—Antes de continuar con esta unión —la voz del Alfa Damian era dura como el acero y su mirada fría como el hielo— quiero que se le realice una prueba de virginidad a Isolde.
El mundo de Isolde se congeló en ese momento. Fue como si los latidos del corazón se le detuvieran en el pecho, y un incómodo zumbido retumbaba sin parar en sus oídos. Estaba de pie en el claro, con el bordado plateado de su vestido de novia blanco brillando a la luz de la luna, simbolizando la bendición de la Diosa de la Luna sobre todos los lobos. Pero en ese momento no sintió ningún atisbo de santidad, sólo un frío penetrante que se le clavaba en la piel como sí miles de agujas la estuvieran atravesando a la vez. La expresión del Alfa Damian le resultaba desconocida. No había ternura, ni amor, ni siquiera un atisbo de emoción en su mirada. La observaba como si se tratara de una mercancía a inspeccionar. —¿Qué…? —susurró ella, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar. —A mis oídos han llegado rumores de que no eres tan pura como me hicieron creer. —El Alfa Damian deslizó la mirada de arriba abajo y abajo arriba por el cuerpo de su prometida con una expresión de desdén en el rostro — Si esta unión va a llevarse a cabo, necesito asegurarme de que no me han dado mercancía usada. Isolde sintió que un martillo invisible le golpeaba el pecho y su respiración se hizo difícil. Un escalofrío recorrió su cuerpo y la sangre le abandonó el rostro. Sus dedos se aferraron al dobladillo de su vestido de novia con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Su mirada recorrió a todos los presentes: sus padres, el clan, los lobos del Alfa Damian, los ancianos. Sus ojos estaban llenos de asombro, incredulidad e incluso ...... Miedo. —¿Cómo te atreves? —La voz le temblaba, el corazón parecía que era salirse por su garganta. Alfa Damian cruzó los brazos y una sonrisa cínica se dibujó en sus labios. —Me atrevo porque estás a punto de convertirte en mi esposa y no quiero una esposa descarada y libertina. Si no tienes nada que ocultar, no debería ser un problema, ¿verdad? Las miradas de todos los presentes estaban sobre ella. Su propia manada, la de él, los ancianos… todos esperaban su respuesta. Isolde sintió que se le desgarraba el alma. No podía creerlo. ¿Cómo era posible que su Damian, el hombre que le susurró «te quiero» a la luz de la luna, fuera realmente así? Recordó sus encuentros secretos, su ternura, sus risas, sus promesas. Recordó como sólo unas noches atrás, le dijo que estaban a punto de convertirse en marido y mujer y que todo sería perfecto, que cuidaría de ella. Isolde sintió que su pecho quemaba , como si se llenara de fuego. Pero más allá de la ira y la humillación, había algo peor… algo que le carcomía el alma. Alfa Damian sabía. Sabía que ella no era virgen. Porque él mismo le había arrebatado la virginidad. Y ahora la estaba humillando de la forma más cruel posible delante de todos. —Damian, sabes ......—parecía que su voz se quebraría en cualquier momento — Sabes que no soy virgen porque eres tú ...... —¿Yo?—Él la interrumpió, su risa baja y burlon— Incluso en tus fantasías más salvajes, yo nunca haría tal cosa. Deja de encubrir tu infidelidad con mentiras. Isolde sintió que su mundo se derrumbaba. Justo en ese momento su padre se levantó furioso, su rugido resonó por todo el lugar mientras se levantaba molesto por la insinuación de su futuro yerno. —¡¿Cómo te atreves?! —bramó, dando un paso adelante. Su voz estaba llena de una furia bestial— ¡Exijo una disculpa inmediata, Damian! Has deshonrado a mi hija y a nuestra manada con tus palabras. ¡Retíralas ahora mismo o te arrancaré la garganta con mis propias manos! El Alfa Damian no se inmutó. Ni siquiera parpadeó ante la amenaza del padre de su prometida. En lugar de eso, se echó a reír. Una risa baja, burlona. —No sé por qué están todos tan nerviosos… —se encogió de hombros con indiferencia— Si Isolde no tiene nada que ocultar, solo tiene que someterse a la prueba. Así de simple. El murmullo creció y todas las miradas se dirigieron a ella, se sentía juzgada incluso por su propia gente. —No… yo… no puedo pasar esa prueba — la voz de la joven tembló,las lágrimas ardieron en sus ojos mientras intentaba buscar la mirada de él, intentaba que de algún modo la ayudara y protegiera en lugar de seguir atacándola. ¿Por qué Damian le estaba haciendo esto? ¿Por qué la estaba destruyendo delante de todos? Y entonces, como si la humillación no hubiera sido suficiente, una hermosa joven vestida de rojo caminó por el pasillo hasta estar frente a ellos. —No hace falta ninguna prueba.Era Evelyn, su prima.Odiaba a Isolda, mucho.Nunca había entendido porque ella tenía más privilegios si las dos venían de la misma sangre, si la única diferencia entre ellas era que Isolde era la hija del primogénito de su abuelo y ella solo la hija del segundo hijo, que el simple orden de nacimiento hubiera evitado que se convirtiera en la princesa heredera del clan. Era mucho más digna que Isolde estaba convencida de ello.No estaba dispuesta a rendirse ni mucho menos, y ahora empezaba la diversión, su momento de hacerles pagar a los suyos por no haberse dado cuenta de que ella era una princesa mucho más digna.Evelyn sonrió con malicia, alzando la voz para que todos la escucharan.