El aire pesado de la tormenta de arena envolvía a Sanathiel y Noah mientras sus palabras cortaban el silencio con la fuerza de dagas. La mirada de Sanathiel estaba fija en el horizonte, pero su atención estaba claramente en el hombre a su lado.—Tu desobediencia no pienso pasarla por alto, Noah. Todos esos que viste hoy sacarán las garras tarde o temprano, ¿lo entiendes? —La voz de Sanathiel era fría, cada palabra cargada de advertencia.Noah dejó escapar una risa nerviosa, que rápidamente se transformó en un tono desafiante. —¡No me hables así, Sanathiel de Ruanda! —espetó, su postura reflejando orgullo herido—. Si persistes en tratarme como un trapo, no dudaré en reportarte al consejo.Sanathiel giró lentamente, sus ojos dorados encendiéndose como un fuego contenido. —No eres más que un perro que obedece órdenes. Si me he contenido, Noah, es porque no representas una amenaza para mí —respondió, apretando con fuerza el medallón lunar hasta que brilló en un tono rojizo, como si reso
Una semana después del regreso de Sanathiel, la comunidad de los Trece decidió enviar a un nuevo "prototipo" a la Gran Ciudad. Su destino era claro: la Casa del Lobo, el hogar de Sanathiel. La misión no era solo un acto de vigilancia, sino también una demostración de poder y control sobre él. Entre los enviados estaba Lionel, decidido a aprovechar cada oportunidad para demostrar su valía y desestabilizar a su hermano.Mientras sellaba un sobre con información delicada, Lionel esbozó una sonrisa maliciosa.—Aisha… —susurró, leyendo el nombre que destacaba en los documentos frente a él—. Si logro encontrarla primero, no solo tendré control sobre Sanathiel, sino sobre mucho más.Mica, siempre al tanto de los movimientos de Lionel, lo observaba con preocupación.—Joven Lionel, ¿cree prudente inmiscuirse con esa humana? Su relación con el lobo blanco ya es complicada…—¿Humana? —replicó Lionel, con una risa seca—. Esa "humana", como dices, podría ser la clave para desmoronar a mi querido h
La sombra finalmente tomó forma, revelando a un hombre de belleza sobrenatural que cargaba el cuerpo inerte del lobo blanco sobre su hombro como si no pesara nada. Un auto verde se detuvo frente a ellos, y la puerta trasera se abrió con un chasquido metálico, invitándolos a entrar.Sanathiel fue arrojado a la maletera con indiferencia, la puerta cerrándose con un ruido seco. El hombre, al que llamaban Arcángel, se sentó en el asiento trasero y ajustó el cinturón con calma, quitándose los guantes negros que ocultaban marcas en sus manos.El hombre se sentó en el auto, ajustándose el cinturón y quitándose los guantes negros que cubrían las marcas en sus manos.—Enciende la calefacción, Risas —ordenó, su voz cargada de autoridad mientras se acomodaba en el asiento.El conductor, un hombre de complexión robusta con una expresión indescifrable, giró la cabeza hacia el asiento trasero y señaló un cofre dorado perfectamente conservado. Una sonrisa satisfecha se dibujó en el rostro de Arceo.
