La bruma se arremolinaba en el claro donde Raven e Isolde conversaban en voz baja impidiendo que nadie pudiera verlos desde fuera. El resplandor pálido de la luna acariciaba el rostro de la mujer, haciendo brillar la intensidad de sus ojos, que destellaban entre la furia y la impaciencia.—¿Y si me reconocen? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho, con el ceño fruncido.Raven, apoyado contra un tronco, soltó un resoplido divertido.—No pueden reconocer lo que no pueden ver, querida mía —murmuró con su tono habitual de burla—Mi niebla ha borrado sus recuerdos. Para ellos, eres solo un fantasma del que no recuerdan su aspecto.—¿Y hasta cuándo pretendes mantener esta farsa?— Isolde apretó los labios con rabia.—Hasta que sea necesario —replicó él, sin inmutarse—No podemos arriesgarnos. Si te descubren… te matarán. Y a él… —sus ojos se endurecieron—Te lo arrebatarán sin dudarlo, necesitan con ansias un heredero.La loba soltó un bufido, apartando la mirada con exasperación.—Eres
El crujido de la hojarasca bajo sus botas era lo único que rompía el silencio mientras Damian avanzaba por el campamento. La inquietud ardía en su pecho, quemándolo desde dentro como un fuego imposible de extinguir.El encuentro con el cachorro de ojos grises no dejaba de rondarle la mente. Su instinto le gritaba que aquel niño no era cualquier cachorro extraviado. Algo en su olor, en la forma en que se movía… le resultaba extrañamente familiar. Y eso lo inquietaba.Se detuvo en el centro del campamento y alzó la voz con autoridad.—¡Refuercen las patrullas! —ordenó—. Quiero vigilancia constante en el bosque, nadie entra ni sale sin mi permiso.Los guerreros intercambiaron miradas, sorprendidos por la repentina instrucción, pero ninguno se atrevió a cuestionarlo. Damian no era un alfa que diera explicaciones cuando no lo consideraba necesario.Sin perder más tiempo, continuó su camino hasta la cabaña más apartada, donde la luz tenue de una lámpara de aceite titilaba tras la ventana. S
El viento aullaba como un lobo hambriento, colándose en la cueva y haciendo bailar las llamas de la hoguera. La luz anaranjada pintaba sombras alargadas en las paredes, como si fantasmas danzaran a su alrededor. Isolde, acurrucada sobre una piel de lobo, mecía suavemente a Rowan. El pequeño dormía plácidamente, su pecho subía y bajaba con cada respiración.De pronto, el eco de pasos resonó en la entrada y Raven emergió de la oscuridad con el rostro ensombrecido.Se notaba el cansancio en sus ojos, una pesadez que contaba historias de largas jornadas y preocupaciones acumuladas.—Tenemos un problema, Isolde. Isolde, levantando la vista de su hijo, le dedicó una mirada afilada, dejó al pequeño tranquilo sobre las pieles y se levantó tomando a Raven de la muñeca para alejarse de donde descansaba su hijo, por si a caso despertaba, no quería ningún problema pudiera perturbar la paz de su cachorro.—¿Qué pasó? —preguntó en un susurro, preocupada por la expresión de Raven.Él observó a
—Antes de continuar con esta unión —la voz del Alfa Damian era dura como el acero y su mirada fría como el hielo— quiero que se le realice una prueba de virginidad a Isolde.El mundo de Isolde se congeló en ese momento. Fue como si los latidos del corazón se le detuvieran en el pecho, y un incómodo zumbido retumbaba sin parar en sus oídos.Estaba de pie en el claro, con el bordado plateado de su vestido de novia blanco brillando a la luz de la luna, simbolizando la bendición de la Diosa de la Luna sobre todos los lobos. Pero en ese momento no sintió ningún atisbo de santidad, sólo un frío penetrante que se le clavaba en la piel como sí miles de agujas la estuvieran atravesando a la vez.La expresión del Alfa Damian le resultaba desconocida. No había ternura, ni amor, ni siquiera un atisbo de emoción en su mirada. La observaba como si se tratara de una mercancía a inspeccionar.—¿Qué…? —susurró ella, sin comprender del todo lo que acababa de escuchar.—A mis oídos han llegado rumores d
