El viento helado cortaba su piel como cuchillas invisibles, pero Ulva apenas lo sentía. El dolor de su cuerpo y el de su herida, era nada comparado con el vacío en su pecho. Lo había perdido todo. El honor, su hogar, su padre y lo peor, había perdido el derecho a ser quien era, todo por la ambicion de los inescrupulosos y traidores de Selene y Cael.
Cada paso que daba era un eco en la oscuridad. Estaba sola. La idea la golpeó como un puñetazo en el estómago. La soledad era más cruel que el destierro. ¿Cómo se sobrevive sin identidad? La marca ardiente de su destierro en su piel latía con cada latido de su corazón, el recordatorio de su deshonra, la herida que poco a poco comenzaba a cicatrizar era la prueba de la traicion. La luna brillaba sobre ella, inmensa y radiante. Ulva alzó la vista, con el pecho ardiendo de rabia.
—¿Por qué? —su voz fue apenas un susurro, pero la luna no respondió. Solo la observó, inmutable, como lo había hecho su padre. Un sollozo le subió por la garganta. No. No lloraría. Las lágrimas eran para los débiles y ella no lo es, pero debe reconocer que duele. Su mente le susurró lo que su orgullo se negaba a aceptar. Sí, dolía. Como si le hubieran arrancado el alma, pero no podía permitirse caer.
Y entonces, un susurro lejano penetró en su mente, un eco de una voz que no escuchaba desde que era niña.
—Ulva… —Su corazón se detuvo.
Cerró los ojos con fuerza y un torrente de imágenes se deslizó en su mente sin control.
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<<El fuego rugía en la noche, las sombras danzaban entre los cuerpos caídos. Ulva no veía a través de los ojos de una guerrera, sino de una niña pequeña, una niña que sollozaba entre los brazos de una mujer de cabello plateado y ojos llenos de pánico.
—Mamá… —su vocecita tembló, su manita se aferró con fuerza a la tela ensangrentada.
—No tengas miedo, mi estrella —susurró la mujer, su respiración era errática, su mirada viajaba entre la niña y algo detrás de ella.
Un destello de plata. Un puñal ensangrentado. Unos ojos fríos y crueles.
—Selene… —susurró Ulva, su conciencia atrapada en la visión.
La mujer de cabello oscuro y mirada helada avanzó entre los cuerpos, con una sonrisa maliciosa. El miedo en el rostro de su madre se convirtió en pura determinación. Con un último esfuerzo, la depositó en el interior de un círculo de piedras cubiertas de runas.
—Recuerda quién eres… —susurró con su último aliento.
El puñal descendió y todo se volvió negro>>.
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Ulva despertó con un grito ahogado. Se llevó la mano al pecho, sintiendo los latidos desenfrenados de su corazón. Jadeó, su cuerpo temblaba con la intensidad de la visión.
“Selene”.
Ella no solo la había desterrado. Había matado a su madre.
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El bosque cambió sin previo aviso. El aire se volvió más espeso, más antiguo. El aroma a tierra húmeda y corteza era más fuerte, pero también había otro olor… algo metálico, viejo, casi eléctrico. Sus pies la guiaron sin que tuviera que pensar en ello. Como si algo en su sangre reconociera este lugar y entonces lo vio.
Más allá de la colina, oculto entre la espesura, se alzaba un círculo de piedras cubiertas de runas antiguas. Algunas estaban agrietadas, otras derrumbadas, pero todas susurraban historias de un tiempo olvidado. El corazón de Ulva se detuvo un instante. Había visto estos símbolos antes. Los había estudiado en los viejos pergaminos de la Gran Biblioteca de la manada. Historias sobre la Sangre de la Luna.
Un linaje que se creía extinto. ¿Qué hacía esto aquí? ¿Por qué su instinto la había traído hasta este lugar?
Sus pasos fueron cautelosos cuando se acercó al altar central, una piedra ennegrecida por el tiempo. Había algo sagrado en este sitio, algo que le erizaba la piel. Levantó una mano temblorosa y acarició las runas talladas en la piedra. El contacto le envió un escalofrío por la espalda.
—Es un lugar sagrado. —Ulva se giró de golpe. Su corazón martilló contra su pecho. De entre la bruma emergió un hombre mayor. Su cabello era plateado como la luz de la luna y sus ojos brillaban como estrellas antiguas. Se apoyaba en un bastón de madera oscura, tallado con las mismas runas del altar. Su presencia era imponente, pero no amenazante.
—¿Quién eres? —preguntó Ulva, con voz cautelosa. El anciano la observó con calma. No había hostilidad en su mirada, solo curiosidad… y reconocimiento.
—Soy el guardián de este santuario. Y tú… eres la última descendiente del Juramento de la Luna. —Ulva sintió que el suelo se movía bajo sus pies. No entendía lo que significaba, pero algo dentro de ella lo reconoció.
—No sé de qué hablas. —El anciano inclinó la cabeza, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Tu sangre lo sabe. —Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, el anciano golpeó su bastón contra la piedra. El aire vibró. Ulva sintió una corriente eléctrica recorrerle la piel. Una fuerza la empujó hacia atrás, pero no con violencia. Era como si la luna misma la estuviera tocando. Su visión se nubló y entonces, vio.
