5. Estás apunto de tener a tu hijo.

—No puedo seguir aquí escondida —dijo Isolde, rompiendo el silencio. Estaba sentada frente a la hoguera, con una mano en su muy abultado vientre. Su hijo se movía, inquieto.

Raven, apoyado contra la pared de piedra, la miró sin inmutarse.

—Puedes y debes hacerlo.

—No. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Damian y Evelyn siguen ahí afuera, viviendo como si nada — aseguro sin dejar de acariciarse el vientre, su hijo estaba agitado esa noche, pero no le dio mayor importancia, creyó que simplemente estaba reaccionando a su estado emocional — Me lo arrebataron todo ¿Cómo esperas que simplemente me siente aquí a esperar?

—No te estoy diciendo que olvides tu venganza — él asintió como si con eso quisiera decirle que entendía su preocupación— Solo que no es el momento, mírate, estás apunto de tener a tu hijo.

Isolde apretó los dientes.

—¿Y cuándo será el momento entonces? llevamos meses escondidos mientras todos esos asesinos viven como si nada.

—Tendrás tu venganza, Isolde. Te lo prometo. —Raven dejó escapar un suspiro y se acercó a ella. Se acuclilló a su lado, con esa mirada dorada clavada en la suya. —Pero antes, tienes que asegurarte de que tu hijo viva y de que esté seguro… ese cachorro es lo más importante ahora.

Ella sintió una patada de confirmación en su vientre y llevó la mano hacia el lugar donde podía notar un pequeño bulto. Sabía que tenía razón, pero el deseo de hacer pagar a sus enemigos la carcomía por dentro, no podía sacarse las imágenes de toda su familia pereciendo en aquel lugar, tierra neutral y sagrada, no solo habían traicionado a los suyos también los designios de la diosa que había marcado ese claro como un lugar en el que no podían derramar sangre.

—¿Por qué me salvaste? —preguntó en un murmullo intentando cambiar de tema y alejar la rabia que sentía, debía hacerlo por su bebé — ¿Por qué me trajiste aquí y me has estado protegiendo?

Raven la observó por un largo instante antes de responder.

— Porque él me habló.

Isolde frunció el ceño.

—¿Él?

—Tu hijo.

El silencio cayó entre ellos como una losa.

—Eso es imposible, mi embarazo apenas estaba iniciando entonces —murmuró negando.

—No lo es —dijo Raven— En el momento en que estabas al borde de la muerte, él me llamó. No con palabras, pero con algo más fuerte. Me mostró lo que sería, lo que está destinado a hacer.

Isolde sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué viste?

—Vi fuego y sombras.— La mirada de Raven se perdió en las llamas de la hoguera — Vi sangre, mucha sangre. Vi a la diosa, la luna otorgándole un poder especial a tu cachorro, en ese mismo instante en que se ultrajó su claro sagrado. Vi el nacimiento de algo nuevo. Algo que este mundo nunca ha visto antes.

Isolde tragó saliva.

—¿Dices que él es… especial?

—No. No especial. Único, él te salvó, gracias a él no estás muerta, imagínate el poder que tiene cuando pudo hacer eso con apenas unos días de haber sido creado.

La loba sintió un nudo formarse en su pecho. Antes de que pudiera responder, una punzada aguda recorrió su vientre. Ahogó un gemido y llevó ambas manos a su abdomen.

Raven se tensó de inmediato.

—¿Isolde?

Un segundo dolor, más fuerte, la sacudió por completo.

—Está… pasando, va a nacer.

El lobo no dudó. En un solo movimiento, la levantó y la llevó hacia un rincón más protegido del refugio, donde habían preparado un lugar en caso de que esto sucediera, un nido.

—Respira. Concéntrate en tu hijo.

Pero antes de que Isolde pudiera hacer nada, el mundo exterior cambió.

La luz de la hoguera titiló como si una sombra hubiera pasado sobre ella. Un viento helado se filtró en la cueva.

Raven alzó la vista.

Afuera, la luna, antes brillante, comenzaba a oscurecerse.

Un eclipse.

No era un eclipse normal. La oscuridad avanzaba de una forma antinatural, devorando la luz con una voracidad imposible. La noche se volvió densa, como si algo en el universo estuviera conteniendo el aliento.

Isolde gritó cuando una nueva contracción la atravesó.

El aire crujió con electricidad.

La niebla, que siempre rodeaba a Raven, comenzó a moverse de forma caótica.

—Raven —jadeó Isolde—, ¿qué está pasando?

Él no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la luna ennegrecida, su cuerpo tenso como si no estuviera preparado para eso.

—Está llegando.

—¡Lo sé, maldita sea! —gritó ella, retorciéndose de dolor— ¡Lo estoy sintiendo!

—No —dijo él, con un tono que hizo que su piel se erizara—No hablo solo del niño.

La oscuridad era absoluta ahora. Solo quedaba el resplandor de la hoguera, parpadeando débilmente y de repente hasta eso paró, el fuego parecía detenido y Raven congelado, era como si el tiempo se hubiera parado en ese instante.

Entonces, ocurrió.

Una hermosa mujer de cabellos plateados entro en la cueva y avanzó hasta donde ella, estaba pasando por el lado de Raven sin ni siquiera mirarlo, su piel era exageradamente blanca y su presencia lo llenaba todo iluminando el lugar con una luz plateada.

Ella no habló pero Isolde sintió una calma que no era capaz de comprender, Sabía que debería estar asustada pero no lo estaba. La mujer solo la observaba sin hacer o decir nada.

Isolde sintió cómo su cuerpo se rendía al proceso. Un último grito, un último esfuerzo, y el aire se llenó con el llanto de un recién nacido, lo había tenido sola y apenas había sufrido en el proceso, llevó las manos del pequeño que acababa de salir de ella y lo atrajo hasta te erlo sobre su cuerpo, contra él pecho que acababa de descubrir para él.

La hermosa mujer le sonrió con dulzura y luego desapareció.

Y en ese mismo instante, la luna volvió a brillar.

El eclipse terminó de golpe, como si nunca hubiera existido.

La niebla que rodeaba a Raven se aquietó.

Y el movimiento de las llamas volvió a ser normal, Raven observaba la escena incredulo

Isolde, observaba a su hijo que se estaba alimentando de ella, Sus ojos eran de un plareado resplandeciente, más brillantes que los de cualquier lobo.

Ravennse acercó a ellos y puso una enorme piel sobre madre e hijo para protegerlos del frío.

—Él no es un niño ordinario —murmuró dándose cuenta de lo que había sucedido, a pesar de no haberlo podido presenciar lo tenía muy claro.

Isolde apenas podía hablar.

—¿Qué significa esto?

Raven levantó la mirada hacia ella.

— La mismísima diosa abandonó el cielo para presenciar su alumbramiento, ni siquiera permitió que yo la viera, tú y tú cachorro habéis sido bendecidos.

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