No nos confundamos.
A Noah, ni por asomo se le está saliendo el padre protector de aquel hijo que no es suyo. En su mente sólo hay culpa porque él sentó con demasiada brusquedad a Elena en la silla y piensa que es su responsabilidad el hecho de que ella esté perdiendo a su hijo en ese momento.
—Por favor, Chiquita… No me hagas esto —dice él con la voz llena de angustia.
Diez minutos después entran paramédicos apresuradamente para atender a Elena y en cuanto él les dice que está embarazada, la suben con mucho cuidado a la camilla y se la llevan de allí.
Fuera del edificio, Enrique los alcanza y en cuanto el paramédico se gira para preguntar quién irá con ella, Noah no se demora nada en decir que él la acompañará.
—¿Y usted es…? —le pregunta el hombre con una ceja levantada y Noah en ese momento, como no piensa con claridad, responde sin darse cuenta de lo que eso significaría sino hasta unas horas después.
—El padre de su hijo… —lo dejan subir y en ese momento Enrique empuña las manos. Todo aquel teatro de que él no era el padre sólo era una treta para zafar de su responsabilidad y no tener que casarse, pero ya lo escucharía.
Luego de preguntar a dónde la trasladarían, Enrique se sube a su auto y parte con rumbo al hospital, y teniendo los peores pensamientos en el momento, porque para él, lo mejor sería que su hija perdiera aquel bebé.
Cuando llegan al hospital, la bajan rápidamente y Noah trata de seguirlos, pero una enfermera lo detiene a mitad del camino y le dice que debe esperar en aquella salita a que le den alguna información mientras le entrega una tabla en donde debe llenar los datos de Elena.
Va colocando cada uno de los datos que conoce, sólo la identificación es lo que no logra proporcionar, pero sabe todo de ella, cirugías, alergias y reacciones a los medicamentos, diez años en aquella familia y siendo amigo de ella, por supuesto que conoce todo… Pero aún así no está dispuesto a dejarse manipular por Elena.
En la mente de Noah, Elena debe decir la verdad lo antes posible.
Firma como tutor y le pide a la enfermera que por favor hagan lo que sea para salvarla a ella y a su bebé. La mujer asiente y lo deja solo, de pie y mirando la puerta por donde la han ingresado. Se pasa las manos por el cabello y se deja caer en una de las sillas apoyando sus codos en sus rodillas y enterrando la cabeza entre sus manos.
—¿Cómo pudiste olvidar que era ella? —se recrimina muy bajito—. Si ella siempre fue tu Chiquita e intocable.
Minutos después logra ver frente a él los zapatos de alguien y cuando levanta la mirada, toda su preocupación desaparece de su rostro y se pone de pie con una expresión mucho más desagradable.
—Mira, muchachito, no sé a qué estás jugando tú, pero…
—Pero nada. Sé perfectamente que permitió que su esposa golpeara a Elena en su estado y eso es algo que no le voy a perdonar.
—¡Eso jamás habría sucedido si tú no la hubieses metido en tu cama!
—¡Yo no he metido a Elena en mi cama! Sabe perfectamente que la veo como una hermana menor… —el hombre lo interrumpe con una carcajada sarcástica y luego se acerca un poco más a él, pero Noah, en lugar de retroceder, también da otro paso más y sus rostros quedan bastante cerca, desafiándose claramente por aquella verdad.
—A mí no tienes que mentirme más. Te escuché cuando le dijiste el paramédico que tú eres el padre de su mocoso.
—Su nieto… y sí, lo hice para que me dejaran venir con ella, porque estoy seguro de que usted a su lado sólo iba a estorbar. Es que ni siquiera se le ve un mínimo de preocupación por su hija, ni siquiera me ha preguntado qué es lo que me han dicho. Tampoco se ha acercado a llenar los datos de Elena… ¿Tanto odia a su hija por haberse embarazado?
—No la odio, sólo estoy decepcionado.
—Pues cuando yo me decepciono, aun así, no abandono a mis seres queridos. ¡Un claro ejemplo de ello es precisamente este momento!
Como Noah no quiere seguir con aquella discusión inútil, se separa del hombre y vuelve a sentarse nuevamente en la banca. Lo único que espera es que su amiga esté mucho mejor y que pronto pueda pasar a verla.
Los minutos se van haciendo una tortura y cuando ya pasa más de una hora, Noah se pone de pie y va a pedirle información a la enfermera, pero ella sólo le dice que muy pronto el médico saldrá para darle noticias de Elena.
No puede dejar de ver a Enrique sentado allí como si nada pegado a su teléfono escribiendo algo, ni siquiera ha sido capaz de ver el estado de su hija. Por un momento se debate entre avisarle a Santiago o no, sabe que su amigo adora a su hermana y que gustoso estaría allí.
