Sanathiel avanzaba por la residencia de Itzel con pasos pausados. Cada movimiento resonaba en el mármol frío como un eco que no terminaba de disiparse. La casa, impecable y majestuosa, emanaba un aire de secretos enterrados bajo su elegante fachada. Las paredes, cubiertas de retratos y paisajes, parecían seguirlo con ojos invisibles, cargados de juicio.La ama de llaves lo condujo hasta una sala rodeada de cristales. Allí estaba Itzel, sentada junto a una mesa baja. Su porte seguía siendo impecable, pero sus ojos... ellos contaban otra historia. Había algo marchito en su mirada, una tristeza que parecía tatuada en su alma.—Toma, es uno de mis favoritos —dijo, ofreciéndole una copa de vino con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.Sanathiel aceptó la copa, sin apartar la vista de ella. Algo en su postura, en los pequeños movimientos de sus manos, lo mantenía alerta. Mientras sorbía lentamente, sus ojos se fijaron en un retrato colgado en una esquina de la sala. Era una joven de cabello
Aisha se encontraba en el hospital, recuperándose de la herida que había puesto en peligro su vida. Aunque la cicatriz en su cintura ya casi había sanado, el peso emocional de todo lo vivido seguía presente. Sus ojos reflejaban algo nuevo: una determinación firme, casi desafiante. Sabía que quedarse allí solo retrasaría lo inevitable.Pero había un obstáculo. Su alta médica requería la presencia de sus padres, algo que no podía permitir.—Rasen, necesito tu ayuda. ¿Cuento contigo? —preguntó, tomando su mano con una firmeza que revelaba la gravedad de la situación.Rasen, sorprendido por el tono de su voz, asintió lentamente. —Sí, claro… pero ¿qué necesitas?—Salir del hospital, sin que nadie lo sepa —respondió con una leve sonrisa, como si buscara aligerar la tensión.Esa tarde, Rasen comenzó a planear el escape. Mientras lo hacía, no podía evitar reflexionar sobre lo mucho que Aisha significaba para él. Era más que una persona a quien proteger; su conexión con ella era inexplicable,
El aire dentro del túnel era frío y denso, cargado de una sensación que parecía pesar sobre los hombros de Aisha y Rasen mientras avanzaban. El hospital quedaba atrás, pero la seguridad que buscaban parecía estar aún más lejos.—Rasen… algo no está bien —dijo Aisha, apretando su mano con fuerza.El calor de su tacto lo tranquilizó por un instante, pero el entorno no hacía más que aumentar su desconfianza. Las sombras parecían moverse, y el eco de sus pasos se multiplicaba de forma antinatural.—No te preocupes. Estoy contigo —respondió Rasen, su tono firme, aunque por dentro su mente trabajaba frenéticamente para mantener la calma.El vínculo entre ambos se sentía más fuerte que nunca, pero también más frágil, como si cualquier cambio pudiera romperlo. El túnel se hacía cada vez más oscuro, y entonces todo cambió.Al cruzar una curva, la sensación de irrealidad se intensificó. Las paredes comenzaron a ondularse como si fueran líquidas, y el espacio se expandía y contraía de manera ext
De regreso a su mansión, Sanathiel no lograba conciliar el sueño. Los ecos de los recientes eventos cercanos a la luna roja lo mantenían atrapado en un remolino de pensamientos. Desde la ventana de su habitación, observaba la noche en busca de respuestas, pero el silencio solo acentuaba sus dudas.La llegada inesperada de Noah rompió esa quietud.—Señor Sanathiel, su visita lo espera —anunció un sirviente al abrir elegantemente la puerta.Sanathiel giró lentamente.—Hazlo pasar.Noah, un enviado de la comunidad de los Trece, entró con paso seguro, su presencia inconfundible.—Sanathiel, hace tiempo que no nos encontramos —saludó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.—Así es, Noah. Parece que hoy serás mi sombra —respondió Sanathiel con tono sereno, aunque sus palabras estaban cargadas de intención.—¿De quién escuchaste eso? —replicó Noah, sus ojos brillando con una chispa de interés.Sanathiel ignoró la pregunta, cambiando el rumbo de la conversación.—Quiero que uses tu habilid
