Capítulo 5

LUCA

— Su organización está aliada a la élite oscura, ¿estás seguro de que quieres trabajar para él?

— Lo sé, y no tengo otra opción. Tengo que hacer este trabajo para ganarme su confianza.

— ¿Y la mejor opción es asaltar los territorios del Diablo?

— Da igual, es otra escoria más para este mundo. De todos modos me acabo de enterar por Serguéi, que el Diablo está muerto.

Nunca lo odié ni nada, de hecho ni lo hice en el mundo, y de todas maneras ya estaba muerto. No tuve la desdichada de conocerle en persona, con todo lo que supe sobre él, tenía suficiente.

El Diablo fue muy bueno en lo suyo, por ello le decían el peor demonio de Europa. Tenía entendido que fue muy leal con los suyos, aunque siempre jodió las tradiciones y se hizo de sus propias reglas, formando así su organización y un gran liderazgo. Y apegado siempre a sus únicos y fieles colegas, a los que llamó su familia.

Tenía entendido que el Diablo nunca cumplía con el reglamento de las familias italianas, las cuales se acostumbran a hacerse desde décadas. Pero él jamás siguió las tradiciones familiares.

El Diablo era como una celebridad, todos le conocían por su nombre y por lo que había hecho y desechó en esos diez años que fue capo de Italia. Hasta se sabía cómo murieron a sus padres, que fueron asesinados por la élite oscura, uno de los grupos más despiadados del mundo.

Ni siquiera, mi grupo y yo, nos acercábamos hacer algo parecido a ellos. Nuestro equipo se encargaba más que nada en estafar a los peces gordos de la mafia, apoderarnos de sus territorios mientras contrabandeamos sus negocios y todo su dinero. Cómo quien dice éramos Los Robin Hood.

Para la élite oscura su tarea era otra. Ser los más crueles y despiadados, su principal función es ser asesinos y secuestradores. Haciendo trabajos más sucios, ya que no solo se meten con la mafia, sino que también con inocentes. Con personas que no tienen nada que ver en nuestro mundo, ellos se cargan a cualquiera sin importarles que, solo cumplen con lo que se les pide, son unos mercedarios oscuros.

—¿Y tú crees que eso sea cierto?

—¿Qué cosa? —pregunto, me giro para verle —¿Qué este muerto?

Asiente.

—Si, ¿no te has puesto a pensar que no sea así, que el famoso Diablo no esté muerto como todos lo creen?

—¿Estás drogado? —alzo una de mis cejas con una expresión dudosa —¿Por qué m****a Serguéi mentiría en eso?

—No digo que haya mentido, quizás él sea de esos que cree eso, ya ves que lo odia y también lo quería muerte, cómo muchos otros.

—¿Qué razón hay para dudar de su muerte?

—Tengo entendido que todavía no han hallado su cuerpo, puede ser que eso sea una prueba de que siga con vida.

Alan es mi soldado leal, al que le encargaría la tarea de infiltrarse en la organización del Diablo, bueno en este caso sería la de Bruno. Y aunque muchos mafiosos rusos querían la cabeza de Dante Mancini, yo no me iba a meter en una camisa de once varas. Nuestra misión era entrar a la mafia italiana y averiguar los asuntos importantes de los territorios en New York, el territorio que quería Serguéi.

—¿Has comentado esto con alguien más? — sacudió la cabeza en negación —Bien, así lo mantendremos. Tú mientras seguirás con lo tuyo.

—¿Por qué tenemos que callarnos? Si decimos lo que creemos puede ser que sea ventaja para conseguir de modo fácil New York. ¿No crees?

—Al demonio los territorios.

—¿Pero qué hay de Serguéi y de tu venganza?

—Qué se joda Serguéi, si piensa que lo voy a ayudar, está loco —mascullo irritado, de solo escuchar su nombre me ponía de mal humor —Haré las cosas a mi manera. Y si te digo que no digas nada, obedecerás mis órdenes. Todo es parte del plan.

—¿Qué tienes en mente?

—Algo muy grande y bueno, ya verás —dije sonriendo, y con eso él entendió a que me refería.

Por el momento dejaré que Alan se haga cargo de la tarea que asigne, mientras tanto yo iré investigando más a fondo los negocios y los vínculos que Serguéi tiene con la élite oscura. Eso es lo que servirá para destruirlo o mínimo quitarle algo de lo que le pertenecía a mi familia.

Una vez que me despido de Alan, regresó a la mansión Vasiliev, ya que ahora trabajaré más de cerca con Serguéi, necesitaba tenerlo vigilado. Ahora le haré de puto secretario, todo sea por lograr lo que quiero.

Me encaminó hasta la entrada cruzándome con un Akim preocupado, daba vueltas de aquí allá.

—¿Qué pasa? —pregunté cuando llegué a su lado.

—Tengo un problema —dice, en un modo inquietante.

—¿Un problema? —asiente —¿De qué se trata?

—Se trata de un problema familiar, pero no puedo ir a resolverlo porque debo trabajar.

