Rowan abrió los ojos con lentitud. La luz que los rodeaba era tenue, teñida de un rojo profundo, como si se encontrara dentro de una cueva bañada por las llamas. A su alrededor, las paredes de piedra no solo eran frías y húmedas, sino que parecían respirar, latir, como si estuvieran vivas. — ¿Dónde estoy...? — murmuró el pequeño con la voz quebrada por el sueño, un sueño en el que su madre gritaba su nombre desesperada — ¿Mamá?— Estás en un lugar seguro — la voz de Evelyn parecía sufrir desde las sombras — Muy, muy lejos de tu mamá.Rowan, la miró confundido. Sus ojos, plateados y brillantes, contrastaban con la penumbra que los rodeaba, como espejos capturando una luz que no existía para poder ver a su secuestradora a pesar de la oscuridad. Se sentó en el colchón de paja en el que había sido dejado, mirando a su alrededor en busca de algo familiar. Su pequeño cuerpo se tensó al notar que no encontraba su peluche. En su lugar, se abrazó a sus piernas, buscando algo que lo reconfort
La luna llena iluminaba el sendero en el bosque, mientras Damián se adelantaba, sin detenerse, sintiendo que cada paso lo acercaba más a su hijo. El crujido de las ramas secas bajo sus botas parecía un susurro en la oscuridad, como si todo el bosque fuese consciente de su desesperación. Abigail, a su lado, luchaba por mantenerse firme. Sabían que no quedaba mucho tiempo; Evelyn tenía a Rowan y por desgracia él sabía de que era capaz esa hembra, cada segundo que pasaba sin encontrarlo los acercaba más a un final trágico para su hijo.—Damián…— murmuró Isolde recordando la forma en que se había expresado de su hijo, como su sangre ¿Y si realmente él ya había descubierto quién era y quería vengarse a través de su hijo?¿Y si Damián estaba implicado en eso? — lo que dijiste antes lo de atentar contra tu sangre…Él no respondió de inmediato, sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde la luz de la luna iluminaba los árboles como sombras danzantes. No podía permitirse dudas. No cuando su h
La luz azulada seguía iluminando el interior de la cueva, revelando las formas sombrías de las rocas que parecían moverse con vida propia. El aire se volvía más denso a medida que avanzaban, como si una fuerza invisible tratara de oprimirlos. Isolde se adelantó, con el corazón golpeando en su pecho, mientras sus ojos recorrían cada rincón, buscando algo que le indicara el camino para encontrar a su cachorro.De repente, un fuerte crujido retumbó en el aire, y la roca que se había movido comenzó a abrirse lentamente, revelando una entrada más profunda. Isolde dio un paso al frente, ansiosa, pero algo en su interior se revolvía, como si algo estuviera a punto de romperse.—Vamos… —dijo Damián, tendiéndole la mano para adentrarse en ese pasadizo— Nadie va a dañar a nuestro hijo.Nuestro hijo.Cada vez que él lo decía así, algo ardía en sus entrañas. Una mezcla maldita de rabia, culpa… y deseo.El pecho se le apretó, no solo por el terror de perder a su pequeño, sino por la amenaza latent
A medida que avanzaban, el pasaje se volvía más estrecho. Las paredes de roca rugosa parecían cerrarse a su alrededor como las fauces de una bestia, y el aire se volvía cada vez más denso. La humedad colgaba en el ambiente como un sudario, y con cada paso, la sensación de ser observados crecía, como si los propios muros de la cueva tuvieran ojos que los seguían en silencio.Los susurros se intensificaban. Ya no eran meros ecos del viento, sino palabras incomprensibles, guturales, pronunciadas desde el fondo de la tierra. Parecían arrastrarse por las piedras, acariciarles los tobillos, erizarles la piel.Isolde apretó con más fuerza la mano de Damián. Su respiración se volvía irregular, no solo por el miedo, sino por una punzada de ansiedad que nacía desde lo más profundo de su pecho. Un presentimiento oscuro, como si el camino que seguían no los condujera únicamente hasta su hijo… sino hasta algo más. Hasta ellos mismos. Hasta una verdad que tal vez no querían enfrentar.— Damián… — s
