El frío de la madrugada lo sacó del sueño de golpe. Damián gruñó bajo, su cuerpo giró instintivamente hacia el lado donde, horas antes, había sentido el calor de su hembra. Pero lo único que encontró fue el vacío.Frunció el ceño y se incorporó, olfateando el aire con desconfianza. El aroma de Isolde aún impregnaba las mantas, dulce y salvaje, como un eco de la noche anterior. Pero en la cueva... nada. Ni un rastro de su presencia.Su expresión se endureció. Era imposible.Se puso de pie de un salto. La falta de ropa no fue un impedimento; la tela se había hecho jirones al transformarse tres noches atrás en el bosque, cuando su instinto lo había arrastrado a una transformación descontrolada, al influjo del celo de la loba blanca. Un celo que no podía ignorarse.Salió de la cueva con pasos largos y agresivos, el cuerpo aún tenso por la necesidad insatisfecha. El instinto de cazador se activó en cuanto el viento le golpeó el rostro. Su hembra no podía haber ido lejos.La buscó por horas
El rugido de Damián resonó en la fortaleza como un trueno en medio de la tormenta. Un sonido primitivo, feroz, un eco de su propia rabia. No podía olvidar a la loba, no podía encontrarla, no había rastro de ella.—¡¿Cómo que no saben nada?! —gruñó, lanzando una mesa contra la pared. La madera crujió al partirse en dos, pero ni eso aliviaba el fuego que lo consumía.Nadie se atrevió a hablar. Sus guerreros, los mismos que habrían dado la vida por él sin dudar, ahora temían acercarse demasiado.Damián no necesitaba palabras. Su lobo sentía la ausencia de la loba blanca como un veneno esparciéndose por sus venas. No lograba entenderlo, jamás había tenido una sensación como esa, por ninguna loba, era como si todo dentro de él necesitara tenerla cerca. El vínculo creado durante el celo aún persistía en él, pero se debilitaba con cada hora que pasaba. Era como si algo invisible lo estuviera arrancando de su propia carne.Respiró hondo, tratando de calmarse. No lo consiguió.—Si nadie
Lejos del territorio del alfa Damián se encontraba Isolde, Raven no soportaba tenerla tan cerca de él.Aquellos tres días le habían pasado factura y se la llevó al poblado donde estaban los guerrero.Los lobos errantes que habían ido encontrando durante años y, sin saber del todo como o por qué.Se quedaban con ellos, atraeidos por la aura especial del pequeño cachorro destinado a ser alfa.Eran su manada, mucho antes de que el niño fuera consciente de ello, todos seguían a isolde como la madre del joven cachorro elegido por la luna.El aire de la cabaña era denso, cargado de silencios y miradas silenciosas pero que a su vez decían mucho, quemaban más que las palabras entre Isolde y Raven. Afuera, la lluvia golpeaba el techo con una insistencia casi cruel, como si la tormenta fuera un reflejo del caos que se desataba dentro de Isolde, quién intentaba ignorar todo el tiempo el mal carácter que Raven había tenido en los últimos días.Y es que tenía problemas más graves,su piel aún ardí
El viento frío de la montaña azotaba con fuerza aquella mañana, pero ni siquiera eso podía apagar el fuego que ardía en el pecho de Damián, un fuego que lo había consumido toda la noche, que lo había castigado y envenenado sin que pudiera apagarlo.Sus pensamientos eran un caos devorador, un torbellino de imágenes que lo llevaban al borde de una locura de la que no sabía como salir. Cada vez que cerraba los ojos, podía verla, sentirla. Abigail, su hembra. Su futura Luna. Recordaba el cuerpo de ella bajo el suyo, moviéndose con él, gimiendo su nombre en medio de la oscuridad, arqueándose por el placer. Se acoplaba a él, buscaba sus caderas con desesperación, se estremecía en sus brazos como si su única razón de ser fuera pertenecerle.Y luego, el infierno.La imagen se distorsionaba en su mente y la veía con otro. Otro lobo tocándola, reclamándola. Sus manos, su boca, su cuerpo entregado a alguien más.Un gruñido bajo y peligroso escapó de su garganta. No podía más. No podía seguir esp
