Elena, con cierta timidez ingresa a aquella farmacia y le pide al dependiente dos pruebas de embarazo. El hombre con una sonrisa se les entrega y al verla algo indecisa, le dice cuánto es lo que debe pagar por ellas. Con las manos temblorosas, Elena le entrega el dinero y antes de salir de allí se gira nuevamente y le pide tartamudeando un poco.
—¿Po-podría prestarme s-su baño, p-por favor?
—Sí, claro, pase por aquí —el hombre le indica por donde debe pasar y ella agradece.
Una vez que pasa el seguro, mira aquellas cajas y lee atentamente las instrucciones, luego de seguirlas al pie de la letra se lava las manos y espera los minutos que señalan. En ese momento tiene tanto miedo de todo lo que pueda suceder, porque sabe que, si el resultado es positivo, su vida dará un giro totalmente incierto.
Cuando el tiempo se cumple, se acerca a ver las pruebas y cae de rodillas en el suelo aterrada, su rostro entre sus manos y comienza a llorar desconsolada. Se abraza el cuerpo y se queda allí unos minutos más hasta que decide ponerse de pie, guardar las pruebas en su bolso y sale de allí, agradeciendo nuevamente al dependiente y sale a la calle. El frío clima de Londres le pega en el rostro, sin embargo, no es mayor al frío que siente en su corazón en ese instante.
En ese momento no sabe a quién recurrir, sabe que ha decepcionado a todas las personas que la aman, especialmente a sus padres, que fueron quienes confiaron en ella para que fuera a aquel viaje en donde conoció a ese chico…
—No vale la pena recordarlo ahora —murmura para sí misma y comienza a caminar hacia la parada del autobús mientras analiza sus alternativas.
La primera y la más difícil es buscar a aquel chico que conoció en Copacabana, pero sólo con el nombre será casi imposible lograrlo. La segunda es no decirles a sus padres y asistir a una clínica en donde puedan realizarle un aborto. Y la tercera… es decirles a sus padres y sólo cerrar los ojos mientras le gritan de todo, porque eso es obvio que sucederá.
—Creo que la segunda es la más factible de todas… —dice abrazándose al cuerpo mientras sube al autobús y toma asiento.
Se baja en la universidad, pero poco puede hacer durante las clases porque no logra concentrarse en nada. Al salir de allí, vuelve a tomar otro autobús y se va directo a su hogar, rogando que sus padres no se den cuenta de lo que le sucede.
Pero no tiene tanta suerte.
Como todos los días, entra y cuelga su bolso en la entrada de la casa, sin embargo, justo cuando su madre se está acercando a ella para saludarla con un abrazo como todos los días, el perchero cede y su bolso se cae abriéndose en el proceso y saltando aquellas dos pruebas que Elena quería esconder. Sus ojos se abren de par en par y su madre se acerca con el ceño fruncido. Antes de que la muchacha logre tomarlos entre sus manos, su madre lo hace por ella y cuando ve aquellas pruebas se lleva una mano a la boca y mirando a Elena con total decepción.
—Dime que no son tuyas… —susurra a su madre con los labios temblorosos y Elena se lleva las manos al rostro—. ¡¡Dime que no son tuyas estas pruebas!!
—¿Qué pasa, Mirna? —la voz de Enrique, el padre de Elena, se escucha tras la mujer y al acercarse logra ver aquellas pruebas en las manos de su esposa. Una rabia profunda lo invade y toma con fuerza del brazo a Elena.
—¡¿Qué demonios es lo que significa esto?! ¡¿Acaso estás embarazada?! —la hamaquea con fuerza, pero la muchacha no logra que las palabras pasen de su garganta—. ¡¡Contesta de una m*****a vez!!
—Sí… —les responde en medio de los sollozos.
—¡Lo sabía! ¡¡Yo no debí dejarte ir a ese maldito viaje, sabía que esto iba a pasar!! ¡¿Dime quién es el padre de este bastard0?! —pero Elena nuevamente se queda callada.
Esta vez no tiene respuesta para aquello, sólo tiene el nombre, no tiene fotografías, números ni nada. ¿Cómo se supone que les diga a sus padres que el padre de su hijo es un hombre al que jamás en la vida volverá a encontrarse?
—No me digas que no tienes idea de quién es el padre de tu hijo… ¿Con cuántos fue que te acostaste en Brasil para no tener idea de quién te preñó? —pero Elena no puede responder. Su madre la arranca del brazo de su padre, se para frente a ella y le da una fuerte bofetada, haciendo que las lágrimas de Elena salten lejos.
—Contesta de una vez, ramera —sisea la mujer, mientras Elena no puede creer lo que le está pasando—. ¿Es cierto lo que dice tu padre? ¿Que no tienes idea, quién te embarazó? —pero Elena sólo puede llorar sin poder articular, ni una sola palabra por el miedo que la embarga. Su madre la toma fuertemente del brazo y camina con ella hacia la salida abre la puerta de par en par y le dice con ira.