El aire pesado de la tormenta de arena envolvía a Sanathiel y Noah mientras sus palabras cortaban el silencio con la fuerza de dagas. La mirada de Sanathiel estaba fija en el horizonte, pero su atención estaba claramente en el hombre a su lado.—Tu desobediencia no pienso pasarla por alto, Noah. Todos esos que viste hoy sacarán las garras tarde o temprano, ¿lo entiendes? —La voz de Sanathiel era fría, cada palabra cargada de advertencia.Noah dejó escapar una risa nerviosa, que rápidamente se transformó en un tono desafiante. —¡No me hables así, Sanathiel de Ruanda! —espetó, su postura reflejando orgullo herido—. Si persistes en tratarme como un trapo, no dudaré en reportarte al consejo.Sanathiel giró lentamente, sus ojos dorados encendiéndose como un fuego contenido. —No eres más que un perro que obedece órdenes. Si me he contenido, Noah, es porque no representas una amenaza para mí —respondió, apretando con fuerza el medallón lunar hasta que brilló en un tono rojizo, como si reso
Una semana después del regreso de Sanathiel, la comunidad de los Trece decidió enviar a un nuevo "prototipo" a la Gran Ciudad. Su destino era claro: la Casa del Lobo, el hogar de Sanathiel. La misión no era solo un acto de vigilancia, sino también una demostración de poder y control sobre él. Entre los enviados estaba Lionel, decidido a aprovechar cada oportunidad para demostrar su valía y desestabilizar a su hermano.Mientras sellaba un sobre con información delicada, Lionel esbozó una sonrisa maliciosa.—Aisha… —susurró, leyendo el nombre que destacaba en los documentos frente a él—. Si logro encontrarla primero, no solo tendré control sobre Sanathiel, sino sobre mucho más.Mica, siempre al tanto de los movimientos de Lionel, lo observaba con preocupación.—Joven Lionel, ¿cree prudente inmiscuirse con esa humana? Su relación con el lobo blanco ya es complicada…—¿Humana? —replicó Lionel, con una risa seca—. Esa "humana", como dices, podría ser la clave para desmoronar a mi querido h
La sombra finalmente tomó forma, revelando a un hombre de belleza sobrenatural que cargaba el cuerpo inerte del lobo blanco sobre su hombro como si no pesara nada. Un auto verde se detuvo frente a ellos, y la puerta trasera se abrió con un chasquido metálico, invitándolos a entrar.Sanathiel fue arrojado a la maletera con indiferencia, la puerta cerrándose con un ruido seco. El hombre, al que llamaban Arcángel, se sentó en el asiento trasero y ajustó el cinturón con calma, quitándose los guantes negros que ocultaban marcas en sus manos.El hombre se sentó en el auto, ajustándose el cinturón y quitándose los guantes negros que cubrían las marcas en sus manos.—Enciende la calefacción, Risas —ordenó, su voz cargada de autoridad mientras se acomodaba en el asiento.El conductor, un hombre de complexión robusta con una expresión indescifrable, giró la cabeza hacia el asiento trasero y señaló un cofre dorado perfectamente conservado. Una sonrisa satisfecha se dibujó en el rostro de Arceo.
Aisha seguía en la casa del cazador Steven. Aquella noche, un aullido extraño la despertó, resonando en la oscuridad como un eco lejano. Se levantó de la cama y, al abrir las ventanas, la noche parecía aún más profunda, como si el tiempo se hubiera detenido. Apenas un destello llamó su atención: unos ojos brillantes que la observaban desde las sombras. Tragó saliva, intentando negar lo evidente. Pero su mente solo encontró una respuesta: “Lobo blanco”.Con manos temblorosas, cerró las ventanas, pero el frío gélido parecía envolverla aún dentro de la habitación. Un pequeño destello de arena apareció frente a ella. Giró lentamente, con el corazón palpitando desbocado.—Sanathiel... —susurró, sin darse cuenta de que había pronunciado su nombre en voz alta.Aunque no lo veía físicamente, lo sentía cerca, como si su presencia estuviera grabada en el aire. Un fuerte golpe en la puerta principal rompió el silencio. Desconcertada, Aisha escondió la arena bajo su cama, se calzó rápidamente y b