Damián avanzó por el estrecho túnel de la cueva, cada paso que daba resonaba contra la piedra húmeda. El aire era denso, cargado con el olor de la tierra y algo más... algo viejo, casi ancestral. La única luz provenía de las antorchas que titilaban más adelante, iluminando el espacio donde lo esperaban.Raven estaba sentado sobre una roca, con la postura relajada de quien lleva tiempo aguardando. No parecía sorprendido de verlo, aunque su mirada se oscureció al instante en que el Alfa cruzó la entrada. Su cuerpo se tensó imperceptiblemente. No era miedo. Era otra cosa.Damián sintió un gruñido arderle en la garganta al ver la expresión de ese lobo. Había algo en él que le despertaba el instinto asesino, una sensación que no podía explicarse del todo. Tal vez la forma en que lo miraba, con esos ojos que parecían querer atravesarlo. O tal vez era porque sabía que este bastardo tenía respuestas y quizá mucho más que respuestas, tal vez sus pensamientos eran realudad y ese macho t
Evelyn se encontraba sola con sus pensamientos, consumida por la rabia y la impotencia. Damian ya no soportaba su cercanía, y ella lo sabía. El hechizo de la poción estaba perdiendo su efecto, y la independencia del Alfa, que antes parecía un rasgo atractivo, ahora era su peor enemigo.—¡Esto no puede seguir así! —murmuró con furia— Si Damian se aleja de mí y no puedo seguir administrándole esta poción, la magia con la que lo he mantenido amarrado se volteará … y él me odiará aún más.No estaba dispuesta a dejarlo ir. Con determinación, cubrió su cabeza con una capucha oscura y se deslizó fuera de la choza, asegurándose de que nadie la viera. Se dirigió al único lugar donde sabía que encontraría ayuda: la tienda de su cómplice.Entró con cautela, cerrando la puerta tras de sí. El hedor a hierbas y humo denso impregnaba el aire. En el centro, un hombre revisaba antiguos textos con expresión imperturbable.—Necesito tu ayuda para entregar esta poción a Damian —dijo Evelyn, con voz fir
—Miren lo que he traído —anunció con una sonrisa burlona— La loba blanca… la extranjera que busca el alfa.Un murmullo de asombro y tensión recorrió la multitud. Algunos lobos dieron un paso atrás instintivamente, mientras otros intercambiaban miradas entre sí.Evelyn sintió un escalofrío recorrerle la columna.No importaba cuánto intentara negar su existencia. No importaba cuántas veces se repitiera que Damián solo la necesitaba a ella. La prueba estaba allí, frente a todos.La loba blanca era real. Y ahora, era prisionera de su manada.Damián no tardaría en llegar. Y cuando lo hiciera, la noche entera se teñiría de sangre.El traidor a su lado dejó escapar una carcajada baja.—Bueno… parece que la suerte está de tu lado, Evelyn.Pero Evelyn no lo veía así.Porque en el instante en que los ojos de la loba blanca se clavaron en los suyos, Evelyn comprendió algo que no podía negar, el alfa parecía genuinamente obsesionado con esa hembra.Ella nunca podría competir con eso. Nunca.Y si no
El vapor se elevaba en suaves espirales desde el agua caliente, envolviendo a Isolde en un breve respiro de paz. Sus músculos dolidos agradecían el calor, aliviando aunque fuera un poco las marcas que aún ardían en su cuello. Cerró los ojos, dejando que su cuerpo se hundiera en el agua, pero la tranquilidad duró poco.Un recuerdo la atrapó sin previo aviso, arrastrándola de vuelta al día en que todo cambió.Aquel día en el bosque…El viento sacudía las copas de los árboles, llevando consigo el olor a tierra húmeda y peligro inminente. Rowan, quien llegaba escapando de unos hombres, miraba a su madre con ojos enormes mientras ella le sujetaba el rostro con ambas manos.—Escúchame bien, mi amor —susurró en voz baja y calmada para que pareciera que no ocurría nada— No importa qué pase, quédate aquí. No hagas ruido. No salgas hasta que Raven o yo vengamos a buscarte.El cachorro tragó saliva, sus orejas bajaron con angustia, pero asintió obediente. Isolde le revolvió el pelaje con un