Capítulo 6: La primera vez que duerme con una mujer

Sin embargo, si ella cree que es por seguirle el juego, está muy equivocado. Noah levanta su dedo índice y le advierte.

—No te entusiasmes mucho Chiquita. Vas a decirme el nombre del estúpido de Brasil y todo lo que pudo haberte dicho que nos sirva para buscarlo.

—Pero Noah… —dice ella con temor de lo que pudiera suceder, desde el rechazo de aquel hombre hasta querer quitarle a su hijo.

—Si hay algo de lo que realmente tengo ganas es de encontrármelo cara a cara y reventarle la sonrisa de príncipe azul que me dijiste que tenía. Y después de eso lo pondré frente a tu padre, ¡a ver si él sí se caga en los pantalones cuando lo apunte con el arma!

Elena no puede evitar soltar la carcajada y se deja abrazar nuevamente por Noah. Si no fuera mayor, un puto y mal genio con las mujeres, probablemente sería el hombre ideal, porque con ella es un sol.

—¿Quieres largarte ya de aquí? —le pregunta con una sonrisa que extingue cualquier pena y ella asiente—. Bien, déjame buscar a un doctor, pero uno que no sea idiota.

—¡Noah!

—¡Ah, es que tú no sabes lo que me hizo un doctor! Salió sin dar el nombre de la paciente ni pedir por su familia… me dijo que la paciente había muerto y te juro —por primera vez Elena le ve el labio temblar, sólo dos segundos, hasta que respira profundo y la mira con cariño—. Allí entendí que no importa en la mentira que me has metido, te voy a apoyar mientras buscamos al princeso.

«Déjame preguntar si mi asistente trajo la ropa que le pedí para ti, le dije que sólo la dejara con alguna de las enfermeras para no molestarte. Ya regreso, Chiquita.

Elena sólo rueda los ojos y se ríe. Noah sale de allí a buscar cualquier doctor que le dé el alta y en pocos minutos ya una enfermera está ayudando a Elena a vestirse, mientras él va a pagar el hospital. Una conversación le llama la atención y se queda tras una esquina oyendo a dos enfermeras.

—¿Viste que hombre más guapo? Ay, y la manera en que lloró por su mujer… menos mal que la chica se salvó.

—Sí, lo que más pena de me da es el padre de ella, viejo maldito. Junny me dijo que no quería hacerse cargo del pago, dijo que la pasaran de indigente, no puedo creer que a estas alturas todavía hay padres que son así de cerrados…

Las voces se alejan y Noah se queda pensativo unos segundos. Llevar a Elena a esa hora de la madrugada a la casa de sus padres no sería lo mejor y tal vez en definitiva su amiga no debería volver, porque ha quedado demostrado que ella no tendrá nada de su apoyo.

Termina el famoso trámite, regresa por Elena y tira de la silla aunque termine encorvado porque es demasiado alto y la silla bajita. Una enfermera los acompaña hasta el estacionamiento, y cuando Elena va a ponerse de pie para subir, él la toma entre sus brazos para subirla al asiento.

—Lamento todo lo que te ha pasado… te llevaré a mi departamento, no quiero ponerte en peligro.

—No quiero molestarte más, Noah.

—Y yo no te voy a poner en peligro. Tus padres se molestan porque llegas dos minutos tarde, ¿te imaginas lo que pasará si llegas ahora? No, querida, te vas conmigo, este tío tiene que cuidar de su sobrino, porque como van las cosas, parece que es el único que tendré.

Elena hace un puchero, pero se aguanta el llanto. Después de todo ya el peligro ha pasado, las cosas van mejorando para ella y lo que queda en adelante es hacer lo mejor para su hijo.

Salen de allí, pero hacen una parada estratégica en una tienda para comprar comida y ya en el departamento, Noah la lleva directo a la cama.

—Toma, te dejo una de mis playeras —le lanza la prenda y ella la toma en el aire muerta de la risa.

—Bien, pero mi pregunta, ¿dónde se supone que vas a dormir?

—Pues en el sofá, ¿dónde más? Sabes que tengo sólo un cuarto, porque el otro es mi bebé.

—Sí, tu gimnasio… pero Noah, eres demasiado gigantón, yo debería dormir allí.

—¡¿Estás loca?! Ya te dije que las tengo que cuidar, así que yo me voy al sofá.

—¿Las? O sea, tú asumes que es niña.