—Pues solo dile a Serguéi y vete a solucionar ese asunto.

—No es así de fácil, parece que no conoce a su tío.

Me frustraba que me recordaran que teníamos el mismo tipo sanguíneo. Lo detestaba.

—Yo me encargo, tú vete —dispongo.

Él me mira sin poder creer lo que escucha, pero aún así asiente.

—El único pendiente que queda es llevar a la señora Vasiliev a tal lugar. Ella te dirá a dónde —parece considerarlo por un momento, pero al final se decide y me entrega las llaves del auto —es el Mercedes, ese es su coche —dice, antes de alejarse e iré a hacer sus cosas.

Me quedo por unos segundos plantado ahí, ¿en verdad me metí en este maldito asunto? No había venido a servirle Serguéi y tampoco a su mujer. Pero esto lo hacía por un buen amigo.

Akim, era de los pocos hombres que quedaron en servicio después de la muerte de papá y mi hermano, no seguía aquí por decisión propia, él siempre me dijo que su mejor jefe había sido mi padre, y que Serguéi o ningún otro capo llegarían a hacer como él.

Lastimosamente, él no podía salir de este territorio al menos que fuera muerto, y por lo mismo tenía que seguir sirviéndole a ese maldito.

Me encaminé hasta el auto, no sabía si debía esperar a la reina a arriba a o abajo. Daba igual, no era su puto criado y que ni me diga nada porque me iba a escuchar, no estaba en posición de quejarse después de que le estaba haciendo un favor.

Enciendo el auto para hacer lo mismo con el reproductor de música. Me gustaba mucho el hip hop, aunque me dijeran que ya estaba pasado de moda.

Mientras seguía enfrascado en la melodía estremecedora. Un sonido sonó en el interior del coche, era la puerta trasera, se había abierto. Inmediatamente fijo la vista en el espejo retrovisor y en ese instante veo a la mujer más hermosa que mis ojos habían visto en toda mi vida.

Me quedó contemplándola por el espejo, pasmado con tanta belleza que a la vez quede flechado por ello. Como si hubiera sido un hechizo. Pero recordé que se trataba de la mujer de Serguéi y eso me cabreo.

Como una mujer tan hermosa y joven podía ser la esposa de ese monstruo. Gire para verla y sonreí ampliamente. También recordé que la había visto el día de hoy por la mañana salir del despacho de Serguéi, como olvidar ese momento, desde ahí quedé idiotizado. Parecía afligida por algo y no sé por qué demonios me interesé por querer saber que había pasado.

Pero no pregunte, no era asunto mío.

Solo escuché cuando pronunció el nombre de Akim, estaba confundida por encontrar a un desconocido en el lugar de su guardia chófer.

—Akim…

—Tú… no eres Akim… ―titubeó ― ¿Quién eres?

― No, no lo soy. Digamos que por hoy lo seré, pero la diferencia es que esta versión es mucho más apuesta ― mostré una sonrisa generosa mientras le hago un guiño.

No sé por qué lo hice, pero me encantó ver como ella se ponía nerviosa y se ruborizó por ello, parecía ser que la había hecho remover algo en ella y no creo que haya sido miedo, sino otra cosa más calurosa.

Y por un segundo quise jugar con ella y ver hasta donde sería capaz de llegar. Igual esto sería un punto a mi favor, para joderle la vida a Serguéi.

Media hora después habíamos llegado a una clínica, no sé si estaba enferma; sin embargo, no tenía aspecto de estarlo. Mientras ella entraba a ese lugar yo me había quedado afuera fumando un cigarrillo y viendo los mensajes que tenía en mi móvil.

No tengo la menor idea de cuánto tiempo pasó, pero ya sé me hacía mucho. Deduje que tal vez había mucha gente y por ello se tardaba, aún así me cansé de esperar y me decidí entrar a la clínica.

Sin preguntar ni nada caminé por los pasillos, en algún lado me la tenía que topar y así fue cuando la vi sentada en un asiento de la sala de espera. Estaba inclinada, hacía enfrente cubriendo su rostro con las manos mientras su cuerpo se sacudía con espasmos lentos.

Quería acercarme y acariciar su hermosa cabellera oscura, consolarla sin importarme que. Y como si mis pies supieran lo que mi mente quería, caminé para acercarme a ella. Me coloqué a su lado en cuclillas y susurré.

—Si necesitas un hombro en donde desahogarte te presto el mío. Prometo no preguntar nada.

Con lentitud levanto su hermoso rostro mostrándome sus ojos zafiro empañados de lágrimas. ¿Por qué lloraba? Quisiera saberlo, pero prometí no hacerlo.

Y sin esperarlo, ella se lanzó a mi pecho y se soltó en un mar de lágrimas sollozando violentamente mientras se aferraba a mi camisa con fuerza. Por un instante creí que me iba a mandar a la m****a, pero no fue así. Se rompió llorando sin cesar. Y eso me dolió como si hubiera sido a mi al que lastimaron. Y por un momento no sé por qué me dieron ganas de protegerla.

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