Era Evelyn, su prima.Odiaba a Isolda, mucho.Nunca había entendido porque ella tenía más privilegios si las dos venían de la misma sangre, si la única diferencia entre ellas era que Isolde era la hija del primogénito de su abuelo y ella solo la hija del segundo hijo, que el simple orden de nacimiento hubiera evitado que se convirtiera en la princesa heredera del clan. Era mucho más digna que Isolde estaba convencida de ello.No estaba dispuesta a rendirse ni mucho menos, y ahora empezaba la diversión, su momento de hacerles pagar a los suyos por no haberse dado cuenta de que ella era una princesa mucho más digna.Evelyn sonrió con malicia, alzando la voz para que todos la escucharan.—Yo misma puedo dar testimonio de lo que ha estado haciendo mi prima, tio. No es ningún secreto que Isolde ha pasado por la mayoría de los machos de nuestra manada.—¡Mentira! —gritó Isolde incapaz de contener por más las lágrimas y estallando a llorar— Eso no es cierto, no puedo pasar la prueba pero no
—Está muerta — dijo uno de los guerreros tras agacharse e intentar encontrar el pulso de la joven sin lograrlo.El eco de la masacre aún flotaba en el aire, mezclándose con el olor a sangre, traición y muerte que impregnaba el claro.Los cuerpos sin vida de los caídos cubrían el suelo como hojas marchitas tras una tormenta. Los gritos se habían apagado, sustituidos por el pesado silencio que deja la muerte a su paso.Evelyn, con el vestido rojo empapado en sangre ajena, avanzó con hasta donde yacía el cuerpo de Isolde. La luna, testigo de su victoria, brillaba sobre su piel pálida y su mirada chispeó con una satisfacción oscura.—¿Estás seguro? —preguntó, observando el cuerpo inerte de su prima.—No hay respiración, mi señora —confirmó el guerrero— Su pecho no se mueve y tampoco fui capaz de encontrarle el pulso.—Bien.—La sonrisa de Evelyn fue lenta, cruel, victoriosa.Se agachó, sus dedos acariciaron con desdén la mejilla de Isolde, manchándola de la sangre que aún tenía en la mano.
El frío la envolvía como un sudario.Isolde respiró con dificultad, cada movimiento le arrancaba una punzada de dolor. Sus extremidades estaban entumecidas, sus músculos temblaban por el esfuerzo de arrastrarse fuera de la cueva en la que había caído. Su instinto le gritaba que debía moverse, alejarse, ocultarse antes de que alguien descubriera que aún respiraba.Pero el agotamiento pesaba sobre ella como una cadena invisible.Se apoyó contra la roca húmeda, intentando calmar la tormenta en su pecho. Su vientre seguía irradiando ese calor extraño, una protección silenciosa que le recordaba que no estaba sola.Entonces, algo cambió.La brisa nocturna se espesó de forma antinatural. Una niebla densa comenzó a deslizarse entre las rocas, avanzando con una fluidez inquietante, envolviéndolo todo en un velo plateado. Isolde parpadeó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.La niebla no era normal.No era la simple humedad de la noche ni el aliento del río lejano.Era algo… vivo.El in
—No puedo seguir aquí escondida —dijo Isolde, rompiendo el silencio. Estaba sentada frente a la hoguera, con una mano en su muy abultado vientre. Su hijo se movía, inquieto.Raven, apoyado contra la pared de piedra, la miró sin inmutarse.—Puedes y debes hacerlo.—No. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Damian y Evelyn siguen ahí afuera, viviendo como si nada — aseguro sin dejar de acariciarse el vientre, su hijo estaba agitado esa noche, pero no le dio mayor importancia, creyó que simplemente estaba reaccionando a su estado emocional — Me lo arrebataron todo ¿Cómo esperas que simplemente me siente aquí a esperar?—No te estoy diciendo que olvides tu venganza — él asintió como si con eso quisiera decirle que entendía su preocupación— Solo que no es el momento, mírate, estás apunto de tener a tu hijo.Isolde apretó los dientes.—¿Y cuándo será el momento entonces? llevamos meses escondidos mientras todos esos asesinos viven como si nada.—Tendrás tu venganza, Isolde. Te lo pr