—Shi —dice como niño y Elena suelta la carcajada—. Yo quiero que sea niña, para consentirla y mimarla mucho como he hecho contigo.

—¿Y si es niño?

—¡Le enseñaré a ser put…!

—¡¡NOAAAAH!! —le dice ella lanzándole una almohada mientras él sale del cuarto riéndose para darle privacidad.

Elena se cambia la ropa sin dejar de pensar en cómo su vida ha cambiado en sólo unas horas, por la mañana su madre le dio el beso de despedida antes de salir a la universidad y su padre le había preguntado si tenía dinero para comprar el almuerzo. Y para la tarde ya era la puta que los decepcionó y avergonzó.

Las lágrimas caen en sus piernas desnudas y Noah entra en ese momento, se arrodilla frente a ella dejando la comida de lado y le toma las manos.

—¿Qué te pasa, mi Chiquita? No llores, que le hace daño a mi enana —la abraza y ella entierra su cara en su cuello.

—¡Dime que no soy una mala hija! ¡¡Dime que no soy una puta por haberme entregado al primero que me habló bonito!!

—No, cariño… eres pendeja —ella se aparta de él con los ojos muy abiertos y él levanta las manos como si no estuviese haciendo nada malo—. ¡No me mires así, que soy tu amigo y eso me da derecho exclusivo a decirte la verdad! No usaste protección, cariño, ese es tu único error.

—¡Es que sí lo usamos!

—Entonces te tocó ese 5 % que falla y tienes que asumir que esa es una posibilidad cuando decides tener una vida sexual activa.

—¿Cómo lo haces tú?

—Pues… me aseguro, primero, de no estar con mujeres que se supone usan métodos anticonceptivos y beben mucho, porque esa es la principal causa de falla. Y supongo que no repetir con una mujer me da menos probabilidades de ser padre por la falla estadística.

«Ahora, métete en la cama y disfrutemos de nuestra cena, auspiciado por Maruchan —Elena se ríe mientras se quita las lágrimas del rostro. Noah no es el perfecto caballero para las demás, pero para ella es mejor que Don Quijote, Lancelot y Robin Hood revueltos.

Comen en silencio porque están demasiado cansados, al terminar, él se lleva todo y Elena va al baño para lavarse los dientes, saca uno de los cepillos que Noah suele guardar para las visitas y luego se va a la cama tranquila de que su bebé esté bien.

Noah pasa a lo mismo, se coloca el pijama y al salir Elena mira a otro lado cuando lo ve salir con el torso desnudo, simulando que se va a dormir. Nunca, en todos esos años, vio a su amigo de ninguna manera, pero por una extraña razón ahora mismo ese abdomen se le vuelve… tentador.

—Descansa, Chiquita. Cualquier cosa, me gritas. Dejaré la puerta abierta.

—Gracias.

Y con una sonrisa él se va a la sala, se acomoda como puede en el sofá, pero los pies le quedan por fuera desde unos cinco centímetros sobre los tobillos y su brazo le queda colgando, así que se acomoda de lado.

Pero no logra estar cómodo de ninguna manera.

Se mueve y remueve, hasta que termina en el suelo.

—¡Maldición! Mañana mismo lo lanzo por la ventana y me compro uno más grande —se sienta en él, se pasa las manos por el rostro y se hace la idea de que tendrá que sobrevivir a café todo el día. Él puede dormir poco y aguantar, pero no es lo mismo dormir mal o nada y tener que enfrentarse a sus días.

De pronto, las suaves manos de Elena toman una de las suyas, tiran de él y lo lleva al cuarto como niño regañado, lo mete a la cama, ella la rodea, se mete también girándose y apaga la lucecita.

—Ya duérmete, que molestas a la niña.

—Pero…

—¡Que te duermas! Mañana lanzas el sofá si quieres, pero ahora duérmete. Eres el CEO de una importante empresa de construcción y tienes que estar atento a todo. Descansa…

Elena se duerme rápidamente por el cansancio y porque el embarazo la tiene somnolienta, mientras él se queda tapado igual que el niño de Sexto Sentido cuando confiesa que ve gente muerta.

—Pero… yo nunca he dormido con una mujer —susurra bajito, pero la respiración acompasada de Elena lo relaja y se duerme en pocos minutos.

Y en el relajo de la noche, los cuerpos se mueven, sonríen dormidos y sueñan sucesos algo raros, y todo eso los lleva a una cosa, algo que los dos se darán cuenta por la mañana.

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