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<<Un grito desgarró el aire. Ulva vio un campo de batalla cubierto de cuerpos licántropos. El cielo estaba teñido de rojo. La luna llena brillaba con un fulgor sobrenatural, bañando el campo en un resplandor fantasmal. En el centro de la batalla, un hombre de ojos dorados luchaba con fiereza.
—¡Protéjanla! —Su voz resonó como un trueno.
Ulva sintió un estremecimiento. Ese hombre… lo conocía, pero su atención se desvió cuando vio a una mujer de cabello largo y plateado, vestida con una túnica blanca manchada de sangre. Sus ojos eran los mismos que los suyos.
Era su madre.
Ulva sintió que su respiración se detenía. Su madre no era solo la compañera del Alfa Darian. Era una guerrera. Pero entonces, la vio correr hacia una figura más pequeña. Un bebé envuelto en un manto blanco.
El estómago de Ulva se contrajo. Era ella.
Su madre la abrazó con desesperación y la escondió en el interior de un círculo de piedras idéntico al santuario donde ahora estaba.
—Recuerda quién eres… —El susurro se filtró en su mente como un eco del pasado y la visión desapareció>>.
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Ulva cayó de rodillas, jadeando. El anciano la observaba en silencio. Entonces la frase “Recuerda quien eres” comenzo a tener sentido para Ulva.
—Ahora entiendes. —Ulva alzó la vista, sintiendo el pulso acelerado. Las piezas comenzaban a encajar. No fue un accidente. No fue una simple traición. Alguien sabía quién era realmente y la querían fuera del camino. Ulva cerró los ojos. Su destino ya no estaba atado a su pasado. Estaba ligado a su futuro y no pensaba huir de él. Había nacido con un propósito y la luna sería testigo de su ascenso.
Ulva permaneció de rodillas sobre la tierra húmeda, su respiración aún entrecortada por el peso de la visión que acababa de experimentar. Su mente estaba atrapada entre el presente y el pasado, entre lo que creía saber y la verdad que acababa de revelarse.No era solo la hija del Alfa Darian. No solo era la futura líder de la manada Silvermoon. NO! Era nada más y nada menos que la heredera de un linaje antiguo, uno que todos creían extinto.El anciano guardián la observaba en silencio, con la paciencia de quien ha esperado mucho tiempo por este momento. Sus ojos brillaban como si en su interior escondieran la luz misma de la luna.—Tu madre lo sabía, Ulva. —dijo con voz pausada—. Sabía que su hija no era una simple licántropa. —Ulva sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—¿Por qué nunca me dijo nada? ─El anciano dejó escapar un suspiro y comenzó a caminar alrededor del santuario. Su silueta se fundía con la bruma, como si formara parte de ella.—Porque no tuvo tiempo. ─Las palabr
Ulva jadeaba, con las manos temblorosas y la piel cubierta de un sudor frío. El poder que había brotado de su interior seguía vibrando en sus venas, ardiente como la luz de la luna. Frente a ella, los restos de las criaturas de la oscuridad se desvanecían en el viento. Había ganado, pero no se sentía victoriosa. Su cuerpo temblaba. Sus piernas estaban al borde de ceder. Su mente aún no comprendía qué había pasado.¿Qué era esa energía que había surgido de ella? ¿Desde cuándo podía hacer eso? Miró sus manos con horror. Ya no eran solo las de una licántropa. Algo más dormía en su interior, algo que nunca antes había sentido. El anciano guardián la observaba con atención, pero no dijo nada. Esperaba que ella hablara primero, pero Ulva no tenía palabras.>La luna brillaba sobre su cabeza, más intensa que nunca. Era como si estuviera observándola, evaluándola. Un nudo se formó en su pecho. No podía seguir ignorándolo. Algo dentro de ella estaba despertando y no sabía si
El amanecer bañaba el bosque con un resplandor dorado, pero Ulva no estaba de humor para apreciar su belleza. Después de la prueba con el anciano, había despertado con un dolor en cada músculo de su cuerpo. Todo le dolía, sentía sensaciones que no entendía, impulsos y deseos fuertes. Su piel resplandecía mientras experimentaba las nuevas sensaciones y efectos.Caminaba con pasos torpes, sintiendo como si una manada de bisontes le hubiera pasado por encima. Tal vez usar la energía de la luna no era tan fácil como parecía.—Podrías haberme dicho que casi mueres la primera vez que usas tu poder. —murmuró para sí misma, frotándose los hombros. El anciano solo le había sonreído con esa calma desesperante suya antes de despedirse."Sobreviviste. Eso es lo único que importa."—¡Oh, claro! Porque casi explotar en energía lunar era completamente normal. —Bufó y siguió caminando, sintiendo que sus piernas eran dos troncos pesados. ¿En qué momento se había metido en todo esto?Ah, cierto, cuando
