Parte 1: Sombras en el bosqueEl bolígrafo en los dedos de Aisha temblaba ligeramente, como si compartiera la incertidumbre que la atravesaba. La sala estaba sumida en un silencio opresivo, roto solo por el leve crujir de la silla de Lionel al inclinarse hacia ella. Su sonrisa era una máscara fría, calculadora, diseñada para desarmarla.—No tengas miedo, Aisha. Este es el primer paso hacia tu libertad. —La voz de Lionel era suave, pero cada palabra tenía un filo escondido.Aisha lo miró, esforzándose por mantener la compostura. Algo en su interior gritaba que no confiara en él. Y entonces, en el rincón más profundo de su mente, una presencia familiar emergió. Era como un susurro cálido, un eco distante que pronunciaba su nombre: Sanathiel."¿Por qué siento esto?" pensó mientras su corazón latía con fuerza. Las imágenes de sueños vagos, ojos dorados y noches bañadas por la luna invadieron su mente. Una conexión inexplicable la arrastraba hacia algo más grande que el contrato frente a e
El auto avanzaba por el camino oscuro y sinuoso, la silueta de la mansión de Sanathiel emergiendo en el horizonte como un coloso oscuro que parecía devorar la luz. Aisha apenas podía moverse, las esposas apretaban sus muñecas mientras la mordaza silenciaba cualquier protesta.Lionel, con su aire de control absoluto, miraba a Aisha con una mezcla de posesión y arrogancia.—Eres mía, Aisha. Y nadie, ni siquiera Sanathiel, podrá cambiar eso —susurró, acariciando su rostro con una familiaridad que ella despreciaba.A medida que se acercaban, Aisha sentía un cosquilleo en la base de su cuello, un calor inexplicable que la invadía. Era él. Lo sabía. Sanathiel estaba cerca. Aunque sus recuerdos seguían fragmentados, había algo en su alma que reconocía su presencia, como si siempre hubiera estado ahí, esperando su regreso.Cuando el auto se detuvo, el viento frío sacudió las ramas de los árboles, susurrando advertencias. Lionel tiró de la soga que la mantenía atada, arrastrándola hacia la ent
Sin tiempo para recuperarse, Aisha fue arrastrada y arrojada a una celda. Su respiración era errática, y el cabello enmarañado le caía sobre el rostro. La venda fue arrancada de sus ojos de manera brusca, dejando que la luz tenue revelara su entorno: paredes de piedra húmedas, barrotes oxidados, y en celdas cercanas, los rostros heridos y agotados de Rasen y Steven.El latido de su corazón se aceleró al verlos allí, una chispa de esperanza iluminando la oscuridad de su mente.—¡Déjenlos en paz! —gritó, su voz temblorosa pero cargada de una resolución feroz.Antes de que nadie pudiera responder, una presencia inundó la habitación. No era física, sino un peso en el aire, un eco profundo que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez. La voz resonó en su mente, grave y envolvente, como un susurro cargado de poder: "Pídelo de nuevo".Aisha tembló al reconocerlo. Sanathiel.Era más que un eco en su mente; era una fuerza envolvente que sincronizaba su latido con el de él. Una conex
Aisha sentía cómo su mundo se tambaleaba con el simple roce de Sanathiel. Su presencia la envolvía, arrebatándole la voluntad y dejándola suspendida entre el deseo y el temor. Todo en su interior gritaba resistencia, pero su cuerpo no respondía. Estaba atrapada en un hechizo que no podía romper, una conexión que no podía negar.—Tu libertad vendrá cuando sepas quién eres en realidad, Aisha —susurró Sanathiel, con una voz suave, pero cargada de un poder que retumbaba en cada rincón de su ser.El sonido de su nombre, pronunciado por él, resonaba como un eco profundo en su mente. Algo dentro de ella despertaba, algo que había estado dormido desde siempre."¿Por qué no puedo resistirme?" pensaba mientras trataba de apartarse, luchando contra el vínculo invisible que parecía atarla a él.—Mírame, Aisha —ordenó Sanathiel.Sus manos se cerraron suavemente sobre su rostro, obligándola a enfrentar esos ojos dorados que la desnudaban por completo. La intensidad de su mirada la atrapó, y el calo
