Cinco años atrás, Isolde Ashford fue traicionada por el hombre que juró amarla. Damian Storm, el temido Alfa enemigo, la enamoró solo para después usarla y humillarla. Manipulado por su amante, exigió una prueba de virginidad el día de su boda y, al descubrir que no era "pura", la convirtió en la excusa perfecta para masacrar a su manada y tomar su territorio. Lo que debía ser una boda terminó en una noche bañada en sangre. Pero Isolde sobrevivió… gracias al cachorro de Damian que crecía en su vientre. Oculta en las sombras, esperó, fortaleció su cuerpo y endureció su corazón. Ahora ha regresado convertida en la Loba Blanca, la única capaz de romper la maldición que la Luna ha impuesto sobre ellos. Sin embargo, su verdadero propósito no es salvarlos. Es destruirlo. Y su arma más letal es el secreto que ha guardado por cinco años. Su hijo. Porque el linaje de un Alfa lo es todo… ¿Qué hará Damian cuando descubra que su heredero pertenece a la mujer que juró destruir?
Leer másLa luz azulada seguía iluminando el interior de la cueva, revelando las formas sombrías de las rocas que parecían moverse con vida propia. El aire se volvía más denso a medida que avanzaban, como si una fuerza invisible tratara de oprimirlos. Isolde se adelantó, con el corazón golpeando en su pecho, mientras sus ojos recorrían cada rincón, buscando algo que le indicara el camino para encontrar a su cachorro.De repente, un fuerte crujido retumbó en el aire, y la roca que se había movido comenzó a abrirse lentamente, revelando una entrada más profunda. Isolde dio un paso al frente, ansiosa, pero algo en su interior se revolvía, como si algo estuviera a punto de romperse.—Vamos… —dijo Damián, tendiéndole la mano para adentrarse en ese pasadizo— Nadie va a dañar a nuestro hijo.Nuestro hijo.Cada vez que él lo decía así, algo ardía en sus entrañas. Una mezcla maldita de rabia, culpa… y deseo.El pecho se le apretó, no solo por el terror de perder a su pequeño, sino por la amenaza latent
La luna llena iluminaba el sendero en el bosque, mientras Damián se adelantaba, sin detenerse, sintiendo que cada paso lo acercaba más a su hijo. El crujido de las ramas secas bajo sus botas parecía un susurro en la oscuridad, como si todo el bosque fuese consciente de su desesperación. Abigail, a su lado, luchaba por mantenerse firme. Sabían que no quedaba mucho tiempo; Evelyn tenía a Rowan y por desgracia él sabía de que era capaz esa hembra, cada segundo que pasaba sin encontrarlo los acercaba más a un final trágico para su hijo.—Damián…— murmuró Isolde recordando la forma en que se había expresado de su hijo, como su sangre ¿Y si realmente él ya había descubierto quién era y quería vengarse a través de su hijo?¿Y si Damián estaba implicado en eso? — lo que dijiste antes lo de atentar contra tu sangre…Él no respondió de inmediato, sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde la luz de la luna iluminaba los árboles como sombras danzantes. No podía permitirse dudas. No cuando su h
Rowan abrió los ojos con lentitud. La luz que los rodeaba era tenue, teñida de un rojo profundo, como si se encontrara dentro de una cueva bañada por las llamas. A su alrededor, las paredes de piedra no solo eran frías y húmedas, sino que parecían respirar, latir, como si estuvieran vivas. — ¿Dónde estoy...? — murmuró el pequeño con la voz quebrada por el sueño, un sueño en el que su madre gritaba su nombre desesperada — ¿Mamá?— Estás en un lugar seguro — la voz de Evelyn parecía sufrir desde las sombras — Muy, muy lejos de tu mamá.Rowan, la miró confundido. Sus ojos, plateados y brillantes, contrastaban con la penumbra que los rodeaba, como espejos capturando una luz que no existía para poder ver a su secuestradora a pesar de la oscuridad. Se sentó en el colchón de paja en el que había sido dejado, mirando a su alrededor en busca de algo familiar. Su pequeño cuerpo se tensó al notar que no encontraba su peluche. En su lugar, se abrazó a sus piernas, buscando algo que lo reconfort
Isolde abrió los ojos de golpe, como si una mano invisible la hubiera arrancado de las profundidades del sueño. Su respiración era irregular, jadeante, y un presentimiento oscuro se enroscaba en su estómago como una serpiente despierta.La puerta se abrió de par en par, de forma abrupta.— ¡Mi señora! — la voz de la doncella temblaba por tener que contarles que el cachorro había desaparecido bajo su cuidado — ¡Rowan… no está en su cama!No necesitó escuchar más.El cuerpo de Isolde reaccionó antes que su mente. Se incorporó de un salto, las sábanas resbalaron de su piel como un manto abandonado. Salió corriendo descalza por el pasillo contiguo, con los latidos del corazón golpeándole las sienes como tambores de guerra.— ¡Rowan!¡Mi bebé!— gritó desesperada, no podría vivir jamás en su hijo, él le había salvado la vida en todos los sentidos y para ella era inconcebible una vida sin su cachorro, que algo le había ocurrido no podría perdonarse no haberlo vigilado.Pero el silencio respon