—Yo misma puedo dar testimonio de lo que ha estado haciendo mi prima, tio. No es ningún secreto que Isolde ha pasado por la mayoría de los machos de nuestra manada.—¡Mentira! —gritó Isolde incapaz de contener por más las lágrimas y estallando a llorar— Eso no es cierto, no puedo pasar la prueba pero no
—Está muerta — dijo uno de los guerreros tras agacharse e intentar encontrar el pulso de la joven sin lograrlo.El eco de la masacre aún flotaba en el aire, mezclándose con el olor a sangre, traición y muerte que impregnaba el claro.Los cuerpos sin vida de los caídos cubrían el suelo como hojas marchitas tras una tormenta. Los gritos se habían apagado, sustituidos por el pesado silencio que deja la muerte a su paso.Evelyn, con el vestido rojo empapado en sangre ajena, avanzó con hasta donde yacía el cuerpo de Isolde. La luna, testigo de su victoria, brillaba sobre su piel pálida y su mirada chispeó con una satisfacción oscura.—¿Estás seguro? —preguntó, observando el cuerpo inerte de su prima.—No hay respiración, mi señora —confirmó el guerrero— Su pecho no se mueve y tampoco fui capaz de encontrarle el pulso.—Bien.—La sonrisa de Evelyn fue lenta, cruel, victoriosa.Se agachó, sus dedos acariciaron con desdén la mejilla de Isolde, manchándola de la sangre que aún tenía en la mano.
El frío la envolvía como un sudario.Isolde respiró con dificultad, cada movimiento le arrancaba una punzada de dolor. Sus extremidades estaban entumecidas, sus músculos temblaban por el esfuerzo de arrastrarse fuera de la cueva en la que había caído. Su instinto le gritaba que debía moverse, alejarse, ocultarse antes de que alguien descubriera que aún respiraba.Pero el agotamiento pesaba sobre ella como una cadena invisible.Se apoyó contra la roca húmeda, intentando calmar la tormenta en su pecho. Su vientre seguía irradiando ese calor extraño, una protección silenciosa que le recordaba que no estaba sola.Entonces, algo cambió.La brisa nocturna se espesó de forma antinatural. Una niebla densa comenzó a deslizarse entre las rocas, avanzando con una fluidez inquietante, envolviéndolo todo en un velo plateado. Isolde parpadeó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.La niebla no era normal.No era la simple humedad de la noche ni el aliento del río lejano.Era algo… vivo.El in
—No puedo seguir aquí escondida —dijo Isolde, rompiendo el silencio. Estaba sentada frente a la hoguera, con una mano en su muy abultado vientre. Su hijo se movía, inquieto.Raven, apoyado contra la pared de piedra, la miró sin inmutarse.—Puedes y debes hacerlo.—No. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Damian y Evelyn siguen ahí afuera, viviendo como si nada — aseguro sin dejar de acariciarse el vientre, su hijo estaba agitado esa noche, pero no le dio mayor importancia, creyó que simplemente estaba reaccionando a su estado emocional — Me lo arrebataron todo ¿Cómo esperas que simplemente me siente aquí a esperar?—No te estoy diciendo que olvides tu venganza — él asintió como si con eso quisiera decirle que entendía su preocupación— Solo que no es el momento, mírate, estás apunto de tener a tu hijo.Isolde apretó los dientes.—¿Y cuándo será el momento entonces? llevamos meses escondidos mientras todos esos asesinos viven como si nada.—Tendrás tu venganza, Isolde. Te lo pr
Cinco años más tarde:El cuerpo cálido y perfumado de Evelyn, la prima de Isolde, seguía pegado a él como una lapa, sus manos suaves recorriendo su espalda en un intento por retenerlo.—No te vayas aún —susurró contra su piel, dejando un rastro de besos en su hombro.Él apartó su mano con un gesto brusco y se sentó al borde de la cama.—Tengo cosas que hacer.—Siempre tienes cosas que hacer —se quejó ella, incorporándose lo suficiente para observarlo molesta — Me tratas como si fuera invisible.Damian apretó la mandíbula y se puso de pie, ignorando el ardor de sus propias emociones contradictorias. Sabía que debería desearla. Después de todo, los ancianos de la manada llevaban años presionándolo para que tuviera cachorros con ella. Si no lo hacía pronto, lo obligarían a buscarse una esposa, una que pudiera darle lo que Evelyn no había logrado en todo este tiempo.El simple pensamiento le revolvía el estómago.—Más te vale darme cachorros pronto —espetó sin mirarla— No voy a esperar e