, pero Ulva sentía que su cuerpo ardía por dentro. La luna brillaba con fuerza sobre sus cabezas, implacable, recordándole que su ciclo estaba cerca.Fenrir seguía recostado contra el tronco del árbol, su mirada fija en ella. Había notado su cambio desde hacía horas. Su aroma se había vuelto más intenso, más embriagador. Su energía vibraba en el aire, acariciando su piel como si quisiera arrastrarlo con ella. No era la primera vez que Fenrir se encontraba con una loba en celo, pero esta vez… había algo distinto. Algo que lo hacía mantenerse alerta.Ulva cruzó los brazos sobre su pecho, como si eso bastara para contener la inquietud que la invadía. Su piel hormigueaba, el pulso le latía con más fuerza en la garganta. Sentía que su cuerpo no le pertenecía por completo. No a
La cabaña de cazadores se alzaba frente a ellos, vieja y desgastada por el tiempo, pero su estructura aún se mantenía firme. Ulva podía oler la madera húmeda mezclada con el hierro oxidado de las trampas antiguas que los cazadores solían usar en la zona. Todo estaba en calma, pero la energía que vibraba en el aire no lo estaba. No para ellos.Tras escabullirse en el interior, sus pasos eran ligeros, apenas audibles sobre la vieja madera del suelo. La luz de la luna se filtraba por los resquicios de las ventanas, iluminando el polvo en el aire. La tensión entre ellos era densa, tangible, como un hilo invisible que se estiraba con cada segundo que pasaba.Ulva avanzó hasta una mesa en el centro de la habitación y sus ojos se clavaron en los documentos dispersos. Mapas, registros de prisioneros y, en el centro, una lista de nombres. Su aliento se detuvo cuando vio el primero: **Ulva Aldebarán.**Su sangre se heló, pero lo que hizo que el suelo también pareciera abrirse bajo sus pies fue
El alba aún no había tocado el cielo cuando Ulva sintió el peso de un brazo fuerte sobre su cintura. Su cuerpo se tensó por un instante, pero no porque quisiera apartarse. Sino porque aún sentía el calor de la noche anterior recorriéndole la piel. La respiración de Fenrir era lenta y profunda. Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo, pegado a su espalda.Demasiado cerca, demasiado cálido. Ulva cerró los ojos un momento. Sabía que no debía moverse, sí se giraba…Sí se permitía mirar sus ojos…No saldrían de esa cabaña, pero entonces, Fenrir despertó.Ella lo sintió antes de que él siquiera se moviera. Su cuerpo cambió, su respiración se volvió más profunda, sus dedos se tensaron sutilmente contra su piel y entonces su aliento caliente le rozó el cuello. Un escalofrío la recorrió.No fue miedo, no fue frío, fue deseo.La boca de Fenrir rozó su hombro desnudo. Un roce apenas perceptible, como si estuviera probando si podía acercarse más. Ulva sintió cómo su corazón martilleaba co
Ulva se lanzó sobre él con una fiereza que no nacía del pensamiento, sino de algo más profundo. Fenrir apenas tuvo tiempo de abrir los brazos antes de que ella lo empujara contra la roca, sus labios colisionando con los suyos, sus manos aferrándose a su cuello como si lo necesitara para respirar.Él respondió al beso con la misma intensidad. Sus bocas se buscaron, se devoraron. No había dulzura en ese gesto. Era hambre. Hambre de piel, de conexión, de lo que habían negado durante demasiado tiempo.Fenrir deslizó sus manos por su espalda, empapada y tensa, hasta tomarla por la cintura y alzarla con facilidad. Ulva rodeó su cuerpo con las piernas, sin dejar de besarlo. Sus pechos apretados contra su torso desnudo lo hacían perder el control. Cada gemido que escapaba de su garganta era un golpe directo a su voluntad. Ella mordió su labio inferior, lo arrastró con los dientes antes de soltarlo.—No pienses —susurró—. Solo… Siénteme.Fenrir gruñó, como un lobo al borde de la transformación
El silencio que siguió a la desaparición del anciano fue espeso, pesado como el aire antes de una tormenta. Ulva se quedó de pie frente a la inscripción aún brillante en el altar, sin moverse. Sentía el corazón golpearle el pecho con una fuerza desmedida, pero no era solo por el susto.Era por algo más.Algo que comenzaba a cambiar dentro de ella. Fenrir dio un paso hacia el altar, observando con desconfianza los restos de luz que chispeaban sobre la piedra. La frase seguía ahí, grabada como si hubiese sido tallada con fuego:“Cuando la luna caiga… el lobo decidirá su destino.”—No me gusta esto. —dijo en voz baja—. Esto es antiguo. Más antiguo que Selene, más antiguo que nosotros.Ulva apenas podía escucharlo. El zumbido en sus oídos iba en aumento, como un eco interno que latía con cada pulso. Se llevó una mano al pecho. Su respiración se volvió más corta, más profunda. No era dolor… era energía. Una que no reconocía.—Ulva… —Fenrir se giró hacia ella. Ella levantó la mirada, y en s