—Antes de continuar con esta unión —la voz del Alfa Damian era dura como el acero y su mirada fría como el hielo— quiero que se le realice una prueba de virginidad a Isolde.El mundo de Isolde se congeló en ese momento. Fue como si los latidos del corazón se le detuvieran en el pecho, y un incómodo zumbido retumbaba sin parar en sus oídos.Estaba de pie en el claro, con el bordado plateado de su vestido de novia blanco brillando a la luz de la luna, simbolizando la bendición de la Diosa de la Luna sobre todos los lobos. Pero en ese momento no sintió ningún atisbo de santidad, sólo un frío penetrante que se le clavaba en la piel como sí miles de agujas la estuvieran atravesando a la vez.La expresión del Alfa Damian le resultaba desconocida. No había ternura, ni amor, ni siquiera un atisbo de emoción en su mirada. La observaba como si se tratara de una mercancía a inspeccionar.—¿Qué…? —susurró ella, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar.—A mis oídos han llegado rumores d
Era Evelyn, su prima.Odiaba a Isolda, mucho.Nunca había entendido porque ella tenía más privilegios si las dos venían de la misma sangre, si la única diferencia entre ellas era que Isolde era la hija del primogénito de su abuelo y ella solo la hija del segundo hijo, que el simple orden de nacimiento hubiera evitado que se convirtiera en la princesa heredera del clan. Era mucho más digna que Isolde estaba convencida de ello.No estaba dispuesta a rendirse ni mucho menos, y ahora empezaba la diversión, su momento de hacerles pagar a los suyos por no haberse dado cuenta de que ella era una princesa mucho más digna.Evelyn sonrió con malicia, alzando la voz para que todos la escucharan.—Yo misma puedo dar testimonio de lo que ha estado haciendo mi prima, tio. No es ningún secreto que Isolde ha pasado por la mayoría de los machos de nuestra manada.—¡Mentira! —gritó Isolde incapaz de contener por más las lágrimas y estallando a llorar— Eso no es cierto, no puedo pasar la prueba pero no
—Está muerta — dijo uno de los guerreros tras agacharse e intentar encontrar el pulso de la joven sin lograrlo.El eco de la masacre aún flotaba en el aire, mezclándose con el olor a sangre, traición y muerte que impregnaba el claro.Los cuerpos sin vida de los caídos cubrían el suelo como hojas marchitas tras una tormenta. Los gritos se habían apagado, sustituidos por el pesado silencio que deja la muerte a su paso.Evelyn, con el vestido rojo empapado en sangre ajena, avanzó con hasta donde yacía el cuerpo de Isolde. La luna, testigo de su victoria, brillaba sobre su piel pálida y su mirada chispeó con una satisfacción oscura.—¿Estás seguro? —preguntó, observando el cuerpo inerte de su prima.—No hay respiración, mi señora —confirmó el guerrero— Su pecho no se mueve y tampoco fui capaz de encontrarle el pulso.—Bien.—La sonrisa de Evelyn fue lenta, cruel, victoriosa.Se agachó, sus dedos acariciaron con desdén la mejilla de Isolde, manchándola de la sangre que aún tenía en la mano.
El frío la envolvía como un sudario.Isolde respiró con dificultad, cada movimiento le arrancaba una punzada de dolor. Sus extremidades estaban entumecidas, sus músculos temblaban por el esfuerzo de arrastrarse fuera de la cueva en la que había caído. Su instinto le gritaba que debía moverse, alejarse, ocultarse antes de que alguien descubriera que aún respiraba.Pero el agotamiento pesaba sobre ella como una cadena invisible.Se apoyó contra la roca húmeda, intentando calmar la tormenta en su pecho. Su vientre seguía irradiando ese calor extraño, una protección silenciosa que le recordaba que no estaba sola.Entonces, algo cambió.La brisa nocturna se espesó de forma antinatural. Una niebla densa comenzó a deslizarse entre las rocas, avanzando con una fluidez inquietante, envolviéndolo todo en un velo plateado. Isolde parpadeó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.La niebla no era normal.No era la simple humedad de la noche ni el aliento del río lejano.Era algo… vivo.El in