«Elige, o respondes quién es el padre de tu hijo o te largas ahora mismo de esta casa… ¡Porque yo no crie a una pvta! —Elena mira con terror a su madre, nunca le habló así y mucho menos la golpeó.
Ante el silencio de Elena, Mirna camina con ella a la salida, salen al frío y la llovizna de la ciudad, la lanza a la acera húmeda y dura, mientras la chica la ve con el miedo de que su madre en realidad está cumpliendo su amenaza.
—Te dimos la confianza suficiente para ir a ese viaje ¿y así nos pagas? No veo otro momento en el cual quedaras embarazada, así que dime, ¿quién es el padre de ese hijo? —Elena se siente atrapada, por más que quiera decirles la verdad, ellos no van a creerle, hasta que a su mente llega un solo nombre y cuando su madre se gira para dejarla tirada allí, con un grito desesperado responde.
—¡Noah! —su madre se gira como posesa y ella solloza más—. Noah Cummings es el padre de mi hijo.
Para Noah despertarse ese día como siempre, solo en su cama y luego de haber tenido una noche de espectacular desahogo con una de esas mujeres que le encantan; lo hace meterse a la ducha para luego irse a la oficina a ser ese jefe serio e inclemente.Con las mujeres es indiferente.En cambio, en el mundo sólo hay dos personas que le sacan lo mejor y son sus mejores amigos, la única familia que tiene, Santiago y Elena Valencia.Tras atender algunas llamadas a primera hora, Noah se encierra en su oficina para revisar algunos de los proyectos y también para beber de su café. Luego de eso vuelve a gritar a algunas personas porque el trabajo está mal hecho y ordena que lo vuelvan a hacer.Para la hora de almuerzo, Noah se pone de pie y se va al mismo restaurante de todos los días. Mientras espera a que le lleven su comida, se dedica a atender los correos electrónicos que no ha podido revisar en la mañana por tanto trabajo. Tras devorarse una buena porción de comida, camina hacia la oficina
Para Enrique, escuchar el nombre del mejor amigo de sus hijos fue un duro golpe que lo dejó sin aire por algunos segundos, lo suficiente para armar toda una estrategia en su cabeza.—Entra a la casa —es todo lo que el hombre le dijo a Elena y ella, con cierta dificultad, se puso de pie.—Pero Enrique, ¿cómo estás dispuesto a aceptar a esta pvta? —Elena sintió cómo los puñales se iban clavando en su corazón, caminó con la cabeza gacha y cierta dificultad al interior de la casa. Enrique pasó por su lado sin decir nada.Los minutos han pasado, mientras ella se ha quedado al lado de la entrada, sin tener ni una pizca de intenciones de pasar más allá, porque su madre le está bloqueando el paso. Cuando oye la puerta abrirse, Elena ve con horror como en una de sus manos, su padre, lleva un arma.—¿Padre, qué piensas hacer? —le pregunta con el miedo atenazando su cuerpo.—Tú no te metas…—¡No! ¿Qué vas a hacer?—Lo justo y necesario para arreglar este estropicio que has causado tú.El hombre
No nos confundamos.A Noah, ni por asomo se le está saliendo el padre protector de aquel hijo que no es suyo. En su mente sólo hay culpa porque él sentó con demasiada brusquedad a Elena en la silla y piensa que es su responsabilidad el hecho de que ella esté perdiendo a su hijo en ese momento.—Por favor, Chiquita… No me hagas esto —dice él con la voz llena de angustia.Diez minutos después entran paramédicos apresuradamente para atender a Elena y en cuanto él les dice que está embarazada, la suben con mucho cuidado a la camilla y se la llevan de allí.Fuera del edificio, Enrique los alcanza y en cuanto el paramédico se gira para preguntar quién irá con ella, Noah no se demora nada en decir que él la acompañará.—¿Y usted es…? —le pregunta el hombre con una ceja levantada y Noah en ese momento, como no piensa con claridad, responde sin darse cuenta de lo que eso significaría sino hasta unas horas después.—El padre de su hijo… —lo dejan subir y en ese momento Enrique empuña las manos.