Cuando ya casi se van a cumplir dos horas de espera en aquel lugar, un médico de impoluta bata blanca sale y él se acerca inmediatamente para hablar con él.
—Dígame, por favor, ¿cómo están mi mujer y mi hijo? —Enrique gruñe tras él, pero Noah no va a abandonar su papel en ese momento porque corre el riesgo de que no le digan nada y lo saquen del hospital. El médico con seriedad se aclara la garganta y toma una tablilla en donde comienza a leer y le dice.
—La señora llegó en un estado bastante deplorable y el estado de su hijo no era mucho mejor… —en ese momento, Noah siente cómo un frío comienza a envolverlo y el terror se apodera de él—. Lamento decirle esto, señor, pero… Su mujer y su hijo no resistieron… Ambos han muerto.
Y en ese momento Noah siente como el aire abandona todo su sistema, se deja caer de rodillas al piso y no puede creer cómo es posible que, por haberse negado a ayudar a su amiga, todo esto haya pasado…
Noah siente cómo las manos comienzan a sudarle, el pecho comienza a dolerle demasiado y se pone tan pálido que el doctor le pide a una enfermera rápidamente que se acerque.—Señor Summer… Lamento mucho tener que darle esta noticia, pero… —Noah en ese momento levanta la mirada y lo mira con el rostro furioso.—¿Acaba de decirme, señor Summer?—Sí —responde el médico algo confundido—, usted es el esposo de la señora Summer, que llegó de cuatro meses con una embolia…—¡No! ¡¡Yo estoy aquí por Elena Valencia!! —se pone de pie rápidamente y se pasa la mano por el cabello—. Maldición, ¡¿usted es idiota?! ¿Por qué demonios no preguntó mi nombre antes de darme esa noticia? ¿Tiene idea del miedo que me hizo pasar?—Lo siento, disculpe, pero…—Familiares de la señorita Elena Valencia —dice otro médico tras ellos y Noah mira al médico con ganas de matarlo.—¡¡Ve que no es tan difícil hacer algo como eso!! —le muestra los dientes como si fuera un perro rabioso y se acerca al médico que lo llama—.
Sin embargo, si ella cree que es por seguirle el juego, está muy equivocado. Noah levanta su dedo índice y le advierte.—No te entusiasmes mucho Chiquita. Vas a decirme el nombre del estúpido de Brasil y todo lo que pudo haberte dicho que nos sirva para buscarlo.—Pero Noah… —dice ella con temor de lo que pudiera suceder, desde el rechazo de aquel hombre hasta querer quitarle a su hijo.—Si hay algo de lo que realmente tengo ganas es de encontrármelo cara a cara y reventarle la sonrisa de príncipe azul que me dijiste que tenía. Y después de eso lo pondré frente a tu padre, ¡a ver si él sí se caga en los pantalones cuando lo apunte con el arma!Elena no puede evitar soltar la carcajada y se deja abrazar nuevamente por Noah. Si no fuera mayor, un puto y mal genio con las mujeres, probablemente sería el hombre ideal, porque con ella es un sol.—¿Quieres largarte ya de aquí? —le pregunta con una sonrisa que extingue cualquier pena y ella asiente—. Bien, déjame buscar a un doctor, pero uno
Noah se despierta con una deliciosa sensación, un calorcito a su costado derecho, un brazo que cruza por su abdomen y algo húmedo en su pecho…—¡Mierda! —salta de la cama asustado, limpiándose la baba del pecho y cuando Elena salta de la cama también, mirando a todos lados asustada, Noah se pasa las manos por la cara.Jamás, ¡NUNCA! Ha dormido con una mujer, porque la cama es para muchas cosas con una mujer. Así que sí, es de los corredores.—¿Qué te pasó? —pregunta ella pasándose las manos por los ojos en un gesto tan infantil que a Noah lo hace sonreír por la ternura que le provoca.—Es que… ¡pues me tenías babeado, niña! —Elena se pasa la mano por el rostro y se ríe, pero cuando recuerda dónde estaba su cara babeando a su amigo, se sonroja un poco. Sin embargo, luego de verlo nervioso, ella sólo entrecierra los ojos y se acerca a él.—A mí me huele que tú eres de los que corre, Noah Cummings… y antes de recordar que estabas conmigo, saltaste de la cama para escapar —él le saca la l
