Para una joven mujer que nunca se ha dejado llevar por sus hormonas ni por el qué dirán es difícil caer en las galanterías de los hombres de su edad, pero no cuando se le cruza un desconocido en un viaje, que le dice cosas lindas y la hace sentir especial. El problema viene cuando el resultado de ese deslumbramiento se muestra en forma de dos rayitas y náuseas matutinas. Para no defraudar a sus padres, Elena recurre al único nombre que la podría salvar del infierno… sin saber que sería peor. Para un hombre de treinta años, resuelto en no casarse, ser libre y dedicarse a manejar la empresa que tanto le costó levantar, y que se consigue una mujer con sólo un chasquido para pasar unas horas agradables, todo se vuelve un caos cuando su mejor amiga lo culpa a él de haberla embarazado. Ese hombre dulce que es Noah se pierde un poco, porque no está dispuesto a hacerse responsable de algo que no le corresponde, pero al verse acorralado, no le queda más remedio que aceptar un falso compromiso con su mejor amiga… sin saber que eso sería lo mejor que lo podría pasar. Obra registrada en Safe Creative bajo en número 2309155325876. Se prohíbe la reproducción, adaptación o distribución sin la autorización de la autora.
Leer másElena se queda sorprendida de la aparición tan repentina de su hermano, especialmente porque no le dijo que llegaría a la ciudad y por lo visto, es obvio que sus padres ya lo envenenaron.—¡¿Cómo te atreviste a tocar a mi hermana?! —le grita enfurecido y caminando hacia Noah.—¡Santiago, no…! —intenta decir Elena, pero su hermano sólo le estampa un puñetazo a Noah, mandándolo sobre la mesa de la sala, mientras ella se lleva las manos a la boca para ahogar un grito—. ¡No lo golpees!—¡No lo defiendas! ¡Él se aprovechó de ti, ¿no lo ves?! —Elena se lanza sobre Noah para verle el golpe que le ha roto el labio.—¡¡Nadie se aprovechó de mí!! —le grita ella histérica y furiosa—. ¡Sólo me abrí de piernas, me volví una puta en
Elena se queda mirando a Noah con los ojos muy abiertos, pensando en cómo tomar aquellas palabras, porque aunque está sintiendo un estremecimiento diferente estando cerca de él, sabe que las ilusiones no son un lujo para ella, no siendo una madre soltera.Por más que su corazón le palpite con fuerza y quiera dejarse llevar por lo que su instinto le dice, su cabeza ahora manda mucho más que antes.«Y así debió ser en Brasil», piensa con amargura, pero ahora no es momento para filosofar. Se aclara la garganta, pasa por el lado de Noah y se va al cuarto para quitarse el suéter, aunque para ser honestos… no esperó que él la siguiera.—¿No tienes nada que decirme? —le dice con voz ronca, Elena se asusta y tropieza con las pantuflas, Noah la sostiene enseguida y cuando ella lo ve a los ojos, ve algo muy diferente a lo que había antes.—¿Qué quieres que te diga? —pregunta con un susurro nervioso.—Lo que piensas, siempre ha sido así, ¿no? —están demasiado cerca, si ella se incorpora seguro q
Elena ve al hombre tirado en el piso tocándose el pómulo en donde el puño de Noah ha impactado, luego fija la mirada en su amigo y lo ve completamente furioso, fuera de sí, con el pecho subiendo y bajando por la rabia, mientras una mano poderosa permanece a la altura de su vientre.Rápidamente el dueño del local se acerca a ellos y mira a Noah con rabia.—¡No voy a tolerar este tipo de situaciones en mi bar, este es un lugar tranquilo y no voy a dejar…!—¡¿Acaso me vas a decir que vas a permitir que un ebrio toqueteé a tus trabajadoras?!—Por supuesto que no, pero tampoco voy a permitir que se forme una pelea por eso, así que los dos se me van de aquí —el jefe de Elena se gira hacia ella y le pregunta con seriedad—. ¿Por qué no me dijiste que tenías un marido tan celoso? De haber sabido, nunca te habría dejado trabajar aquí.—Porque no lo tengo —Noah la mira como si tuviera dos cabezas y ella frunce el ceño para regañarlo—. Él sólo es mi amigo, me ayudó en el peor momento de mi vida y
Los diez días que Noah pasó fuera de Londres se le hicieron como un mes, sobre todo porque no consiguió hablar mucho con Elena y el estado de su amiga es una constante preocupación en su vida. Él, que jamás se preocupó de más, ahora no deja de pensar en cómo está su Chiquita.Por eso, aquel vuelo de regreso se le vuelve eterno, aunque sólo son unas pocas horas desde Alemania y, cuando al fin el avión aterriza en la ciudad, se va directo a su departamento, porque por la hora ya Elena debería estar allí. El auto para él avanza lento, le pide varias veces al chofer que vaya más rápido, pero sencillamente no se puede porque es la hora de más congestión.—Juro que compraré una casa lejos de toda esta gente y que me demore lo menos posible en llegar —regaña solo en el asiento trasero.Lo úni
