El Falso Compromiso del CEO
El Falso Compromiso del CEO
Por: Sofía de Orellana
Capítulo 1: Dos rayitas al infierno

Elena, con cierta timidez ingresa a aquella farmacia y le pide al dependiente dos pruebas de embarazo. El hombre con una sonrisa se les entrega y al verla algo indecisa, le dice cuánto es lo que debe pagar por ellas. Con las manos temblorosas, Elena le entrega el dinero y antes de salir de allí se gira nuevamente y le pide tartamudeando un poco.

—¿Po-podría prestarme s-su baño, p-por favor?

—Sí, claro, pase por aquí —el hombre le indica por donde debe pasar y ella agradece.

Una vez que pasa el seguro, mira aquellas cajas y lee atentamente las instrucciones, luego de seguirlas al pie de la letra se lava las manos y espera los minutos que señalan. En ese momento tiene tanto miedo de todo lo que pueda suceder, porque sabe que, si el resultado es positivo, su vida dará un giro totalmente incierto.

Cuando el tiempo se cumple, se acerca a ver las pruebas y cae de rodillas en el suelo aterrada, su rostro entre sus manos y comienza a llorar desconsolada. Se abraza el cuerpo y se queda allí unos minutos más hasta que decide ponerse de pie, guardar las pruebas en su bolso y sale de allí, agradeciendo nuevamente al dependiente y sale a la calle. El frío clima de Londres le pega en el rostro, sin embargo, no es mayor al frío que siente en su corazón en ese instante.

En ese momento no sabe a quién recurrir, sabe que ha decepcionado a todas las personas que la aman, especialmente a sus padres, que fueron quienes confiaron en ella para que fuera a aquel viaje en donde conoció a ese chico…

—No vale la pena recordarlo ahora —murmura para sí misma y comienza a caminar hacia la parada del autobús mientras analiza sus alternativas.

La primera y la más difícil es buscar a aquel chico que conoció en Copacabana, pero sólo con el nombre será casi imposible lograrlo. La segunda es no decirles a sus padres y asistir a una clínica en donde puedan realizarle un aborto. Y la tercera… es decirles a sus padres y sólo cerrar los ojos mientras le gritan de todo, porque eso es obvio que sucederá.

—Creo que la segunda es la más factible de todas… —dice abrazándose al cuerpo mientras sube al autobús y toma asiento.

Se baja en la universidad, pero poco puede hacer durante las clases porque no logra concentrarse en nada. Al salir de allí, vuelve a tomar otro autobús y se va directo a su hogar, rogando que sus padres no se den cuenta de lo que le sucede.

Pero no tiene tanta suerte.

Como todos los días, entra y cuelga su bolso en la entrada de la casa, sin embargo, justo cuando su madre se está acercando a ella para saludarla con un abrazo como todos los días, el perchero cede y su bolso se cae abriéndose en el proceso y saltando aquellas dos pruebas que Elena quería esconder. Sus ojos se abren de par en par y su madre se acerca con el ceño fruncido. Antes de que la muchacha logre tomarlos entre sus manos, su madre lo hace por ella y cuando ve aquellas pruebas se lleva una mano a la boca y mirando a Elena con total decepción.

—Dime que no son tuyas… —susurra a su madre con los labios temblorosos y Elena se lleva las manos al rostro—. ¡¡Dime que no son tuyas estas pruebas!!

—¿Qué pasa, Mirna? —la voz de Enrique, el padre de Elena, se escucha tras la mujer y al acercarse logra ver aquellas pruebas en las manos de su esposa. Una rabia profunda lo invade y toma con fuerza del brazo a Elena.

—¡¿Qué demonios es lo que significa esto?! ¡¿Acaso estás embarazada?! —la hamaquea con fuerza, pero la muchacha no logra que las palabras pasen de su garganta—. ¡¡Contesta de una m*****a vez!!

—Sí… —les responde en medio de los sollozos.

—¡Lo sabía! ¡¡Yo no debí dejarte ir a ese maldito viaje, sabía que esto iba a pasar!! ¡¿Dime quién es el padre de este bastard0?! —pero Elena nuevamente se queda callada.

Esta vez no tiene respuesta para aquello, sólo tiene el nombre, no tiene fotografías, números ni nada. ¿Cómo se supone que les diga a sus padres que el padre de su hijo es un hombre al que jamás en la vida volverá a encontrarse?

—No me digas que no tienes idea de quién es el padre de tu hijo… ¿Con cuántos fue que te acostaste en Brasil para no tener idea de quién te preñó? —pero Elena no puede responder. Su madre la arranca del brazo de su padre, se para frente a ella y le da una fuerte bofetada, haciendo que las lágrimas de Elena salten lejos.

—Contesta de una vez, ramera —sisea la mujer, mientras Elena no puede creer lo que le está pasando—. ¿Es cierto lo que dice tu padre? ¿Que no tienes idea, quién te embarazó? —pero Elena sólo puede llorar sin poder articular, ni una sola palabra por el miedo que la embarga. Su madre la toma fuertemente del brazo y camina con ella hacia la salida abre la puerta de par en par y le dice con ira.

«Elige, o respondes quién es el padre de tu hijo o te largas ahora mismo de esta casa… ¡Porque yo no crie a una pvta! —Elena mira con terror a su madre, nunca le habló así y mucho menos la golpeó.

Ante el silencio de Elena, Mirna camina con ella a la salida, salen al frío y la llovizna de la ciudad, la lanza a la acera húmeda y dura, mientras la chica la ve con el miedo de que su madre en realidad está cumpliendo su amenaza.

—Te dimos la confianza suficiente para ir a ese viaje ¿y así nos pagas? No veo otro momento en el cual quedaras embarazada, así que dime, ¿quién es el padre de ese hijo? —Elena se siente atrapada, por más que quiera decirles la verdad, ellos no van a creerle, hasta que a su mente llega un solo nombre y cuando su madre se gira para dejarla tirada allí, con un grito desesperado responde.

—¡Noah! —su madre se gira como posesa y ella solloza más—. Noah Cummings es el padre de mi hijo.

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