Aisha seguía en la casa del cazador Steven. Aquella noche, un aullido extraño la despertó, resonando en la oscuridad como un eco lejano. Se levantó de la cama y, al abrir las ventanas, la noche parecía aún más profunda, como si el tiempo se hubiera detenido. Apenas un destello llamó su atención: unos ojos brillantes que la observaban desde las sombras. Tragó saliva, intentando negar lo evidente. Pero su mente solo encontró una respuesta: “Lobo blanco”.Con manos temblorosas, cerró las ventanas, pero el frío gélido parecía envolverla aún dentro de la habitación. Un pequeño destello de arena apareció frente a ella. Giró lentamente, con el corazón palpitando desbocado.—Sanathiel... —susurró, sin darse cuenta de que había pronunciado su nombre en voz alta.Aunque no lo veía físicamente, lo sentía cerca, como si su presencia estuviera grabada en el aire. Un fuerte golpe en la puerta principal rompió el silencio. Desconcertada, Aisha escondió la arena bajo su cama, se calzó rápidamente y b
La decisión de Rasen de unirse como protector para la comunidad de los trece marcó el inicio de una etapa llena de pruebas, intrigas y enfrentamientos que pondrían a prueba su cuerpo y espíritu.Aquella última noche antes de aceptar la propuesta de Steven fue inquietante. La ansiedad latente en los movimientos de Steven hacía evidente que había algo más en juego. Me entregó un bolso con suministros básicos, un carnet con una nueva identidad y una misión clara: demostrar mi valía en un lugar que Steven describió como un internado en las arenas del desierto.—No hay margen para errores. Aprende, adáptate y supera a los demás —dijo, su voz seria y carente de la habitual arrogancia.Rasen asumió el desafío, pero nada lo preparó para la brutalidad del entorno.El internado estaba abarrotado de jóvenes competidores, todos buscando un puesto en la élite. Sin embargo, la atmósfera estaba cargada de tensión y desprecio. Desde el primer momento, Rasen enfrentó burlas.—Ipse est loser. —Los grit
Desde nuestra llegada a Francia, me establecí en el hogar donde Falco Valuare pasó sus últimos días. Su discípulo, cargado de recuerdos latentes, solo dijo:—Haz lo que quieras, pero no me molestes.Y luego me dejó a mi suerte.Los días siguientes los pasé recluida en el cuarto que había pertenecido a Falco. Solo salía para cambiar las monedas de oro que ocultaba en un cofre bajo la cama. Cada movimiento era observado de cerca por mi vigilante, Steven, quien no perdía la oportunidad de recordarme que no tenía escape.Leí el diario de Falco en las noches, consumida por una mezcla de curiosidad y dolor. No mencionaba haber tenido otra hermana, como yo creía. Sentí una profunda soledad, una herida que no cicatrizaba, pero también una extraña determinación comenzó a formarse."Si no hago algo, moriré aquí", pensé.Ideé un plan de escape mientras fingía sumisión. Conseguí trabajo por horas en un resto-bar. No era el mejor ambiente, pero las personas allí eran amables, algo que necesitaba d
Tras horas de caminata, llegó a un pequeño restaurante en medio del desierto. El camarero, amable y atento, dejó una jarra de agua con hielo frente a él. Rasen no perdió tiempo, refrescando su garganta y mojando su rostro sudoroso.Entonces, las conversaciones del lugar se detuvieron. Un hombre de cabello dorado y piel pálida descendió de un camello y se dirigió hacia su mesa, atrayendo todas las miradas. Su porte ostentoso y sus gafas oscuras proyectaban una autoridad indiscutible.—¿Eres tú? —dijo, ajustándose las gafas mientras lo examinaba de pies a cabeza—. ¿Has encontrado algo sobre la mujer de la foto?Rasen asintió y colocó un USB sobre la mesa.—Soy Rasen, y mi trabajo hablará por mí. Aquí está todo lo que necesitas.Lionel tomó el USB con una sonrisa arrogante y bajó las gafas para mirar a Rasen directamente a los ojos.—Es bueno saberlo, Rasen. Vendrás conmigo. No tienes por qué vestir así. Oculta esa espada, y nos vemos en la avioneta. Habla con la azafata, te proporcionar
“Estar en un país que no es mi hogar, rodeado de rostros desconocidos, me hace extrañar a Aisha. Sin embargo, debo sacarla de mi mente.”Rasen continuó tomando fotos en la plaza antes de regresar al hotel para encontrarse con Lionel, su patrocinador.El repentino abandono de los cazadores, por quienes había renunciado a su vida ordinaria, lo había dejado con más preguntas que respuestas. Incluso comenzaba a preguntarse si sería mejor dejarlo todo y volver a su antigua vida.Mientras merodeaba por la plaza, su atención fue captada por un grupo de personas reunidas. Entre las voces murmurantes, destacó una súplica:—¡Ayúdame, por favor!—Arriba, je peux vous aider, avez-vous une famille, ¿comment en êtes-vous arrivé là?—Do you speak...? ¡No, walk away! —dijo la mujer, empujándolo repetidamente—. Nobody should help me.Rasen dudó, pero algo en el tono lo obligó a acercarse. La multitud lo apartó con murmullos, pero él avanzó hasta encontrar a una mujer sucia, con el cabello anaranjado e