Tras horas de caminata, llegó a un pequeño restaurante en medio del desierto. El camarero, amable y atento, dejó una jarra de agua con hielo frente a él. Rasen no perdió tiempo, refrescando su garganta y mojando su rostro sudoroso.Entonces, las conversaciones del lugar se detuvieron. Un hombre de cabello dorado y piel pálida descendió de un camello y se dirigió hacia su mesa, atrayendo todas las miradas. Su porte ostentoso y sus gafas oscuras proyectaban una autoridad indiscutible.—¿Eres tú? —dijo, ajustándose las gafas mientras lo examinaba de pies a cabeza—. ¿Has encontrado algo sobre la mujer de la foto?Rasen asintió y colocó un USB sobre la mesa.—Soy Rasen, y mi trabajo hablará por mí. Aquí está todo lo que necesitas.Lionel tomó el USB con una sonrisa arrogante y bajó las gafas para mirar a Rasen directamente a los ojos.—Es bueno saberlo, Rasen. Vendrás conmigo. No tienes por qué vestir así. Oculta esa espada, y nos vemos en la avioneta. Habla con la azafata, te proporcionar
“Estar en un país que no es mi hogar, rodeado de rostros desconocidos, me hace extrañar a Aisha. Sin embargo, debo sacarla de mi mente.”Rasen continuó tomando fotos en la plaza antes de regresar al hotel para encontrarse con Lionel, su patrocinador.El repentino abandono de los cazadores, por quienes había renunciado a su vida ordinaria, lo había dejado con más preguntas que respuestas. Incluso comenzaba a preguntarse si sería mejor dejarlo todo y volver a su antigua vida.Mientras merodeaba por la plaza, su atención fue captada por un grupo de personas reunidas. Entre las voces murmurantes, destacó una súplica:—¡Ayúdame, por favor!—Arriba, je peux vous aider, avez-vous une famille, ¿comment en êtes-vous arrivé là?—Do you speak...? ¡No, walk away! —dijo la mujer, empujándolo repetidamente—. Nobody should help me.Rasen dudó, pero algo en el tono lo obligó a acercarse. La multitud lo apartó con murmullos, pero él avanzó hasta encontrar a una mujer sucia, con el cabello anaranjado e
Era medianoche. Después de su baño, Lionel se instaló en su elegante sala, mandando preparar aperitivos frescos. Sobre la mesa, sirvió café humeante y colocó su jugo de ciruela favorito.—Sírvete, es para ti… mi invitada —dijo con tono indulgente, mientras observaba a Aisha con una leve sonrisa.Frente a ella, una variedad de sándwiches de todos los tamaños llenaba la mesa. Aisha aceptó el gesto con cautela, dando pequeños bocados mientras lo observaba de reojo. Finalmente, rompió el silencio:—¿Cómo supo de mí? ¿Conocía a Falco? ¿O quizás debería ser más claro con sus intenciones?Lionel, cruzando las piernas con una postura relajada, apoyó su codo sobre la rodilla, colocando una mano sobre su barbilla.—Llámame con más confianza —musitó con una sonrisa al notar su desconfianza.Aisha bebió un sorbo del café caliente, pero no apartó la mirada.—Perdí mis recuerdos. Eso no significa que no merezca respuestas. Si sabe algo, dígalo de una vez.Lionel soltó una breve carcajada. Sus ojos
El día del funeral de Itzel amaneció lluvioso, como si el cielo compartiera el duelo de todos los presentes en el cementerio. Las figuras vestidas de negro se aglomeraban alrededor de la tumba, mostrando respeto y luto por la pérdida de la esposa de Enrique. Entre ellos, Sanathiel permanecía al margen, observando la escena con una mezcla de indiferencia y satisfacción.En la distancia, miembros de la Casa Verona se llevaban discretamente el cuerpo de Itzel para entregarlo a la Comunidad de los Trece. Entre los asistentes, Arceo, quien había asumido el rol de Sanathiel, observaba el proceso con una expresión fría e impenetrable.—Arcángel, lo hecho, hecho está. Ahora disimula y ocúpate de algo más. Tu cara de preocupación podría levantar sospechas sobre lo que le hicimos a Sanathiel —murmuró Risas, encendiendo una lámpara y sentándose con un aire despreocupado.Arcángel lo miró con una mezcla de frustración y pesadumbre.—¿Qué quieres que haga, hermano? —preguntó, alzando una ceja.—Ac
