En este mundo solo gana el más fuerte, el que ambiciona poder y respeto ante todos. Luca Vasiliev, tratará de obtener lo que tanto a querido o lo que por imperio le pertenece. Pero una tentación de melena pelinegra y ojos azules como zafiro se cruza en su camino, sus planes y todo en lo que estuvo trabajando se va quedando en el olvido cuando se da cuenta que esa hermosa mujer necesita de su ayuda y también de su calor. Anya, no podrá resistirte tanto tiempo a sus encantos, pues Luca es un hombre testarudo cuando algo se le mete en la cabeza y lo desea con fervor; no hay quien lo detenga ni su temible tío el jefe de la Bratva y esposo de Anya. Saga Dominio Ruso (Libro #1)
Leer másAlan estaba sentado frente a mí, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, claramente molesto.—¿Por qué diablos le diste nuestra ubicación exacta a ese jodido italiano? —me espetó, rompiendo el silencio que había entre nosotros. Su tono era cortante, casi acusador.Lo miré fijamente, manteniendo la calma que sabía que él no tenía en este momento.—Porque era la única forma de que viniera —respondí, con un tono más frío del que pretendía. —Además, es él quien nos sacará de este lugar, ¿lo has olvidado?Alan negó con la cabeza, su frustración evidente.—Si recuerdo el maldito plan. Pero, ¿y si nos traiciona? ¿Y si le dice a la Bratva dónde estamos? No es como si pudiéramos confiar ciegamente en este hombre. Suspiré, inclinándome hacia delante.—Eso no va a pasar, Alan —dije, firme pero tranquilo. —Recuerda que la Bratva también quiere a Dante muerto. Si llegan a dar con nosotros, no solo acabarán con nosotros, sino también con él. Rizzo no correría el riesgo de perder a su líder. E
Llegamos a Oymyakon. Vang nos había llevado a un campamento apartado, un lugar donde solo estaba su equipo. Hasta ahora, este era el sitio más seguro al que podíamos aspirar. Estábamos muy lejos de cualquier base militar rusa, lo que significaba que ningún soldado podría encontrarnos fácilmente ni alertar a la Bratva de la presencia de intrusos que, sin duda, serían considerados una amenaza para ellos.Sabía que Serguéi estaba pisándome los talones. No hacía falta que me lo dijeran; desde el momento en que sacamos el cuerpo de Dante de aquel lugar, todo comenzó a irse a la mierda. Cada paso que dábamos parecía empujarnos más cerca del borde del abismo.¿Y todo esto para qué? Esa pregunta seguía rondándome la cabeza, una respuesta que aún no tenía. Solo esperaba que el plan que Alan había propuesto funcionara como él aseguraba. De lo contrario, ambos terminaríamos enterrados bajo esta tierra helada y cubierta de nieve, sin dejar rastro.Ahora lo siguiente era contactar a la gente de Da
El interior del avión era austero, era diseñado para llevar solo carga, no pasajeros, así que no tenía nada de lujoso. No me costó nada acomodarme en el, estaba acostumbrado a este tipo de espacios. Nos ubicamos en la parte trasera, con Dante aún cubierto por la lona; su cuerpo se mantenía inerte.Alan se dejó caer en el suelo justo a lado mío, soltando un suspiro pesado. Pasó una mano por su rostro, limpiando las huellas del sudor acumulado durante la frenética salida.—¿Y ahora qué? —preguntó, su tono agotado pero teñido de curiosidad.Miré por la pequeña ventana, observando cómo el desierto se alejaba poco a poco, transformándose en un horizonte amplio y vacío. Era la primera vez en horas que podía respirar sin sentir el peso constante del peligro, pero sabía que eso no iba a durar mucho tiempo.—Ahora seguimos el plan que ambos acordamos —respondí, con una calma que no sentía realmente—. Llegaremos a Oymyakon. Desde allí, podremos reagruparnos y decidir qué hacer. Vang tiene conta
Alan bufó, pero obedeció, inclinándose para retirar la manta que cubría a Dante. Su cuerpo estaba inerte, el rostro pálido y marcado por un rastro de sangre seca. La visión me provocó un nudo en el estómago; este hombre era un recuerdo constante de lo que habíamos perdido en nuestro intento de librarnos de la Bratva y encontrar algo de libertad en un mundo dominado por alianzas y traiciones.Finalmente, mi móvil vibró en algún rincón de mi túnica. Lo saqué rápidamente y vi el mensaje de Vang en la pantalla:“¿Ubicación?”Tecleé de inmediato la ubicación aproximada, evitando detalles exactos por seguridad. Vang había sido uno de los pocos en los que mi padre confiaba plenamente y sabía que en Oymyakon tenía un refugio seguro. Sin embargo, movernos hacia Rusia implicaba muchos riesgos. Aún así, el tiempo corría en nuestra contra y necesitábamos salir del país cuanto antes.—Ya contacté a Vang —le informé a Alan—. Pero el paso seguro a Rusia no estará listo hasta dentro de al menos un dí