EEl fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro. La noche había caído, y el aire estaba fresco, con la luna brillando con intensidad sobre sus cabezas. Ulva estaba sentada en una roca, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor de sus rodillas, observando las llamas con el ceño fruncido. No lograba entender lo que le estaba pasando.Desde que había despertado su poder, su cuerpo ya no se sentía el mismo. Sus sentidos eran demasiado agudos, incluso para una licántropa normal. El viento le traía olores que antes no distinguía. Podía escuchar el susurro de un ratón moviéndose entre las hojas secas a varios metros de distancia. Y su piel… su piel ardía en ciertos puntos, como si algo intentara manifestarse en ella. Suspiró y apretó las manos contra su rostro.Era frustrante sentir y no saber cómo usar ese poder y lo peor era que sabía que estaba cerca su celo y no sabía cómo podría controlarlo o si este también sería más fuerte.Desde que cumplió sus dieciocho años, su
El fuego crepitaba suavemente en el centro del pequeño claro, pero sus llamas menguaban, dejando solo brasas incandescentes que resplandecían en la oscuridad. El aire fresco de la madrugada se colaba entre los árboles, pero Ulva sentía que su cuerpo ardía por dentro. La luna brillaba con fuerza sobre sus cabezas, implacable, recordándole que su ciclo estaba cerca.Fenrir seguía recostado contra el tronco del árbol, su mirada fija en ella. Había notado su cambio desde hacía horas. Su aroma se había vuelto más intenso, más embriagador. Su energía vibraba en el aire, acariciando su piel como si quisiera arrastrarlo con ella. No era la primera vez que Fenrir se encontraba con una loba en celo, pero esta vez… había algo distinto. Algo que lo hacía mantenerse alerta.Ulva cruzó los brazos sobre su pecho, como si eso bastara para contener la inquietud que la invadía. Su piel hormigueaba, el pulso le latía con más fuerza en la garganta. Sentía que su cuerpo no le pertenecía por completo. No a
La cabaña de cazadores se alzaba frente a ellos, vieja y desgastada por el tiempo, pero su estructura aún se mantenía firme. Ulva podía oler la madera húmeda mezclada con el hierro oxidado de las trampas antiguas que los cazadores solían usar en la zona. Todo estaba en calma, pero la energía que vibraba en el aire no lo estaba. No para ellos.Tras escabullirse en el interior, sus pasos eran ligeros, apenas audibles sobre la vieja madera del suelo. La luz de la luna se filtraba por los resquicios de las ventanas, iluminando el polvo en el aire. La tensión entre ellos era densa, tangible, como un hilo invisible que se estiraba con cada segundo que pasaba.Ulva avanzó hasta una mesa en el centro de la habitación y sus ojos se clavaron en los documentos dispersos. Mapas, registros de prisioneros y, en el centro, una lista de nombres. Su aliento se detuvo cuando vio el primero: **Ulva Aldebarán.**Su sangre se heló, pero lo que hizo que el suelo también pareciera abrirse bajo sus pies fue
El alba aún no había tocado el cielo cuando Ulva sintió el peso de un brazo fuerte sobre su cintura. Su cuerpo se tensó por un instante, pero no porque quisiera apartarse. Sino porque aún sentía el calor de la noche anterior recorriéndole la piel. La respiración de Fenrir era lenta y profunda. Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo, pegado a su espalda.Demasiado cerca, demasiado cálido. Ulva cerró los ojos un momento. Sabía que no debía moverse, sí se giraba…Sí se permitía mirar sus ojos…No saldrían de esa cabaña, pero entonces, Fenrir despertó.Ella lo sintió antes de que él siquiera se moviera. Su cuerpo cambió, su respiración se volvió más profunda, sus dedos se tensaron sutilmente contra su piel y entonces su aliento caliente le rozó el cuello. Un escalofrío la recorrió.No fue miedo, no fue frío, fue deseo.La boca de Fenrir rozó su hombro desnudo. Un roce apenas perceptible, como si estuviera probando si podía acercarse más. Ulva sintió cómo su corazón martilleaba co
Ulva se lanzó sobre él con una fiereza que no nacía del pensamiento, sino de algo más profundo. Fenrir apenas tuvo tiempo de abrir los brazos antes de que ella lo empujara contra la roca, sus labios colisionando con los suyos, sus manos aferrándose a su cuello como si lo necesitara para respirar.Él respondió al beso con la misma intensidad. Sus bocas se buscaron, se devoraron. No había dulzura en ese gesto. Era hambre. Hambre de piel, de conexión, de lo que habían negado durante demasiado tiempo.Fenrir deslizó sus manos por su espalda, empapada y tensa, hasta tomarla por la cintura y alzarla con facilidad. Ulva rodeó su cuerpo con las piernas, sin dejar de besarlo. Sus pechos apretados contra su torso desnudo lo hacían perder el control. Cada gemido que escapaba de su garganta era un golpe directo a su voluntad. Ella mordió su labio inferior, lo arrastró con los dientes antes de soltarlo.—No pienses —susurró—. Solo… Siénteme.Fenrir gruñó, como un lobo al borde de la transformación