"Un amor que te aplasta y te ahoga en pesadillas no puede ser amor... Es aterrador, murmuró, mientras destrozaba el lienzo que había pintado. Las líneas en el cuadro eran confusas, como sus propios pensamientos.Un susurro conocido la devolvió al presente.—Aisha, ¿puedes venir un momento? —era Rasen, con su mirada cansada pero firme.Ella giró hacia él, tratando de enfocarse, pero había algo inalcanzable entre ambos, como si una sombra se interpusiera.—¿Qué sucede? —preguntó, aunque ya intuía la respuesta.Rasen apretó los puños antes de hablar.—Sanathiel sigue vivo —dijo con gravedad, sus palabras colisionando contra el aire entre ellos.Aisha asintió lentamente. Por fuera, trataba de mantener la calma, pero dentro, la mención de su nombre era un golpe. Sentía que el mundo giraba en torno a Sanathiel, y aunque luchaba por resistirse, cada susurro, cada recuerdo, la arrastraba hacia él.Aquella noche, despertó con un jadeo, el sudor frío cubriendo su frente. Había soñado con él otr
Aisha no podía borrar de su mente la mirada del hombre de ojos violetas y cabello platinado. Su expresión contiene verdades que eludían, pero que se sentían demasiado familiares. Su corazón palpitaba con una mezcla de curiosidad y ansiedad. Había algo que necesitaba entender, algo que solo Lionel parecía poder desentrañar.Movida por esa inquietud, regresó a la mansión de Lionel. La casa estaba sumida en un silencio inquietante, y su ausencia no hizo más que alimentar la sensación de peligro latente. Aisha recorrió los pasillos, sus pasos resonando en el vacío. Al detenerse frente a un cuadro, su mirada fue atraída por algo detrás del lienzo: una pequeña llave oculta. Su instinto le susurró que esta era la respuesta que buscaba.Con la llave en mano, descendió al sótano. Una puerta oculta esperaba al final de las escaleras. La cerradura encajó perfectamente, y al girar la llave, el aire frío y cargado de humedad la envolvió. Frente a ella se desplegaba un macabro laboratorio: congelad
La noche estaba cargada de un silencio ominoso mientras Sanathiel seguía de cerca los movimientos de Arcángel. Sus pasos eran ligeros, pero cada uno pesaba en su mente como un eco del pasado. Arcángel, antaño su hermano de armas, ahora se movía como un enemigo cauteloso, ajeno al lobo blanco que lo acechaba.Para Sanathiel, este encuentro no era solo una cuestión de supervivencia; era un ajuste de cuentas que había esperado demasiado tiempo. Recordó los días en que luchaban juntos por ideales que ahora parecían sueños lejanos. Pero esos lazos habían sido cortados con la hoja afilada de la traición.—¿Por qué elegiste este camino, Arcángel? —pensó Sanathiel, mientras sus ojos seguían cada movimiento del otro hombre.Arcángel se detuvo al escuchar un crujido. Antes de que pudiera reaccionar, Sanathiel emergió de las sombras, su figura imponente brillando bajo la luz de la luna.—Nunca pensé que el día llegaría, Arcángel, —dijo Sanathiel, su voz baja pero cargada de intención—, el día en
Sanathiel huía del orfanato, con las manos aún manchadas de sangre y el alma cargada de culpa. Los ecos de los gritos y el olor a quemado seguían persiguiéndome mientras avanzaba por el bosque. Los árboles parecían mirarlo con desaprobación, pero también lo ocultaban de un mundo que jamás entendería lo que acababa de hacer.Tropezó, exhausto, con el suelo húmedo. Su cuerpo temblaba, no solo por el frío, sino también por el miedo. "¿Qué soy?", se preguntó mientras veía sus manos, ahora vacías, pero aún manchadas con el recuerdo de la violencia que había desatado.Fue entonces cuando apareció él. Un hombre de porte imponente, con ojos calculadores y un aire de autoridad que no se molestaba en ocultar. Era Fallían.—¿Qué tenemos aquí? —murmuró, inclinándose para observar más de cerca.Sanathiel intentó retroceder, pero sus fuerzas lo traicionaron. Los lobos que lo habían acompañado hasta ese momento permanecieron inmóviles, observando a Fallían con respeto.Fragmento del Diario de Fallía