LUCA—Primero lo sacaremos de este jodido país —dije finalmente. —Y luego trataremos de entrar a Italia.—¡¿Estás loco?! —exclamó. —Lo que te sugerí es bueno, pero irnos a meter a la boca del león, no creo que sea la mejor opción.—¿Entonces qué propones? ¿A dónde lo llevaremos si cambiamos los planes?—Llevémoslo, a Rusia, a Oymyakon.Fruncí las cejas mientras lo miraba.—¿En qué momento te golpeaste la cabeza? ¿Estás idiota o qué? Quieres que lo lleve directo a su fosa y nosotros con él. Es territorio de la Bratva, la zona más protegida por los soldados.—Eso todos lo saben —replicó mientras hacía un movimiento sin importancia con su mano.—Entonces eso quieres, ¿que nos asesinen sin dejarnos dar batalla? No me entregaré.—Nadie está diciendo que nos vamos a entregar.—Pues tu recomendación así fue como se entendió, y si no es así, explícate bien.—Tú tienes gente en Oymyakon. Hombres fieles que le sirvieron a tu padre, si les dices que vamos para allá y les pides que te ayuden a bu
LUCACuando finalmente logramos alejarnos y aseguramos que nadie nos siguiera, nos dirigimos a un callejón más cercano que quedaba cerca de la tienda del anciano.—Dejémoslo por ahora aquí —propuse después de revisar la zona y comprobar que era seguro.—Sí que pesa el canijo —se quejó Alan, luego de ayudarme a depositar el cuerpo inerte en el suelo.Me decidí por un espacio donde nadie iba a fisgonear. Detrás de unos contenedores de basura, entre cartones y plásticos, lo acostamos abajo de todos esos desechos.—Cúbrelo bien, que no quede ninguna zona de su cuerpo al aire libre.—¿Quieres que muera asfixiado entre tanta porquería? —inquirió Alan, con tono sarcástico. Le lancé una mirada por encima del hombro, con una ceja levantada.—Cierto, el maldito sobrevivió a un ataque explosivo y luego recibió un balazo cerca de su jodido corazón. Y sigue respirando, el desgraciado. Como si en verdad mereciera estar en la tierra.Ninguno de nosotros podía explicar cómo había resistido tanto, per
LUCAMe acerqué un poco más, observando a Dante con detenimiento. Su rostro, aunque golpeado y vendado, era inconfundible. No cabía duda: era él.—Tenemos que sacarlo de aquí antes de que despierte —murmuré a Alan—. Si se dan cuenta de quienes somos y quién nos mandó, los guardias no tardaran en responder.—¿Y cómo demonios planeas sacarlo? —preguntó Alan, su voz teñida de frustración—. Este lugar está más vigilado que una cárcel de máxima seguridad.—Primero, necesitamos ganar tiempo. Vamos a decirles que necesitamos preparar unas hierbas especiales para su tratamiento y que requerimos privacidad. De esa forma, podemos quedarnos aquí y buscar una manera de sacarlo sin levantar sospechas.Alan asintió, comprendiendo la lógica de mi plan. Nos dirigimos al hombre del café y al anciano, explicándoles nuestra necesidad de privacidad para preparar un tratamiento especial. Para nuestra sorpresa, no pusieron objeciones y nos dejaron solos en la habitación, aunque sabíamos que varios guardias
LUCAAl día siguiente, muy temprano, Alan y yo nos pusimos unas kufiyas para pasar desapercibidos entre todos los musulmanes que visitaban el café.Con la ayuda del anciano, ingresamos a la cafetería. Tuve que cubrir bien mis armas para que no se notaran por encima de mi ropa, pero con estos atuendos extraños era imposible que algo más se notara. Lo único visible eran nuestras caras y manos.—Puto calor —dijo en voz baja Alan, inclinándose hacia mí para que solo yo lo oyera—. No sé cómo soportan llevar tanta ropa encima, si por mí fuera andaría encuerado por todo Marruecos.—¿Seguro que te gustaría enseñar todo, hasta tus bolas? —inquirí con una ceja levantada.—Sí —respondió, chasqueando la lengua—. Pero si lo dices porque levantaría suspiros de las mujeres y una que otra mirada de invitación a que las folle, ¿qué culpa tengo yo de estar bien dotado? Y no me refiero solo a mis bolas.—Calla, o querrás que te oigan estos tipos —siseé para que solo él me escuchara—. Con que te oigan de
LUCAAlan y yo nos desplazábamos con cautela entre las calles angostas del pueblo, mezclándonos entre los locales con la esperanza de pasar inadvertidos.Era consciente de que cualquier error podría comprometer no solo la misión, sino también nuestras vidas. Las palabras de Yakov resonaban en mi mente como un tambor bélico, marcando el ritmo de nuestro avance: “No debe haber margen de error”. Esa presión era más de lo que quisiera admitir.Nos dirigimos hacia un grupo de tenderetes que parecían menos concurridos, tratando de parecer unos turistas interesados en las artesanías y productos curativos. Cada paso que daba era calculado, fijando mi mirada en cada detalle, en cada rostro que pasaba a mi lado. El peso de mis armas ocultas bajo la camisa me recordaba constantemente por qué estaba allí y cuál era mi misión.Al acercarnos a una tienda de especias y algunas hierbas, un anciano nos miró con ojos perspicaces. Alan inició la conversación; su árabe era fluido y su tono, respetuoso.—