En un mundo donde los antiguos linajes y oscuros pactos dictan el destino, Sanathiel emerge como un líder improbable entre los Nevri, una ancestral manada de licántropos. Hijo adoptivo de Luciano Kerens, un hombre marcado por un pacto demoníaco, Sanathiel carga con el peso de una herencia maldita. Atrapado en una red de traiciones, magia oscura y alianzas frágiles, su única certeza es el peligro. Varek, su hermano inmortal y despiadado, y Sariel, un vampiro nacido de los muertos, son piezas clave en un juego mortal donde la sangre siempre se cobra un precio. Pero cuando Aisha, una joven con un vínculo enigmático con su pasado, irrumpe en su vida, despierta fuerzas que ni siquiera él puede controlar. Mientras las sombras de su origen salen a la luz y una profecía amenaza con destruirlo todo, Sanathiel deberá enfrentar el legado oscuro de su familia y decidir entre la redención o la venganza. ¿Podrá proteger a su manada y a aquellos que ama, o sucumbirá al destino que lo persigue? "Sanathiel: Entre lobos y sombras, su pasado lo persigue." Una historia de magia y aventura donde la lucha por la supervivencia choca con los lazos de sangre, y el valor se enfrenta a las tinieblas en un viaje hacia la verdad… y la salvación.
Leer másLa casa donde Rasen se ocultaba no era un refugio, era una tumba. La luz apenas lograba filtrarse por las rendijas selladas con madera, y las velas lanzaban sombras que parecían moverse solas en las paredes descoloridas. El aire estaba cargado de cera derretida y humedad, intensificando la sensación de asfixia que Rasen sentía. Cada paso retumbaba, rompiendo el silencio como un martillo en su cráneo. El mundo parecía empujarlo hacia el abismo.Pero Rasen no estaba solo. Sariel estaba allí. No solo como un eco en su mente, sino como una presencia viva, serpenteante, inescapable.—¿No sientes el peso en tus piernas, Rasen? —susurró Sariel, su voz deslizándose como veneno en sus pensamientos—. Es mi regalo para ti. Una prueba de cuánto me necesitas.
Antes de llegar a esta villa en los Andes peruanos, recuerdo que mi hermano Dimitri Snova fue enviado en uno de mis dos helicópteros privados junto a Ishana. Sin embargo, nunca enviaron la señal que había pedido al piloto. Rastreé su ubicación, pero no había señal alguna. Lo único que pude corroborar antes de traerme a Daesa fue el avistamiento de un avión privado sobrevolando los alrededores de mi propiedad. Y luego, el silencio absoluto.“¿Intentas decirme que Dimitri planeó su propio secuestro?”—No me importaría —respondí—, de no ser porque se llevó consigo a la hermana de Varek, la única que podría darnos alguna información. Ahora no tenemos nada.Días previos a la desaparición de Dimitri SnovaEl helicóptero atravesaba una tormenta traicionera. Las ráfagas de viento sacudían la aeronave, haciéndola crujir como un juguete en manos de un niño caprichoso. Dimitri, aparentemente tranquilo, observaba las nubes tormentosas desde la ventana, como si el caos externo no le importara.En
Lionel irrumpió en el recinto como una tormenta desatada; su determinación cortaba el aire, tan afilada como la hoja de un cuchillo. Las bestias que resguardaban el lugar intentaron bloquear su avance, pero él, con un giro de muñeca y un golpe preciso, les rompió el cuello uno a uno, dejando sus cuerpos inertes en el suelo.—Dime, ¿qué pasó con las personas de aquí? ¿Dónde están? —rugió al vacío mientras su mirada recorría el caos que lo rodeaba.No esperó una respuesta. Atravesó las puertas principales con un solo golpe y subió las escaleras, revisando cada habitación hasta encontrar a Cristal, sentada en la cama, inmóvil, su mirada perdida en el horizonte.—C
Ella exhaló internamente, sintiendo que la cuerda sobre la que caminaba se tensaba aún más.—Pero sigues sin convencerme.Antes de que pudiera reaccionar, Salomón tiró de la tela de su blusa, dejando su vientre al descubierto. Se inclinó hacia ella, su expresión impasible, casi científica.—Aquí no logro oír el latido de los gemelos. ¿Acaso te lo inventaste?Cristal jadeó, su rostro enrojecido por la ira y la humillación, pero su mente trabajó rápido. No podía permitir que la descubriera. No aún.—Estoy embarazada —repitió, esta vez con mayor firmeza—. ¿Qué s