—¿Disculpe? —sisea Noah acercándose a Enrique y este retrocede sólo por el instinto de supervivencia—. ¿Ha preguntado dónde está su hija?—¡Elena sigue siendo mi hija, aunque me haya deshonrado! —Noah se echa hacia atrás con aquellas palabras y mira a los guardias.—¡Mierda, ¿regresamos a la edad media y no me di cuenta?! —los hombres sonríen, pero Noah se mantiene con cara de asesino—. Primero, una hija no deshonra por quedarse embarazada, hay cosas peores que los hijos pueden hacer.«Segundo, asuman esto y métanselo bien en la cabeza o donde les quepa: ustedes no tienen hija. Ella se murió ayer en el hospital, cuando ninguno de los dos se molestó siquiera a esperar a que saliera para llevarla a casa a cuidarse.—¡No me la puedes negar!—¡Y yo no quiero que molesten a mi mujer! Elena ahora es mía, mi asunto, mi problema. Al primer error, o como sea que se le llame a eso, le dieron vuelta la espalda. Elena es mi mujer y no los quiero cerca de ella ni de mi bebé. ¡¡LARGO!!Esta vez Noa
Aquella noche Noah se acomoda en el nuevo sofá, en el que pueden caber dos personas fácilmente, con su manera, las almohadas y un par de chucherías para comer mientras ve un partido de rugby.Elena está en el cuarto leyendo algo de las materias desde la plataforma de la universidad desde la laptop que le ha pasado y cuando se dispone a instalarse por fin, escucha el grito de Elena que lo hace saltarse el sofá en dos segundos.—¡¿Qué pasó, Chiquita?! —dice llegando a ella y mirando lo que Elena tiene frente a sus ojos—. OK… Esto no es mío…—¡No me mientas, Noah! ¡¡Es tu ordenador personal!!—¡Sí, pero yo no veo estas página para adultos! ¿Para qué querría verlas?—¡Pues no sé! ¡Para aprender nuevas posiciones, sacar ideas…! —Noah
En cuanto llega al departamento, mete la caja en un lugar donde no estorbe y se da cuenta que en ese departamento de Noah no tiene realmente un espacio. Se pasa las manos por el cabello, mira a todos lados y respira profundamente, porque debe hacer algo rápido para no perder la carrera… pero también para buscarse un lugar dónde vivir, porque puede que su amigo la ayude en un momento como este, pero eso no quiere decir que se aprovechará de él.—Por el momento, es mejor que coma decentemente…Rebusca en la cocina comida, pero no encuentra nada. Mira en su bolso si tiene algo de dinero, pero lo que le queda está justo para el autobús, así que no le queda más remedio que usar ese as bajo la manga que no le gusta, pero es eso o no comer.Antes le habría dado lo mismo, sin embargo, ahora no es sólo ella.Toma su teléfono y le marca a su hermano, quien le responde de inmediato.“¡Hermanita! Que bueno que me llamas, he sido un ingrato contigo, pero te prometo que lo compensaré con un hermoso
Los diez días que Noah pasó fuera de Londres se le hicieron como un mes, sobre todo porque no consiguió hablar mucho con Elena y el estado de su amiga es una constante preocupación en su vida. Él, que jamás se preocupó de más, ahora no deja de pensar en cómo está su Chiquita.Por eso, aquel vuelo de regreso se le vuelve eterno, aunque sólo son unas pocas horas desde Alemania y, cuando al fin el avión aterriza en la ciudad, se va directo a su departamento, porque por la hora ya Elena debería estar allí. El auto para él avanza lento, le pide varias veces al chofer que vaya más rápido, pero sencillamente no se puede porque es la hora de más congestión.—Juro que compraré una casa lejos de toda esta gente y que me demore lo menos posible en llegar —regaña solo en el asiento trasero.Lo úni
Elena ve al hombre tirado en el piso tocándose el pómulo en donde el puño de Noah ha impactado, luego fija la mirada en su amigo y lo ve completamente furioso, fuera de sí, con el pecho subiendo y bajando por la rabia, mientras una mano poderosa permanece a la altura de su vientre.Rápidamente el dueño del local se acerca a ellos y mira a Noah con rabia.—¡No voy a tolerar este tipo de situaciones en mi bar, este es un lugar tranquilo y no voy a dejar…!—¡¿Acaso me vas a decir que vas a permitir que un ebrio toqueteé a tus trabajadoras?!—Por supuesto que no, pero tampoco voy a permitir que se forme una pelea por eso, así que los dos se me van de aquí —el jefe de Elena se gira hacia ella y le pregunta con seriedad—. ¿Por qué no me dijiste que tenías un marido tan celoso? De haber sabido, nunca te habría dejado trabajar aquí.—Porque no lo tengo —Noah la mira como si tuviera dos cabezas y ella frunce el ceño para regañarlo—. Él sólo es mi amigo, me ayudó en el peor momento de mi vida y