La memoria de aquel día oscuro en el "Albergue de los Bienaventurados" seguía atormentando a Sanathiel. El fuego devorando ese lugar, que ocultaba secretos atroces bajo una fachada de caridad, se había convertido en una cicatriz imborrable en su mente.Sanathiel recordaba con claridad el frío que se apoderaba de su cuerpo mientras sostenía a un niño en sus brazos, luchando por protegerlo de un destino cruel. La fachada de bondad de ese lugar se desmoronaba ante sus ojos, revelando un horror inimaginable: un sistema de explotación, abuso y perversión que involucraba a niños inocentes.El "Albergue de los Bienaventurados" no era un refugio, sino una prisión. Las donaciones y las sonrisas falsas ocultaban tratos oscuros con personas influyentes que buscaban satisfacer sus deseos más depravados. Los niños "elegidos" eran vendidos como objetos, mientras que los demás eran relegados a la servidumbre, esperando el día en que su belleza o juventud les condenara al mismo destino.Sanathiel rec
Parte 1: Sombras en el bosqueEl bolígrafo en los dedos de Aisha temblaba ligeramente, como si compartiera la incertidumbre que la atravesaba. La sala estaba sumida en un silencio opresivo, roto solo por el leve crujir de la silla de Lionel al inclinarse hacia ella. Su sonrisa era una máscara fría, calculadora, diseñada para desarmarla.—No tengas miedo, Aisha. Este es el primer paso hacia tu libertad. —La voz de Lionel era suave, pero cada palabra tenía un filo escondido.Aisha lo miró, esforzándose por mantener la compostura. Algo en su interior gritaba que no confiara en él. Y entonces, en el rincón más profundo de su mente, una presencia familiar emergió. Era como un susurro cálido, un eco distante que pronunciaba su nombre: Sanathiel."¿Por qué siento esto?" pensó mientras su corazón latía con fuerza. Las imágenes de sueños vagos, ojos dorados y noches bañadas por la luna invadieron su mente. Una conexión inexplicable la arrastraba hacia algo más grande que el contrato frente a e
El auto avanzaba por el camino oscuro y sinuoso, la silueta de la mansión de Sanathiel emergiendo en el horizonte como un coloso oscuro que parecía devorar la luz. Aisha apenas podía moverse, las esposas apretaban sus muñecas mientras la mordaza silenciaba cualquier protesta.Lionel, con su aire de control absoluto, miraba a Aisha con una mezcla de posesión y arrogancia.—Eres mía, Aisha. Y nadie, ni siquiera Sanathiel, podrá cambiar eso —susurró, acariciando su rostro con una familiaridad que ella despreciaba.A medida que se acercaban, Aisha sentía un cosquilleo en la base de su cuello, un calor inexplicable que la invadía. Era él. Lo sabía. Sanathiel estaba cerca. Aunque sus recuerdos seguían fragmentados, había algo en su alma que reconocía su presencia, como si siempre hubiera estado ahí, esperando su regreso.Cuando el auto se detuvo, el viento frío sacudió las ramas de los árboles, susurrando advertencias. Lionel tiró de la soga que la mantenía atada, arrastrándola hacia la ent
Sin tiempo para recuperarse, Aisha fue arrastrada y arrojada a una celda. Su respiración era errática, y el cabello enmarañado le caía sobre el rostro. La venda fue arrancada de sus ojos de manera brusca, dejando que la luz tenue revelara su entorno: paredes de piedra húmedas, barrotes oxidados, y en celdas cercanas, los rostros heridos y agotados de Rasen y Steven.El latido de su corazón se aceleró al verlos allí, una chispa de esperanza iluminando la oscuridad de su mente.—¡Déjenlos en paz! —gritó, su voz temblorosa pero cargada de una resolución feroz.Antes de que nadie pudiera responder, una presencia inundó la habitación. No era física, sino un peso en el aire, un eco profundo que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez. La voz resonó en su mente, grave y envolvente, como un susurro cargado de poder: "Pídelo de nuevo".Aisha tembló al reconocerlo. Sanathiel.Era más que un eco en su mente; era una fuerza envolvente que sincronizaba su latido con el de él. Una conex