Capítulo 2: El hombre frío que nadie quiere sacar

Para Noah despertarse ese día como siempre, solo en su cama y luego de haber tenido una noche de espectacular desahogo con una de esas mujeres que le encantan; lo hace meterse a la ducha para luego irse a la oficina a ser ese jefe serio e inclemente.

Con las mujeres es indiferente.

En cambio, en el mundo sólo hay dos personas que le sacan lo mejor y son sus mejores amigos, la única familia que tiene, Santiago y Elena Valencia.

Tras atender algunas llamadas a primera hora, Noah se encierra en su oficina para revisar algunos de los proyectos y también para beber de su café. Luego de eso vuelve a gritar a algunas personas porque el trabajo está mal hecho y ordena que lo vuelvan a hacer.

Para la hora de almuerzo, Noah se pone de pie y se va al mismo restaurante de todos los días. Mientras espera a que le lleven su comida, se dedica a atender los correos electrónicos que no ha podido revisar en la mañana por tanto trabajo. Tras devorarse una buena porción de comida, camina hacia la oficina mirando el cielo gris y la fina llovizna que le cae en el rostro como pequeñas agujas, sonríe feliz hasta que un escalofrío le recorre como si algo fuese a pasar.

—Corina —le dice a su secretaria cuando llega la oficina—, llámeme a los banqueteros que siempre contratamos, en tres meses será mi cumpleaños y quiero comenzar a organizarlo como se debe.

—Por supuesto, señor, de inmediato le comunico.

En cuanto Noah pone un pie en la oficina, el teléfono comienza a sonar y sabe que ya la comunicación está lista. Esa es la única razón por la que Corina ha durado tanto tiempo en su puesto, aunque no puede negar que esos pequeños relajos que la pelirroja le brinda de vez en cuando con la boca, también ayudan bastante a que conserve su puesto.

Tras arreglar los detalles que quiere para su próximo cumpleaños número treinta y uno, Noah se pone de pie y se va a la sala de juntas, en donde tendrán una importante reunión con todo el equipo para revisar los proyectos que están a punto de aprobarse, no sólo en Inglaterra, sino que también en el resto de Europa.

En cierto momento, realiza una videoconferencia con su mejor amigo y también mejor arquitecto.

—¿Qué tal, amigo mío? ¿Cómo te trata Lisboa? —le pregunta con cordialidad a Santiago y éste le responde de la misma manera.

—Bastante bien, no me puedo quejar y la obra aquí va espectacular, tenemos una semana adelantada, lo que sabes es bastante difícil conseguir. Pero el equipo que pude reunir aquí es bastante bueno y rápido, muy eficiente y cada una de las pruebas que hemos hecho han salido bien…

Ambos comienzan a hablar de tecnicismos que no todos pueden comprender. En cierto momento, cuando ya termina el reporte de Lisboa, corta la llamada y sigue hablando con el resto de los equipos por unos minutos más.

De pronto, algo se oye fuera de la sala de juntas, pero no le presta mucha atención. Sin embargo, cuando la puerta se abre de manera abrupta y aparece allí el señor Valencia, Noah frunce el ceño, se pone de pie y le pregunta preocupado.

—¿Señor Valencia, le ha ocurrido algo a Santiago o a Elena? —intenta moverse de su puesto, pero el hombre saca un arma que lo apunta directamente al pecho y todos allí ahogan un grito.

—¡¿Y tienes el descaro de preguntarme por Elena?! ¡¡Maldito infeliz, le desgraciaste la vida a mi hija!!

—Señor Valencia, no sé de qué está hablando. Yo a Elena no la veo desde antes que se fuera a Brasil…

—Mira tú las casualidades de la vida, ¡¡justo cuando dejaste embarazada a mi hija!!

—¡¿Que yo quéeee?! —en ese momento, Noah no sabe qué responder, así que mira a todos los que están allí presentes y los manda a salir para quedar solo con el hombre—. ¡Salgan todos ahora mismo y el último cierra la puerta! ¡¡Y pobres de ustedes que salgan con el chisme de aquí, porque se van todos despedidos!!

Una vez que la puerta se cierra, Noah camina con decisión arreglándose el traje hacia el señor Valencia, quien no deja de apuntarlo con el arma. Se para frente a él con el cañón de la glock casi rozándole la corbata, lo mira con esos ojos grises y fríos, y le dice.

—¿De dónde ha sacado usted que yo pude haber hecho algo como eso? Sabe perfectamente que yo a Elena la quiero mucho, pero no para tener una relación con ella.

—¡No, si es que tú no quieres a ninguna mujer para tener una relación seria con ellas! Pero si crees que vas a dejar a mi hija sola con tu hijo, estás muy equivocado… ¡¡Vas a tener que responder y casarte con ella!

—A ver, discúlpeme, pero… —Noah se pasa la mano por el cabello con absoluta frustración y le arrebata el arma a Enrique, quien parece totalmente inestable y en cualquier momento se le puede escapar un tiro.

—¡¡No te disculpo nada, te dimos la confianza suficiente para entrar a nuestra familia!! ¡Sabíamos perfectamente que no tenías a nadie y tú me lo pagas así!

—¡¡Yo no le he pagado nada porque no le debo nada!! Tampoco los afectos se sacan en cara, pero si usted considera que el haberme dejado ser parte de su familia es un motivo por el cual yo deba pagar, creo que es suficiente con haberle dado un buen puesto a Santiago, que en realidad lo hice porque es mi amigo y confío en él ciegamente.

—¡No te pases de listo conmigo, muchacho…! ¡¡Asume tu error!!

—¡¡No voy a asumir nada porque yo no he estado con Elena!! ¡¿Quién demonios le dijo eso?!

—Yo —la voz temblorosa de Elena se escucha tras Enrique y los dos se giran para verla. Noah entorna los ojos y Elena sabe que está en serios problemas. Él siempre ha sido dulce y atento con ella, pero sabe muy bien cómo suele ser en su trabajo y esa es precisamente la faceta que está a punto de ver—. Yo le dije que tú eres el padre de mi hijo.

Y justo en ese momento Noah siente por primera vez ganas de ahorcar a una mujer.

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