La noche avanzaba con un silencio espeso, casi engañoso, cargado de sombras que parecían guardar secretos. Mientras Damián y Abigail se perdían en la intimidad ardiente de su noche de bodas, el resto del palacio dormía envuelto en una falsa calma tras la celebración. Pero no todos estaban felices.Evelyn recorría los pasillos del ala norte, sus tacones tintineaban sobre la piedra pulida al caminar. El vestido rojo que llevaba parecía una extensión de su rabia; vibrante, venenoso, despiadado.—¡Era mío! — escupió entre dientes, apretando los puños— Esa maldita poción debía haberlo atado a mí. ¡Debía haberme deseado como antes, con desesperación, con hambre! Pero no... no, ese mocoso lo arruinó todo. ¡Ese bastardo malnacido!Su voz era apenas un susurro cargado de veneno, pero su mirada brillaba con una locura creciente. En sus pupilas, el fuego de la venganza ardía sin freno, como si las llamas la quemaran desde dentro. Había esperado, planeado, manipulado cada detalle con precisión q
—Oh joder…— gruñó él contra su pecho cuando la pudo ver encima suyo, por un momento llevando las manos a sus nalgas para ayudarla y seguirla en sus movimientos, mientras enterraba el rostro en sus senos, mordiendo, succionando, lamiendo, sin querer dejar ni un espacio sin marcar o probar. —Te amo .. también te amo, te deseo, te necesito.— reconoció ella dejando los senos contra su rostro, llevando los dedos a su cabello y manteniéndolo contra ellos, para que siguiera entretenido en ellos. mientras se alzaba y dejaba caer por su erección en busca de su propio placer, poseída por lo que le hacía sentir, esa boca en sus pechos, esa sensación de unión desde sus genitales. —Me vas a volver loco de verdad…—murmuró Damián antes de atrapar unos de sus pezones con los labios mientras tiraba de este, succionando al final hasta soltarlo, repitiendo la acción con el otro, sin poder evitar clavar los dedos en su trasero. —Hazlo… vuélvete loco por mí —exigió Abigail entre gemidos, mientras se apo
La noche había caído con una suavidad engañosa, como si ignorara deliberadamente el torbellino de emociones que recorrían el pecho de Damián. Pese a la intensidad del día, a los votos pronunciados y a las miradas cargadas de significado que habían compartido en la ceremonia, aún quedaba algo pendiente. Una conversación, una verdad, una herida sin cerrar. Y aunque sabía que debía enfrentarla, por ahora decidió dejarla en pausa. Esa era su noche, su primer momento a solas con Abigail… y no quería que el peso del pasado empañara lo que estaba comenzando a construir con ella.La habitación, apenas iluminada por la tenue luz de unas velas, parecía respirar con ellos. Las sombras danzaban sobre las paredes al ritmo del viento que se colaba por la ventana entreabierta, como si también esperaran en silencio lo que iba a ocurrir. Abigail, envuelta en la delicadeza de su atuendo nupcial, se acercó lentamente. Su mirada —antes temerosa, llena de dudas— parecía ahora más firme, más abierta, como
La ceremonia había llegado a su fin, y los murmullos de la manada se alzaban llenando todo de alegría. Los rostros de los presentes reflejaban las expectativas de una nueva unión, una promesa de futuro y quizás la salvación de aquel castigo que la Luna les impuso años atrás.Damián, sin embargo, sentía que todo era irreal. Las palabras de los votos, las sonrisas que lo rodeaban… Y, sin embargo, al ver a Abigail frente a él, la sensación de que algo irreversible ya había sucedido entre ellos lo alcanzó con fuerza.El sacerdote, al ver que ambos se miraban en silencio, asintió suavemente, dándoles paso.— Ya pueden sellar su unión con un beso.Sin decir una sola palabra, Damián avanzó hacia Abigail y la tomó de la mano. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el mundo a su alrededor se desvaneció. La amaba, era su luna. Lo supo desde el primer momento que vio aquella loba blanca en el bosque.¿Cómo no había visto todo aquello antes, como su lobo no la reconoció, cuál era el embrujo q
El viento de la tarde acariciaba suavemente los rostros de los presentes, pero para Damián, no era suficiente para calmar la tensión que se había ido acumulando en su pecho desde que aceptó el destino que la vida le había impuesto. La verdad que le había sido revelada la noche anterior seguía pesando sobre él, como una sombra imposible de ignorar.El sonido de los cantos ceremoniales resonaba en sus oídos. La luz dorada del sol caía suavemente sobre el altar, tornándose anaranjada al acercarse la puesta del sol. Los votos debían ser pronunciados en el mismo instante en que la luna llena ascendiera en el cielo, pero nada, ni la belleza del atardecer ni la solemnidad del momento, podía disipar la oscuridad que se había posado sobre su alma. La verdad lo había marcado, lo había transformado de maneras que no podía comprender.Damián observaba a Abigail caminar por el pasillo dispuesto entre los bancos de madera, donde la comunidad se había reunido para presenciar la ceremonia. Abigail...