En cuanto llega al departamento, mete la caja en un lugar donde no estorbe y se da cuenta que en ese departamento de Noah no tiene realmente un espacio. Se pasa las manos por el cabello, mira a todos lados y respira profundamente, porque debe hacer algo rápido para no perder la carrera… pero también para buscarse un lugar dónde vivir, porque puede que su amigo la ayude en un momento como este, pero eso no quiere decir que se aprovechará de él.—Por el momento, es mejor que coma decentemente…Rebusca en la cocina comida, pero no encuentra nada. Mira en su bolso si tiene algo de dinero, pero lo que le queda está justo para el autobús, así que no le queda más remedio que usar ese as bajo la manga que no le gusta, pero es eso o no comer.Antes le habría dado lo mismo, sin embargo, ahora no es sólo ella.Toma su teléfono y le marca a su hermano, quien le responde de inmediato.“¡Hermanita! Que bueno que me llamas, he sido un ingrato contigo, pero te prometo que lo compensaré con un hermoso
Aquella noche Noah se acomoda en el nuevo sofá, en el que pueden caber dos personas fácilmente, con su manera, las almohadas y un par de chucherías para comer mientras ve un partido de rugby.Elena está en el cuarto leyendo algo de las materias desde la plataforma de la universidad desde la laptop que le ha pasado y cuando se dispone a instalarse por fin, escucha el grito de Elena que lo hace saltarse el sofá en dos segundos.—¡¿Qué pasó, Chiquita?! —dice llegando a ella y mirando lo que Elena tiene frente a sus ojos—. OK… Esto no es mío…—¡No me mientas, Noah! ¡¡Es tu ordenador personal!!—¡Sí, pero yo no veo estas página para adultos! ¿Para qué querría verlas?—¡Pues no sé! ¡Para aprender nuevas posiciones, sacar ideas…! —Noah
—¿Disculpe? —sisea Noah acercándose a Enrique y este retrocede sólo por el instinto de supervivencia—. ¿Ha preguntado dónde está su hija?—¡Elena sigue siendo mi hija, aunque me haya deshonrado! —Noah se echa hacia atrás con aquellas palabras y mira a los guardias.—¡Mierda, ¿regresamos a la edad media y no me di cuenta?! —los hombres sonríen, pero Noah se mantiene con cara de asesino—. Primero, una hija no deshonra por quedarse embarazada, hay cosas peores que los hijos pueden hacer.«Segundo, asuman esto y métanselo bien en la cabeza o donde les quepa: ustedes no tienen hija. Ella se murió ayer en el hospital, cuando ninguno de los dos se molestó siquiera a esperar a que saliera para llevarla a casa a cuidarse.—¡No me la puedes negar!—¡Y yo no quiero que molesten a mi mujer! Elena ahora es mía, mi asunto, mi problema. Al primer error, o como sea que se le llame a eso, le dieron vuelta la espalda. Elena es mi mujer y no los quiero cerca de ella ni de mi bebé. ¡¡LARGO!!Esta vez Noa
Noah se despierta con una deliciosa sensación, un calorcito a su costado derecho, un brazo que cruza por su abdomen y algo húmedo en su pecho…—¡Mierda! —salta de la cama asustado, limpiándose la baba del pecho y cuando Elena salta de la cama también, mirando a todos lados asustada, Noah se pasa las manos por la cara.Jamás, ¡NUNCA! Ha dormido con una mujer, porque la cama es para muchas cosas con una mujer. Así que sí, es de los corredores.—¿Qué te pasó? —pregunta ella pasándose las manos por los ojos en un gesto tan infantil que a Noah lo hace sonreír por la ternura que le provoca.—Es que… ¡pues me tenías babeado, niña! —Elena se pasa la mano por el rostro y se ríe, pero cuando recuerda dónde estaba su cara babeando a su amigo, se sonroja un poco. Sin embargo, luego de verlo nervioso, ella sólo entrecierra los ojos y se acerca a él.—A mí me huele que tú eres de los que corre, Noah Cummings… y antes de recordar que estabas conmigo, saltaste de la cama para escapar —él le saca la l
Sin embargo, si ella cree que es por seguirle el juego, está muy equivocado. Noah levanta su dedo índice y le advierte.—No te entusiasmes mucho Chiquita. Vas a decirme el nombre del estúpido de Brasil y todo lo que pudo haberte dicho que nos sirva para buscarlo.—Pero Noah… —dice ella con temor de lo que pudiera suceder, desde el rechazo de aquel hombre hasta querer quitarle a su hijo.—Si hay algo de lo que realmente tengo ganas es de encontrármelo cara a cara y reventarle la sonrisa de príncipe azul que me dijiste que tenía. Y después de eso lo pondré frente a tu padre, ¡a ver si él sí se caga en los pantalones cuando lo apunte con el arma!Elena no puede evitar soltar la carcajada y se deja abrazar nuevamente por Noah. Si no fuera mayor, un puto y mal genio con las mujeres, probablemente sería el hombre ideal, porque con ella es un sol.—¿Quieres largarte ya de aquí? —le pregunta con una sonrisa que extingue cualquier pena y ella asiente—. Bien, déjame buscar a un doctor, pero uno