La noche estaba cargada de tensión. El aire era pesado y cada sonido, por mínimo que fuera, reverberaba como un grito en los oídos de Aisha. Escuchó pasos acercándose a su puerta y, con un instinto aprendido de las múltiples veces que había enfrentado el peligro, regresó a la cama fingiendo estar dormida.Su cuerpo temblaba, cada músculo ardiendo de agotamiento. Su mente le gritaba que resistiera, que encontrara una salida, pero la fría certeza de su situación la envolvía como un veneno insidioso. Estaba atrapada.El sonido de pasos firmes resonó tras la puerta, y su respiración se volvió errática. No era miedo lo que la paralizaba, sino rabia. Rabia por haber caído en esta trampa, por no haber sido lo suficientemente fuerte, por saber que Cris
Una estampida sacudió la casa con tal fuerza que el crujir de puertas y ventanas resonó como un lamento en la oscuridad. Las luces se apagaron, sumiendo todo en tinieblas. Aisha sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el sonido persistente de garras y gruñidos llenaba el aire, como un acecho constante tras su nuca.Las bestias conocían el castillo que albergaba a Cristal como si hubieran nacido en sus pasillos. Sus movimientos eran implacables, certeros, encontrando incluso los rincones más recónditos donde ellas intentaban esconderse.Los lobos, con su imponente figura y un pelaje rojizo que parecía arder bajo la luna, destrozaban todo a su paso.El estruendo de la madera astillándose, seguido de gruñidos cada vez más cercanos, hizo que la respiración de Aisha se acelerara. La selva lo envolvía con su espesura. Los sonidos de la naturaleza resonaban como ecos distantes en su mente, entremezclados con los latidos acelerados de su corazón. Skiller avanzaba con pasos pesados, sintiendo las miradas de los hombres de Björn clavadas en su espalda. Pero la que más le dolía… era la de Daesa.Su esposa.Su amor por ella era su ancla, y al mismo tiempo, su condena.¿Es este el final? ¿Así terminaré? Atado, humillado… sin poder proteger a los míos. El aire húmedo se volvía más espeso. Cada respiración era un recordatorio de su impotencia. No podía caer… pero las cadenas apretaban más fuerte que su propia voluntad.Sus ojos recorrieron el terreno en busca de una salida, alguna esperanza que no estuviera teñida de sangre. Pero no había caminos fáciles. Las dudas lo asaltaban como sombras arrastrándose entre los árboles.Ella me necesita vivo. La familia me necesita vivo… pero también libre. El pensamiento se repetía en su mente como un mantra, buscando una calma queCapítulo 88: El prisionero
Varek permanecía frente al espejo, el silencio solo interrumpido por el goteo constante del grifo. Observó su reflejo como si buscara algo más allá de la superficie. Pasó una mano por su cabello blanco, dejando que los mechones cayeran sobre sus hombros. Ese color era un recordatorio constante de quién era… y del peso de su linaje.Sus ojos violetas, fríos y penetrantes, parecían ver más allá del espejo, buscando respuestas en el reflejo de sus hermanos: Sanathiel, atrapado en la eternidad de un destino inmutable; y Sariel, encadenado por la necesidad de liberarse incluso de sí mismo.—¿Y yo? —pensó Varek, sintiendo el peso de la responsabilidad oprimiéndole el pecho—. ¿Soy diferente a ellos o estoy destinado a repetir los mismos errores?Giró ligeramente, dejando al descubierto el tatuaje en su espalda: un reloj de arena grabado con fuego, cada grano cayendo lentamente, marcando un tiempo que no podía detener. Sanathiel llevaba un trisquel en el hombro derecho, símbolo del flujo impla
Al amanecer, la mansión se envolvía en un frío inusual, como si el alba misma contuviera la respiración, presagiando algo que aún no había sido revelado. Aisha bajó a desayunar junto a Cristal, pero algo no cuadraba. Lionel no estaba allí, y su ausencia pesaba en la atmósfera como una sombra.Cristal, siempre impecable y radiante, cortaba trozos de fruta fresca con una elegancia ensayada. Su sonrisa era tan medida que rozaba la impostura, como si cada gesto estuviera destinado a ocultar una verdad no dicha. Pero detrás de su sonrisa, Aisha percibía algo más: un aire de complacencia que solo intensificará su inquietud.—Lionel salió temprano, ¿cierto? —preguntó, tratando de sonar casual.Cristal alzó la vista con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—Siempre tan protector contigo… —respondió con un tono que rozaba la burla.Sin responder, Aisha regresó a la sala, buscando un momento para aclarar sus pensamientos. El silencio la envolvía, inquietante y pesado. Sentada en un sillón de t