Capítulo 3: Un hombre que no se quiere casar

Para Enrique, escuchar el nombre del mejor amigo de sus hijos fue un duro golpe que lo dejó sin aire por algunos segundos, lo suficiente para armar toda una estrategia en su cabeza.

—Entra a la casa —es todo lo que el hombre le dijo a Elena y ella, con cierta dificultad, se puso de pie.

—Pero Enrique, ¿cómo estás dispuesto a aceptar a esta pvta? —Elena sintió cómo los puñales se iban clavando en su corazón, caminó con la cabeza gacha y cierta dificultad al interior de la casa. Enrique pasó por su lado sin decir nada.

Los minutos han pasado, mientras ella se ha quedado al lado de la entrada, sin tener ni una pizca de intenciones de pasar más allá, porque su madre le está bloqueando el paso. Cuando oye la puerta abrirse, Elena ve con horror como en una de sus manos, su padre, lleva un arma.

—¿Padre, qué piensas hacer? —le pregunta con el miedo atenazando su cuerpo.

—Tú no te metas…

—¡No! ¿Qué vas a hacer?

—Lo justo y necesario para arreglar este estropicio que has causado tú.

El hombre sale cerrando tras de sí la puerta totalmente furioso, mientras que Elena toma las llaves del auto de su madre y corre tras él. Pasando por alto aquella punzada de dolor que siente en el vientre, se sube al auto desoyendo los gritos histéricos de su madre detrás. Sigue a su padre por las calles y se da cuenta que el rumbo que está tomando a la empresa de Noah.

—Maldición… —saca su teléfono del bolsillo y comienza a marcarle desesperada, pero Noah debe estar muy ocupado porque no le responde.

Al llegar frente al edificio, se da cuenta que su padre se baja rápidamente y no encuentra un estacionamiento, pero ya que el auto no es de ella, lo deja en cualquier parte, ya las multas le llegarán a su madre. Algo debe pagar la mujer por haberle dicho aquellas palabras tan hirientes y golpeado de aquella manera.

Cada vez siente aquel dolor en su vientre un poco más agudo, pero lo pasa por alto, entra al edificio y sigue la ruta hasta la oficina de Noah.

El ascensor se demora un poco en bajar nuevamente y cuando sube en el camino se detiene dos veces para albergar pasajeros. Cuando al fin llega al piso de Noah corre hacia el escritorio de su secretaria y le pregunta por él, ella le dice en dónde está algo asustada y corre hasta la sala de juntas.

Llega justo cuando Noah le está preguntando a su padre quién le dijo que él es el padre de su hijo y ella con seguridad, responde.

—Yo… Yo le dije que tú eres el padre de mi hijo —Noah mira a Elena con la clara intención de asesinarla en ese instante. Pero antes de que él diga una palabra más, es ella la que habla con voz temblorosa.

«¿Padre, me permites hablar con Noah? Tenemos algunas cosas que aclarar…

—¡¡No voy a salir de esta oficina hasta que él no diga que se va a casar contigo!!

—¡¡Papá, él ni siquiera lo sabía…!! Por favor, déjame hablar con él —le suplica Elena y Enrique sale de la oficina dejando a su hija a solas con Noah a regañadientes.

En cuanto se cierra la puerta, Noah salva la distancia que hay entre la chica y él, la toma con violencia por un brazo y la obliga a sentarse en una de las sillas, provocando una mueca de dolor que le pasa inadvertida producto de la rabia que siente.

—¡¡¿Qué demonios te pasa, Elena?!! —brama con toda la rabia que se estaba conteniendo—. ¡¿Cómo se supone que yo voy a ser padre de tu hijo si ni siquiera te he visto desnuda?! ¡¿Y peor todavía, sabiendo que tu padre es tan estricto?! ¡¡Me apuntó con un arma delante de toda mi gente… casi me cago del susto!!

—L-Lo siento… —dice absolutamente pálida y colocando sus manos sobre su vientre.

—¡¡No me digas que lo sientes!! Dile la verdad a tu padre o pagarás por esto —ella abre los ojos asustada y por un momento Noah recuerda con quién está hablando—. ¿En serio estás embarazada? —ella asiente, Noah se pasa las manos por el cabello y se sienta frente a ella—. ¿Quién es el padre? ¿Acaso es el chico que conociste en Brasil?

—Sí —Noah cierra los ojos y trata de pensar con claridad, pero es que tiene tanta rabia en ese momento que lo único que quiere es ahorcar a su amiga por ponerlo en esa situación tan difícil.

—Elena, tienes que decirles la verdad —le dice con clara señal de advertencia—, tú sabes perfectamente que yo no me quiero casar y, aunque tú seas mi mejor amiga y quiero ayudarte, y protegerte en todo lo que pueda; en esto no te puedo respaldar.

—Por favor… —le suplica ella—. Mi madre estuvo a punto de echarme de la casa sólo por saber que estoy embarazada… —Noah le toca la mejilla enrojecida y ella baja la mirada con vergüenza.

—¿Te golpeó? —sisea con rabia.

—Sí… Supongo que me lo merecía.

—No, Elena, no te lo merecías, no eres la primera ni serás la última chica que queda embarazada de un completo desconocido… —no lo sabrá él que nació de una madre soltera—. Sólo que ahora no estás embarazada de un desconocido, sino de mí —Noah se pone de pie y comienza a pasearse como león enjaulado allí delante de su amiga.

—Lo siento, te juro que lo siento, pero en ese momento tenía tanto miedo… —solloza ella sintiéndose cada vez peor—. No lo pensé con claridad y nunca me imaginé que mi padre iba a hacer algo como lo que hizo —Elena se pone de pie sin apartar una mano de su vientre porque le duele demasiado. Ve a su amigo fuera de sí y sonríe con tristeza.

«Tienes razón, lo mejor será que enfrente la verdad y que les diga quién es el padre de mi hijo. ¿Qué más da si tengo que dormir bajo un puente?

—Oye, sabes que no tienes que dormir bajo un puente… —le dice él girándose y se queda petrificado en cuanto fija su mirada en ella y nota algo en su pantalón que no debería estar allí—. ¿Elena, qué te pasa?

—Yo… Me duele mucho —dice con un sollozo y en ese momento sus ojos se cierran y comienza a caer en cámara lenta. Noah logra sostenerla antes de que se golpee en el piso y aprieta los dientes con fuerza.

La levanta y sale con ella de la sala gritándole a Corina.

—¡¡Llama una ambulancia ahora mismo!! —mira su amiga y la lleva hasta su oficina para recostarla en el sofá, le toma una mano y se la aprieta—. No me hagas esto, Elena, por favor… No lo hagas.

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