Noah siente cómo las manos comienzan a sudarle, el pecho comienza a dolerle demasiado y se pone tan pálido que el doctor le pide a una enfermera rápidamente que se acerque.—Señor Summer… Lamento mucho tener que darle esta noticia, pero… —Noah en ese momento levanta la mirada y lo mira con el rostro furioso.—¿Acaba de decirme, señor Summer?—Sí —responde el médico algo confundido—, usted es el esposo de la señora Summer, que llegó de cuatro meses con una embolia…—¡No! ¡¡Yo estoy aquí por Elena Valencia!! —se pone de pie rápidamente y se pasa la mano por el cabello—. Maldición, ¡¿usted es idiota?! ¿Por qué demonios no preguntó mi nombre antes de darme esa noticia? ¿Tiene idea del miedo que me hizo pasar?—Lo siento, disculpe, pero…—Familiares de la señorita Elena Valencia —dice otro médico tras ellos y Noah mira al médico con ganas de matarlo.—¡¡Ve que no es tan difícil hacer algo como eso!! —le muestra los dientes como si fuera un perro rabioso y se acerca al médico que lo llama—.
Sin embargo, si ella cree que es por seguirle el juego, está muy equivocado. Noah levanta su dedo índice y le advierte.—No te entusiasmes mucho Chiquita. Vas a decirme el nombre del estúpido de Brasil y todo lo que pudo haberte dicho que nos sirva para buscarlo.—Pero Noah… —dice ella con temor de lo que pudiera suceder, desde el rechazo de aquel hombre hasta querer quitarle a su hijo.—Si hay algo de lo que realmente tengo ganas es de encontrármelo cara a cara y reventarle la sonrisa de príncipe azul que me dijiste que tenía. Y después de eso lo pondré frente a tu padre, ¡a ver si él sí se caga en los pantalones cuando lo apunte con el arma!Elena no puede evitar soltar la carcajada y se deja abrazar nuevamente por Noah. Si no fuera mayor, un puto y mal genio con las mujeres, probablemente sería el hombre ideal, porque con ella es un sol.—¿Quieres largarte ya de aquí? —le pregunta con una sonrisa que extingue cualquier pena y ella asiente—. Bien, déjame buscar a un doctor, pero uno
Noah se despierta con una deliciosa sensación, un calorcito a su costado derecho, un brazo que cruza por su abdomen y algo húmedo en su pecho…—¡Mierda! —salta de la cama asustado, limpiándose la baba del pecho y cuando Elena salta de la cama también, mirando a todos lados asustada, Noah se pasa las manos por la cara.Jamás, ¡NUNCA! Ha dormido con una mujer, porque la cama es para muchas cosas con una mujer. Así que sí, es de los corredores.—¿Qué te pasó? —pregunta ella pasándose las manos por los ojos en un gesto tan infantil que a Noah lo hace sonreír por la ternura que le provoca.—Es que… ¡pues me tenías babeado, niña! —Elena se pasa la mano por el rostro y se ríe, pero cuando recuerda dónde estaba su cara babeando a su amigo, se sonroja un poco. Sin embargo, luego de verlo nervioso, ella sólo entrecierra los ojos y se acerca a él.—A mí me huele que tú eres de los que corre, Noah Cummings… y antes de recordar que estabas conmigo, saltaste de la cama para escapar —él le saca la l
—¿Disculpe? —sisea Noah acercándose a Enrique y este retrocede sólo por el instinto de supervivencia—. ¿Ha preguntado dónde está su hija?—¡Elena sigue siendo mi hija, aunque me haya deshonrado! —Noah se echa hacia atrás con aquellas palabras y mira a los guardias.—¡Mierda, ¿regresamos a la edad media y no me di cuenta?! —los hombres sonríen, pero Noah se mantiene con cara de asesino—. Primero, una hija no deshonra por quedarse embarazada, hay cosas peores que los hijos pueden hacer.«Segundo, asuman esto y métanselo bien en la cabeza o donde les quepa: ustedes no tienen hija. Ella se murió ayer en el hospital, cuando ninguno de los dos se molestó siquiera a esperar a que saliera para llevarla a casa a cuidarse.—¡No me la puedes negar!—¡Y yo no quiero que molesten a mi mujer! Elena ahora es mía, mi asunto, mi problema. Al primer error, o como sea que se le llame a eso, le dieron vuelta la espalda. Elena es mi mujer y no los quiero cerca de ella ni de mi bebé. ¡¡LARGO!!Esta vez Noa
Aquella noche Noah se acomoda en el nuevo sofá, en el que pueden caber dos personas fácilmente, con su manera, las almohadas y un par de chucherías para comer mientras ve un partido de rugby.Elena está en el cuarto leyendo algo de las materias desde la plataforma de la universidad desde la laptop que le ha pasado y cuando se dispone a instalarse por fin, escucha el grito de Elena que lo hace saltarse el sofá en dos segundos.—¡¿Qué pasó, Chiquita?! —dice llegando a ella y mirando lo que Elena tiene frente a sus ojos—. OK… Esto no es mío…—¡No me mientas, Noah! ¡¡Es tu ordenador personal!!—¡Sí, pero yo no veo estas página para adultos! ¿Para qué querría verlas?—¡Pues no sé! ¡Para aprender nuevas posiciones, sacar ideas…! —Noah